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Capítulo dos - Entrevista al señor Li

Conseguí la entrevista con el hombre del momento después de un par de altercados. Sin embargo, ahora me encuentro frente a él en un living amplio y elegante, con unas tazas de té preciosas, de color malva y con pétalos de flores dibujados en ellas, sobre la pequeña mesa del centro.

—Desea beber algo caliente. Sé que afuera hace calor, pero parece estar temblando. Si quiere puedo hacer que enciendan la calefacción —me dice en un tono amigable.

—No se preocupe por mí, sé que su tiempo es valioso, por lo que me gustaría comenzar con la entrevista —digo y él asiente mientras se sirve una taza de té para sí mismo y luego una para mí, pese a mi negativa.

—Dígame, ¿cuáles son sus preguntas, señorita Montiel? —dice mientras busco mi bolígrafo para tomar notas.

—Deme un segundo más y comenzamos —le respondo sin verlo. ¿Puede ser que me lo olvidara en la oficina?

—¿Necesita algo? —me pregunta con impaciencia. La estoy jodiendo de nuevo. Me empiezo a poner nerviosa. 

—No, es solo que… —digo y recuerdo que lo usé para atarme el cabello. Por lo que me lo quito feliz de haberlo encontrado.

Mi cabello car húmedo sobre mis hombros y un escalofrío me recorre el cuerpo. De pasar a sentir mucho calor, a estar completamente helada. Esto hará que me enferme, estoy casi segura. Sin embargo, para mi sorpresa, otro de los empleados se acerca con una caja de curaciones y la deja al lado de su jefe, mientras una empleada me trae una bolsa de una marca conocida.

—Por fin trajeron lo que pedí para usted. Si no le molesta cambiarse antes de comenzar. Temo que por mi culpa se termine enfermando y, ya que se niega a que encienda la calefacción, creo que lo mejor sería hacer eso —explica el señor Li y veo una ropa similar a la que traigo puesta, solo que de mejor calidad que la mía.

—¿Disculpe? —pregunto molesta. 

¿Quién se piensa que es este hombre para pedirme que me cambie de ropa?

—Creo haber escuchado que usted no solo trabaja en la revista, sino que es madre de dos adolescentes. También soy padre y mis hijos consumen mucho de mi tiempo, por lo que estar enfermo es algo que no me puedo permitir. Así que considero que sería una pena que se resfríe. Tómelo como un presente de mi parte después de haber llegado tarde a nuestra reunión —me termina de explicar, y no puedo negarme. Tiene una capacidad de convencimiento que me preocupa.

La empleada me lleva a otra habitación y me deja sola para que me cambie. No puedo creer que me estoy desnudando en una suite, solo para hacerle una entrevista a este hombre. No reniego de la situación, quiero terminar cuanto antes, ya que Arthur me mandó un mensaje para decirme que sí, se olvidaron la maqueta y su padre les dijo que no tiene tiempo para llevárselas. Por lo que de aquí deberé irme a casa y buscarla para ellos.

Cuando termino de vestirme me coloco de nuevo los zapatos y siento cómo una ampolla se revienta. Maldigo en silencio, me doy cuenta de que hoy tomé todas las decisiones incorrectas. Me coloco un pañuelo descartable para no ensuciar mis tacones con la sangre y regreso al living. El señor Li tiene la caja de curación en su entrepierna, por lo que lo miro con desconfianza. ¿Qué está haciendo?

—¿Le pasó algo? —le pregunto y él sonríe.

—A mí no, pero usted camina como si se hubiera lastimado. Por lo que pedí que me trajeran esto. Acérquese, así la curamos para por fin continuar con nuestra entrevista —dice y no puedo evitar mirarlo con sorpresa.

¿Cómo se dio cuenta de eso?

¿Qué tanta atención me ha prestado en estos minutos?

