Alejandro se debatía en un conflicto interno desde que decidió nunca dejar que Xiomara saliera de su corazón, pero ahora sus sentimientos por Ximena latían con intensidad.Mientras juró frente a la tumba de Xiomara y su hijo no nacido que no volvería a enamorarse, una mezcla de dolor y determinación lo embargaba.Decidió canalizar su dolor en la búsqueda de venganza, convirtiéndola en su única motivación, aunque la presencia constante de Ximena lo hacía cuestionar sus propias decisiones. Sabía que ella era la única inocente en medio de la maraña de desdichas y secretos que rodeaban sus vidas.El desprecio hacia Francis y Camila había envenenado su corazón, llevándolo a infligir daño a alguien que no merecía su ira. Y ese remordimiento comenzaba a carcomer su espíritu.Quizás fueron los días compartidos con Ximena los que avivaron las brasas de sentimientos que creía haber enterrado bajo capas de amargura y resentimiento.—Voy a recoger mis cosas, sé buena mientras esté ausente —le dij
Alejandro llegó exhausto a su destino, una ciudad que despertaba en él una mezcla de emociones. Al entrar al hotel, fue recibido por una recepcionista amable y coqueta, pero su mente estaba lejos de prestarle atención. Simplemente dio sus datos para la habitación y se dirigió al ascensor, sumido en sus pensamientos.Mientras el ascensor ascendía lentamente, Alejandro no podía evitar recordar los momentos que había compartido en esa misma ciudad con Xiomara. En un instante de desesperación, Alejandro marcó el número de su mejor amigo, Jorge, necesitaba desahogarse con alguien de confianza.Jorge contestó al segundo tono. —¿Alejandro, todo bien?—No, Jorge, todo está lejos de estar bien —dijo Alejandro, su voz temblorosa con la emoción contenida. —Estoy en la ciudad donde conocí a Xiomara, y cada esquina, cada callejón, me recuerda a ella.Jorge escuchó en silencio mientras Alejandro compartía sus pensamientos y recuerdos, ofreciendo palabras de consuelo y apoyo cuando era necesario.—
Después del desayuno, Alejandro y Ximena se dirigieron hacia la floristería, donde seleccionaron cuidadosamente los tulipanes de colores para Xiomara y las rosas blancas y rosadas para la bebé. También eligieron un hermoso osito de peluche para acompañar las flores, como un símbolo de ternura y afecto.Alejandro no dejaba de mirar a Ximena mientras ella escogía las flores, y el osito más bonito y rechonchito, dudando entre ese y un hermoso conejito blanco de orejas rosadas.—¿Te gusta este? —preguntó Ximena, alzando el hermoso conejito en alto para que Alejandro pudiera apreciarlo mejor.Alejandro tomó el conejito entre sus manos sin decir nada y suspiró, sin despegar la vista del hermoso juguete.—Creo que es perfecto, nunca le compré peluches —mencionó Alejandro.—Pues este será su primer peluche. Cuando era niña, mi mamá me compraba muchos así que creo que a tu niña le encantarán.—Ella no podrá sostenerlo ni jugar con él. Sería mejor solo llevar las rosas. Es posible que termine e
—¿Ya hemos llegado al hotel? —preguntó Ximena, con preocupación marcada en su rostro mientras observaba por la ventana.Alejandro sonrió con cansancio y se recostó en su asiento, dejando caer la cabeza sobre el volante, el frío metal contrastaba con el calor que sentía en el rostro.—¿Pasa algo, Alejandro? —preguntó Ximena, colocando su mano con delicadeza en la espalda de Alejandro, sintiendo la tensión en sus músculos.Él la miró de lado, esbozando una pequeña sonrisa, mientras su mano se deslizaba hacia el rostro de Ximena, acariciándolo suavemente, sus dedos trazaban líneas reconfortantes sobre su piel.—Eres un terrible dolor de cabeza, Ximena, y me vuelves loco de cierta manera —pronunció Alejandro con un tono entre broma y confesión, sus ojos reflejaban una mezcla de complicidad y cariño.—No estoy segura de si eso es bueno o malo —dijo Ximena, confundida, con la mirada perdida en el rostro de Alejandro.—Quiero besarte —le dijo Alejandro, con voz suave pero cargada de deseo, s
