Inicio / Romántica / Amor, poder y mafia / Capítulo cuatro - Pedir disculpas
Capítulo cuatro - Pedir disculpas

Cuando salimos de la dirección tomo la mano de mi hijo y delante del señor Li y el pequeño León le pido a Philippe que se disculpe con él, pero se niega. Mi hijo es demasiado terco. Por lo que le pido de nuevo que se disculpe con su compañero y vuelve a negarse. Sin otra opción, me pongo de rodillas frente al pequeño.

—Mamá, ¿qué haces? —me pregunta Philippe incómodo al ver que hay personas a nuestro alrededor.

—León, soy Kiara, te pido perdón en nombre de mi hijo. Si él fue agresivo contigo frente a una demostración de cariño de tu parte es porque no soy una buena madre y no lo he criado como corresponde. Así que en nombre de mi hijo te pido que me perdones —digo y el niño sonríe levemente y asiente con la cabeza.

—Mamá, no tenías que hacer eso —protesta mi hijo y me pongo de pie.

—Gracias, León, por ser tan comprensivo —digo ignorando a Philippe.

—Mamá, te estoy hablando —me reclama mientras me dispongo a salir de ese sitio.

Philippe me sigue y me demanda mientras caminamos. Trato de esperar hasta que nos alejemos del señor Li y de su hijo para volver a dirigirle la palabra.

—Tú solo me haces pasar vergüenza —espeta, y lo miro fijamente a los ojos.

—¿Yo te hago pasar vergüenza? —le pregunto furiosa, por lo que se queda viéndome en silencio.

—Philippe, tienes doce años. No puedes golpear a una persona porque te dice que le gustas. ¿Debería yo golpearte por qué te suspendieron del colegio? ¿Qué clase de persona estoy educando? —le pregunto y él se pone a llorar.

—¡Tú no entiendes! —me grita.

—Debiste decirle que no te gustaba y alejarte. Sin embargo, usaste la violencia ante una demostración de cariño de otra persona. ¿Tú sabes lo nervioso que ese niño habrá estado cuando te dijo lo que sentía por ti? Tal vez no quiso gritarlo y le salió así —le trato de explicar.

—Lo odio, no debe quererme —dice mi hijo y lo abrazo—. Déjame, a ti también te odio. Debió venir papá, tú siempre defiendes a los demás. 

—Trato de buscar la justicia, si tú fueras diferente no me pondría en tu contra, pero siempre estás buscando romper los límites y ya no sé qué más hacer contigo—le aclaro y lo suelto, pero él se aferra más a mí.

—Él era mi único amigo, por eso lo odio. A Arthur todos lo quieren porque es gracioso, inteligente y sociable, pero a mí no. Ni siquiera papá me presta atención —dice con tristeza y se me parte el alma.

—Philippe —digo con ganas de llorar.

—Ahora estoy solo en el colegio. Si salgo con él todos se burlarán de nosotros y si me alejo de él no tendré más amigos. Tú siempre dices que somos jóvenes para andar pensando en el amor —me reclama mi hijo llorando sin poder contenerse.

—Philippe, nunca estarás solo. Mamá siempre estará para ti, incluso cuando me hagas enojar, porque te amo. Sin embargo, es necesario que uses más seguido las palabras para que podamos comprendernos —le indico y me pongo a su altura.

—¿Por qué lloras? —me pregunta sorprendido.

—Porque cuesta ver cuánto has crecido. A veces me equivoco y te trato como si fueras un bebé aún, pero sigues creciendo y un día cerraré los ojos y te veré convertido en un hombre —digo y él me seca las lágrimas.

—Mamá, no seas tonta. Siempre seré tu niño pequeño. Pero solo cuando nadie esté cerca —responde y me abraza.

Le doy las gracias y suspiro. A veces no me doy cuenta y soy demasiado dura con él.

—Vayamos a la feria de ciencias, tu hermano nos está esperando —le digo y salimos del pasillo. 

Una vez que llegamos vemos a Arthur hablando con los jueces del concurso. Miro la hora y noto que mi esposo aún no ha llegado.

—Papá volverá a llegar tarde —dice Philippe y suspiro.

—Vayamos a animar a Arthur —le pido y lo hacemos.

Después de que la feria termina y Arthur se lleva el primer premio salimos del colegio. Voy a llamar al chofer, ya que mi esposo no ha regresado, cuando de repente, el señor Li se para a nuestro lado.