—Vamos, señorita Montiel, no muerdo —dice y hago lo que me pide, me siento a su lado y él toma mi pierna con su enorme mano y tras sentir el calor de su piel vuelvo a estremecerme—. Parezco un caníbal, pero solo como mujeres los viernes por la noche. Así que hoy es su día de suerte.

Su broma no me hace gracia, aunque aprecio que la esté haciendo para descomprimir la situación del momento. Ya que un multimillonario me está dando primeros auxilios. ¿Quién pudiera estar en mi lugar en este momento? 

—Se lo agradezco —digo y me aparto de él una vez que me colocó las curitas en ambos talones. Vuelvo a mi asiento y ya con mi lapicera y mi cuaderno comienzo. Dejo mi móvil sobre la pequeña mesa y pongo la grabadora.

—Mi nombre es Kiara Montiel y soy reportera de la revista Nueva visión, estoy en una entrevista con el famoso y reconocido señor Li, uno de los empresarios más adinerados del país y algunos diría que del mundo —Él se queda viéndome mientras prosigo—. A nuestras lectoras les gustaría saber más sobre usted señor Li. Por empezar, ¿podría contarnos algo sobre su familia? ¿Son sus padres los que le han proferido buenas enseñanzas? ¿Cómo se sintió en su infancia? Un niño que lo tiene todo.

—Buenas tardes, señorita Montiel, la verdad es que no puedo quejarme. Muchos niños tienen una vida difícil luego de que sus padres se separan. Sin embargo, fui criado dentro de un contexto lleno de amor y cariño. Mi madre fue una mujer que siempre estuvo para mí y mi padrastro me amó como si fuera de su propia sangre. Por lo que no sentí que hubiera una falta, hasta que supe que mi verdadero padre era mi antecesor —dice como si estuviéramos conversando él y yo a solas, como si fuéramos solo dos amigos—. Sin embargo, de mi padre también aprendí mucho, él y su esposa me recibieron con los brazos abiertos y aunque su manera de pensar era distinta a la de la casa que me crio por seis años, nunca hubo roces entre ellos. No que yo supiera. Sabían cómo mantener la discreción a la hora de debatir lo que consideraban que era mejor para mí y mis hermanas.

—¿Se siente una persona privilegiada? —pregunto, y me observa con una sonrisa en el rostro.

—Si a amor se refiere sí, el dinero no compra el amor. Muchos padres reniegan de sus hijos. Aun así, siempre pasamos por nuestra etapa de rebeldía. De la cual tampoco me quejo porque fue donde conocí a la madre de mi primer hijo. Gracias a ese desventurado amor, nació Lisandra, portadora de la carga que lleva ser el primogénito de mi familia. Aun así, no todo es color de rosa, mis padres me dejaron bien claro que el puesto como líder de las empresas no lo tendría solo por llevar el nombre de mi padre. Tuve que estudiar y ganar mi primer millón sin ayuda en los primeros cinco años después de cumplir los dieciocho —comenta, y toma la taza de té para beber de ella de una manera elegante y encantadora.

—De todas maneras, debe reconocer que no cualquiera haría su primer millón en un año. Usted tenía a su disposición todos los recursos de las empresas de su familia —digo leyendo mis notas.

—Por supuesto, sin embargo, preferí no usarlos. Valerme por mí mismo me parecía que tenía una mayor recompensa. Ya le dije que tuve mi momento de rebeldía, trabajaba dieciséis horas al día y comía arroz hervido. Supe lo que es tener hambre y frío, pasar por momentos de desesperación donde a la mano tenía la alternativa de llamar a mis padres y decirles me rindo. Sin embargo, continué adelante y me gané el derecho a ser llamado señor Li —responde él con orgullo.

Empiezo a comprender por qué ha sido tan amable conmigo cuando entré a su sala. Es un hombre que, aunque pudo ser mimado, sintió que debía probarse a sí mismo, que podría vivir sin la ayuda de sus padres.

—Comprendo, me parece loable —admito, y continúo con las preguntas—. Ha comentado que tiene una hija de su primer matrimonio. Sé que también tiene un hijo con su segunda exesposa. ¿Le gustaría hacer un comentario al respecto?

