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Capítulo 3: La Propuesta Inesperada

Don Samuel llega a su casa después de la tensa reunión con Don Mario. Su mente está llena de pensamientos, sabiendo que la conversación con su esposa y su hija será difícil. Aunque Isabella aún no conoce a Leonardo, el matrimonio arreglado parece ser la única solución para salvar la empresa.

Don Samuel entra al salón y encuentra a su esposa, Doña Rosa, y a su hija, Isabella, sentadas en el sofá. Ambas levantan la vista cuando lo ven entrar con una expresión preocupada.

Doña Rosa(preocupada):

—Samuel, ¿qué sucede? Te ves alterado.

Don Samuel (tomando asiento, suspirando):

—La situación es más grave de lo que pensábamos, Carmen. Si no hacemos algo pronto, perderemos todo lo que hemos construido. La empresa está al borde de la quiebra.

Isabella (frunciendo el ceño):

—¿Qué quieres decir, papá? ¿Qué está pasando con la empresa?

Don Samuel (mirando a su hija con gravedad):

—Hoy me reuní con Don Mario Montiel... nuestro principal rival. La situación de su empresa es igual de mala. Hemos discutido una posible solución para ambas familias.

Isabella (confundida):

—¿Una solución con Don Mario? Pero ustedes son rivales, no entiendo.

Doña Rosa(mirando con preocupación a su esposo):

—¿Qué tipo de solución, Samuel?

Don Samuel (respirando hondo, preparándose para lo que va a decir):

—Una alianza. Si unimos nuestras empresas, podremos evitar la quiebra. Pero no solo eso… Para sellar esta alianza, Don Mario propuso que su hijo y nuestra hija se casen.

Isabella (levantándose bruscamente):

—¿Qué? ¿Estás hablando en serio, papá? ¡Ni siquiera conozco a ese hombre! ¡Esto es una locura!

Don Samuel (manteniendo la calma):

—Lo sé, Isabella. Sé que esto es algo inesperado y difícil de aceptar, pero debemos verlo desde la perspectiva empresarial. Si nuestras familias no se unen, ambas empresas caerán, y no habrá vuelta atrás.

Isabella (indignada):

—¿Cómo esperas que me case con alguien a quien nunca he visto en mi vida? ¡Esto es un matrimonio de conveniencia!

Doña Rosa (tratando de calmarla):

—Hija, entiendo que es un shock para ti, pero tu padre está en lo correcto. La situación es desesperada.

Isabella (con incredulidad):

—¡¿Cómo pueden pedirme algo así?! ¡¡No puedo creer que piensen que esto es una solución! Mi vida no es un negocio, papá. ¡Soy una persona!

Don Samuel (con voz calmada pero firme):

—Tienes razón, Isabella, y créeme, esto no es lo que yo hubiera querido para ti. Pero la realidad es que estamos en una situación límite. Mario Montiel y yo acordamos que un matrimonio entre nuestras familias sería la forma más sólida de evitar que las empresas colapsen. Es un movimiento estratégico, no solo para nosotros, sino para las generaciones futuras.

Isabella (con lágrimas en los ojos):

—¿Y qué pasa con lo que yo quiero? No me conoces, no sabes lo que siento, no sabes lo que quiero en la vida. ¿Cómo puedes decidir algo tan importante por mí?

Doña Rosa (suavemente):

—Isabella, lo último que queremos es hacerte daño, pero a veces en la vida hay decisiones difíciles que tomar. Sé que no lo conoces, pero tal vez… Tal vez podrías darle una oportunidad. Este matrimonio no tiene que ser una condena. Puede ser una nueva oportunidad para ambas familias.

Isabella (negando con la cabeza, furiosa):

—¡No quiero oportunidades, mamá! ¡Quiero tener control sobre mi vida! ¡No soy una moneda de cambio!

Don Samuel (con tono más suave, entendiendo el dolor de su hija):

—Lo sabemos, Isabella. Pero te pedimos que consideres esto. No se trata solo de nosotros, se trata de todas las personas que dependen de nuestra empresa, de sus trabajos. Si caemos, ellos también caerán. Es una responsabilidad enorme, lo sé… Pero confío en que eres lo suficientemente fuerte para entender la gravedad de la situación.

Isabella (respirando profundamente, tratando de calmarse):

—Esto no es justo, papá. No debería ser mi responsabilidad salvar la empresa. No es mi culpa que las cosas hayan salido mal.

Doña Rosa (con ternura):

—No es tu culpa, amor, y no deberías tener que cargar con este peso. Pero a veces la vida no nos da muchas opciones, y tenemos que hacer sacrificios por el bien común.

Isabella (con voz temblorosa):

—¿Y si todo esto sale mal? ¿Qué pasa si después de casarme con él, las cosas siguen mal o, peor aún, si no podemos llevarnos bien?

Don Samuel (con voz tranquilizadora):

—No podemos predecir el futuro, hija, pero sí podemos hacer lo mejor para asegurar que nuestras familias tengan una oportunidad. Si aceptas conocer a Leonardo Montiel, tal vez las cosas no sean tan terribles como imaginas. Es un hombre joven, como tú, y puede que haya más en común entre ustedes de lo que piensas.

Isabella (con resignación):

—No sé si puedo hacer esto... pero si no lo hago, todo lo que nuestra familia ha construido se perderá.

Doña Rosa (tomando la mano de Isabella):

—Tienes tiempo para pensarlo. No te estamos pidiendo que decidas ahora mismo, solo que consideres la posibilidad.

Isabella (suspirando):

—Lo pensaré, pero no prometo nada.

Don Samuel (con un suspiro de alivio):

—Eso es todo lo que te pedimos, hija. Gracias.

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