Bajo a la recepción y me devuelven mi identificación. No sé ni en qué momento me la pidieron. Salgo fuera del hotel y el coche de mi esposo está esperando. Su chofer abre la puerta y me permite entrar. Mi marido está al teléfono y no me presta atención. Vamos de camino a casa cuando nota que mi cabello está suelto y me pregunta por qué lo llevo así.
—Hola, creo que sería lo primero que deberías decirme después de colgar —le digo y meto mi móvil en mi bolso.
—¿A caso te arreglaste para ver a ese tipo? —me reclama y pongo los ojos en blanco.
—¿De qué estás hablando? Tu secretaria se olvidó de decirme que adelantaron la reunión y tuve que correr por el tráfico para no llegar fuera de horario. El calor me tenía loca, por lo que me compré un agua y me la tiré encima. Me até el cabello con una lapicera, ya que esta mañana no me diste tiempo a nada porque tenías una reunión a primera hora —espeto sin siquiera mirarlo. No estoy de humor para sus celos baratos, cuando nunca me presta atención.
—¿Acaso te gusta el señor Li? —me pregunta y me toma del brazo con fuerza.
—¿De qué estás hablando? —le pregunto tratando de soltarme.
—Insististe mucho para que te dejara hacerle una entrevista. ¿A caso es porque te gusta? ¿Quieres meterte en su cama? —me pregunta delante del chofer. Lo que me hace sentir muy avergonzada—. No usas una falda ajustada desde antes de tener a nuestros hijos. ¿La trajiste porque querías que se te marcaran las caderas?
—Estás loco Paul. ¿Te escuchas hablar? —le pregunto y me suelto de su agarre—. ¿Cuál es tu problema con ese hombre? Siempre que lo proponían en las reuniones, decías que era él quien no aceptaría una entrevista con nosotros, que no le interesaba. Sin embargo, cuando logré llegar a su secretaria, aceptó y hoy se mostró muy amable. ¿Por qué mientes?
—Él solo es un manipulador capaz de hacer lo que sea para conseguir lo que quiere —espeta mi esposo cuando llegamos a casa y salgo del coche primero.
—Pues si tú fueras un mejor esposo, no estarías preocupándote porque otro hombre trate de cortejarme —reclamé ya dentro de la casa. Yo no le digo cosas delante de otros.
—Maldición, me desvivo para que en esta casa no falte nada y así me tratas —reclama él.
—¿Tú te desvives? —le pregunto mientras me voy a cambiar la ropa. Necesito saber cuánto sale esto para enviarle el dinero al señor Li. Si Paul se entera de que ese hombre me hizo este regalo, pensará algo que no es.
—¿Ahora también te quejarás de eso? —me pregunta.—Eres tú el que empieza las peleas. Sabes que no manejo por lo del accidente y, aun así, te llevas al chofer cuando tiene cinco coches a tu disposición —le recuerdo.
—No puedo conducir y hablar por teléfono para cerrar tratos —me reclama.
—Entonces no cierres tratos las veinticuatro horas del día o consigue otro chofer —le indico mientras me coloco un vestido negro, y me cambio los zapatos por unos más cómodos—. No soy quién para decirte cómo administrar tu tiempo, pero habíamos dicho que ya no nos traeríamos trabajo a casa. ¿De qué sirve tener tanto dinero si no vamos a pasar un día en familia?
—Si es por el chofer, te conseguiré uno —me dice y me toma por la espalda.
—Ya me dijiste eso hace tres meses, incluso te busqué algunos y no quisiste porque para ti cualquiera de esos se podría convertir en mi amante —reclamo y él me besa el cuello.
—Lo siento, eres una mujer increíble. Es por eso que me pongo mal. Quiero darte todo lo que te mereces —dice y me calmo un poco.
—Solo te quiero a ti —le recuerdo y me besa y aunque no lo detengo, susurro—. Vamos a llegar tarde.
—Le pediré al chofer que le lleve la maqueta a los nenes. Podemos ir después —me dice y me levanta la falda mientras me besa.
