Horas antes, Alejandro y Ximena estaban tan absortos en su animada conversación que no se dieron cuenta de que Lucas había pasado por el lugar con sus amigos.El bullicio del café no pudo eclipsar su complicidad, mientras reían y gesticulaban con entusiasmo.Parecía que la reunión con sus padres no se había llevado a cabo y Lucas había estado llamando a Ximena durante horas, pero ella no respondió el teléfono.Lucas, desde lejos, observaba intrigado la escena, con el ceño fruncido y una mezcla de emociones encontradas en su rostro. Se sintió invadido por una extraña sensación de incomodidad al ver a Ximena tan cercana a su padrastro. Cada gesto, cada risa compartida, parecía aumentar ese malestar interior en Lucas, que no podía ignorar. Algo no encajaba y estaba decidido a descubrir la verdad.—Lucas, vamos, los demás nos esperan —mencionó Paulina, intentando tomar la mano de Lucas, pero él la rechazó de inmediato.—Sabes que tengo novia,
Ximena salió de la casa de Lucas sintiéndose como una basura. Sus pasos resonaban en el silencio de la noche mientras caminaba hacia la calle en busca de un taxi. Su mente estaba llena de remordimientos y tristeza por lo sucedido. No podía creer cómo las cosas se habían descubierto para Lucas y sabía que su imprudente actitud había dañado años de amistad.Finalmente, logró detener un taxi y se subió, sintiéndose ansiosa por llegar a casa y escapar de todo lo ocurrido. Durante el trayecto, se perdía en sus pensamientos, cuestionándose una y otra vez sus acciones y lamentando las consecuencias que había causado.Al llegar a su casa, Ximena se sorprendió al encontrar las luces apagadas. La oscuridad envolvía el lugar, acentuando su sensación de soledad. Sin embargo, no prestó mucha atención a ese detalle y se dirigió directamente a la cocina en busca de agua para calmar su agitado estado emocional.Pero lo que se encontró allí fue algo que no esperaba en abso
Camila se acurrucó entre los fuertes brazos de Alejandro, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba y el cansancio le ganaba poco a poco. Sus ojos se cerraron lentamente y se quedó dormida, sumergida en un profundo sueño reparador. Mientras tanto, Alejandro abandonó con delicadeza la cama, procurando no despertarla, y se encaminó hacia el baño. El agua caliente caía sobre su cuerpo, disipando la tensión acumulada y devolviéndole vitalidad.Una vez que salió del baño, se dirigió al balcón para disfrutar de un momento de tranquilidad. Encendió un cigarrillo, inhalando el humo con cierto deleite, mientras contemplaba la noche estrellada. Un pensamiento repentino lo hizo voltear la cabeza hacia la cama, donde Camila dormía plácidamente, su rostro iluminado por una suave luz lunar. Sus labios curvaron una leve sonrisa.—Qué estupidez —murmuró Alejandro para sí mismo, mientras tomaba su celular entre las manos y revisaba las notificaciones. Encontró una llamada perdida de Ximena. Apagó su cig
Al entrar en la habitación de Ximena, la encontró sentada en silencio, con los ojos enrojecidos por las lágrimas que amenazaban con caer.—¿Qué quieres? Lárgate con tu amada esposa—.Alejandro se acercó a Ximena, tomándola con ternura entre sus brazos, intentando calmar su dolor.—No puedo dejar a Camila, Ximena. Ella es mi esposa, me casé con ella antes de conocerte a ti —mencionó sincero.Pero Ximena, con la voz entrecortada por la tristeza, le suplicó:—Déjala, Alejandro. Deja a mi madre y quédate conmigo—. Sus ojos reflejaban una mezcla de esperanza y desesperación.Alejandro acarició con delicadeza las mejillas de Ximena entre sus manos, tratando de transmitirle tranquilidad.—No puedo causarle ese dolor a tu madre, Ximena. Solo espera un poco más y le diremos la verdad. Sé paciente, la dejaré. Pero debes comprender que perderás a tu madre cuando lo nuestro salga a la luz.Las lágrimas se desbordaron finalmente por los ojos de Ximena mientras Alejandro la estrechaba aún más entre
