Habían pasado tres semanas desde que Isabela se sumergió en su trabajo, comprometida a entregar un proyecto de decoración que le habían conferido con tanto esmero. La decoración era su pasión; cada mueble que movía, cada color que elegía, la llenaba de una satisfacción que no encontraba en ningún otro lugar. Sin embargo, esa mañana, mientras trataba de organizar unos muebles con su asistente, la inquietud de su vida personal pesaba en su mente como una losa.El teléfono sonó insistentemente, rompiendo el silencio en la habitación. Isabela miró la pantalla y vio el nombre de su padre. Por un momento, consideró ignorarlo, pero una extraña sensación de obligación la llevó a contestar. “¿Papá?”, dijo, tratando de ocultar la tensión en su voz.“Isabella, ¿por qué no has respondido antes?”, preguntó su padre, su tono autoritario resonando como un trueno en el auricular.“Estaba ocupada con un trabajo importante”, respondió ella, sintiendo que la frustración comenzaba a burbujear en su inter
Isabella se encontraba en la sala de estar de su casa, enfrentándose a su padre con una mezcla de rabia y desesperación. Las palabras de su padre resonaban en su mente como un eco implacable."Son 20 millones de capital que la familia de Diego está inyectando en nuestra empresa", dijo su padre, su tono autoritario y despectivo. "Debes cumplir con el trato, Isabella. Es por el bien de la familia".Isabella sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La presión de su familia siempre había sido abrumadora, pero esta vez sentía que la estaban empujando al borde de un abismo. La humillación y la infelicidad la envolvían como una niebla densa."No puedo seguir así", murmuró, sus palabras apenas audibles. "No quiero este matrimonio. No quiero ser un peón en sus negocios".Su padre la miró con desdén, como si sus sentimientos fueran insignificantes. "No tienes opción, Isabella. Esta es la única manera de asegurar nuestro futuro"."¿Nuestro futuro?", replicó Isabella, su voz elevándose
Isabella caminaba por el pasillo de la universidad, su mente aún revuelta por los eventos recientes. La confrontación con su padre seguía fresca en su memoria, y aunque había intentado disfrutar de su cumpleaños, la sombra de su futuro incierto pendía sobre ella. A pesar de no vivir con su familia, la presión de su padre era constante, siempre presente en cada llamada y mensaje que recibía.Mientras se dirigía a su clase, su teléfono vibró en su bolsillo. Era un mensaje de texto de su madre, breve y directo: "Debemos hablar. Es urgente". Isabella sintió un nudo en el estómago. Sabía que no podía evitar esta conversación para siempre.Después de su clase, Isabella decidió enfrentar la situación. Se dirigió a la cafetería cercana, donde su madre ya la esperaba. Al verla, su madre sonrió con una mezcla de tristeza y determinación."Isabella, gracias por venir", dijo su madre, tomando un sorbo de su té. "Sé que las cosas han sido difíciles últimamente"."¿Difíciles?", replicó Isabella, su
La semana de la boda había llegado con una rapidez que Isabella no había anticipado. Su hogar, que alguna vez fue un refugio, se había convertido en una prisión. Sus padres, temerosos de que ella pudiera huir y no asistir a la boda, habían tomado medidas drásticas. Isabella se encontraba encerrada en su habitación, con la única compañía de sus pensamientos y el peso de un destino que no había elegido.Cada intento de contacto con el mundo exterior había sido bloqueado. Ni siquiera a Valeria o a Sofía se les había permitido visitarla. Isabella se sentía aislada, atrapada en una jaula de oro que brillaba con promesas vacías de un futuro que no deseaba.Cuando los maquilladores llegaron la mañana de la boda, Isabella se dejó llevar como una muñeca sin voluntad. El vestido, blanco y resplandeciente, se sentía como una armadura que la sofocaba. Mientras la preparaban, Isabella permaneció en silencio, dejando que otros tomaran decisiones por ella. Sabía que cualquier intento de rebelarse po
“Eso no es justo. No puedes dejar que te traten así. Tienes derecho a ser feliz,” dijo Lucas, con firmeza.“¿Y qué puedo hacer? No puedo desobedecer a mi familia. Me lo han impuesto,” respondió Isabella, sintiéndose atrapada.“A veces, tienes que luchar por lo que quieres. No puedes dejar que te controlen,” insistió Lucas, mirándola a los ojos.Isabella sintió que su corazón se aceleraba. “¿Y si no sé lo que quiero? ¿Y si esto es lo que tengo que aceptar?”, preguntó, sintiéndose perdida.“Tienes que encontrar tu voz, Isabella. No puedes dejar que otros decidan por ti. Eres más fuerte de lo que piensas,” le dijo Lucas, con convicción.“Pero tengo miedo. Miedo de lo que pueda pasar,” confesó Isabella, sintiendo que la tristeza la invadía.“El miedo es natural, pero no puedes dejar que te paralice. Tienes que enfrentar tus miedos. Eso es lo que te hará libre,” dijo Lucas, con determinación.Isabella miró a Lucas, sintiendo que sus palabras resonaban en su interior. “Tal vez tengas razón.