Mientras esperaba pacientemente a que Alejandro regresara, Ximena se sumergió en sus propios pensamientos.Recordaba vívidamente cada uno de los momentos compartidos con él, desde el emocionante encuentro en aquella discoteca hasta el presente, inmersos en este viaje lleno de altibajos emocionales. Habían atravesado situaciones complicadas que habían lastimado sus corazones en más de una ocasión, pero también habían experimentado momentos de felicidad y complicidad que Ximena no quería dejar atrás.Mientras reflexionaba, una brisa suave acariciaba su rostro y el sonido lejano de las olas rompiendo contra la costa llegaban a sus oídos, envolviéndola en una atmósfera serena.Desde la ventanilla del automóvil, Ximena contemplaba la belleza del paisaje urbano, mientras su mente se llenaba de preguntas sobre lo que estaba sucediendo con Alejandro en ese momento.Finalmente, Alejandro regresó al auto con una expresión preocupada en su rostro. Ximena notó su nerviosismo y elevó una ceja, esp
El momento de intimidad entre Ximena y Alejandro se extendió en el tiempo, cada caricia, cada beso, llevándolos a nuevas alturas de placer y conexión. Sus cuerpos se movían en perfecta armonía, como si estuvieran destinados a encontrarse de esa manera.El calor del deseo los envolvía, y cada gemido se mezclaba con el sonido de la respiración agitada y el suave crujir de las sábanas bajo sus cuerpos entrelazados. En ese momento, no había lugar para dudas ni preocupaciones, solo existía el aquí y ahora, el éxtasis compartido de dos almas que se encontraban en el apogeo de su pasión.La libertad llegó como una ola poderosa, inundando sus sentidos y llevándolos a un lugar de placer absoluto. Juntos, alcanzaron el punto más alto, dejándose llevar por la intensidad del momento hasta que finalmente, exhaustos pero completamente satisfechos, se fundieron en un abrazo íntimo y reconfortante.En el silencio que siguió, Ximena y Alejandro se miraron el uno al otro con una mezcla de asombro y gra
El viaje llegaba a su fin; era hora de volver a la dura realidad.Ximena estaba de pie en el acantilado, el viento acariciaba su rostro mientras observaba las olas romper con fuerza contra las rocas. El aroma salado del mar impregnaba el aire, mezclándose con el sonido atronador de las olas. Una mezcla de melancolía y nerviosismo invadía su pecho, como si estuviera en la cima del mundo y al borde de un abismo al mismo tiempo.Alejandro se acercó lentamente por detrás y la abrazó reconfortantemente. El calor de su cuerpo y el aroma de su colonia envolvieron a Ximena, ofreciéndole un refugio contra la brisa marina.—¿Estás bien? —preguntó, su voz llena de preocupación.Ximena suspiró y se volvió hacia él, sus ojos brillaban con tristeza y amor. Las lágrimas que amenazaban con emerger resplandecían como pequeñas perlas en sus pestañas.—Es difícil dejar este lugar tan especial—, admitió. —Aunque es hermoso, me asusta regresar a la rutina de siempre.—Alejandro acarició su mejilla con ter
Alejandro colgó la llamada con un semblante serio y se acercó a Ximena con determinación.—Ximena, creo que deberías regresar sola a casa esta vez. Tengo algunas cosas que atender —le dijo, mirándola con una mezcla de preocupación y determinación en sus ojos.Ximena, desconcertada por el repentino cambio de actitud de Alejandro, asintió con resignación. Aunque no comprendía del todo las razones detrás de su decisión, sabía que algo importante había ocurrido durante esa llamada.Abandonó la estación de tren con pasos pesados, sumida en sus propios pensamientos. Al llegar a casa, se sorprendió al no encontrar a Camila, pero decidió no darle mucha importancia.Se dirigió directamente a su habitación, sintiendo la necesidad de relajarse después de la tensión del día. Un baño caliente parecía ser la solución perfecta.Mientras tanto, Alejandro se encaminaba hacia el hospital para visitar a su hermana, Paulina, quien se encontraba hospitalizada.Al llegar, encontró a Paulina sentada en su c