—Ellos nos esperan, Arthur quería que vieras lo que pudo hacer —le comento y se aparta de mi enojado.
—Mierda, Kiara —espeta y se va a la ducha—. Estoy harto de no poder tener intimidad con mi esposa.
—Paul, espera —le digo con tristeza.
—Ve tú con los niños, yo iré más tarde —dice y se encierra en el baño.
No quiero seguir discutiendo porque ya estoy llegando tarde a la feria de ciencias de los chicos. Por lo que tomo la maqueta y me voy con el chofer. Odio discutir de este modo y salir de casa sin haber solucionado las cosas. Por lo que le escribo un mensaje a Paul, disculpándome y prometiéndole un fin de semana para nosotros solos.
Una vez que llego al colegio, Arthur toma la maqueta y me pregunta por qué tardé tanto. Lo sigo mientras me recojo el cabello. Le aclaro que debió sacarse un cero y que no la traje por él sino por sus compañeros, ya que él debió decirle a su padre que tenía que traerla.
—Lo siento, mamá —dice Arthur, y me pregunta dónde está su padre.
—Me adelanté para traer la maqueta. Él recién llegaba del trabajo y tenía que bañarse —le explico y me mira con tristeza. Me parte el alma verlo así.
—Philippe dice que papá no vendrá, que no le importan estas cosas —comenta el menor de mis hijos y suspiro.
—¿Dónde está el mentiroso de tu hermano? —le pregunto molesta con Philippe. La adolescencia lo tiene hecho un desgraciado con su hermano menor.
—Creo que está en la dirección. Empujó a uno de sus compañeros —me responde Arthur y lo quedo viendo.
—¿Por qué no me llamaron? —pregunto sorprendida.
—Creo que hablaron con papá y él les dijo que te harías cargo tú cuando vinieras.
Las palabras de Arthur hacen que me enfurezca. Le pido que vaya con sus compañeros a preparar su mesa para el concurso mientras resuelvo lo demás.
—No le digas a Philippe que yo te dije —me pide y le aseguro que no debe preocuparse.
Salgo del gimnasio del colegio y voy hasta la dirección, en el camino me encuentro con la tutora de Philippe y le pregunto qué fue lo que ocurrió.
—No sabemos, ni Philippe ni su compañero quieren hablar —me dice y voy a la dirección. Para mi sorpresa me encuentro con el señor Li.
¿Qué hace ese hombre en el colegio de mi hijo?
—Señorita Montiel, qué sorpresa encontrármela aquí —dice con una sonrisa encantadora.
—Señor Li, ¿usted envía a su hijo a este colegio? —le pregunto sorprendida.
—Su madre lo hace, cuando vive conmigo asiste a la academia Nueva Era. Pero como me encontraba en la ciudad me pidió que viniera a verlo —me explica sin necesidad.
—Buenas noches —dice la directora del colegio—. Los estaba esperando.
El señor Li y yo nos miramos sorprendidos. ¿Nos esperaba a los dos? Entramos en la recepción de la dirección y veo a un niño con el ojo morado y hielo en la cara. Frente a él mi hijo de doce años de brazos cruzados y mirando al suelo.
—Si quieren hablar con sus hijos antes de pasar a mi oficina, pueden hacerlo —dice la directora y me doy cuenta de que el hijo del señor Li fue golpeado por el mío. Deseo que la tierra me trague, algo que no es posible, pero necesario si aún quiero una entrevista para el número de esta semana.
—¿Por qué viniste tú? Se supone que esta semana papá se hace cargo de nosotros —reclama mi hijo.
—Philippe, dime que no le pegaste a ese niño —digo con vergüenza.
—Si le pegué —responde mi hijo sin mirarme.
—¿Por qué lo hiciste? —le pregunto ofuscada, pero no responde.
—¿Por qué no me dijiste que te habían golpeado? —le pregunta el señor Li a su hijo mientras le da un abrazo.
—Philippe, ¿no vas a responder? —pregunto en un tono más serio—. Si quieres defender tu postura, este es el momento. Si no hablas no podré hacer nada por ti.
