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Evelyn Las risas sofocadas y las miradas burlonas estaban ahí, como siempre. La gente quería seguir divirtiéndose a costa de la loba muda de la manada. Pero la ceremonia ya había comenzado, y se suponía que todos los lobos machos debían mantenerse al margen mientras las lobas se desnudaban y caminaban hacia lo profundo del bosque para buscar a sus posibles compañeros. Me sentía más sola que nunca. Hace diecisiete años, una familia de delta me encontró al lado del camino. Los primeros cuatro años fueron buenos... hasta que tuvieron que ir a la guerra y caí en la miseria. Todos me veían como una niña m*****a y comenzaron a llamarme así. Cuando el antiguo alfa y la Luna murieron en un accidente, las cosas simplemente empeoraron. —¿Por qué mejor no te mueres? —me decían algunos aldeanos. —Eres una niña m*****a, vete. No me toques —me espetó una compañera en el colegio. Siempre tuve que esconderme, vivir en los rincones como una rata... siempre en la oscuridad. Si los omegas eran el último peldaño, yo iba detrás de la ambulancia. Un gruñido profundo y fuerte retumbó en el aire. No era un sonido común; tenía una fuerza tan avasalladora que hizo temblar el suelo bajo mis pies. La risa se apagó de golpe. El silencio se expandió como una sombra, pesado, denso. Todos se quedaron congelados en sus lugares. Me encogí más en el rincón oscuro donde me escondía, queriendo fusionarme con la pared, deseando desaparecer. Mis piernas temblaban, mi respiración era errática, y el miedo me anudaba el estómago. Algo estaba mal. —¿Es el alfa? —susurró alguien cerca, con un deje de temor. —Alfa Magnus, necesita… —intentó decir una loba con una sonrisa coqueta, acercándose con intención evidente, pero fue completamente ignorada. Él pasó junto a ella como si no existiera. Mis manos se cerraron en puños sobre mi falda. El aire a mi alrededor se volvió denso, cargado con su presencia. Magnus. No lo había visto de cerca en mucho tiempo. No tenía motivos para cruzarme con él, y mucho menos ahora. “¿Por qué parece que viene hacia donde estoy?” El pensamiento me golpeó con fuerza, y sentí que podía desmayarme en cualquier momento. Su mirada, afilada y llena de determinación, estaba fija en mi escondite. El miedo se transformó en un torrente de emociones desconocidas que me dejaron sin aire. Mi cuerpo entero estaba paralizado, mis sentidos a flor de piel. Cuando se detuvo frente a mí, el mundo dejó de moverse. Sus ojos, dos pozos oscuros y penetrantes, me recorrieron con intensidad. No entendía qué pasaba, por qué me miraba así, por qué ignoraba al resto de las lobas para enfocarse en mí. Entonces, supe que algo estaba a punto de cambiar para siempre. El alfa olfateó el aire y gruñó de nuevo, y mis piernas podrían ceder si no estuviera apoyada en la pared. —A-alfa… —tartamudeé sin entender. Al mismo tiempo, la gente comenzó a alborotarse. —El alfa siempre se salta las ceremonias, ¿qué hace aquí? —comenzaron a cuestionar. —No viene porque se supone que solo su compañera es la destinada a ser la madre de sus cachorros. —¿Qué? —preguntó otra loba, incrédula. —Pensé que era solo un mito —dijo con incredulidad una joven loba. Podía escucharlos a todos, pero al mismo tiempo era como si estuvieran lejos. —¡Compañera! —gruñó el alfa, acercando su rostro a mi cuello y colocando sus manos en mis caderas para evitar que cayera al suelo. Y allí fue cuando lo olió… sándalo. Su loba pateaba el suelo en su mente, pero no dijo nada. Sin embargo, ella pudo entenderla. —¿Es nuestro mate? —le pregunté a la loba, pero un aliento tibio en mi cuello me distrajo. —¡Alfa! —Intenté llamarlo de nuevo, pero simplemente no me escuchaba—. Reacciona, alfa… por favor. Podía sentir las miles de miradas encima de nosotros, deteniendo la ceremonia, pero el instinto de los lobos era fuerte, especialmente en luna llena, y pronto las feromonas de las lobas comenzaron a llenar el aire. Los lobos pronto dejaron de ver a su alfa y a mí. Los colmillos del alfa se alargaron y sus ojos brillaron como dos rubíes. Por instinto, mis colmillos también salieron, y mordí a mi alfa. Nos habíamos marcado. Se alejó un poco de mí, sus labios brillando con mi