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Capitulo 6: El primer encuentro

Mansión Colmenares, el gran salón está preparado para la reunión. El ambiente es elegante, pero hay una tensión palpable en el aire. Don Mario Montiel llega con Leonardo, mientras que Don Samuel Colmenares y su esposa, Doña Rosa, esperan en la entrada. Isabella está en su habitación, sin saber aún que conocerá a su futuro esposo esa noche.

Don Samuel (recibiendo a Don Mario con una sonrisa forzada):

—Mario, me alegra que hayas llegado puntualmente. Es un día importante para ambos.

Don Mario (con una expresión seria, extendiendo la mano):

—Samuel, aquí estamos. Sabemos lo que está en juego.

Don Samuel (mirando a Leonardo):

—Ah, y este debe ser tu hijo, Leonardo. He escuchado mucho sobre ti.

Leonardo (asintiendo, con una sonrisa cortés):

—Es un placer, señor Colmenares. Espero que esta reunión sea beneficiosa para ambas familias.

Doña Rosa (interviniendo suavemente, con una sonrisa amable):

—Leonardo, Isabella está arriba preparándose. Pronto bajará a conocerte. Estamos seguros de que será una alianza que beneficiará a todos.

Leonardo (disimulando su incomodidad):

—Estoy seguro de que así será, señora Colmenares.

Don Mario (cambiando de tema rápidamente):

—Bueno, antes de que comencemos a hablar de lo personal, ¿por qué no discutimos los términos del acuerdo? Sabemos que ambas empresas están pasando por momentos complicados, y esta alianza podría ser lo que necesitamos para evitar la quiebra.

Don Samuel (asintiendo, guiando a todos hacia el salón):

—Por supuesto. Creo que es importante que seamos claros sobre lo que cada uno espera de esta alianza. Nuestras empresas han sido rivales por años, pero ha llegado el momento de unir fuerzas.

Doña Rosa (dirigiéndose a su esposo):

—Samuel, ¿crees que Isabella esté preparada para esto? No hemos hablado con ella en detalle sobre el compromiso.

Don Samuel (suspirando, con un gesto de resignación):

—No hay elección, Elisa. Si no hacemos esto, todo lo que hemos construido se desmoronará. Isabella lo entenderá con el tiempo.

Don Mario (con una expresión fría):

—Lo mismo le dije a Leonardo. A veces, debemos hacer sacrificios por el bien de nuestras familias. Él lo entiende.

Leonardo (con una leve expresión de molestia):

—Entiendo que es lo correcto para la empresa, pero no es fácil aceptar que mi vida personal esté siendo negociada como un contrato más.

Doña Rosa (mirando a Leonardo con comprensión):

—Lo sé, joven, pero las familias como las nuestras deben pensar en el futuro. Y este matrimonio es la clave para asegurar ese futuro.

Don Samuel (interviniendo, cambiando el tono):

—Lo importante es que ambas partes salgan ganando. Las acciones de nuestras empresas se verán fortalecidas, los rumores de quiebra se disiparán, y tendremos la estabilidad que necesitamos para seguir adelante.

Leonardo (murmurando, pero audible):

—Estabilidad a costa de nuestras vidas.

Don Mario (girándose hacia su hijo, con firmeza):

—Ya lo hemos hablado, Leonardo. Esto no es negociable. Debes hacer lo que es mejor para la familia, incluso si no es lo que deseas.

En ese momento, las puertas del salón se abren, e Isabella entra tímidamente. Sus ojos se encuentran con los de Leonardo por primera vez. Ambos se miran con sorpresa y algo de nerviosismo. La tensión en la sala aumenta.

Doña Rosa (con una sonrisa, rompiendo el silencio):

—Isabella, cariño, ven aquí. Quiero que conozcas a Leonardo, el hijo de Don Mario Montiel.

Isabella (acercándose lentamente, aún algo nerviosa):

—Es un placer conocerte, Leonardo.

Leonardo (inclinando la cabeza, respondiendo con cortesía):

—El placer es mío, Isabella. He escuchado mucho sobre ti.

Don Samuel (frotándose las manos, claramente satisfecho con la escena):

—Bien, ahora que estamos todos aquí, creo que es el momento de brindar por esta nueva alianza.

Don Mario (alzando su copa):

—Por el futuro de nuestras familias y nuestras empresas.

Leonardo e Isabella (ambos con miradas cruzadas, incómodos):

—Por el futuro.

Isabella (murmurando hacia Leonardo mientras brindan):

—¿Tú sabías de esto?

Leonardo (asintiendo con gravedad):

—Sí, lo supe hace poco... Y tú, ¿estás de acuerdo con todo esto?

Isabella (mordiéndose el labio, dudosa):

—No, no del todo. Pero parece que no tenemos muchas opciones, ¿verdad?

Leonardo (con una sonrisa amarga):

—Parece que nuestras vidas están ya decididas.

Isabella (tratando de mantener la calma):

—Supongo que lo mejor será hacer lo que nuestros padres esperan de nosotros... al menos, por ahora.

Leonardo (suspirando):

—Sí, por ahora.

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