Nada ha cambiado

Giselle

Una vez que aterrizamos en Francia, Nathan me ayuda a subir al auto que espera por nosotros y cuando llegamos a su casa su nana nos recibe con un enorme abrazo y unas cuantas lágrimas en los ojos debido a lo mucho que ha extrañado a su niño como ella lo llama.

—¿Mañana irás a trabajar? —cuestiono a Nathan en cuanto nos quedamos solos en su habitación.

—Sí, tengo bastantes pendientes, no puedo dejar que Kalet se encargue de todo. Si no te molesta deseo darme una ducha.

Permito que Nathan se marche y cuando me quedo sola, observo cada rincón de su habitación, la cual es demasiado grande aún para los dos y perdiéndome en cada detalle de este lugar pierdo la noción del tiempo.

—¿Te gusta? —me interrumpe la voz del ojiazul provocando que lance un pequeño chillido.

—E-es muy linda —le aseguro, encaminándome al clóset para tomar mis prendas de dormir.

—Si gustas puedes redecorarla —farfulla sin darle importancia al hecho de que haga cambios en su habitación.

—¿Por qué haría algo seme
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