Los días en la escuela se convirtieron en un campo de batalla emocional para Bella. Aunque intentaba concentrarse en sus estudios, la noticia de su compromiso con Diego, el hombre discapacitado, había comenzado a circular entre sus compañeros. Cada vez que se encontraba con sus compañeros, sentía sus miradas de juicio, susurros y risas a sus espaldas. Pero lo que más le dolía era la burla de su propia hermana, Clara.
Una mañana, mientras Bella se preparaba para ir a la escuela, recibió un mensaje de texto de Clara. “Hoy será divertido. Te veré en el almuerzo”, decía el mensaje. Bella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que su hermana no tenía buenas intenciones.
Al llegar al colegio, la atmósfera era tensa. Sus compañeros la miraban de reojo, y Bella intentó ignorar las risas y murmullos. Pero cuando llegó la hora del almuerzo, se dirigió a la cafetería con el corazón en la garganta. Clara estaba allí, rodeada de sus amigas, riendo y hablando en voz alta. Bella se sintió pequeña y vulnerable mientras se acercaba a la mesa.
“¡Mira quién llegó! La prometida del inútil”, exclamó Clara, su tono cargado de sarcasmo. Las risas de sus amigas resonaron en la cafetería, y Bella sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
“¿Qué te pasa, Bella? ¿No estás emocionada de casarte con un hombre que necesita ayuda para todo?” Clara continuó, disfrutando de la atención. Las amigas de Clara se unieron a la burla, lanzando comentarios crueles y riendo a carcajadas.
Bella sintió cómo la vergüenza la invadía. “Deja de burlarte de mí, Clara”, dijo con voz temblorosa, intentando mantener la compostura. “No es gracioso”.
“¿No es gracioso? ¡Es hilarante! ¡Tienes que admitirlo! Te has comprometido con un tipo que no puede hacer nada por sí mismo. ¿Cómo vas a vivir con eso?” Clara se inclinó hacia adelante, su rostro iluminado por una sonrisa burlona. “Tal vez deberías llevarlo a un parque de diversiones y empujarlo en su silla de ruedas. ¡Eso sería una cita divertida!”
Las risas aumentaron, y Bella sintió que su corazón se rompía. “No entiendes nada”, murmuró, sintiéndose atrapada entre la ira y la tristeza. “No es solo un ‘tipo’. Es una persona, y merece respeto”.
“¿Respeto? ¿De un inútil? Por favor, Bella. No te engañes a ti misma. Estás a punto de arruinar tu vida por alguien que no puede hacer nada”, dijo Clara, su voz llena de desdén. Las palabras de su hermana eran como cuchillos, y Bella sintió que la injusticia la abrumaba.
“¿Y qué hay de mí? ¿Qué hay de lo que quiero?” Bella gritó, incapaz de contener su frustración. “No elegí esto, pero estoy tratando de hacer lo correcto”.
“¿Hacer lo correcto? ¿Comprometerte con alguien que no puede ofrecerte nada? Eso no es hacer lo correcto, eso es una locura”, Clara se cruzó de brazos, disfrutando del espectáculo que estaba creando.
Bella miró a su alrededor, sintiendo las miradas de sus compañeros. Algunos se reían, otros miraban con curiosidad. Se sentía expuesta, como si su vida estuviera siendo juzgada frente a todos. “No tengo que justificarme ante ti”, dijo, su voz temblando de rabia. “No tienes idea de lo que estoy pasando”.
“¿Y tú tienes idea de lo que estás haciendo? Vas a perder tus sueños, tus amigos, y todo por un chico que no puede ni caminar”, Clara continuó, su tono cada vez más hiriente.
Bella sintió que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. “No soy una maldición, Clara. No soy culpable de lo que ha pasado en nuestra familia. No puedo seguir soportando esta injusticia”, dijo, su voz quebrándose.