—No sé por qué Ximena actúa de esa manera contigo —pronunció Camila con una expresión fruncida, mientras observaba desde el umbral de la puerta cómo Alejandro trabajaba enérgicamente desde su despacho, rodeado de montañas de papeles y libros.El sudor perlaba su frente y su pelo oscuro estaba un poco desordenado. Su mirada, cansada, pero determinada, reflejaba el compromiso que tenía con su trabajo.—No importa, ya encontraré la forma de contentar a tu hija. No quiero que los berrinches de Ximena nos separen —mencionó Alejandro con una voz cansada, poniéndose en pie y caminando hacía, Camila, tomando la mano de Camila y guiándola hacia su regazo, en un intento de ofrecerle consuelo.—Lo siento —susurró Camila, con los ojos llenos de culpa, mirando fijamente los profundos hoyuelos de Alejandro.—¿Por qué lo sientes? ¿Qué pasa, cariño? —preguntó Alejandro, acariciándole el rostro con gesto de ternura. Sus ojos, profundos y oscuros, mostraban la inquietud por Camila.—Es solo que me sie
—Paulina, entra ¿No sé supone que estarías con tu «Amiga»?—mencionó Alejandro con una mueca de bienvenida, acercándose a ella con pasos firmes y envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante. Para él, el abrazo era como un refugio en medio de la tormenta.—Me cansé de escucharla llorar por ti.La voz de Paulina resonó en la habitación, llena de angustia y desilusión. Se veía agotada, como si hubiera cargado el peso de un mundo sobre sus hombros.—Ella no para de decir que ya se cansó de ser tu amante. ¿Querías vengarte de ella? Pues ya lo estás logrando, ambas están locas por ti.Alejandro suspiró profundamente, desviando la mirada hacia el suelo. Sabía que las palabras de Paulina llevaban consigo una verdad incómoda que prefería ignorar. Pero no podía eludir la realidad por más tiempo.—Y no me interesa ninguna de las dos. —La voz de Alejandro sonaba impregnada de hastío y aburrimiento—. Camila es tan mojigata que cada vez que estoy con ella, debo vaciar mi mente. Y Ximena, es ta
Las cadenas que lo sujetaban gruñendo con cada uno de sus movimientos.La luz tenue que se filtraba a través de una pequeña ventana iluminaba su rostro angustiado y cubierto de heridas. Alejandro, con los ojos enrojecidos y llenos de ira, se acercó lentamente.—¿Por qué habría de hacerlo? Te atrapé después de años en los que fingiste tu propia muerte, más tuviste que aparecer hace tres años y quitarme a mi familia. Ahora pagarás por cada atrocidad cometida —expresó Alejandro, con su voz cargada de ira.Su mirada se clavó en el prisionero, buscando rastros de remordimiento en sus ojos, pero solo encontró una mirada vacía y desprovista de humanidad.El prisionero, con los músculos tensos por el miedo, soltó un gemido ahogado y trémulo en un intento inútil de soltarse de las ataduras. El aroma a humedad y decadencia llenaba el aire, intensificando el ambiente opresivo del sótano.Alejandro caminó despacio hacia una mesa cercana, donde había dejado las pinzas. La fría superficie metálica
Era la noche oscura y silenciosa cuando Alejandro finalmente llegó a su casa, con las luces apagadas y una sensación de incomodidad que lo acompañaba. Su mente estaba llena de pensamientos y emociones encontradas, mientras caminaba hacia la cocina con pasos cansados. El peso de sus decisiones y acciones pasadas se hacía cada vez más evidente.Suspiró profundamente antes de dirigirse al grifo y llenar un vaso de agua. Cada sorbo parecía llevar consigo el sabor amargo de la desesperación que sentía en su interior. Estar en esa casa, en ese lugar que solía ser su hogar, ya no le traía ninguna paz. Era como si se encontrara atrapado en un laberinto oscuro del que no podía escapar.En ese momento, Ximena entró a la cocina, con el rostro impregnado de una mezcla de cansancio y tristeza. Alejandro la miró, tratando de encontrar las palabras adecuadas para romper el incómodo silencio que los envolvía.—Hola —mencionó Ximena en tono suave, con una pequeña sonrisa que intentaba disimular su