—Es toda su culpa —reclama mi hijo señalando al hijo del señor Li.
—¿Acaso les gusta la misma niña? —pregunta el señor Li a su hijo, el cual no se anima a hablar.
—Philippe, ¿es eso? ¿Se han peleado porque les gusta la misma niña? —pregunto tajante.
—Claro que no —responde mi hijo como si eso fuera un insulto.
—Hijo, necesito saber qué es lo que ocurre. Un golpe se va con los días, pero las heridas que quedan en el fondo se acumulan y pueden explotar en el momento menos adecuado. Dime que es lo que pasa. ¿No puedes decirlo en público? —pregunta el señor Li de una forma muy cariñosa.
—Disculpen, ya puedo atenderlos —dice la directora y tenemos que dejar a los chicos.
—Tú y yo, esta conversación no ha terminado —le aseguro a Philippe.
Una vez que entramos a la dirección, el señor Li me permite elegir donde sentarme y luego se hace sitio a mi lado.
—Lamento mucho lo que pasó —digo avergonzada.
—Son cosa de niños —responde él como si no le quisiera dar importancia.
—Me alegro de que lo pueda ver así señor Li. De todas maneras, en este colegio no toleramos esa clase de conducta, por lo que sus hijos serán sancionados con cinco días de trabajo comunitario y dos días de suspensión para ambos —dice la directora, lo que molesta al señor Li.
Es una gran tontería, ya que hoy es el último día de clases formal, lo único que eso hará será manchar el historial de nuestros hijos. Esta mujer espera un soborno, y de mi parte no lo va a conseguir. Aunque eso signifique perder algunas posibilidades académicas para mi hijo en el futuro.
—Disculpe, mi hijo no golpeó a nadie. ¿Por qué considera que debe tener la misma sanción que su agresor? —replica molesto.
—¿A caso ellos no les dijeron por qué fue la pelea? —pregunta la directora y nos miramos con el señor Li.
—Mi hijo no es un provocador. No diría algo para que otro se enojara al punto de golpearlo —espeta el señor Li. No puedo decir nada, mi hijo es quien lo agredió.
—Su hijo le confesó su amor a Philippe delante de todos en el patio del colegio —dice la mujer, y me tapo la boca para que no se note la sorpresa que me da.
—¿De qué habla? —pregunta el señor Li ofuscado.
—Así es, todos sus compañeros están de testigo. Por lo que es claramente una provocación —dice la directora y me ofendo.
—¿Por qué lo sería? El niño solo está confesando sus sentimientos —reclamo, pese a que no es mi hijo.
—Disculpe, su hijo solo se defendió —dice la directora.
—¿De una confesión de amor? ¿Qué clase de colegio es este? —reclamo enojada—. No sé por qué mi hijo lo tomó tan mal. Pero no me parece que acuse de hacer algo mal a León. Digo el nombre del niño sin darme cuenta.
—¿Ustedes son amigos? —pregunta la directora. El señor Li aún está en shock, por lo que tomo su mano para que se dé cuenta de que seguimos conversando.
—No es necesario que seamos amigos. Me parece una falta de respeto total que traten así a un niño, ese podría ser mi hijo —respondo, y el señor Li se recupera un poco.
—Concuerdo con la señorita Montiel. Hablaré con mi exesposa y seremos nosotros los que decidiremos que medida tomar contra la homofobia, que claramente se ve reflejada en el personal de esta institución —dice él, y después de presionar mi mano me suelta. Con la mirada me da las gracias. Supongo que para él fue difícil entender que su hijo no estaba enamorado de una niña, sino de un niño.