“¿Injusticia? ¿Te crees la víctima aquí? La única víctima eres tú misma, por una inútil eso es lo que eres Te estás condenando a una vida miserable, te lo mereces”, respondió Clara, cada palabra un golpe directo al corazón de Bella.
“¡Basta!” gritó Bella, sintiendo que la rabia la invadía. “No tengo que quedarme aquí escuchando tus tonterías. No eres mejor que yo. Solo eres una chica que se burla de su hermana”.
Con esas palabras, Bella se dio la vuelta y salió corriendo de la cafetería, sintiendo cómo las miradas la seguían. Las risas de Clara la perseguían, y el dolor de la traición la atravesaba como un rayo. Se refugió en el baño, donde dejó que las lágrimas fluyeran libremente.
“¿Por qué?” se preguntó, sintiéndose completamente sola. “¿Por qué tiene que ser así?” La injusticia de su situación la aplastaba. No solo estaba lidiando con su compromiso, sino también con la burla de su propia hermana, alguien que debería apoyarla.
Al salir del baño, Bella se encontró con Lucas en el pasillo. Él la miró con preocupación. “¿Estás bien?” preguntó, su voz suave y comprensiva.
“No”, respondió Bella, sintiendo que la frustración y la tristeza volvían a inundarla. “Mi hermana se está burlando de mí por mi compromiso. No sé cuánto más puedo soportar”.
Lucas frunció el ceño, su mirada seria. “Eso no está bien. No deberías dejar que nadie te haga sentir así. Eres más fuerte de lo que piensas”.
“¿Fuerte? Me siento tan débil. A veces creo que estoy atrapada en un mal sueño del que no puedo despertar”, dijo Bella, sintiendo que la desesperanza la envolvía.
“Quizás necesitas un descanso. ¿Te gustaría salir un rato? Solo tú y yo, lejos de todo esto”, sugirió Lucas, su tono amable.
Bella dudó, sintiendo que la idea de salir con él era peligrosa, pero al mismo tiempo, su corazón anhelaba un respiro. “No sé...”, murmuró.
“Solo será un rato. Te prometo que te haré reír. No dejes que los demás te roben tu felicidad”, dijo Lucas, sonriendo.
Finalmente, Bella asintió. “Está bien. Un rato no puede hacer daño”, aceptó, sintiendo que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su interior.
Los dos se alejaron del bullicio de la escuela, y Bella sintió que el peso de la burla de su hermana comenzaba a desvanecerse, aunque solo un poco. Mientras caminaban, Lucas comenzó a contarle chistes y anécdotas divertidas, y Bella no pudo evitar reír.
“¿Ves? Así es como se hace”, dijo Lucas, sonriendo. “No dejes que nadie te diga lo que puedes o no puedes hacer”.
Bella sintió que la risa era un bálsamo para su alma herida. “Gracias, Lucas. A veces siento que estoy sola en esto”, confesó, sintiendo que la conexión entre ellos crecía.
“No estás sola. Siempre estaré aquí para apoyarte”, respondió Lucas, su mirada sincera.
A medida que pasaba el tiempo, Bella comenzó a abrirse más a Lucas. Compartió sus sueños, sus miedos y sus inseguridades. Él la escuchaba atentamente, y por primera vez en mucho tiempo, Bella sintió que alguien la entendía.
Sin embargo, en el fondo de su mente, la sombra de su compromiso con Diego seguía acechando. A medida que su amistad con Lucas se profundizaba, la lucha interna se intensificaba. ¿Podría realmente ser feliz con alguien como Diego? ¿O estaba condenada a vivir una vida que no había elegido?
Mientras la tarde se desvanecía, Bella se dio cuenta de que la vida era un camino lleno de decisiones difíciles. Y aunque la burla de Clara la había herido profundamente, también le había mostrado que debía luchar por lo que realmente quería.