—Muchas coincidencias —dice y su hijo les sonríe a los míos.

—Lo siento —dice Philippe y me siento muy orgullosa de él.

—Fue mi culpa —responde León con una voz suave—. Papá me explicó que no usé las palabras adecuadas, pero he vivido en muchos países.

—León no quiso decir que le gustas de ese modo —responde el señor Li.

—Quiero que sigamos siendo amigos, aunque me vaya de la escuela —dice el pequeño y no puedo evitar sonreír.

—León habla doce idiomas y su madre le dijo que se iría conmigo en una semana, por lo que estaba muy nervioso y le salió decir «te quiero» —responde el señor Li.

—¿Aún quieres ser mi amigo? —pregunta mi hijo entusiasmado.

—Solo si tú quieres —responde el niño, y el señor Li y yo sonreímos.

—¿Los vienen a buscar? —pregunta el señor Li cuando nuestros hijos se reconcilian en un gran abrazo y un extraño ritual que termina en sus manos escupidas.

—No puedo ubicar a mi esposo ni al chofer. Así que es probable que llame un taxi —digo resignada.

—Nosotros podemos alcanzarlos. ¿Verdad, papá? —pregunta el niño y varios hombres vestidos de civil se acercan a nosotros. Son los guardaespaldas del señor Li. No los había visto hasta recién.

—Si a ustedes no les molesta —dice el señor Li y mis hijos celebran. Hace mucho calor y esperar un taxi será eterno.

—Papá, ¿podríamos cenar todos juntos, Arthur ganó el primer lugar en la feria de ciencias? —pregunta el pequeño León más animado.

—Si mamá, dejadnos ir con León —pide Philippe.

—Se han complotado contra nosotros —bromea el señor Li conmigo.

—¿No quieren ir a casa con papá? —pregunto.

—Papá se lo pierde por no venir —reclama Arthur, y me siento algo avergonzada.

—Por favor, mamá, déjanos conocer el departamento donde se queda el señor Li. Nunca fuimos a un hotel de cinco estrellas —dice uno de mis hijos mientras subimos al coche del señor Li.

—Bien, vamos —digo y los tres niños celebran.

Mientras regresamos al hotel, el señor Li que está sentado a mi lado, habla con la madre de su hijo.

—Claro, no te preocupes. Él está feliz con sus amigos. Cuando lleguemos al hotel y se cambie le pediré que te llame. No le digas nada sobre eso. Aunque te sorprenda. Ok, nos vemos —dice y cuelga. 

Yo traté de comunicarme con mi esposo dos veces, pero no atendió mi llamada.

—Se lleva bien con su ex. No fue solo para la revista —bromeo para iniciar conversación y evitar el silencio incómodo.

—Por supuesto, no necesito mentir para caerle bien a las personas —dice en tono burlón.

Los niños ríen mientras miran el móvil de Arthur, por lo que no nos prestan atención.

—Mil disculpas por lo que pasó. Al final todo se complicó —indico y el señor Li me sonríe.

—Lo importante es eso —me dice y veo a nuestros hijos sonreír.

Llegamos al hotel y una vez que subimos al ascensor, mis hijos, que no están acostumbrados a tanta opulencia, miran todo entusiasmados. 

—Mamá, tienes que llevarnos a un lugar así alguna vez —dice Philippe cuando entramos al enorme salón en el que estuve hace poco.

—¿No te gustan los hoteles? —me pregunta el señor Li, me doy cuenta de que ya no me habla de usted.

—Mamá prefiere salir a acampar —responde Arthur mientras deja su premio sobre la mesa y va con los niños a uno de los dormitorios.

—¿Está bien que vayan solos? Todo parece muy costoso como para que rompan algo —digo mientras me invita a acercarme a la barra para tomar una copa.

—Son niños, siempre corres el riesgo de que algo se rompa. Por eso viajo con un seguro, se paga solo —me explica el señor Li y no puedo evitar sonreír.

—Me sorprende, nunca imaginaría que un magnate como usted se ocupara tanto de sus hijos —confieso, y él me pregunta qué quiero beber. Le digo que lo mismo que él y me sirve una copa de vino blanco.

—Se lo dije, me han criado bien —dice él y me pasa el vino—. No la reconocí en el colegio. Estaba muy distinta por la tarde.

—Es por mi esposo —digo sin pensar y lo miro con sorpresa y vergüenza.

—¿A su esposo no le gusta que su mujer se luzca? —me pregunta sorprendido.

