Paulina se encontraba sumida en un profundo dolor, su rostro reflejaba la tormenta emocional que la invadía. Sin embargo, decidía guardar silencio frente a su hermano, sus labios apretados mostraban la lucha interna que libraba.Sabía que Alejandro ya había tomado una decisión que resonaba en su mente como un eco persistente. No importaba cuánto deseara cambiarlo, él se había enamorado de Ximena y estaba dispuesto a sacrificarlo todo por ella.Los años de sufrimiento y resentimiento se manifestaban en cada línea de su rostro, marcando el peso de una carga emocional que parecía insuperable. Había estado inmersa en un plan de venganza junto a su hermano, una trama que los consumía como una sombra oscura que los seguía a donde fueran.La figura de Alejandro permanecía en la habitación del hospital, su presencia era serena y reconfortante a pesar del cansancio que lo embargaba. Decidió quedarse para hacerle compañía a Paulina, ofreciendo un apoyo silencioso pero reconfortante en medio de
—Si eso es lo que has decidido, está bien. No te molestaré más con eso —dijo finalmente Alejandro, tratando de sonar calmado, aunque su mente estaba llena de dudas y preocupaciones.Paulina esbozó una leve sonrisa y continuó comiendo su almuerzo, pero Alejandro notó la tensión en sus hombros y la manera en que sus ojos se desviaban hacia la ventana, como si estuviera perdida en sus pensamientos.Después de unas horas, Paulina y Alejandro abandonaron el hospital.El sol estaba comenzando a ponerse, y el aire fresco de la tarde les golpeó el rostro mientras salían por la puerta principal.El trayecto de regreso a casa de sus padres transcurrió en completo silencio para Alejandro, quien conducía con la mirada perdida en la carretera.Por otro lado, Paulina miraba por la ventana, perdida en sus propios pensamientos.Recordaba el día en que conoció a Xiomara, la forma en que su hermano había cambiado desde entonces, y cómo su relación había afectado a toda la familia.Se preguntaba si algu
Ximena salió de su cama con pasos apresurados, deslizándose por el suelo de madera pulida de su habitación.Se dirigió hacia las escaleras, cuyos pasamanos de madera rugosa guiaban su camino hacia abajo.—Camila —pronunció con urgencia, resonando en el silencio de la casa, pero no obtuvo respuesta. —¿Alejandro? —preguntó, esperando escuchar el familiar murmullo de Alejandro, pero el vacío le devolvió su eco.Decidida, continuó descendiendo las escaleras, cada paso resonaba en el aire tranquilo de la casa.Finalmente, al llegar a la planta baja, se encontró con la sala de estar.El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas semi abiertas.El sonido que la había despertado parecía emanar de este espacio, instándola a investigar aún más.—¿Luca? —preguntó Ximema al ver a Lucas, quien parecía distante desde hacía algún tiempo. Su mirada perdida reflejaba un peso que no reconocía en él.Lo último que Lucas quería era encontrarse con Ximena, pues a pesar de que su traición ya había
—Qué hijo tan estúpido tengo —murmuró el padre de Paulina y Alejandro con frustración, apretando los puños con impotencia—. Se casó con esa mujer e hizo que ese maldito te hiciera daño, y ahora no es capaz de hacerle daño a ella. ¡Ella debe pagar lo que te hicieron, ojo por ojo! Mi querida Paulina.—Así es —respondió la madre de Paulina con voz firme—. Ella debe pagar por lo que su padre te hizo, mi niña.Paulina sintió un nudo en la garganta mientras sus padres discutían, pero al escuchar las palabras de su madre, sintió una oleada de gratitud y valoración que la reconfortó en medio de su dolor.—Ya tengo algo pensado, papá —dijo Paulina, con la mandíbula tensa y los ojos brillando con anhele. Las cosas no se iban a quedar así. Si Alejandro había renunciado a su venganza, ella no lo haría. —Mañana mismo me encargare de destruir la vida de Ximena y de la estúpida de Camila. El padre de Ximena está vivo y sé dónde está —pronunció con fri
