—Paulina, entra ¿No sé supone que estarías con tu «Amiga»?—mencionó Alejandro con una mueca de bienvenida, acercándose a ella con pasos firmes y envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante. Para él, el abrazo era como un refugio en medio de la tormenta.—Me cansé de escucharla llorar por ti.La voz de Paulina resonó en la habitación, llena de angustia y desilusión. Se veía agotada, como si hubiera cargado el peso de un mundo sobre sus hombros.—Ella no para de decir que ya se cansó de ser tu amante. ¿Querías vengarte de ella? Pues ya lo estás logrando, ambas están locas por ti.Alejandro suspiró profundamente, desviando la mirada hacia el suelo. Sabía que las palabras de Paulina llevaban consigo una verdad incómoda que prefería ignorar. Pero no podía eludir la realidad por más tiempo.—Y no me interesa ninguna de las dos. —La voz de Alejandro sonaba impregnada de hastío y aburrimiento—. Camila es tan mojigata que cada vez que estoy con ella, debo vaciar mi mente. Y Ximena, es ta
Las cadenas que lo sujetaban gruñendo con cada uno de sus movimientos.La luz tenue que se filtraba a través de una pequeña ventana iluminaba su rostro angustiado y cubierto de heridas. Alejandro, con los ojos enrojecidos y llenos de ira, se acercó lentamente.—¿Por qué habría de hacerlo? Te atrapé después de años en los que fingiste tu propia muerte, más tuviste que aparecer hace tres años y quitarme a mi familia. Ahora pagarás por cada atrocidad cometida —expresó Alejandro, con su voz cargada de ira.Su mirada se clavó en el prisionero, buscando rastros de remordimiento en sus ojos, pero solo encontró una mirada vacía y desprovista de humanidad.El prisionero, con los músculos tensos por el miedo, soltó un gemido ahogado y trémulo en un intento inútil de soltarse de las ataduras. El aroma a humedad y decadencia llenaba el aire, intensificando el ambiente opresivo del sótano.Alejandro caminó despacio hacia una mesa cercana, donde había dejado las pinzas. La fría superficie metálica
Era la noche oscura y silenciosa cuando Alejandro finalmente llegó a su casa, con las luces apagadas y una sensación de incomodidad que lo acompañaba. Su mente estaba llena de pensamientos y emociones encontradas, mientras caminaba hacia la cocina con pasos cansados. El peso de sus decisiones y acciones pasadas se hacía cada vez más evidente.Suspiró profundamente antes de dirigirse al grifo y llenar un vaso de agua. Cada sorbo parecía llevar consigo el sabor amargo de la desesperación que sentía en su interior. Estar en esa casa, en ese lugar que solía ser su hogar, ya no le traía ninguna paz. Era como si se encontrara atrapado en un laberinto oscuro del que no podía escapar.En ese momento, Ximena entró a la cocina, con el rostro impregnado de una mezcla de cansancio y tristeza. Alejandro la miró, tratando de encontrar las palabras adecuadas para romper el incómodo silencio que los envolvía.—Hola —mencionó Ximena en tono suave, con una pequeña sonrisa que intentaba disimular su
—Háblame de ella —dijo Ximena con un brillo de curiosidad en sus ojos, anhelando sumergirse en las historias y recuerdos que la conectaran con la mujer que había dejado una huella profunda en el corazón de Alejandro.—Xiomara era maravillosa, era inteligente y nunca se dejaba doblegar por nada ni nadie. Era imparable, siempre luchaba por lo que creía justo. Era simplemente una diosa —mencionó Alejandro con admiración, sus ojos brillando al recordarla.Sus palabras buscaban capturar la esencia de esa mujer única y extraordinaria que había amado con todo su ser.—¿Así se veía? —preguntó Ximena expectante, ansiando conocer más detalles, captar una imagen más clara de la persona que había inspirado tal amor en Alejandro.—¿De qué hablas? —respondió Alejandro confundido por la pregunta de Ximena, sin comprender a qué se refería.—Me refiero a que cuando hablas de amor hacia otra mujer, tus ojos brillan de una manera que nunca lo hacen cuando estás con mi madre o conmigo. En verdad lamento
