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Capítulo 4 La propuesta

Don Mario, tras la tensa conversación con Don Samuel Colmenares, vuelve a su hogar con una preocupación evidente. Tiene que hablar con su familia sobre lo que acaba de acordar con su rival. Al entrar a la sala de su casa, ve a su esposa, Doña Victoria, y a su hijo Leonardo, que lo esperan para cenar. El ambiente familiar está cargado, aunque aún nadie sabe lo que Mario está por decirles.

Doña Victoria (notando la preocupación en su esposo):

—Mario, ¿qué ocurre? Te veo más preocupado de lo normal.

Don Mario (con un suspiro profundo, mientras toma asiento en la cabecera de la mesa):

—Hoy tuve una reunión con Don Samuel Colmenares.

Leonardo (sorprendido, frunciendo el ceño):

—¿Con Samuel? Creí que no querías volver a hablar con él... ¿De qué hablaron?

Don Mario (mirando a su hijo con seriedad):

—De nuestras empresas. Estamos al borde de la quiebra, Leo. Tanto la nuestra como la de Samuel. Si no actuamos rápido, lo perderemos todo.

Doña Victoria (sorprendida):

—¿Qué dices, Mario? ¿Cómo es posible que ambas empresas estén en esa situación?

Don Mario (con el ceño fruncido):

—Las malas inversiones, la situación del mercado... todo nos ha afectado. No es solo cuestión de nuestra empresa; es una crisis que afecta a muchas. Samuel y yo hemos decidido que la única manera de salvar lo que hemos construido es unir fuerzas.

Leonardo (cruzando los brazos, claramente incómodo):

—¿Unir fuerzas? ¿Cómo piensan hacer eso? Siempre han sido rivales. ¿De qué forma piensas asociarte con los Colmenares?

Don Mario (mirando a su hijo con seriedad):

—Lo hemos decidido... a través de una alianza matrimonial.

Doña Victoria (con los ojos muy abiertos):

—¿Una alianza matrimonial? ¿Estás sugiriendo lo que creo que estás sugiriendo?

Leonardo (levantando una ceja, incrédulo):

—¿Qué estás diciendo, papá?

Don Mario (mirando a ambos, firme):

—Leonardo, Samuel y yo hemos acordado que para salvar nuestras empresas, tú te casarás con su hija, Isabella Colmenares.

Leonardo (impactado, levantándose de su silla):

—¡¿Qué?! ¡Papá, ¡eso es absurdo! ¡Ni siquiera conozco a esa mujer!

Doña Victoria (con tono preocupado):

—Mario, esto es una locura. No puedes pedirle a Leo que se case con alguien que nunca ha visto.

Leonardo (mirando a su padre, claramente angustiado):

—¿Y qué pasa con Valeria? Papá, estamos en una relación. ¿Cómo esperas que le diga que me voy a casar con otra mujer?

Don Mario (cruzando los brazos, serio):

—Hijo, ya te lo he dicho. Este matrimonio con Isabella es la única manera de salvar lo que tenemos. Valeria no tiene el prestigio ni el poder que necesitamos para salir de esta crisis.

Leonardo (alzando la voz, incrédulo):

—¡¿Eso es todo lo que te importa?! ¿El prestigio? ¿El poder? ¡¡Valeria es más que eso! Llevamos juntos dos años, papá. Yo la amo.

Don Mario (mantiendo su compostura):

—Sé que es difícil, pero el amor no salvará a nuestra empresa, Leonardo. Valeria no es suficiente para lo que necesitamos en este momento. Tienes que ver la situación con claridad. Un compromiso con Isabella Colmenares nos daría la fuerza para estabilizar todo. Es una alianza estratégica, no solo una cuestión personal.

Leonardo (frustrado, pasando las manos por su cabello):

—Papá, no puedes pedirme que abandone a Valeria así como así. ¡Esto no es justo! ¿Cómo se supone que voy a romperle el corazón? Ella no tiene la culpa de todo esto.

