Diego había estado lejos de su familia durante años. La mayoría de las personas creían que estaba en el extranjero tratando su incapacidad, una información que él había dejado circular intencionadamente. La verdad era que había luchado con su recuperación, y la imagen que quería proyectar era la de un hombre que había fracasado en su intento de volver a caminar. Esa narrativa le ofrecía un escudo contra el juicio y la crueldad de su familia.Un día, recibió un aviso que lo sorprendió. La familia Korsakov lo invitaba a regresar a casa. Era una invitación formal, casi ceremoniosa, que lo obligaba a enfrentar a aquellos que había dejado atrás. La noticia de su regreso se extendió rápidamente, y aunque sabía que su familia no lo había visto en seis años, sentía que su ausencia no había cambiado nada. La relación con su madrastra y su tío siempre había sido tensa, y no había razón para pensar que eso hubiera cambiado.La familia Korsakov no era lo que aparentaba. Desde fuera, podían parece
Diego y Lucas habían estado charlando durante un buen rato, compartiendo historias y recuerdos. Lucas le había contado a Diego sobre la vida de Bella, y aunque Diego sentía una punzada de frustración al saber que ella estaba comprometida con un hombre que también tenía una discapacidad, no podía evitar admirar su fortaleza. Bella era una chica gentil, una persona que había soportado mucho, y Diego sabía que su familia había sido pesada con ella, igual que lo había sido con él.Sin embargo, lo que Diego no sabía era que el hombre con el que Bella estaba comprometida era él mismo. La idea de que su abuelo había arreglado ese compromiso para establecer su posición en la empresa lo llenaba de impotencia. Diego se sentía atrapado en un juego en el que no había elegido participar. Su abuelo, deseando asegurar su lugar en la familia y en el negocio, había decidido que un compromiso matrimonial era la solución perfecta para mantener a raya a sus tíos y a su madrastra.A medida que la conversa
Diego se despidió de Isabela con una sonrisa, sintiendo que el encuentro había sido más significativo de lo que había imaginado. Ella había dejado una impresión duradera en él, y aunque su mente estaba llena de dudas sobre su compromiso, no podía evitar sentirse atraído por su energía y su pasión por el diseño. Mientras ella salía de su oficina, Diego volvió a sus documentos, pero su mente seguía divagando hacia la mujer que acababa de conocer.Por otro lado, Isabela, al bajar del ascensor, se encontró en el vestíbulo del edificio reflexionando sobre su vida. “¿Por qué la vida es tan injusta?” pensó, sintiendo el peso de su compromiso. La idea de aceptar un destino que nunca había elegido la atormentaba. Mirando a su alrededor, se preguntó por qué tenía que casarse con alguien que no había elegido, mientras que la chica que estaba comprometida con Diego parecía tenerlo todo: un hombre hermoso, apuesto y con un futuro brillante.“Esa chica es muy afortunada”, murmuró para sí misma. “Di
Habían pasado tres semanas desde que Isabela se sumergió en su trabajo, comprometida a entregar un proyecto de decoración que le habían conferido con tanto esmero. La decoración era su pasión; cada mueble que movía, cada color que elegía, la llenaba de una satisfacción que no encontraba en ningún otro lugar. Sin embargo, esa mañana, mientras trataba de organizar unos muebles con su asistente, la inquietud de su vida personal pesaba en su mente como una losa.El teléfono sonó insistentemente, rompiendo el silencio en la habitación. Isabela miró la pantalla y vio el nombre de su padre. Por un momento, consideró ignorarlo, pero una extraña sensación de obligación la llevó a contestar. “¿Papá?”, dijo, tratando de ocultar la tensión en su voz.“Isabella, ¿por qué no has respondido antes?”, preguntó su padre, su tono autoritario resonando como un trueno en el auricular.“Estaba ocupada con un trabajo importante”, respondió ella, sintiendo que la frustración comenzaba a burbujear en su inter