Autora: Osaku
Cuando salimos de la dirección tomo la mano de mi hijo y delante del señor Li y el pequeño León le pido a Philippe que se disculpe con él, pero se niega. Mi hijo es demasiado terco. Por lo que le pido de nuevo que se disculpe con su compañero y vuelve a negarse. Sin otra opción, me pongo de rodillas frente al pequeño.—Mamá, ¿qué haces? —me pregunta Philippe incómodo al ver que hay personas a nuestro alrededor.—León, soy Kiara, te pido perdón en nombre de mi hijo. Si él fue agresivo contigo frente a una demostración de cariño de tu parte es porque no soy una buena madre y no lo he criado como corresponde. Así que en nombre de mi hijo te pido que me perdones —digo y el niño sonríe levemente y asiente con la cabeza.—Mamá, no tenías que hacer eso —protesta mi hijo y me pongo de pie.—Gracias, León, por ser tan comprensivo —digo ignorando a Philippe.—Mamá, te estoy hablando —me reclama mientras me dispongo a salir de ese sitio.Philippe me sigue y me demanda mientras caminamos. Trato d
El señor Li y yo estamos hablando y sin darnos cuenta traen la comida. Por lo que debemos dejar las preguntas abandonadas. Los niños comen mientras nosotros compartimos un momento de tranquilidad en la mesa. Sé que será el último de la noche, porque cuando llegue a casa terminaré discutiendo con Paul. No entiendo que es lo que le ocurre y porque se comporta así últimamente. Es como si los niños y yo fuéramos una carga para él.Finalmente, luego de cenar, el señor Li y el pequeño León nos despiden en la puerta del ascensor. Los niños quedan en verse otro día antes de la partida del señor Li del país y yo le agradezco la invitación. En la puerta del hotel nos espera su chofer quien nos lleva hasta casa. En el coche los niños van discutiendo, porque Arthur quiere ser amigo de León, pero Philippe no lo deja. Cuando llegamos a casa bajan y corren a la puerta. Al entrar me encuentro con Paul en el living bebiendo whisky, los niños saben que una discusión se aproxima por lo que suben a sus d
Salgo del hotel aun con la cara roja por la vergüenza. No puedo creer que soy tan tonta como para pensar que el señor Li puede querer algo conmigo. El único que se interesa en mí es mi esposo y de una manera ridícula. ¿Cómo es que ha resultado ser tan descarado como para ponerme un virus en mi móvil?De camino a casa le pido al chofer si puede detenerse en una tienda. El hombre me dice que el señor Li le pidió que me lleve a donde yo quiera y que a la vez me espere si se lo pido. Incluso en eso es mejor que mi esposo. Aun no entiendo que diferencia pudo tener con sus esposas, es el hombre soñado por cualquier mujer.Me compro otro móvil y como no puedo usar mi correo electrónico para pasar los números al nuevo, lo hago de la forma antigua y los paso uno por uno. Por suerte no tengo tantas personas importantes en mi vida como para estar mucho tiempo haciéndolo. Al llegar a casa ya he terminado. Por lo que le agradezco al chofer del señor Li que me haya traído y tras bajarme le pido que
No sé cómo es que terminé en esta fiesta. No conozco a nadie aquí y encima no me puedo ir hasta que mi compañero venga, ya que me quedé con el pase de prensa y él parecía entusiasmado con entrar, si me marcho ahora vendrá en vano. Por lo que me rindo y trato de mezclarme entre la gente mientras lo espero. Es un sitio enorme, magníficamente decorado, me sorprende que sea solo para la prensa, y más aún que haya tan poca gente.Mientras me acerco a una mesa para tomar una copa de vino espumante, escucho a dos mujeres conversar. Las vi en la entrada de los premios, también estuvieron haciendo entrevistas. Una de ellas le dice que es una lástima que hayan preparado algo tan bello y no pudieran asistir ni la mitad de los de prensa.—¿Eso es cierto? —pregunta la otra sorprendida—. Pensé que era mentira.—Claro que es cierto, tengo una amiga que había ido al compromiso donde todos se intoxicaron —dice la periodista mientras bebe su copa, y la otra deja el canapé que acaba de recoger—. No seas