Doña Victoria (mirando a su esposo con preocupación):

—Mario, tal vez deberíamos reconsiderar esto. Romper el compromiso con Valeria no será fácil para Leo, y tampoco para la familia de ella.

Don Mario (con firmeza, mirando a su hijo):

—Victoria, hemos tomado esta decisión porque es la única salida viable. Leonardo, entiendo que esto es complicado, pero en momentos como estos, debemos pensar en el futuro de nuestra familia, no solo en lo que sentimos. A veces, los sacrificios son necesarios.

Leonardo (con los ojos llenos de frustración, bajando la cabeza):

—¿Sacrificios? ¿Quieres que sacrifique mi felicidad por un acuerdo de negocios?

Don Mario (acercándose a su hijo, con un tono más conciliador):

—Lo que te estoy pidiendo es que pienses en el legado de nuestra familia. Yo también tuve que tomar decisiones difíciles en su momento. Y créeme, no fue fácil. Pero, si no hacemos esto, podríamos perder todo lo que hemos trabajado durante generaciones. No solo nosotros, sino cientos de familias que dependen de nuestras empresas.

Leonardo (levantando la mirada, con dolor):

—¿Y Valeria? ¿Cómo le digo que nuestro futuro juntos ya no existe? ¿Que todo fue por un maldito negocio?

Don Mario (suspirando, firme):

—Termina con ese compromiso, hijo. Es lo mejor. Lo entenderá con el tiempo. La familia de Valeria no tiene el prestigio ni la influencia que necesitamos en este momento. Este matrimonio con Isabella es lo que mantendrá a flote nuestra empresa.

Leonardo (sacudiendo la cabeza, incrédulo):

—¿Entenderá con el tiempo? No lo creo. Esto la destruirá, papá. ¿Cómo voy a mirarla a los ojos y decirle que nuestro amor no fue suficiente?

Doña Victoria (tocando suavemente el brazo de su hijo):

—Leo, sé que esto es difícil. Ninguno de nosotros quiere verte en esta situación, pero como dijo tu padre, estamos entre la espada y la pared. A veces, el amor no es suficiente cuando hay tanto en juego.

Leonardo (mirando a su madre con tristeza):

—¿Cómo puedes decir eso, mamá? Siempre pensé que el amor lo era todo.

Don Mario (con tono serio):

—Hijo, en otro momento, tal vez lo sería. Pero no en esta situación. Tienes que entender que este matrimonio no se trata solo de nosotros, sino de la estabilidad de nuestras empresas, de las personas que dependen de ellas. Es una decisión por el bien mayor.

Leonardo (respirando hondo, tratando de mantener la calma):

—Así que simplemente debo renunciar a mi felicidad, ¿verdad?

Don Mario (mirando a su hijo con firmeza):

—No te estoy pidiendo que renuncies a tu felicidad, Leonardo. Te estoy pidiendo que hagas lo correcto para nuestra familia y para todos aquellos que dependen de nosotros. Lo sé, es difícil. Pero debes tomar esta decisión con la cabeza fría.

Leonardo (con voz apagada):

—Romperé con Valeria... pero no te prometo que esto saldrá bien, papá. No sé si puedo vivir con esto.

Don Mario (suspirando, comprensivo):

—Lo sé, hijo. Lo sé. Pero confío en que, con el tiempo, entenderás que fue la decisión correcta.

Leonardo (sin fuerzas, sentándose en una silla, mirando al suelo):

—No puedo creer que esté haciendo esto...

Doña Victoria (tomando la mano de Leonardo):

—Leo, estamos aquí para apoyarte en todo lo que venga. No estás solo en esto, aunque lo parezca. Vamos a salir adelante, juntos.

Leonardo (con una mezcla de resignación y tristeza):

—Espero que valga la pena… Porque estoy a punto de perderlo todo.

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