Isabella se encontraba en la sala de estar de su casa, enfrentándose a su padre con una mezcla de rabia y desesperación. Las palabras de su padre resonaban en su mente como un eco implacable."Son 20 millones de capital que la familia de Diego está inyectando en nuestra empresa", dijo su padre, su tono autoritario y despectivo. "Debes cumplir con el trato, Isabella. Es por el bien de la familia".Isabella sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La presión de su familia siempre había sido abrumadora, pero esta vez sentía que la estaban empujando al borde de un abismo. La humillación y la infelicidad la envolvían como una niebla densa."No puedo seguir así", murmuró, sus palabras apenas audibles. "No quiero este matrimonio. No quiero ser un peón en sus negocios".Su padre la miró con desdén, como si sus sentimientos fueran insignificantes. "No tienes opción, Isabella. Esta es la única manera de asegurar nuestro futuro"."¿Nuestro futuro?", replicó Isabella, su voz elevándose
Isabella caminaba por el pasillo de la universidad, su mente aún revuelta por los eventos recientes. La confrontación con su padre seguía fresca en su memoria, y aunque había intentado disfrutar de su cumpleaños, la sombra de su futuro incierto pendía sobre ella. A pesar de no vivir con su familia, la presión de su padre era constante, siempre presente en cada llamada y mensaje que recibía.Mientras se dirigía a su clase, su teléfono vibró en su bolsillo. Era un mensaje de texto de su madre, breve y directo: "Debemos hablar. Es urgente". Isabella sintió un nudo en el estómago. Sabía que no podía evitar esta conversación para siempre.Después de su clase, Isabella decidió enfrentar la situación. Se dirigió a la cafetería cercana, donde su madre ya la esperaba. Al verla, su madre sonrió con una mezcla de tristeza y determinación."Isabella, gracias por venir", dijo su madre, tomando un sorbo de su té. "Sé que las cosas han sido difíciles últimamente"."¿Difíciles?", replicó Isabella, su
La semana de la boda había llegado con una rapidez que Isabella no había anticipado. Su hogar, que alguna vez fue un refugio, se había convertido en una prisión. Sus padres, temerosos de que ella pudiera huir y no asistir a la boda, habían tomado medidas drásticas. Isabella se encontraba encerrada en su habitación, con la única compañía de sus pensamientos y el peso de un destino que no había elegido.Cada intento de contacto con el mundo exterior había sido bloqueado. Ni siquiera a Valeria o a Sofía se les había permitido visitarla. Isabella se sentía aislada, atrapada en una jaula de oro que brillaba con promesas vacías de un futuro que no deseaba.Cuando los maquilladores llegaron la mañana de la boda, Isabella se dejó llevar como una muñeca sin voluntad. El vestido, blanco y resplandeciente, se sentía como una armadura que la sofocaba. Mientras la preparaban, Isabella permaneció en silencio, dejando que otros tomaran decisiones por ella. Sabía que cualquier intento de rebelarse po
“Eso no es justo. No puedes dejar que te traten así. Tienes derecho a ser feliz,” dijo Lucas, con firmeza.“¿Y qué puedo hacer? No puedo desobedecer a mi familia. Me lo han impuesto,” respondió Isabella, sintiéndose atrapada.“A veces, tienes que luchar por lo que quieres. No puedes dejar que te controlen,” insistió Lucas, mirándola a los ojos.Isabella sintió que su corazón se aceleraba. “¿Y si no sé lo que quiero? ¿Y si esto es lo que tengo que aceptar?”, preguntó, sintiéndose perdida.“Tienes que encontrar tu voz, Isabella. No puedes dejar que otros decidan por ti. Eres más fuerte de lo que piensas,” le dijo Lucas, con convicción.“Pero tengo miedo. Miedo de lo que pueda pasar,” confesó Isabella, sintiendo que la tristeza la invadía.“El miedo es natural, pero no puedes dejar que te paralice. Tienes que enfrentar tus miedos. Eso es lo que te hará libre,” dijo Lucas, con determinación.Isabella miró a Lucas, sintiendo que sus palabras resonaban en su interior. “Tal vez tengas razón.