—¡Mamá! —escucho decir a Arthur desde la entrada del hotel y me acomodo la ropa que el señor Li guardó por mí. La misma que le había devuelto un día atrás. Por la noche dormí en el sofá en bata abrazada a ese maravilloso hombre. Le debo demasiado por haberme ayudado, pero ya es hora de que empiece a valerme por mi cuenta.Mis dos hijos me abrazan y empiezan a hablar a la vez mientras me cuentan lo hermosa que es la casa de la madre de León, y lo bien que la pasaron esa noche.—¿Ustedes también hicieron pijamada? —preguntó la señorita De la Torre a su exesposo y él la miró con molestia. Nunca había visto al señor Li poner esa cara—. Sabes que bromeo, eres un aguafiestas.—Mami, ¿es verdad que iremos a vivir al extranjero? —pregunta uno de mis hijos.—Aún no lo sé. Debo arreglar algunas cosas con su padre hoy. Por lo que se quedarán en el hotel —digo y ellos gritan de felicidad.Después de despedirme de ellos tomo el coche que el señor Li me ha prestado y voy al hospital, donde mi espo
Las palabras de mi amiga me dejan pensando pese a que trato de mostrarme tranquila. Lo nota y me ofrece ir con ella por ropa. Le recuerdo la hora, y me asegura que no hay tiempo cuando tienes dinero. Tras hacer cuentas de cuantos cumpleaños no me ha regalado nada ofrece pagar por mi ropa esta noche.—Estás loca —le aseguro cuando me obliga a subir al coche de su hermano.—¿A dónde las llevo? —pregunta el señor Li.—¿Por qué hiciste que tu hermano venga a llevarnos? —le pregunto a mi amiga.—Porque me sacó las llaves de mi coche. Que se esfuerce —dice ella y me obliga a subir delante.—Disculpa, cuando bebe se pone imparable —le confieso al señor Li. No puedo creer que el empresario esté llevándonos por ropa en mitad de la noche.—La conozco desde que nació. Cuando se le mete algo en la cabeza es difícil sacárselo —me asegura él sonriendo.—Tú, solo eres nuestro chofer. No te confundas porque dejé que ella vaya adelante —reclama Alma desde la parte de atrás del coche.—Alma, no le habl
Cuando el abogado se marcha, entro a mi nueva oficina y pido al personal de recursos humanos que me consiga un nuevo secretario. Alguien que sepa sobre el trabajo administrativo y específicamente que sea hombre. Después pido que avisen al personal que está enfermo y que asistió al compromiso de mi esposo que, si no vuelven al trabajo con un certificado médico que avale su licencia, los días serán descontados. La jefa de recursos humanos se queda sorprendida después de escucharme.—Gracias, Silvia, es todo por hoy —le digo, y la despido de mi nueva oficina justo a tiempo para responder la llamada del señor Li.—Podría quedarme con ellos —me dice y sonrío—. Adoptarlos será difícil, pero para mí nada es imposible. Necesito casarme con uno de los padres, y así podré solicitar la custodia parcial.Su broma me anima un poco.—Eso será complicado, uno de los tutores está muy enganchado con unas faldas color carmín y la otra no quiere que se le acerque nadie en este momento —bromeo.—Es una p
—¿Qué me pongo para la cena? —le pregunto a Alma al móvil.—Usa algo lindo, te presentaré a mi prometido —me dice y me pongo feliz.—Que tal un vestido negro con hábitos de monja —bromeo.—No seas tonta, ya no soy una niña celosa. Ponte linda, siéntete cómoda contigo misma —me pide y le doy las gracias mientras firmo unos documentos y luego suspiro—. ¿Qué te pasa?—Es que tenemos que conseguir a una estrella para la portada de diciembre y no sé a quién acudir. Tu hermano vendió casi un millón de copias en dos días y quiero impresionar a los socios con el número de diciembre —le comento, sin ninguna buena idea en la mano. Los empleados no están dando su mejor esfuerzo. Es entendible, ya que no me quieren en la presidencia. —Creo que puedo ayudarte con eso —me dice y antes de colgar me pide que a la noche lleve una entrevista prearmada.—¿Qué se trae entre manos mi amiga? —me pregunto en voz alta y suspiro. Con Alma se puede esperar cualquier clase de cosas.Cuando el día termina regre