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Un juramento Doloroso y una luz

El sonido del teléfono rompió el silencio en la habitación de Bella. Era su padre llamándola, su voz grave y autoritaria resonando en el auricular. “Vuelve al hospital, Bella. Necesitamos que estés aquí”.

Con el corazón en la mano, Bella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había un presentimiento inquietante en su interior, una sensación de que lo que le esperaba no sería bueno. Sin embargo, obedeció, sabiendo que no tenía otra opción. Al llegar al hospital, el aire estaba cargado de tensión. Se dirigió a la habitación de Clara, donde sus padres la esperaban con miradas fijas y severas.

“Bella, arrodíllate”, ordenó su padre con voz firme, y, sin comprender del todo la razón, Bella se arrodilló, sintiendo cómo la incertidumbre la envolvía.

“Jura sobre la vida de tu hermano”, continuó Rafael, su mirada intensa. Bella se quedó atónita. “¿Por qué debo jurar en nombre de un muerto?” preguntó, su voz temblando.

En respuesta, su madre, con una mezcla de frustración y desesperación, le dio una bofetada. El impacto la dejó aturdida, y sintió cómo su mejilla ardía, las lágrimas amenazando con brotar de sus ojos. “¡Hazlo, Bella! ¡Es lo que se espera de ti!”, gritó su madre, su voz llena de angustia.

Prendida de la desesperación y sin salida, Bella finalmente aceptó. “Está bien, lo haré”, murmuró, su voz quebrada. “Juro por la vida de mi hermano... Mateo”. El nombre resonó en la habitación, un recordatorio del dolor que siempre había estado presente en su familia.

“Si no sientes pena por tu hermano, ¿por qué jurar su nombre?” preguntó Rafael, su tono lleno de ira. Bella, confundida y herida, respondió: “No entiendo lo que quieres decir”.

“Acabas de jurar, no debes cuestionar mis decisiones”, le espetó su padre, su voz fría como el hielo. “Te vas a casar con Diego. Ya serán dos inútiles juntos, porque tú también eres una desgracia. Son tal para cual”.

Las palabras de su padre la golpearon como un puñetazo. Bella sintió que su mundo se desmoronaba. “¡No soy una maldición! ¡No soy culpable de nada!” gritó, las lágrimas finalmente fluyendo por su rostro.

“Si no aceptas, te encerraré en casa y no volverás a la escuela”, amenazó Rafael, su mirada dura. Bella sintió que el aire se le escapaba. “Estoy a punto de graduarme. No permitiré que eso pase. ¡Solo tengo 14 años! ¿Cómo pueden tratarme así?”

“Cuando cumplas 18, deberás mudarte con tu novio, los Korsakov. No hay más discusión”, dijo su padre, su tono inquebrantable. Bella sintió que su corazón se hundía. La idea de ser llevada lejos, de perder su libertad, la aterraba.

Finalmente, con el alma desgarrada y sintiendo que no tenía otra opción, Bella aceptó. “Está bien, aceptaré el compromiso”, dijo, su voz apenas un susurro. Sabía que aún tenía cuatro años por delante, y quizás no sería tan malo como pensaba. Al menos podría intentar hacer algo con su vida antes de que todo cambiara.

Al día siguiente, al regresar a la escuela, Bella se sentía como si llevara un peso enorme sobre sus hombros. Caminaba por los pasillos, sintiendo las miradas de los demás estudiantes. Sabía que su situación la hacía vulnerable, pero trató de concentrarse en sus estudios.

De repente, se encontró con Lucas, el chico popular del equipo de fútbol. Era conocido por su carisma y su sonrisa encantadora. Se acercó a ella, y Bella sintió que su estómago se revolvía. “Hola, Bella. ¿Puedo hablar contigo un momento?” preguntó, su voz suave y amigable.

Bella, sorprendida, no sabía qué responder. Lucas era el tipo de chico con el que nunca había imaginado hablar. “Eh, claro”, balbuceó, sintiéndose incómoda. Pero en su interior, una alarma sonó. Sabía que acercarse a él podría traerle problemas. Las chicas populares no la aceptaban, y Lucas era el centro de atención.