—Hola, hermano —mencionó ella con una sonrisa cautivadora, sus pasos delicados resonaban en el suelo de madera mientras se acercaba a Alejandro.—¿Qué haces aquí? ¿Cómo has estado? —preguntó Alejandro, levantando la mirada del montón de papeles sobre su escritorio, revelando una expresión de sorpresa al ver a Paulina.Ella se sentó con gracia frente a él, deslizando un USB fuera de su bolso con un gesto suave y decidido.—Venía a decirte algo muy importante —dijo Paulina con seriedad, ofreciendo el dispositivo a Alejandro, cuya curiosidad se reflejaba en su expresión.—¿Qué es esto? —preguntó Alejandro, tomando el USB con cautela, mientras observaba a Paulina con atención.—Son pruebas, solo vélas y no preguntes —respondió Paulina con un tono enigmático, su mirada transmitía una pizca de misterio.Alejandro, aún intrigado, insertó el USB en la entrada de su ordenador. Mientras el dispositivo se conectaba, el ambiente se llenó de
Ahora, ver a Ximena hacer lo mismo le provocaba una oleada de furia aún mayor.Él no extendió la mano para tomar la prueba, su semblante endurecido reflejaba una mezcla de incredulidad y furia contenida.Sus puños se cerraron con fuerza a los costados de su cuerpo, mostrando la intensidad de sus emociones reprimidas.—Alejandro, ¿Qué sucede? —preguntó Ximena, con la voz cargada de preocupación y confusión, mientras observaba la reacción de Alejandro con creciente ansiedad.Alejandro estaba por responder cuando la puerta se abrió de golpe, revelando la figura de una muy molesta Camila.Su rostro estaba enrojecido por la ira, y su presencia llenó la habitación con una energía tensa y cargada de hostilidad.Paulina sonrió sombríamente al ver que todo estaba saliendo como lo había planeado.La satisfacción se reflejaba en sus ojos mientras observaba la escena con calma, sabiendo que sus maquinaciones estaban dando frutos. Ah
—Cuida lo que dices. Yo nunca te engañé, nunca lo hice —sus lágrimas caían sin parar, mientras Ximena hablaba con voz quebrada, tratando de hacerse entender entre el torrente de emociones que la embargaban. —Te acostaste conmigo aún sabiendo que era el esposo de Camila. ¿Qué puedo esperar de una mujer tan fácil como tú? ¿Quieres deshacerte de eso que llevas dentro? ¿Quieres dinero? —preguntó Alejandro, sintiendo el peso de sus palabras aplastando su corazón con un dolor indescriptible.—Solo quiero una cosa, Alejandro. Solo quiero algo de ti… —pronunció Ximena con voz entrecortada por la emoción y la resignación.—¿Qué es? —inquirió Alejandro, esperando escuchar una respuesta que no lo hiciera sentir aún más miserable.—Desaparece de mi vida y de la de mi hijo. Tú nunca me amaste, y aunque me duela aceptarlo, yo jamás tendré un lugar en tu corazón, no como tu amada Xiomara. Así que olvida que este bebé es tuyo porque a partir de hoy será solo mío
Alejandro caminó directo a la habitación donde se encontraba Ximena.El pasillo del hospital se extendía ante él, iluminado por la luz fluorescente que parpadeaba intermitentemente, creando sombras en las paredes.Al entrar, se detuvo en la puerta; una figura familiar lo embargó, el mismo sentimiento de angustia y desesperación que experimentó cuando Xiomara estaba en terapia intensiva unas horas antes de fallecer.El aroma a desinfectante impregnaba el aire, mezclado con el tenue murmullo de las máquinas médicas que monitoreaban a los pacientes.Estaba a punto de entrar, pero al final no pudo hacerlo. Aunque deseaba acercarse a ella en su estado inconsciente, solo se quedó en la puerta, observándola con una mezcla de dolor y esperanza.El sonido constante de los latidos del monitor cardíaco llenaba la habitación, recordándole la fragilidad de la vida.—¿No vas a entrar? —preguntó el doctor a su lado, rompiendo el tenso silencio que envolvía la habitación.—¿Ella se pondrá bien? —preg