La semana de la boda había llegado con una rapidez que Isabella no había anticipado. Su hogar, que alguna vez fue un refugio, se había convertido en una prisión. Sus padres, temerosos de que ella pudiera huir y no asistir a la boda, habían tomado medidas drásticas. Isabella se encontraba encerrada en su habitación, con la única compañía de sus pensamientos y el peso de un destino que no había elegido.Cada intento de contacto con el mundo exterior había sido bloqueado. Ni siquiera a Valeria o a Sofía se les había permitido visitarla. Isabella se sentía aislada, atrapada en una jaula de oro que brillaba con promesas vacías de un futuro que no deseaba.Cuando los maquilladores llegaron la mañana de la boda, Isabella se dejó llevar como una muñeca sin voluntad. El vestido, blanco y resplandeciente, se sentía como una armadura que la sofocaba. Mientras la preparaban, Isabella permaneció en silencio, dejando que otros tomaran decisiones por ella. Sabía que cualquier intento de rebelarse po
“Eso no es justo. No puedes dejar que te traten así. Tienes derecho a ser feliz,” dijo Lucas, con firmeza.“¿Y qué puedo hacer? No puedo desobedecer a mi familia. Me lo han impuesto,” respondió Isabella, sintiéndose atrapada.“A veces, tienes que luchar por lo que quieres. No puedes dejar que te controlen,” insistió Lucas, mirándola a los ojos.Isabella sintió que su corazón se aceleraba. “¿Y si no sé lo que quiero? ¿Y si esto es lo que tengo que aceptar?”, preguntó, sintiéndose perdida.“Tienes que encontrar tu voz, Isabella. No puedes dejar que otros decidan por ti. Eres más fuerte de lo que piensas,” le dijo Lucas, con convicción.“Pero tengo miedo. Miedo de lo que pueda pasar,” confesó Isabella, sintiendo que la tristeza la invadía.“El miedo es natural, pero no puedes dejar que te paralice. Tienes que enfrentar tus miedos. Eso es lo que te hará libre,” dijo Lucas, con determinación.Isabella miró a Lucas, sintiendo que sus palabras resonaban en su interior. “Tal vez tengas razón.
Isabella despertó la mañana siguiente sintiéndose como si hubiera estado en una pesadilla. “¿De verdad me casé?” se preguntó, mirando a su alrededor en su habitación decorada con flores y luces. La realidad la golpeó con fuerza: había sido un matrimonio por conveniencia, un contrato que la ataba a una vida que no había elegido.Se levantó de la cama y se miró en el espejo. “Soy Isabella Korsakov,” murmuró, sintiendo que el nombre le pesaba como una carga. “No puedo creer que esto esté pasando.” Se lavó la cara, tratando de despejar su mente, pero la confusión y el miedo seguían ahí.A la hora del desayuno, su familia estaba reunida en la mesa. Su padre, con una sonrisa de satisfacción, comenzó a hablar. “Hoy es un nuevo día, Isabella. Ahora que estás casada, es hora de que empieces a asumir tus responsabilidades.”Isabella sintió que su estómago se revolvía. “¿Responsabilidades? ¿Qué responsabilidades?” preguntó, tratando de mantener la calma.“Como esposa, debes estar al tanto de las
Al día siguiente, Isabella se despertó con una mezcla de nervios y ansiedad. Había decidido volver a la universidad para recoger algunos trabajos que había dejado atrás. “No puedo seguir evitando mis responsabilidades,” pensó, mientras se vestía. Se miró en el espejo y, aunque su reflejo mostraba signos de cansancio, se esforzó por sonreír. “Hoy es un nuevo día,” se dijo a sí misma.Cuando llegó al campus, el bullicio de los estudiantes la envolvió. La familiaridad del lugar le trajo un leve consuelo. “Sofía me guardó unos apuntes,” recordó, dirigiéndose a la biblioteca. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no todo sería tan fácil.Mientras caminaba por el pasillo, notó a un grupo de chicos en el segundo piso. Uno de ellos, un chico de cabello oscuro y mirada intensa, la observaba con
