Capítulo 6: Un giro inesperado.

Alejandro volvió a besar apasionadamente a Ximena, a pesar de que al principio ella parecía no estar de acuerdo, pero terminó dejándose llevar por el ardiente deseo que los consumía. Con una patada suave, Alejandro cerró la puerta de la habitación de Ximena, sumergiéndolos en la intimidad de aquel espacio.

—Te deseo tanto —susurró Alejandro entre besos, mientras sus manos expertas desabrochaban lentamente los botones de la blusa de Ximena.

Ella, con los ojos brillantes de deseo, se acariciaba los labios con timidez.

—Mm... Alejandro... —suspiró ella, cediendo a la intensidad del momento.

Sus labios volvieron a encontrarse con pasión desbordante, mientras Alejandro deslizaba la blusa por los hombros de Ximena, dejando al descubierto su piel suave y delicada.

La luz tenue de la habitación resaltaba los contornos de sus cuerpos, creando sombras y destellos que solo aumentaban la pasión en el aire.

Las caricias de Alejandro se volvieron más intensas y atrevidas, explorando cada curva y cada centímetro de la piel de Ximena. Sus besos ardientes recorrían el cuerpo de ella, dejando estelas de fuego a su paso.

—Oh, Alejandro... —susurró Ximena entre gemidos, mientras se aferraba a él con avidez.

Él bajó lentamente por su abdomen, disfrutando cada reacción que provocaba en ella. Sus besos se volvieron más intensos y apremiantes, mientras sus manos acariciaban con suavidad el muslo interior de Ximena, provocando un estremecimiento en todo su ser.

Susurros llenos de deseo se entremezclaban con los gemidos que escapaban de los labios de Ximena, creando una sinfonía de pasión en el silencio de la habitación.

El mundo exterior se desvanecía mientras Alejandro exploraba cada rincón de la intimidad de Ximena.

Sus caricias expertas y delicadas provocaban oleadas de placer que se expandían a lo largo de cada fibra de su ser.

—¡Oh, Alejandro!— exclamó Ximena entre suspiros, aferrándose a las sábanas mientras sus caderas se movían al ritmo de las caricias.

Embriagados de deseo, no necesitaban palabras para comunicarse. Se entendían a través de las miradas intensas y los gemidos entrecortados, sumergidos en un mundo solo para ellos dos.

La libertad llegó cuando ambos, envueltos en una explosión arrolladora de sensaciones, alcanzaron el pico más alto del placer. Los cuerpos se convulsionaron en un abrazo apretado y entregado, mientras gemidos de satisfacción se escapaban de sus labios entrelazados.

Después de un momento de completa conexión y satisfacción, Alejandro acarició suavemente el rostro de Ximena, dejando un dulce beso en sus labios.

—Eres mía Ximena —susurró Alejandro, con sus ojos llenos de adoración.

Y en ese abrazo íntimo, se perdieron en la quietud de la habitación, disfrutando de la serenidad que los envolvía después del huracán de emociones que habían experimentado.

Así, en la calidez de la habitación, se entregaron al profundo deseo que los unía.

El corazón de Ximena latía con fuerza mientras se encontraba tendida en la cama, sintiendo el peso de su dilema amoroso.

A pesar del encuentro apasionado con Alejandro, la culpa había tomado residencia en lo más profundo de su ser. Cerraba los ojos y podía sentir aún la calidez de sus cuerpos entrelazados, la intensidad de sus caricias y los susurros que se perdían en la oscuridad de la habitación.

Las sábanas, que antes eran suaves y cómodas, ahora parecían envolverla en un torbellino de emociones confusas.

Recordaba cómo la pasión los había consumido, dejándose llevar por el deseo desenfrenado. La sensación de la piel de Alejandro rozando la suya, la electricidad que recorría cada centímetro de su cuerpo, creando una sinergia de sensaciones indescriptibles.

Pero a medida que la bruma de la pasión se disipaba, Ximena se enfrentaba al vacío que dejaba la culpa. Era consciente del amor y compromiso que había traicionado. Cuestionaba su propias decisiones y se debatía en una encrucijada emocional. Las lágrimas caían por sus mejillas, mezclándose con las sábanas que ya no eran cómodas, sino testigos mudos de su tormento interno.

