Amor a la sombra del deber
Amor a la sombra del deber
Por: Josyfer
La carga del destino

El timbre sonó, marcando el final de la clase de matemáticas. Los estudiantes comenzaron a levantarse de sus asientos, llenando el aula con risas y murmullos. Sin embargo, Isabella Montoya, conocida como Bella, permaneció sentada, con la mirada perdida en su escritorio. Su mente estaba ocupada en pensamientos oscuros y pesados que no la dejaban en paz.

La noche anterior, su padre había regresado de la oficina con una noticia que la había dejado en estado de shock. “La familia Korsakov tiene un trato con nosotros”, había dicho, su voz grave resonando en la sala. “Una de nuestras hijas debe casarse con un miembro de su familia. Clara es la mayor, así que es su responsabilidad”.

Las palabras de su padre seguían repitiéndose en su mente, como un eco que no podía silenciar. Clara, su hermana mayor, había reaccionado de inmediato, rompiendo en llanto. “¡No puedo casarme con él! ¡Es un discapacitado! ¡Es feo y un inútil!” Había gritado, su voz llena de desesperación.

Bella había estado en su habitación, escuchando la conversación desde la puerta entreabierta, sintiendo que su corazón se hundía. No era la primera vez que oía hablar de Diego Korsakov. Los rumores sobre él circulaban en su familia como un veneno, y Bella no podía evitar preguntarse qué tan cierto era todo lo que decían.

Mientras Clara lloraba, su madre había intentado calmarla. “No quiero que tu vida sea tan difícil, Clara. No quiero sacrificarte de esa manera”, había dicho, su voz temblando con la emoción. Bella había sentido una punzada de dolor por su hermana, pero también una extraña sensación de alivio. ¿Acaso su madre estaba defendiendo a Clara?

En ese momento, Bella decidió salir de su habitación. Caminó hacia la cocina, buscando un vaso de leche para calmar su inquietud. Cuando entró, vio a Clara y su madre en una conversación acalorada. Clara le lanzó una mirada furtiva y susurró algo al oído de su madre, quien sonrió con complicidad. Bella sintió que la ignoraban, como siempre. No era la primera vez que se sentía invisible en su propia casa.

“¿Por qué no intercambiamos a Clara por Isabella?”, sugirió la madre de Clara, su tono ligero, casi burlón. Bella se detuvo en seco, sintiendo que el aire se le escapaba de los pulmones. La idea de ser intercambiada como un objeto la llenó de un frío helado.

“¿Estás loca?” respondió su padre, sorprendido. “Isabella solo tiene 14 años. No puede casarse. Aún no ha cumplido la mayoría de edad”.

Clara, aun con lágrimas en los ojos, se cruzó de brazos. “No importa. No quiero ser parte de esto. No quiero ser la esposa de un hombre que no conozco”.

“Pero es un trato que nuestra familia necesita”, insistió su madre, su tono volviéndose más serio. “Piensa en lo que esto significa para nosotros”.

Bella se quedó en la puerta, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Siempre había sido la hermana olvidada, la que había llegado después de la muerte de su hermano gemelo. Desde su nacimiento, su familia había visto su llegada como una maldición. Su madre siempre le recordaba cómo había perdido a su hijo, y Bella sentía que su vida estaba marcada por esa tragedia.

“Isabella es una carga”, había escuchado a su padre decir en ocasiones. “Nunca debería haber nacido. Su llegada trajo desgracia a nuestra familia”.

Ese pensamiento la perseguía, y aunque sabía que no tenía la culpa de lo que había sucedido, la sensación de ser un estorbo la seguía como una sombra. Mientras sus padres discutían, Bella se sintió atrapada en una red de decisiones que no le pertenecían.

“¿Por qué no podemos simplemente olvidarnos de este trato?” preguntó Clara, su voz ahora más calmada, pero llena de frustración. “No quiero vivir así. Quiero tener una vida normal, no ser un peón en un juego de poder”.

“Eso no es posible, Clara. Hay cosas más grandes en juego aquí. No podemos rechazar esta oportunidad”, respondió su padre, su tono autoritario.

Bella sintió que su corazón se aceleraba. La idea de ser un peón en un juego del que no tenía control la aterraba. ¿Qué pasaría si su padre decidía que ella era la solución a todos sus problemas? ¿Qué pasaría si su familia decidía que su vida no valía nada?

“Quizás deberíamos pensar en Isabella”, sugirió la madre de Clara de nuevo, con un tono más suave. “Ella aún es joven. Podría ser una opción en el futuro”.

El comentario hizo que Bella se sintiera enferma. La idea de ser un sacrificio para salvar a su hermana la llenó de indignación. “No soy un objeto”, murmuró para sí misma, sintiendo que el aire se volvía más denso a su alrededor.

“Isabella, ven aquí”, llamó su madre, y Bella, sintiéndose atrapada, se acercó lentamente.

“¿Qué piensas sobre todo esto?” preguntó su madre, su mirada evaluativa.

“Es injusto”, respondió Bella, sin poder contenerse. “No debería ser así. No debería haber un trato que decida nuestras vidas”.

Clara la miró, sorprendida. “¿De verdad crees eso?”

“Sí, creo que deberíamos tener la libertad de elegir”, dijo Bella, sintiendo que la ira comenzaba a burbujear dentro de ella.

“Pero no tenemos esa libertad”, dijo su padre, su voz dura. “Las decisiones ya han sido tomadas. Debemos hacer lo que se espera de nosotros”.

Bella sintió que su mundo se desmoronaba. La presión de su familia la aplastaba, y la idea de ser una carga para ellos la llenaba de desesperación. “No puedo vivir así”, murmuró, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos.

“Bella, no te involucres en esto”, le advirtió su madre, pero Bella ya había tomado una decisión. No quería ser parte de un plan que la relegara a ser un sacrificio.

“Voy a hablar con Diego”, dijo, sintiendo que era la única forma de recuperar algo de control sobre su vida. “Voy a conocerlo y decidir por mí misma”.

Sus palabras dejaron a su familia en silencio, y Bella sintió que un rayo de determinación cruzaba su ser. No sabía qué le esperaba, pero estaba lista para enfrentar lo que viniera. La vida era demasiado corta para dejar que otros decidieran su destino. 

Con esa resolución, Bella salió de la cocina, dejando atrás a su familia y sus expectativas. El peso de su historia la seguía, pero por primera vez, sintió que tenía el poder de cambiar su rumbo. La vida no sería fácil, pero estaba dispuesta a luchar por lo que quería, incluso si eso significaba enfrentarse a los Korsakov.

Mientras caminaba hacia su habitación, Bella sintió que una nueva chispa de esperanza comenzaba a encenderse en su corazón.

 

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