Camila se encontraba sumida en un estado constante de desasosiego.
Los encuentros cada vez más frecuentes y cercanos entre Alejandro y Ximena habían despertado en ella un sentimiento de celos que no podía ignorar.Cada vez que los veía sonriendo o compartiendo miradas, la sospecha se apoderaba de su mente y el desasosiego se convertía en una carga insoportable.Aquella tarde soleada, mientras Camila paseaba por el parque, se detuvo bruscamente al avistar a Alejandro y Ximena caminando juntos. Los dos parecían completamente absortos el uno en el otro, con una cercanía que iba más allá de una simple amistad. El corazón de Camila latía desbocado y decidió acercarse para confrontarlos.—¿Alejandro? ¿Qué está pasando aquí? —preguntó Camila con voz temblorosa, tratando de controlar las emociones que la invadían.Alejandro soltó rápidamente la mano de Ximena y respondió apresuradamente:—Oh, Camila, solo le estaba quitando una astilla dXimena llegó agotada a casa después de un largo día en la universidad. El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas. Al entrar a la sala, encontró a su madre, Camila, inmersa en su rutina de revisar cuentas. La habitación se iluminaba con la suave luz de una lámpara de mesa, mientras que el sonido del rasgueo de una pluma y el tecleo de una calculadora llenaban el ambiente.Manteniendo silencio, Ximena observó a su madre perdida entre montones de papeles y documentos organizados meticulosamente. Camila lucía agotada, con algunas arrugas de preocupación marcadas en su rostro. Su cabello castaño, estaba recogido en un desordenado moño. Parecía concentrada pero también abrumada por las responsabilidades financieras que cargaba sobre sus hombros.—Ximena, hija, ¿estás bien? —preguntó Camila, interrumpiendo su tarea momentáneamente para echar un vistazo a Ximena.Ximena se acercó lentamente a su madre, sintiendo el cansancio en cada paso. Se
Horas antes, Alejandro y Ximena estaban tan absortos en su animada conversación que no se dieron cuenta de que Lucas había pasado por el lugar con sus amigos.El bullicio del café no pudo eclipsar su complicidad, mientras reían y gesticulaban con entusiasmo.Parecía que la reunión con sus padres no se había llevado a cabo y Lucas había estado llamando a Ximena durante horas, pero ella no respondió el teléfono.Lucas, desde lejos, observaba intrigado la escena, con el ceño fruncido y una mezcla de emociones encontradas en su rostro. Se sintió invadido por una extraña sensación de incomodidad al ver a Ximena tan cercana a su padrastro. Cada gesto, cada risa compartida, parecía aumentar ese malestar interior en Lucas, que no podía ignorar. Algo no encajaba y estaba decidido a descubrir la verdad.—Lucas, vamos, los demás nos esperan —mencionó Paulina, intentando tomar la mano de Lucas, pero él la rechazó de inmediato.—Sabes que tengo novia,
Ximena salió de la casa de Lucas sintiéndose como una basura. Sus pasos resonaban en el silencio de la noche mientras caminaba hacia la calle en busca de un taxi. Su mente estaba llena de remordimientos y tristeza por lo sucedido. No podía creer cómo las cosas se habían descubierto para Lucas y sabía que su imprudente actitud había dañado años de amistad.Finalmente, logró detener un taxi y se subió, sintiéndose ansiosa por llegar a casa y escapar de todo lo ocurrido. Durante el trayecto, se perdía en sus pensamientos, cuestionándose una y otra vez sus acciones y lamentando las consecuencias que había causado.Al llegar a su casa, Ximena se sorprendió al encontrar las luces apagadas. La oscuridad envolvía el lugar, acentuando su sensación de soledad. Sin embargo, no prestó mucha atención a ese detalle y se dirigió directamente a la cocina en busca de agua para calmar su agitado estado emocional.Pero lo que se encontró allí fue algo que no esperaba en abso
Camila se acurrucó entre los fuertes brazos de Alejandro, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba y el cansancio le ganaba poco a poco. Sus ojos se cerraron lentamente y se quedó dormida, sumergida en un profundo sueño reparador. Mientras tanto, Alejandro abandonó con delicadeza la cama, procurando no despertarla, y se encaminó hacia el baño. El agua caliente caía sobre su cuerpo, disipando la tensión acumulada y devolviéndole vitalidad.Una vez que salió del baño, se dirigió al balcón para disfrutar de un momento de tranquilidad. Encendió un cigarrillo, inhalando el humo con cierto deleite, mientras contemplaba la noche estrellada. Un pensamiento repentino lo hizo voltear la cabeza hacia la cama, donde Camila dormía plácidamente, su rostro iluminado por una suave luz lunar. Sus labios curvaron una leve sonrisa.—Qué estupidez —murmuró Alejandro para sí mismo, mientras tomaba su celular entre las manos y revisaba las notificaciones. Encontró una llamada perdida de Ximena. Apagó su cig