Había pasado un año desde que Bella decidió que ya era suficiente. Tres años de burlas, sufrimiento y desprecio por parte de su familia la habían llevado a un punto de quiebre. Se sentía ajena a su hogar, como si no perteneciera a esa familia que la había tratado como una carga. No había compartido una comida en la mesa familiar en meses, y la idea de celebrar su cumpleaños sin el apoyo de sus seres queridos la llenaba de tristeza.Decidió que era hora de tomar el control de su vida. Comenzó a buscar trabajo, una forma de alejarse de la toxicidad de su hogar y de acumular experiencia en el campo del diseño de interiores, la carrera que siempre había deseado. Había encontrado un puesto en una pequeña empresa de diseño, donde podía aprender y crecer. Cada día, al salir de la oficina, sentía que un peso se levantaba de sus hombros. Era liberador.A medida que se acercaba su cumpleaños, Bella se sentía más motivada que nunca. Sabía que, aunque su compromiso con Diego seguía presente como
Diego entró a su oficina con la mente llena de pensamientos. A pesar de que tenía una montaña de archivos pendientes sobre su escritorio, su mente vagaba hacia la confrontación que había presenciado entre su chofer y aquella chica. La imagen de la chica, con su mirada desafiante y su actitud decidida, lo había sorprendido. Sonrió para sí mismo, sin entender cómo una simple interacción podía ocupar tanto espacio en su mente.“¿Raúl? ¿Has enviado los archivos a la empresa que seleccionamos para el proyecto de decoración de la casa?”, preguntó a su secretario, interrumpiendo sus pensamientos.“Sí, lo hice”, respondió Raúl, tratando de concentrarse en el trabajo. Sabía que, aunque no conocía a su prometida, era importante darle una bienvenida adecuada. Después de todo, esa casa sería su hogar, y quería que todo estuviera perfecto. Sin embargo, su mente seguía volviendo a la chica que había desafiado a su chofer.Mientras su secretario le confirmaba que los documentos se habían enviado, Di
Diego había estado lejos de su familia durante años. La mayoría de las personas creían que estaba en el extranjero tratando su incapacidad, una información que él había dejado circular intencionadamente. La verdad era que había luchado con su recuperación, y la imagen que quería proyectar era la de un hombre que había fracasado en su intento de volver a caminar. Esa narrativa le ofrecía un escudo contra el juicio y la crueldad de su familia.Un día, recibió un aviso que lo sorprendió. La familia Korsakov lo invitaba a regresar a casa. Era una invitación formal, casi ceremoniosa, que lo obligaba a enfrentar a aquellos que había dejado atrás. La noticia de su regreso se extendió rápidamente, y aunque sabía que su familia no lo había visto en seis años, sentía que su ausencia no había cambiado nada. La relación con su madrastra y su tío siempre había sido tensa, y no había razón para pensar que eso hubiera cambiado.La familia Korsakov no era lo que aparentaba. Desde fuera, podían parece
Diego y Lucas habían estado charlando durante un buen rato, compartiendo historias y recuerdos. Lucas le había contado a Diego sobre la vida de Bella, y aunque Diego sentía una punzada de frustración al saber que ella estaba comprometida con un hombre que también tenía una discapacidad, no podía evitar admirar su fortaleza. Bella era una chica gentil, una persona que había soportado mucho, y Diego sabía que su familia había sido pesada con ella, igual que lo había sido con él.Sin embargo, lo que Diego no sabía era que el hombre con el que Bella estaba comprometida era él mismo. La idea de que su abuelo había arreglado ese compromiso para establecer su posición en la empresa lo llenaba de impotencia. Diego se sentía atrapado en un juego en el que no había elegido participar. Su abuelo, deseando asegurar su lugar en la familia y en el negocio, había decidido que un compromiso matrimonial era la solución perfecta para mantener a raya a sus tíos y a su madrastra.A medida que la conversa