—Es un poco celoso, por lo que cuando voy al colegio trato de verme más sencilla —respondo avergonzada. No puedo creer estar diciéndole esto al señor Li.

—Creo que para que nadie te vea deberías usar una Ayaba y, aun así, tus preciosos ojos resaltarían. Es imposible esconder la belleza de las mujeres y debería ser un delito —dice el señor Li y no puedo evitar sonrojarme.

—Señor Li, ¿desea elegir la cena con sus invitados? —pregunta una empleada que se nos acerca. Él sonríe y pide la carta, ella se la entrega y me pregunta a mí si mis hijos tienen alguna dieta específica.

—León no puede consumir harina —me explica el señor Li sin mirarme.

—No dejo que beban gaseosas —indico, y él pide agua fresca para todos y unos solomillos con guarnición. Además de una porción de papas para los niños.

—¿Te parece bien? —me pregunta y asiento.

—Creo que debo tomar agua en este momento —digo sintiendo un calor recorrer todo mi cuerpo.

—Tengo aquí —dice él y regresa a la barra y pone un par de cubos de hielo en una copa y luego me sirve agua embotellada.

—Ya que los chicos están jugando. ¿Te gustaría que continuáramos con la entrevista? —me pregunta y miro mi bolso. Me doy cuenta de que no llevo conmigo las preguntas. Por lo que busco la copia en mi móvil, pero este se ha quedado sin batería.

—Lo siento, no tengo las preguntas. Y el archivo que tengo en la nube… No puedo acceder desde mi teléfono —le digo y le muestro que se quedó sin batería.

—Podemos solucionarlo —me dice y me lleva a una oficina—. Carga ahí tu móvil y usa mi computadora para buscar las preguntas si lo deseas.

—Se lo agradezco —digo y me queda viendo.

—Puedes tutearme, señor Li es muy formal, después de todo nuestros hijos son amigos —dice con una sonrisa encantadora.

—No entiendo por qué no le caes bien a mi esposo —digo para mis adentros, pero al parecer él escucha mis susurros porque responde a mi pregunta.

Él y mi esposo se conocen desde la academia Nueva Era. Según el señor Li, mi esposo y él estaban enamorados de la misma chica. Lo que creó una rivalidad entre ellos e hizo que dejaran de hablarse.

—¿Por eso lo odia tanto? —pregunto sorprendida.

—No sabía que me odiaba —responde él sonriendo.

—Lo siento, hablé sin pensar —digo y me siento una tonta.

—No te preocupes, para mí eso es parte del pasado. Además, ella no sabía que yo existía. Solo tenía ojos para él —dice el señor Li y me quedo pensando.

¿Quién sería la chica de la que mi esposo se enamoró durante su estancia en la academia? Seguramente no la llegué a conocer porque solo estuve un año ahí, como estudiante de intercambio.

—También asistí a la academia —le comento al señor Li.

—¿Sí? —me pregunta, mientras prende su computadora y ambos vemos a sus hijos en una preciosa foto de cuando eran más pequeños.

—Esa imagen es hermosa —digo sin poder evitarlo.

—Creo que es lo más lindo de ser padres. Después crecen y ya no somos sus héroes. Mi hija tiene momentos en los que me odia, y me lo hace saber siempre que puede —comenta el señor Li.

—Los míos, seguido, me dicen eso —bromeamos mientras se levanta para permitirme sentarme y buscar las preguntas en el ordenador.

—No lo sé, hoy por casualidad escuché a Philippe decirte que siempre será tu pequeño. Debo reconocer que sentí mucha envidia, Lisandra no me ha dicho eso desde los cinco años —confiesa con una sonrisa un poco melancólica.

—Es que los tengo entrenados —bromeo para mejorar el ambiente—. Por otro lado, debo reconocerte que hice trampa para conseguir la entrevista contigo. ¿Tu hermana no te lo dijo?

—¿Alma? —pregunta él con sorpresa.

—Sí, ella y yo nos hicimos muy amigas cuando estuve en la academia, por lo que hace unos meses, cuando nos encontramos en París, le pregunté si había posibilidades de que te convenciera para que me dejes hacerte una entrevista —digo y me sorprendo de estar tuteándolo.

—No me dijo nada —confiesa él y empieza a reír—. Solo me ordenó que estuviera en el hotel para una entrevista.

—No lo puedo creer. Me da mucha vergüenza —reconozco y él me pide que no me preocupe.

Autora: Osaku

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo