EMILY
Soy Emily Mitchell, una mujer de treinta años con una vida que, hasta hace poco seguía un guion perfectamente trazado. Vivo en un modesto pero acogedor apartamento en el Upper West Side de New York. Mi mundo esta llenó de libros, leyes y una rutina meticulosamente planeada.
Soy abogada, una profesional que trabaja en uno de los bufetes de abogados más respetados de la ciudad. Mi carrera ha sido una fuente constante de satisfacción y desafío. Los tribunales, los contratos y las negociaciones son mi pan de cada día. Mi pasión por el derecho es inquebrantable, y no temo luchar en la sala de audiencias cuando es necesario.
Mi día típico comienza temprano, a la seis de la mañana. Practico yoga en mi sala de estar antes de que el sol se levante, una rutina que me ayuda a mantener la calma y el equilibrio en mi vida agitada. Luego, me preparo para enfrentar el bullicio de la ciudad. Mi armario está lleno de trajes a medida y accesorios elegantes; mi apariencia es un reflejo de la profesional exitosa que he trabajado duro para convertirme.
Pero mi vida no se limitaba al mundo del trabajo. En mi modesto apartamento, encuentro un refugio en las páginas de los libros. Mi amor por la lectura es una parte esencial de mi ser, una pasión que me acompaña desde hace años. Los estantes de mi hogar están repletos de novelas de diversos géneros, libros de derecho que han sido mis fieles compañeros en la profesión y algunas joyas literarias contemporáneas cuidadosamente seleccionadas.
Cada vez que abro uno de esos libros, me adentro en un universo paralelo que me ofrece una pausa necesaria de la realidad. Las palabras impresas cobran vida en mi mente, transportándome a lugares lejanos, a épocas pasadas o a mundos completamente imaginarios. A través de la lectura, experimento una conexión profunda con los personajes, sus vidas y sus dilemas, lo cual me ayuda a mantener la perspectiva en mi propia existencia.
Los libros son mi santuario, un rincón donde encuentro la belleza de las palabras, la riqueza de las historias y la oportunidad de explorar nuevas ideas y perspectivas. Mi pequeño apartamento se convierte en un mundo de infinitas posibilidades cada vez que me sumerjo en sus páginas, y es en esos momentos cuando siento que mi alma se expande y se nutre de conocimiento y emoción.
Todo en mi vida seguía un patrón, hasta que recibí esa llamada.
Era mi hermano, Daniel. Su voz temblorosa al otro de la línea me llenó de una inquietante sensación de aprensión. Emily, necesitamos hablar, dijo, y su tono urgente me hizo poner atención de inmediato.
Pasa algo, ¿verdad? Pregunté con preocupación.
Daniel suspiró antes de responder, Es sobre mamá.
Mi corazón se aceleró. Mi madre había estado luchando contra una enfermedad crónica durante año, y aunque habíamos hecho todo lo posible para mantenerla cómoda y proporcionarle la mejor atención médica posible, sabía que su salud era frágil.
¿Qué sucede con mamá? Pregunté, tratando de mantener la calma.
Daniel suspiro de nuevo antes de decirlo: las deudas médicas han aumentado, Emily. Hemos agotado todos nuestros recursos. No sé cómo vamos a hacer frente a esto.
Una sensación de pánico se apoderó de mí mientras escuchaba sus palabras. Las deudas médicas ya habían sido una carga emocional y financiera para nuestra familia, pero esta noticia la llevó a un nivel completamente nuevo de preocupación. Sabía que tenía que encontrar una solución, y pronto.
La voz de Daniel se volvió un murmullo distante mientras mis pensamientos se aceleraban. Tenía que hacer algo, y tenía que hacerlo rápido. Con una sensación de urgencia que me dominó, colgué el teléfono y me sumí en la incertidumbre del futuro. ¿Qué podía hacer para salvar a mi familia de esta crisis financiera que amenazaba con destruirnos?
NICHOLAS
Durante toda mi vida, el nombre Anderson ha sido sinónimo de éxito y riqueza en el mundo empresarial de Nueva York. Mi abuelo, Henry Anderson, había fundado Anderson Enterprise, una empresa se había convertido en un imperio con intereses en sectores que iban desde la tecnología hasta la energía. La fortuna de la familia y su legado estaban entrelazados con la compañía que había construido desde cero.
Desde joven, me habían inculcado la responsabilidad de mantener la compañía en manos de la familia. La presión para tener éxito era inmensa, mi abuelo había establecido una cláusula en su testamento que complicaba aún más las cosas: solo un heredero casado podía tomar las riendas de Anderson Enterprise antes de los treinta cinco años. Si no cumplía con esa condición, la empresa sería dividida y vendida, y el legado de la familia se desvanecería en el viento.
Mi vida llena de negocios y decisiones estratégicas. Había estudiado en las mejores escuelas de negocios, trabajando incasablemente para aprender todo lo que podía sobre la empresa y sus operaciones. Durante años, me mantuve enfocado en el objetivo de heredar la compañía y continuar el legado de mi abuelo. Era una carga que llevaba con determinación, pero también con un peso constante en los hombros.
Cuando llegó el momento de cumplir con la cláusula del testamento, me vi enfrentando a un dilema. No estaba casado y, a pesar de mis intentos, no había encontrado a la persona adecuada con quién compartía mi vida. La fecha límite se acercaba rápidamente, y la presión aumentaba con cada día que pasaba.
Fue en ese momento cuando David, mi mejor amigo y abogado, me planteó una interesante propuesta. Me habló de la idea de contraer matrimonio por conveniencia. Según él, esta podrías ser la solución perfecta a mi dilema actual.
Me explicó que, en un escenario de matrimonio por conveniencia, podría cumplir con esa cláusula sin necesidad de involucrarme emocionalmente con nadie. Además, sería un acuerdo de negocios extremadamente pragmático que podría brindarme beneficios financieros y estabilidad.
Era una idea que resonaba en mi mente como una opción interesante. Sin embargo, había más en juego de lo había imaginado. Mi mente estaba llena de preguntas mientras me preparaba para las circunstancias que cambiarían el curso de mi vida. La incertidumbre era un compañero constante en mis pensamientos, y solo el tiempo revelaría las respuestas a las preguntas que me atormentaban.
EMILY La llamada de mi hermano Daniel había marcado el comienzo de una tormentosa etapa en mi vida. Después de colgar el teléfono, me encontré paralizada por las noticias de las crecientes deudas médicas que asediaban a mi familia. Las preocupaciones que me habían acosado en secreto durante años se habían convertido en una realidad ineludible. Mi madre estaba liberando una ardua batalla contra una enfermedad crónica durante un largo tiempo, una lucha que había ejercido una inmensa presión sobre nuestros recursos financieros. No escatimamos esfuerzos en brindarle la mejor atención médica posible, pero lamentablemente, los costos asociados con su tratamiento habían aumentado de manera exponencial con el tiempo. Las facturas médicas, como ominosos nubarrones, se cernía amenazantes sobre nuestras cabezas, formando una carga financiera cada vez más pesada. Cada visita al hospital, cada medicamento recetado y cada procedimiento médico se traducían en cifras abrumadoras que se acumulaban
Después de aquel desagradable encuentro en el banco, regrese a la fila, sintiéndose aún más frustrada por la falta de avance en mi búsqueda de ayuda financiera. Había explicado mi situación al empleado del banco, pero después de revisar mis antecedentes crediticios y evaluar mi situación, la respuesta que recibí fue desoladora: Lo siento, señorita Mitchell, pero en este momento no podemos aprobar su solicitud de préstamo. Mis esperanzas se desmoronaron antes esa negativa. Salí del banco con la sensación de que las puertas se me cerraban en todas las direcciones, como si el destino se burlara de mí., me despedí de Sarah, ya que ella tenía algo urgente que hacer. Mientras caminaba por la acera, con lágrimas de frustración a punto de brotar, recibí una llamada en mi teléfono. Era el hospital donde mi madre estaba siendo tratada, con él corazón en la garganta respondí. Señorita Mitchell, soy el director del hospital, dijo una voz grave al otro lado de la línea. Necesito hablar con uste
Mientras continuaba mi día, una incomoda sensación de olvido me invadió. había dejado un folder importante en el banco. La información en su interior era crucial para las decisiones que estaba considerando. No podía permitirme perderlo.Instruía a mi chofer para regresara al banco de inmediato. Mientras nos acercábamos al lugar, mi mente esta absorta en la idea de recuperar ese folder. Sabía que el tiempo era valioso, y no podía darme el lujo de perderlo.Cuando llegábamos al banco, mi chofer se estacionó el automóvil frente a la entrada, y me baje para entrar, pero a lo lejos una figura en la acera llamó mi atención. Era una mujer, y la reconocí de inmediato con la misma que se cruzó en mi camino esa mañana., con la que tuve ese desafortunado encuentro.No podía evitar notar que su rostro mostraba signos de angustia. Mientras sollozaba en medio de la acera, mi instinto compasivo se activó. No importa cuán ocupado estuviera, no podía simplemente ignorar a alguien en necesidad.Le indi
EMILYPasaron dos días desde mi conversación con Nicholas. Había estado dando vueltas al asunto en mi mente, sopesando las opciones y considerando la posibilidad de aceptar su oferta de ayuda. Era una decisión que podría cambiar el rumbo de mi vida y la de mi familia, y no quería tomarla a la ligera.Una tarde soleada, decidí hablar con mi mejor amiga, Sarah, sobre la situación. nos encontramos en un tranquilo café, y mientras compartí mi dilema, su mirada comprensiva me dio apoyo que necesitaba. Sarah había sido mi confidente durante años, y su sabio consejo siempre había sido un faro en momentos de incertidumbre.Emily, a veces la vida nos presenta oportunidades inesperadas, dijo Sarah con calma. Puede que esta es una de esas ocasiones. ¿Por qué no te da la oportunidad de ver qué tiene para ofrecer Nicholas?Su perspectiva me hizo reflexionar. Tal vez era cierto, tal vez el destino estaba jugando un papel en todo esto. Y quizás, solo quizás, Nicholas podría ser la clave para resolve
NICHOLASLa cena con Emily había terminado de una manera que jamás hubiera anticipado. Después de que ella me arrojara el agua en la cara y se marchara furiosa del restaurante, me encontré en un estado de desconcierto. Mi propuesta de matrimonio por conveniencia la había indignado, y no podía culparla por su reacción. Había subestimado la magnitud de los que estaba sugiriendo.Los días siguientes se deslizaron en un abismo de incertidumbre, formando un paréntesis cargado de ansiedad. El silencio de Emily me tenía atrapado entre dos mundos, uno donde se encontraba la preocupación por su bienestar y el otro donde se desataban las inquietudes sobre cómo habíamos dejado las cosas.Mis pensamientos se teñían de preocupación, como una sombra que se negaba a desaparecer. Había tomado la decisión de ofrecerle mi ayuda en un momento de desesperación, un gesto impulsivo que parecía tan correcto en ese momento. Pero su respuesta, explosivo y negativa, había generado una tormenta en mi mente. Las
EMILYSali del edificio de Anderson Enterprise. Aunque había aceptado la propuesta de Nicholas, todavía me sentía abrumada por la magnitud de lo que estábamos a punto de hacer. Mi mente estaba llena de dudas y preguntas, pero también de una determinación férrea para salvar a mi familia de la crisis financiera que amenazaba con destruirnos.Mientras caminaba por las concurridas calles de Nueva York, mi teléfono sonó de nuevo. Era el hospital, y mi corazón se aceleró mientras contestaba la llamada. Las noticias que recibí en ese momento me dejaron sin aliento.Con lágrimas en los ojos, me subí a un taxi y me dirigí a mi apartamento. Mi mente estaba llena de preocupación mientras me preguntaba cómo podía enfrentar esta nueva crisis. Había aceptado el acuerdo con Nicholas para obtener los recursos necesarios para pagar las deudas médicas, pero todavía estaba por verse si sería suficiente y si podríamos lograrlo a tiempo.En el taxi, las luces de la ciudad parpadeaban a través del vidrio,
El contrato estaba firmado, y el compromiso adquiría una dimensión completamente nueva. Nicholas y yo nos encontrábamos en su lujosa oficina, discutiendo los siguientes pasos de este matrimonio de conveniencia que habíamos emprendido.Nicholas esbozó una sonrisa que iluminó su rostro y, con delicadez, tomo mi mano en la suya. Sus dedos se cerraron alrededor de los míos con una calidez que parecía inusual dadas las circunstancias. “A partir de este momento, somos oficialmente novios”, anuncio con un toque de humor en su voz, como si estuviera disfrutando de la sutil ironía del momento. Sus ojos, siempre misteriosos, me miraron fijamente con una mirada penetrante, como si escondieran secretos que estaba ansiosa por descubrir.Esa simple declaración, apartemente casual, resonó en el aire y cambió la dinámica de nuestra relación. En ese instante, parecía que habíamos cruzado una frontera invisible hacia un territorio desconocido. El término “novios” sonaba extraño en el contexto de nuestr
NICHOLASEl lunes en la mañana, Emily comenzó a trabajar en Anderson Enterprise ese día marcó el inicio de una nueva fase en nuestra historia. Mi compromiso con ella, aunque falso en su naturaleza, ahora tenía una dimensión adicional, ya que trabajaría en mi empresa. La perspectiva de tener a Emily en mi entorno laboral me intrigaba profundamente y, por razones que no lograba comprender del todo, me hacía sentir inusualmente ansioso. La idea de que compartiéramos el mismo espacio de trabajo, colaborando en proyectos y tomando decisiones juntos, generaba una mezcla de emociones que iban más allá de lo meramente profesional.No podías evitar preguntarme cómo esta nueva dinámica afectaría nuestra relación y la imagen que estábamos construyendo para los demás.La primera impresión de ella al llegar a la empresa fue crucial. Y, a medida que avanzaba hacia la oficina, no pude evitar notar que su elección de atuendo era, en el mejor de los casos, atrevida. Llevaba un conjunto profesional de