sangre, y jadeé… eso era lo más erótico que había visto en mi vida. De repente, el alfa se convirtió en lobo frente a mis ojos, destrozando su ropa, y un bello lobo marrón y blanco se alzó ante mí. Rugió con fuerza. Su mandato fue claro y exigió mi cambio. Mi cuerpo parecía obedecerlo como un titiritero a su títere. Huesos crujieron y se deformaron, mi pelaje creció por todo mi cuerpo, y mi loba plateada tomó el mando, enredándose con el lobo del alfa. Mi conciencia estaba presente, podía verlos, pero en un segundo plano.3Evelyn5 años despuésUn dolor sordo en mi estómago me hizo doblarme en dos en medio de la sala de estar. Los papeles que tenía en la mano cayeron al suelo.—¡Mierda! —murmuré entre dientes, sin poder evitarlo.Sofía, que estaba a mi lado, me miró con preocupación.—Creo que mi hermano está con Serena —susurró en voz baja.Desde que me convertí forzosamente en la Luna, todo había cambiado entre Sofía, la princesa de la manada, y yo, una simple esclava. El consejo de ancianos exigió que cumpliera mi papel, aunque nunca hubo una ceremonia. Pero el Alfa ya me había marcado aquella noche de luna llena.Respiré hondo, tratando de ahogar el dolor. Nunca es tan fuerte, así que sé que no es sexo… pero igual duele, y mi corazón se resiente.—Estoy bien. Lleva los papeles a la oficina y habla con el Beta para que organicen la ayuda en la frontera —dije con una sonrisa forzada.Sin esperar respuesta, giré sobre mis talones y me dirigí al despacho de Magnus. El supuesto todopoderoso.
4 Magnus Lo vi irse, y por un momento, tuve el impulso de levantarme y salir tras ella. Pero no lo hice. Serena se acercó de nuevo, y aunque mi cuerpo me pedía apartarla, no pude. La sentí en mi regazo, cálida y familiar, como una constante en mi vida. Pero algo en mí no estaba bien. Algo me hacía retenerme. "Eres un idiota", refunfuñó Cerverus, mi lobo, su voz áspera y cargada de desaprobación. "Cállate", le respondí, apretando los dientes, sintiendo cómo su queja se esparcía por mi mente. "Serena es nuestro amor, siempre lo ha sido", le recordé, aunque sabía que mis palabras no eran suficientes para calmarlo. "Solo el tuyo", contestó de mala gana, retirándose a un rincón en el fondo de mi mente, como si no quisiera saber nada más. Pero su presencia seguía allí, incómoda, incompleta. —Estás distraído —ronroneó Serena, sus palabras suaves mientras se acomodaba sobre mí. Sentí cómo su cuerpo se pegaba al mío, buscando la cercanía que solíamos tener. Pero al intentar besarme
5EvelynLa angustia en mi pecho aumentó mientras el doctor me miraba, y algo en su actitud me incomodaba, como si quisiera juzgarme, como si mi presencia no fuera bien recibida. Pero cuando sus ojos finalmente se fijaron en Kasius, su rostro cambió. Su mirada se suavizó, y por un breve momento, me sentí como si él viera lo que yo veía, como si sintiera lo que yo sentía por mi hijo.—¿Qué tiene mi hijo? —pregunté, las palabras saliendo apresuradamente, como si de ellas dependiera su vida. La respuesta que esperaba nunca llegó en forma de consuelo, sino como una sentencia fría y directa.—Kasius tiene un virus que está deteriorando su sistema nervioso y sus pulmones con bastante rapidez —dijo el médico, sin rodeos. Cada palabra fue como un golpe directo en mi pecho—. Tiene que inyectar equinácea con suma urgencia o el joven alfa puede morir.La noticia me paralizó, y por un segundo, no pude moverme. Mi hijo... puede morir... Mi mente comenzó a girar a mil por hora, buscando solucio
6EvelynQuise caminar más, pero tres guardias me retuvieron con brusquedad. Antes de que pudiera reaccionar, me lanzaron al suelo, con las manos fuertemente presionando mis brazos. —Perra… ¿Crees que puedes entrar como lolita por su casa? — preguntó uno de los guardias, su tono burlesco perforando la calma que intentaba mantener.—Soy tu luna… No tienes derecho a tratarme de esa manera — le dije con dificultad, sintiendo cómo mi cuerpo se resistía a la presión de sus manos. Pero mi determinación no vacilaba.Otro de los guardias se abofeteó la cara, como si yo fuera la esclava sumisa de hace cinco años. Un hilo de sangre bajó por la comisura de mi boca por el impacto, pero no le presté atención. Sabía que no podía perder tiempo con ellos.—Necesito esa medicina y van a dármela. La vida del heredero al trono está en juego —les amenacé, con la voz cargada de urgencia.—¿De verdad piensas que vamos a creer eso? Solo eres una esclava jugando a ser luna —se burlaron, y sus risas ll