Isabella despertó la mañana siguiente sintiéndose como si hubiera estado en una pesadilla. “¿De verdad me casé?” se preguntó, mirando a su alrededor en su habitación decorada con flores y luces. La realidad la golpeó con fuerza: había sido un matrimonio por conveniencia, un contrato que la ataba a una vida que no había elegido.Se levantó de la cama y se miró en el espejo. “Soy Isabella Korsakov,” murmuró, sintiendo que el nombre le pesaba como una carga. “No puedo creer que esto esté pasando.” Se lavó la cara, tratando de despejar su mente, pero la confusión y el miedo seguían ahí.A la hora del desayuno, su familia estaba reunida en la mesa. Su padre, con una sonrisa de satisfacción, comenzó a hablar. “Hoy es un nuevo día, Isabella. Ahora que estás casada, es hora de que empieces a asumir tus responsabilidades.”Isabella sintió que su estómago se revolvía. “¿Responsabilidades? ¿Qué responsabilidades?” preguntó, tratando de mantener la calma.“Como esposa, debes estar al tanto de las
Al día siguiente, Isabella se despertó con una mezcla de nervios y ansiedad. Había decidido volver a la universidad para recoger algunos trabajos que había dejado atrás. “No puedo seguir evitando mis responsabilidades,” pensó, mientras se vestía. Se miró en el espejo y, aunque su reflejo mostraba signos de cansancio, se esforzó por sonreír. “Hoy es un nuevo día,” se dijo a sí misma.Cuando llegó al campus, el bullicio de los estudiantes la envolvió. La familiaridad del lugar le trajo un leve consuelo. “Sofía me guardó unos apuntes,” recordó, dirigiéndose a la biblioteca. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no todo sería tan fácil.Mientras caminaba por el pasillo, notó a un grupo de chicos en el segundo piso. Uno de ellos, un chico de cabello oscuro y mirada intensa, la observaba con
Isabella llevó a Diego a su apartamento cerca de la universidad. Al llegar, ella sintió una mezcla de alivio y ansiedad. “Este lugar es perfecto,” dijo, mirando alrededor mientras Diego aparcaba.“Es un lugar tranquilo. Espero que te sientas cómodo,” respondió Isabella, sonriendo. Sin embargo, al entrar, se dieron cuenta de que un par de estudiantes estaban en el pasillo. Isabella sintió que la mirada de ellos se posaba sobre ella con curiosidad.“Mira, es Isabella. La chica que se casó con el discapacitado,” murmuró uno de ellos, mientras el otro asentía con desdén. Isabella sintió que su rostro se sonrojaba de vergüenza.“Esto no puede estar pasando,” pensó, sintiendo que la presión aumentaba. Diego no notó su incomodidad, ni escucho."La gente siempre habla,” dijo, tratando de consolándose. Isabella no los miro, pero la incomodidad seguía ahí.Diego la dejó en la puerta de su apartamento. “Cuídate, Isabella. Si necesitas algo, no dudes en llamarme,” dijo, mirándola con preocupación