—Soy un hombre muy enamoradizo, me casé a los veinte años la primera vez cuando aún no sabía nada de la vida. Solo duró el tiempo que estuvimos estudiando, ya que mi primera esposa también es abogada. Sin embargo, una vez que me recibí supe que no podía tomar las empresas de mis padres si no tenía más conocimientos empresariales. Por lo que comencé a estudiar de nuevo y fue entonces que conocí a mi segunda esposa. Unos años después nació mi hijo y aunque lo intentamos decidimos que lo mejor era separar nuestros caminos. Aun así, compartimos la crianza de León —dice y mira su móvil—. Si me disculpa, debo atender.

—Por supuesto —respondo y tomo mi móvil y detengo la entrevista.

Al observar la pantalla noto que tengo varios mensajes de mi esposo. Por lo que le devuelvo la llamada.

—¿Dónde estás y por qué no respondes? —me pregunta como si estuviera ofuscado.

—Estoy en una entrevista. Te envié un mensaje. Arthur olvidó la maqueta y necesita que se la lleves.

—No me salgas con eso ahora, ¿qué hacías que no me respondías? —pregunta Paul y pongo los ojos en blanco. Él tampoco me respondió y no por eso pensé que me estuviera engañando. Odio que sea así a veces.

—Ya te dije que estoy haciendo la entrevista. Uso el móvil para grabar. Te dije que se me rompió la grabadora la semana pasada y no he tenido tiempo de comprarme otra —le recuerdo.

—Debiste decirle a mi secretaria —me reclama.

—Se lo dije y me indicó que no tenía tiempo para hacer esas cosas porque tú la tenías hasta el tope de trabajo. Así que iba a ir este fin de se mana a comprarla, pero los niños querían que los ayudara con la maqueta que tú te negaste a cargar en el coche en la mañana —digo con tono acusador.

—Ellos no me dijeron que la feria de ciencias era hoy, si no la habría cargado. Además, ¿cuándo vas a aprender a manejar de nuevo? No puedo hacerme cargo de la empresa de mi familia y de ser padre las veinticuatro horas del día —dice por qué sabe que odio que mencione eso.

—Te dije que no dejaría de trabajar y me aseguraste que cuidarías de nuestros hijos a la par mía. No empecemos con este tema de nuevo —le pido, y miro si el señor Li está cerca. Por suerte no hay nadie a mi alrededor.

—¿Con quién es la entrevista y dónde? Te pasaré a buscar ahora —me reclama tratando de apresurarme.

—El señor Li, es una entrevista de portada y aún no llegamos a la mitad. Adelántate y ve al colegio de los niños con la maqueta, nos vemos ahí —le digo y cuelgo el móvil al ver que el señor Li se acerca.

—¿Todo bien? —me pregunta y asiento con la cabeza para luego sentarme, pero él me detiene—. Lo siento, señorita Montiel, pero mi hijo acaba de llamarme y debo ir a verle. ¿Podemos vernos esta noche y terminar la entrevista durante la cena?

—¿Qué? —pregunto confundida, no puedo esperar para terminar la entrevista.

—Sé que lo que le voy a decir va a parecer una excusa tonta, pero acaban de romperle el corazón. La primera chica que le gusta lo ha rechazado y me llamó casi llorando. Quiere que conversemos y no creo que por teléfono sea lo adecuado —me comenta con una sonrisa tímida que hace que mi corazón salte de la emoción.

¿Es posible que un hombre así exista?

—No se preocupe, también debo atender un asunto familiar —digo con vergüenza, aunque no sé por qué.

—Se lo agradezco enormemente —indica y toma mi mano—. Prometo que será una cena agradable. Usted avíseme cuando se desocupe y enviaré a alguien para que vaya a recogerla.

—Por supuesto —aseguro, y luego me quedo viendo cómo se va.

Autora: Osaku

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