Alejandro se debatía en un conflicto interno desde que decidió nunca dejar que Xiomara saliera de su corazón, pero ahora sus sentimientos por Ximena latían con intensidad.Mientras juró frente a la tumba de Xiomara y su hijo no nacido que no volvería a enamorarse, una mezcla de dolor y determinación lo embargaba.Decidió canalizar su dolor en la búsqueda de venganza, convirtiéndola en su única motivación, aunque la presencia constante de Ximena lo hacía cuestionar sus propias decisiones. Sabía que ella era la única inocente en medio de la maraña de desdichas y secretos que rodeaban sus vidas.El desprecio hacia Francis y Camila había envenenado su corazón, llevándolo a infligir daño a alguien que no merecía su ira. Y ese remordimiento comenzaba a carcomer su espíritu.Quizás fueron los días compartidos con Ximena los que avivaron las brasas de sentimientos que creía haber enterrado bajo capas de amargura y resentimiento.—Voy a recoger mis cosas, sé buena mientras esté ausente —le dij
Alejandro llegó exhausto a su destino, una ciudad que despertaba en él una mezcla de emociones. Al entrar al hotel, fue recibido por una recepcionista amable y coqueta, pero su mente estaba lejos de prestarle atención. Simplemente dio sus datos para la habitación y se dirigió al ascensor, sumido en sus pensamientos.Mientras el ascensor ascendía lentamente, Alejandro no podía evitar recordar los momentos que había compartido en esa misma ciudad con Xiomara. En un instante de desesperación, Alejandro marcó el número de su mejor amigo, Jorge, necesitaba desahogarse con alguien de confianza.Jorge contestó al segundo tono. —¿Alejandro, todo bien?—No, Jorge, todo está lejos de estar bien —dijo Alejandro, su voz temblorosa con la emoción contenida. —Estoy en la ciudad donde conocí a Xiomara, y cada esquina, cada callejón, me recuerda a ella.Jorge escuchó en silencio mientras Alejandro compartía sus pensamientos y recuerdos, ofreciendo palabras de consuelo y apoyo cuando era necesario.—
Después del desayuno, Alejandro y Ximena se dirigieron hacia la floristería, donde seleccionaron cuidadosamente los tulipanes de colores para Xiomara y las rosas blancas y rosadas para la bebé. También eligieron un hermoso osito de peluche para acompañar las flores, como un símbolo de ternura y afecto.Alejandro no dejaba de mirar a Ximena mientras ella escogía las flores, y el osito más bonito y rechonchito, dudando entre ese y un hermoso conejito blanco de orejas rosadas.—¿Te gusta este? —preguntó Ximena, alzando el hermoso conejito en alto para que Alejandro pudiera apreciarlo mejor.Alejandro tomó el conejito entre sus manos sin decir nada y suspiró, sin despegar la vista del hermoso juguete.—Creo que es perfecto, nunca le compré peluches —mencionó Alejandro.—Pues este será su primer peluche. Cuando era niña, mi mamá me compraba muchos así que creo que a tu niña le encantarán.—Ella no podrá sostenerlo ni jugar con él. Sería mejor solo llevar las rosas. Es posible que termine e
—¿Ya hemos llegado al hotel? —preguntó Ximena, con preocupación marcada en su rostro mientras observaba por la ventana.Alejandro sonrió con cansancio y se recostó en su asiento, dejando caer la cabeza sobre el volante, el frío metal contrastaba con el calor que sentía en el rostro.—¿Pasa algo, Alejandro? —preguntó Ximena, colocando su mano con delicadeza en la espalda de Alejandro, sintiendo la tensión en sus músculos.Él la miró de lado, esbozando una pequeña sonrisa, mientras su mano se deslizaba hacia el rostro de Ximena, acariciándolo suavemente, sus dedos trazaban líneas reconfortantes sobre su piel.—Eres un terrible dolor de cabeza, Ximena, y me vuelves loco de cierta manera —pronunció Alejandro con un tono entre broma y confesión, sus ojos reflejaban una mezcla de complicidad y cariño.—No estoy segura de si eso es bueno o malo —dijo Ximena, confundida, con la mirada perdida en el rostro de Alejandro.—Quiero besarte —le dijo Alejandro, con voz suave pero cargada de deseo, s