En ese momento, Ximena se dio cuenta de que las consecuencias de sus acciones eran más profundas de lo que había imaginado. El peso de la culpa, como un ancla en su corazón, no dejaba de recordarle el daño que había causado. Se sentía atrapada entre el placer y la responsabilidad, sin saber cómo encontrar el camino de redención.

Así, en medio de las sábanas revueltas, Ximena se debatía entre la pasión desenfrenada y el remordimiento que amenazaba con destruir todo lo que había construido. Era un torbellino de emociones confusas que la envolvía, dejándola sin saber qué rumbo tomar.

Mientras se vestía apresuradamente, una mirada fugaz a su reflejo en el espejo le recordó el pecado en el que se había sumergido.

La imagen de su rostro atormentado le hizo detenerse un instante, cuestionándose qué camino debía tomar. Sabía que no podía deshacer lo ocurrido, pero tampoco podía ignorar la culpa que la consumía.

Después de que Alejandro se marchó, Ximena escuchó el timbre insistente de la puerta. Frunciendo el ceño, se preguntó quién podía ser en ese momento tan inoportuno.

Al abrir la puerta, se encontró con Lucas. Su rostro reflejaba tranquilidad mezclada con preocupación al observar el estado de Ximena.

—Ximena, ¿qué sucede? Pareces agitada —dijo Lucas con voz suave, tratando de encontrar alguna respuesta en su rostro afligido.

Con un suspiro, Ximena caminó nerviosamente por su casa.

—Lucas, estoy atrapada en una situación imposible. He cometido un error del que no puedo escapar y me siento terriblemente culpable.

Lucas se acercó a ella, colocando con ternura una mano reconfortante en su hombro.

—Ximena, puedes confiar en mí. Cuéntame lo que te atormenta.

La angustia inundaba el corazón de Ximena, pero no podía confesarle a Lucas la verdad. En su lugar, decidió contarle que no lograba adaptarse a su nueva vida y que sentía que desde que su madre se casó con Alejandro la había dejado de lado y haciéndola sentir desplazada.

—Ximena, entiendo por lo que estás pasando en este momento. Pero también tengo algo importante que confesarte —dijo Lucas mientras fijaba su mirada intensa en la de ella.

La curiosidad se apoderó de Ximena.

—¿Qué quieres decirme, Lucas?

El joven suspiró, mostrando una combinación de valentía y vulnerabilidad en su voz.

—Ximena, debo confesarte que he estado enamorado de ti durante mucho tiempo. He guardado esos sentimientos en lo más profundo de mi ser porque valoro nuestra amistad y temo arriesgarla.

Ximena quedó sin palabras por un momento, asimilando lo que acababa de escuchar. Tomó la mano de Lucas entre las suyas y se perdió en su mirada cálida y sincera. Una mezcla de emociones la invadió, mientras luchaba por comprender sus propios sentimientos.

—Lucas, no puedo negar que también siento un profundo cariño por ti. Pero la situación con mi madre y Alejandro complica todo —admitió Ximena con sinceridad.

Lucas asintió, entendiendo la complejidad de la situación.

—Ximena, no te pido que tomes una decisión de inmediato. Permíteme sólo que consideres lo que realmente quieres y necesitas en tu vida.

Ximena asintió, agradecida por el apoyo incondicional de Lucas.

—Prometo considerar todo esto y tomar una decisión honesta y sincera.

A medida que Lucas se marchaba, Ximena se encontró sumergida en un mar de emociones contradictorias.

Aceptar ser la novia de Lucas sería una forma de ocultar su relación prohibida con Alejandro, pero también sería una manera de mantener un equilibrio en su vida. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones y lidiar con el inmenso dolor que eso implicaba.

Mientras Ximena se recostaba en su cama, se dio cuenta de que estaba enredada en un complicado triángulo amoroso.

La presión y la incertidumbre la abrumaban, pero sabía que tarde o temprano tendría que hacer una elección. Por ahora, solo deseaba encontrar un poco de paz y claridad en su mente atormentada, para poder tomar una decisión que dejara su corazón satisfecho.

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