“Te he visto en clase, y me pareces interesante”, continuó Lucas, sonriendo. “No sé por qué, pero me gustaría conocerte mejor”.

Bella sintió que sus mejillas se sonrojaban. “No creo que sea tan interesante”, respondió, tratando de restarle importancia. “Soy... solo una chica normal”.

“Normal o no, me gustaría saber más de ti. ¿Te gustaría salir algún día?” Lucas preguntó, su tono sincero. Bella sintió que su corazón se aceleraba. Era un ofrecimiento inesperado, pero también aterrador.

“No puedo”, dijo de repente, sintiendo que el miedo la invadía. Sin esperar a que Lucas dijera algo más, salió corriendo, dejando al chico con la palabra en la boca. Su rostro mostraba sorpresa, pero también una sonrisa intrigante.

Mientras corría por los pasillos, Bella sintió que la adrenalina corría por sus venas. Había algo en Lucas que la atraía, pero también la aterraba. Su vida estaba llena de complicaciones, y no podía permitirse distraerse con un chico popular. Sin embargo, no podía evitar pensar en su sonrisa y en cómo la había hecho sentir.

Al llegar a su clase, se sentó en su escritorio, intentando concentrarse en la lección. Pero su mente no podía dejar de divagar. ¿Qué habría pasado si se hubiera quedado a hablar con Lucas? ¿Habría sido diferente?

Los días pasaron, y cada vez que veía a Lucas, sentía una mezcla de emoción y miedo. Él la miraba a menudo, y aunque Bella trataba de ignorarlo, no podía evitar que su corazón se acelerara. Sabía que no podía dejar que sus sentimientos la distrajeran, especialmente ahora que había aceptado el compromiso.

Sin embargo, Lucas no se dio por vencido. A menudo se acercaba a ella durante el almuerzo y en los pasillos, siempre con una sonrisa. “¿Por qué no quieres hablar conmigo?” le preguntó un día, su tono ligero pero con un trasfondo de preocupación.

“No es que no quiera”, respondió Bella, sintiendo que la presión aumentaba. “Es solo que... tengo muchas cosas en mente”.

“Entiendo. Pero a veces es bueno hablar con alguien. No tienes que llevarlo todo sola”, dijo Lucas, su mirada sincera. Bella sintió que su corazón se derretía un poco ante su amabilidad.

A pesar de su resistencia, comenzó a abrirse un poco más a Lucas. Hablar con él era refrescante, una pequeña escapatoria de su realidad. Pero cada vez que se reía o compartía algo personal, una parte de ella se sentía culpable. ¿Cómo podía disfrutar de esos momentos cuando su vida estaba tan desmoronada?

Un día, mientras caminaban por el patio, Lucas le preguntó: “¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?”

Bella dudó. “No tengo mucho tiempo libre”, respondió, sintiendo que la tristeza la invadía. “Estoy ocupada con la escuela y... otras cosas”.

“¿Otras cosas? ¿Como qué?” insistió Lucas, su curiosidad genuina.

Bella sintió que su pecho se apretaba. “Cosas familiares”, dijo, tratando de mantenerlo vago. No quería compartir su carga con él, pero la conexión que sentía era innegable.

“Si alguna vez necesitas hablar, aquí estoy”, dijo Lucas, sonriendo. “No tienes que pasar por esto sola”.

Las palabras de Lucas resonaron en su mente mientras se alejaba de él. Ella sabía que no podía dejar que sus sentimientos por él se convirtieran en algo más. Tenía que concentrarse en su futuro, en su educación, y en cumplir con las expectativas de su familia. Pero cada vez que lo veía, su corazón se llenaba de una esperanza que había creído perdida.

Mientras los días se convertían en semanas, Bella se encontró atrapada en una lucha interna. Por un lado, estaba el compromiso que había aceptado, una carga que pesaba sobre sus hombros. Por otro, estaba Lucas, quien parecía ser una luz en medio de la oscuridad.

 

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