Diego se despidió de Isabela con una sonrisa, sintiendo que el encuentro había sido más significativo de lo que había imaginado. Ella había dejado una impresión duradera en él, y aunque su mente estaba llena de dudas sobre su compromiso, no podía evitar sentirse atraído por su energía y su pasión por el diseño. Mientras ella salía de su oficina, Diego volvió a sus documentos, pero su mente seguía divagando hacia la mujer que acababa de conocer.Por otro lado, Isabela, al bajar del ascensor, se encontró en el vestíbulo del edificio reflexionando sobre su vida. “¿Por qué la vida es tan injusta?” pensó, sintiendo el peso de su compromiso. La idea de aceptar un destino que nunca había elegido la atormentaba. Mirando a su alrededor, se preguntó por qué tenía que casarse con alguien que no había elegido, mientras que la chica que estaba comprometida con Diego parecía tenerlo todo: un hombre hermoso, apuesto y con un futuro brillante.“Esa chica es muy afortunada”, murmuró para sí misma. “Di
Habían pasado tres semanas desde que Isabela se sumergió en su trabajo, comprometida a entregar un proyecto de decoración que le habían conferido con tanto esmero. La decoración era su pasión; cada mueble que movía, cada color que elegía, la llenaba de una satisfacción que no encontraba en ningún otro lugar. Sin embargo, esa mañana, mientras trataba de organizar unos muebles con su asistente, la inquietud de su vida personal pesaba en su mente como una losa.El teléfono sonó insistentemente, rompiendo el silencio en la habitación. Isabela miró la pantalla y vio el nombre de su padre. Por un momento, consideró ignorarlo, pero una extraña sensación de obligación la llevó a contestar. “¿Papá?”, dijo, tratando de ocultar la tensión en su voz.“Isabella, ¿por qué no has respondido antes?”, preguntó su padre, su tono autoritario resonando como un trueno en el auricular.“Estaba ocupada con un trabajo importante”, respondió ella, sintiendo que la frustración comenzaba a burbujear en su inter
Isabella se encontraba en la sala de estar de su casa, enfrentándose a su padre con una mezcla de rabia y desesperación. Las palabras de su padre resonaban en su mente como un eco implacable."Son 20 millones de capital que la familia de Diego está inyectando en nuestra empresa", dijo su padre, su tono autoritario y despectivo. "Debes cumplir con el trato, Isabella. Es por el bien de la familia".Isabella sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La presión de su familia siempre había sido abrumadora, pero esta vez sentía que la estaban empujando al borde de un abismo. La humillación y la infelicidad la envolvían como una niebla densa."No puedo seguir así", murmuró, sus palabras apenas audibles. "No quiero este matrimonio. No quiero ser un peón en sus negocios".Su padre la miró con desdén, como si sus sentimientos fueran insignificantes. "No tienes opción, Isabella. Esta es la única manera de asegurar nuestro futuro"."¿Nuestro futuro?", replicó Isabella, su voz elevándose
Isabella caminaba por el pasillo de la universidad, su mente aún revuelta por los eventos recientes. La confrontación con su padre seguía fresca en su memoria, y aunque había intentado disfrutar de su cumpleaños, la sombra de su futuro incierto pendía sobre ella. A pesar de no vivir con su familia, la presión de su padre era constante, siempre presente en cada llamada y mensaje que recibía.Mientras se dirigía a su clase, su teléfono vibró en su bolsillo. Era un mensaje de texto de su madre, breve y directo: "Debemos hablar. Es urgente". Isabella sintió un nudo en el estómago. Sabía que no podía evitar esta conversación para siempre.Después de su clase, Isabella decidió enfrentar la situación. Se dirigió a la cafetería cercana, donde su madre ya la esperaba. Al verla, su madre sonrió con una mezcla de tristeza y determinación."Isabella, gracias por venir", dijo su madre, tomando un sorbo de su té. "Sé que las cosas han sido difíciles últimamente"."¿Difíciles?", replicó Isabella, su