7EvelynYa habían pasado tres semanas desde el incidente en la farmacia, pero los murmullos aún no cesaban. Todos seguían hablando de cómo el Alfa me había defendido, algo inusual en nuestra manada. Normalmente, el Alfa no intervenía tan directamente en asuntos de su Luna, pero Magnus lo había hecho sin dudar.Yo, por mi parte, ignoraba los chismes y continuaba con mi vida. Cuidar de mis hijos y de la manada era mi prioridad, y estar sin hacer nada simplemente no era lo mío.Ese día fui al hospital para continuar con mis labores. A pesar de las miradas extrañas que me lanzaban algunos, nadie se negaba a recibir atención. Estaba acostumbrada a esas miradas y ya no me afectaban.Mientras terminaba de comer un sándwich en la sala de descanso, escuché que alguien pronunciaba mi nombre. Levanté la vista y giré la cabeza para encontrarme con la señora Norris, una mujer mayor de la manada que siempre llevaba una expresión de preocupación en el rostro.—¿Sucede algo? —pregunté, poniéndo
8Evelyn Al regresar a la casa principal, noté que los preparativos para la Luna Lilakuu ya estaban en marcha. El aire estaba cargado de expectación, los lobos se movían de un lado a otro preparando los rituales y decorando el claro donde se celebraría la noche sagrada. Pero todo eso quedó en segundo plano cuando vi a Annie corriendo hacia mí.Su rostro estaba pálido, sus ojos reflejaban puro terror.—Luna Evelyn… no consigo a las niñas —jadeó con angustia, aferrándose a mis brazos como si temiera desplomarse.El mundo pareció detenerse.—¿Qué? —Mi voz salió temblorosa, sintiendo cómo el color se escapaba de mi rostro.Kristal y Kristen… mis pequeñas.El pánico me golpeó como un vendaval.—¡Llama a Orión y busquen a Kristal y Kristen, YA! —grité con desesperación mientras mi mente se llenaba de escenarios aterradores.Sin perder tiempo, me lancé a buscarlas por todos lados. Mi corazón latía con fuerza, un nudo de ansiedad se apretaba en mi pecho. Mis niñas eran traviesas, pe
9Evelyn Al observar bien a esos lobos, me di cuenta de que eran carroñeros, lobos solitarios que no formaban manada. Su mirada fija en mí me heló la sangre, pero no dejé que me dominara el miedo.—¿Qué quieres? —les pregunté, caminando en círculos mientras me acercaba al río. La corriente estaba más rápida, enloquecida por la reciente lluvia, y me dio la sensación de que la naturaleza misma estaba alerta.Uno de ellos dio un paso adelante, con una sonrisa perversa en su rostro.—Quiero a una esclava como tú… Mi alfa estaría encantada contigo. —dijo con desdén.—¿Alfa? —pregunté, sorprendida por sus palabras. La mención de un alfa en ese grupo de lobos renegados me desconcertó. Estos lobos no deberían tener un alfa. Algo no encajaba.—Estos lobos no deberían tener alfa. ¿Qué está pasando? —murmuré para mí misma, incapaz de entender la situación.Uno de los hombres avanzó hacia mí, un brillo malicioso en su mirada.—Cállate y desnúdate —ordenó, sin inmutarse. Di un paso atrás,
1 Evelyn Hoy comienza el mes más importante del año para nuestra especie, los hombres lobo. Incluso para nosotros, los esclavos, es un tiempo de cambio… aunque no siempre a nuestro favor. —Evelyn, vamos, apúrate o nos van a castigar si nos retrasamos —me urgió Olga, otra de las esclavas con la que compartía cuarto. Su voz era un susurro nervioso, pero el miedo en sus ojos hablaba por sí solo. Apenas tuve tiempo de cepillarme los dientes antes de salir corriendo con ella, bajando las escaleras de piedra fría que conducían al gran salón. El aire estaba cargado de tensión, como si todos aguardaran algo. O alguien. —Allí estás, esclava —escupió una voz áspera y llena de desprecio— deja todo impecable, mugrosa —dijo de forma despectiva. Mi cuerpo se tensó de inmediato. No me llamaban por mi nombre, los esclavos no tenían nombre, siempre llamados mugrosa, desgracias o malditos…. Casi cualquier nombre despectivos que ellos quieran. No hacía falta alzar la vista para saber q