Al entrar en la habitación de Ximena, la encontró sentada en silencio, con los ojos enrojecidos por las lágrimas que amenazaban con caer.—¿Qué quieres? Lárgate con tu amada esposa—.Alejandro se acercó a Ximena, tomándola con ternura entre sus brazos, intentando calmar su dolor.—No puedo dejar a Camila, Ximena. Ella es mi esposa, me casé con ella antes de conocerte a ti —mencionó sincero.Pero Ximena, con la voz entrecortada por la tristeza, le suplicó:—Déjala, Alejandro. Deja a mi madre y quédate conmigo—. Sus ojos reflejaban una mezcla de esperanza y desesperación.Alejandro acarició con delicadeza las mejillas de Ximena entre sus manos, tratando de transmitirle tranquilidad.—No puedo causarle ese dolor a tu madre, Ximena. Solo espera un poco más y le diremos la verdad. Sé paciente, la dejaré. Pero debes comprender que perderás a tu madre cuando lo nuestro salga a la luz.Las lágrimas se desbordaron finalmente por los ojos de Ximena mientras Alejandro la estrechaba aún más entre
—No sé por qué Ximena actúa de esa manera contigo —pronunció Camila con una expresión fruncida, mientras observaba desde el umbral de la puerta cómo Alejandro trabajaba enérgicamente desde su despacho, rodeado de montañas de papeles y libros.El sudor perlaba su frente y su pelo oscuro estaba un poco desordenado. Su mirada, cansada, pero determinada, reflejaba el compromiso que tenía con su trabajo.—No importa, ya encontraré la forma de contentar a tu hija. No quiero que los berrinches de Ximena nos separen —mencionó Alejandro con una voz cansada, poniéndose en pie y caminando hacía, Camila, tomando la mano de Camila y guiándola hacia su regazo, en un intento de ofrecerle consuelo.—Lo siento —susurró Camila, con los ojos llenos de culpa, mirando fijamente los profundos hoyuelos de Alejandro.—¿Por qué lo sientes? ¿Qué pasa, cariño? —preguntó Alejandro, acariciándole el rostro con gesto de ternura. Sus ojos, profundos y oscuros, mostraban la inquietud por Camila.—Es solo que me sie
—Paulina, entra ¿No sé supone que estarías con tu «Amiga»?—mencionó Alejandro con una mueca de bienvenida, acercándose a ella con pasos firmes y envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante. Para él, el abrazo era como un refugio en medio de la tormenta.—Me cansé de escucharla llorar por ti.La voz de Paulina resonó en la habitación, llena de angustia y desilusión. Se veía agotada, como si hubiera cargado el peso de un mundo sobre sus hombros.—Ella no para de decir que ya se cansó de ser tu amante. ¿Querías vengarte de ella? Pues ya lo estás logrando, ambas están locas por ti.Alejandro suspiró profundamente, desviando la mirada hacia el suelo. Sabía que las palabras de Paulina llevaban consigo una verdad incómoda que prefería ignorar. Pero no podía eludir la realidad por más tiempo.—Y no me interesa ninguna de las dos. —La voz de Alejandro sonaba impregnada de hastío y aburrimiento—. Camila es tan mojigata que cada vez que estoy con ella, debo vaciar mi mente. Y Ximena, es ta
Las cadenas que lo sujetaban gruñendo con cada uno de sus movimientos.La luz tenue que se filtraba a través de una pequeña ventana iluminaba su rostro angustiado y cubierto de heridas. Alejandro, con los ojos enrojecidos y llenos de ira, se acercó lentamente.—¿Por qué habría de hacerlo? Te atrapé después de años en los que fingiste tu propia muerte, más tuviste que aparecer hace tres años y quitarme a mi familia. Ahora pagarás por cada atrocidad cometida —expresó Alejandro, con su voz cargada de ira.Su mirada se clavó en el prisionero, buscando rastros de remordimiento en sus ojos, pero solo encontró una mirada vacía y desprovista de humanidad.El prisionero, con los músculos tensos por el miedo, soltó un gemido ahogado y trémulo en un intento inútil de soltarse de las ataduras. El aroma a humedad y decadencia llenaba el aire, intensificando el ambiente opresivo del sótano.Alejandro caminó despacio hacia una mesa cercana, donde había dejado las pinzas. La fría superficie metálica