2. Lilakuu

2

Evelyn

Las risas sofocadas y las miradas burlonas estaban ahí, como siempre. La gente quería seguir divirtiéndose a costa de la loba muda de la manada. Pero la ceremonia ya había comenzado, y se suponía que todos los lobos machos debían mantenerse al margen mientras las lobas se desnudaban y caminaban hacia lo profundo del bosque para buscar a sus posibles compañeros.

Me sentía más sola que nunca. Hace diecisiete años, una familia de delta me encontró al lado del camino. Los primeros cuatro años fueron buenos... hasta que tuvieron que ir a la guerra y caí en la miseria.

Todos me veían como una niña m*****a y comenzaron a llamarme así. Cuando el antiguo alfa y la Luna murieron en un accidente, las cosas simplemente empeoraron.

—¿Por qué mejor no te mueres? —me decían algunos aldeanos. —Eres una niña m*****a, vete. No me toques —me espetó una compañera en el colegio.

Siempre tuve que esconderme, vivir en los rincones como una rata... siempre en la oscuridad.

Si los omegas eran el último peldaño, yo iba detrás de la ambulancia.

Un gruñido profundo y fuerte retumbó en el aire. No era un sonido común; tenía una fuerza tan avasalladora que hizo temblar el suelo bajo mis pies. La risa se apagó de golpe. El silencio se expandió como una sombra, pesado, denso. Todos se quedaron congelados en sus lugares.

Me encogí más en el rincón oscuro donde me escondía, queriendo fusionarme con la pared, deseando desaparecer. Mis piernas temblaban, mi respiración era errática, y el miedo me anudaba el estómago. Algo estaba mal.

—¿Es el alfa? —susurró alguien cerca, con un deje de temor.

—Alfa Magnus, necesita… —intentó decir una loba con una sonrisa coqueta, acercándose con intención evidente, pero fue completamente ignorada. Él pasó junto a ella como si no existiera.

Mis manos se cerraron en puños sobre mi falda. El aire a mi alrededor se volvió denso, cargado con su presencia. Magnus. No lo había visto de cerca en mucho tiempo. No tenía motivos para cruzarme con él, y mucho menos ahora.

“¿Por qué parece que viene hacia donde estoy?”

El pensamiento me golpeó con fuerza, y sentí que podía desmayarme en cualquier momento. Su mirada, afilada y llena de determinación, estaba fija en mi escondite. El miedo se transformó en un torrente de emociones desconocidas que me dejaron sin aire. Mi cuerpo entero estaba paralizado, mis sentidos a flor de piel.

Cuando se detuvo frente a mí, el mundo dejó de moverse. Sus ojos, dos pozos oscuros y penetrantes, me recorrieron con intensidad. No entendía qué pasaba, por qué me miraba así, por qué ignoraba al resto de las lobas para enfocarse en mí.

Entonces, supe que algo estaba a punto de cambiar para siempre.

El alfa olfateó el aire y gruñó de nuevo, y mis piernas podrían ceder si no estuviera apoyada en la pared.

—A-alfa… —tartamudeé sin entender.

Al mismo tiempo, la gente comenzó a alborotarse.

—El alfa siempre se salta las ceremonias, ¿qué hace aquí? —comenzaron a cuestionar.

—No viene porque se supone que solo su compañera es la destinada a ser la madre de sus cachorros.

—¿Qué? —preguntó otra loba, incrédula.

—Pensé que era solo un mito —dijo con incredulidad una joven loba.

Podía escucharlos a todos, pero al mismo tiempo era como si estuvieran lejos.

—¡Compañera! —gruñó el alfa, acercando su rostro a mi cuello y colocando sus manos en mis caderas para evitar que cayera al suelo.

Y allí fue cuando lo olió… sándalo.

Su loba pateaba el suelo en su mente, pero no dijo nada. Sin embargo, ella pudo entenderla.

—¿Es nuestro mate? —le pregunté a la loba, pero un aliento tibio en mi cuello me distrajo.

—¡Alfa! —Intenté llamarlo de nuevo, pero simplemente no me escuchaba—. Reacciona, alfa… por favor.

Podía sentir las miles de miradas encima de nosotros, deteniendo la ceremonia, pero el instinto de los lobos era fuerte, especialmente en luna llena, y pronto las feromonas de las lobas comenzaron a llenar el aire. Los lobos pronto dejaron de ver a su alfa y a mí.

Los colmillos del alfa se alargaron y sus ojos brillaron como dos rubíes. Por instinto, mis colmillos también salieron, y mordí a mi alfa.

Nos habíamos marcado.

Se alejó un poco de mí, sus labios brillando con mi sangre, y jadeé… eso era lo más erótico que había visto en mi vida.

De repente, el alfa se convirtió en lobo frente a mis ojos, destrozando su ropa, y un bello lobo marrón y blanco se alzó ante mí. Rugió con fuerza.

Su mandato fue claro y exigió mi cambio. Mi cuerpo parecía obedecerlo como un titiritero a su títere.

Huesos crujieron y se deformaron, mi pelaje creció por todo mi cuerpo, y mi loba plateada tomó el mando, enredándose con el lobo del alfa. Mi conciencia estaba presente, podía verlos, pero en un segundo plano.

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