10. El caos es un dios salvaje.

Narra Ruiz.

El caos es un dios salvaje, y yo le rezo con los dientes apretados.

A veces las guerras no comienzan con bombas. Empiezan con el silencio quebrado por un grito que nadie espera.

—Lo mató, jefe. A Boris. Ella lo mató.

Esa frase me llega desde el celular como una descarga eléctrica directa a la espina dorsal.

Estoy en el bar del hotel, mirando a Santino revolver su whisky con cara de estatua. Hace dos horas que intento convencerlo de que Carlo está terminado, podrido por dentro, y que si quiere seguir haciendo dinero, debe cambiar de bando.

Pero es ese mensaje el que termina de poner las piezas en su sitio.

—¿Estás seguro? —pregunto, sin mover un solo músculo del rostro.

—Sí. Un balazo. En el pecho. En el lugar donde se escondía la bailarina. Nadie la encuentra, jefe. Está desaparecida. Los hombres de Carlo están como locos. El cabaret está cercado.

Cierro los ojos.

La veo.

A Lorena.

Sola. Cansada. Manchada de sangre.

Y sin embargo viva.

Más viva que nunca.

Carlo está en lla
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