Isabella llevó a Diego a su apartamento cerca de la universidad. Al llegar, ella sintió una mezcla de alivio y ansiedad. “Este lugar es perfecto,” dijo, mirando alrededor mientras Diego aparcaba.“Es un lugar tranquilo. Espero que te sientas cómodo,” respondió Isabella, sonriendo. Sin embargo, al entrar, se dieron cuenta de que un par de estudiantes estaban en el pasillo. Isabella sintió que la mirada de ellos se posaba sobre ella con curiosidad.“Mira, es Isabella. La chica que se casó con el discapacitado,” murmuró uno de ellos, mientras el otro asentía con desdén. Isabella sintió que su rostro se sonrojaba de vergüenza.“Esto no puede estar pasando,” pensó, sintiendo que la presión aumentaba. Diego no notó su incomodidad, ni escucho."La gente siempre habla,” dijo, tratando de consolándose. Isabella no los miro, pero la incomodidad seguía ahí.Diego la dejó en la puerta de su apartamento. “Cuídate, Isabella. Si necesitas algo, no dudes en llamarme,” dijo, mirándola con preocupación
La semana después de la confrontación con su familia fue un verdadero tormento para Isabella. Los rumores sobre su relación con Diego se esparcieron como pólvora en la universidad, y su hermana Clara se encargó de avivarlos. Cada vez que Isabella llegaba a clase, sentía las miradas de sus compañeros sobre ella, susurrando y riendo a sus espaldas. “¿Es cierto que está saliendo con su jefe? ¿Qué clase de persona hace eso?” eran algunas de las frases que alcanzaban sus oídos.Un día, mientras estaba en la cafetería, un grupo de estudiantes comenzó a comentar en voz alta. “Isabella, la rompe hogares. ¿Quién se cree?” dijo uno de ellos, y las risas resonaron en el aire. Isabella sintió que su estómago se encogía. La humillación era insoportable.Después de una semana de constante acoso y miradas despectivas, Isabella decidió que necesitaba un cambio.pensó. “Necesito desaparecer por un tiempo.” Así que empacó algunas cosas y se dirigió a un pequeño pueblo que había visitado
Los días pasaban en el pequeño pueblo, y la vida de Isabella parecía haber encontrado un nuevo ritmo. Sin embargo, había una sombra que se cernía sobre ella. A medida que se asentaba en su nuevo hogar, los chicos que antes intentaron acercarse a ella comenzaron a desistir al ver la cercanía entre Isabella y Diego. Todos en el pueblo sabían que trabajaban juntos, y la conexión que compartían era innegable.Isabella nunca le había contado a Diego sobre los problemas que había dejado atrás. Era una luchadora, siempre resolviendo todo por sí misma, sin intermediarios. Se había acostumbrado a depender de su propia fuerza, y aunque Diego se convirtió en su mejor amigo y confidente, había una parte de ella que se negaba a abrirse por completo.Una noche, el pueblo organizó una gran fiesta para celebrar la cosecha. Isabella y Diego fueron elegidos como los invitados de honor, lo que solo aumentó los rumores sobre su relación. La música sonaba alegremente, y la gente bailaba y
Después de la conversación con Valeria, Isabella sintió que había llegado el momento de tomar una decisión. Ya no podía seguir huyendo de sus sentimientos ni de la situación que había creado con Diego. Sabía que debía ser honesta con él, aunque eso significara romper su corazón.Decidió que quería hablar con Diego en un lugar apartado, donde pudieran tener una conversación sincera, lejos de las miradas curiosas del pueblo. “Es hora de enfrentar esto de una vez por todas,” pensóIsabella eligió un restaurante acogedor en las afueras de todo ojo, un lugar que había sido un refugio para ella en momentos difíciles. Cuando Diego llegó, la miró con curiosidad. “Hola, Isabella. ¿Qué pasa?” preguntó, sintiendo que la tensión en el aire era palpable.“Hola, Diego. Gracias por venir.” respondió ella, sintiendo que su corazón latía con fuerza. Se sentaron en una mesa apartada, y el ambiente se volvió sombrío.“¿De qué se trata?” preguntó Diego, frunciendo el ceño. I