capítulo 4

Se queda dormida muy entrada la madrugada, pero a las 8:00 de la mañana ya estaba despierta y duchada, busca en el closet, donde tiene la ropa que casi no usa, eligió una falda corta beige, con una ligera abertura en un lado, una blusa del mismo color que dejaba la parte superior de su abdomen a la vista, unos zapatos negros muy altos, se maquillo los ojos y se puso un labial rojo, tomó su bolso y colocó unos lentes arriba de su cabeza.

Tenía media mañana dando vueltas, entró a un centro comercial que frecuenta cada vez que podía, tiene una grandiosa cafetería, ella se entretiene viendo ropa, hace rato siente la sensación de estar siendo observada, sonriendo piensa que es cosa de ella, diciéndose que era genial, ahora tiene delirios de persecución, de momento gira para ir a otro aparador y se encuentra de frente con... Un hombre formidable.

El desconocido:

—¿Te puedo preguntar qué es lo que te hace sonreír así?—.

Él también sonríe, pero a ella, su voz es fuerte, profunda.

«¿De dónde salió?» pensaba ella.

No puede evitar mirarlo de arriba abajo, parece que lo notó porque ensanchó su sonrisa, también la miró... Como un lobo hambriento mirando a una oveja; era alto, imponente y todo músculo, de piel clara pero no pálida como la de ella, ojos azules... A ella le cuesta respirar, en ese preciso momento, se acuerda que le hizo una pregunta.

—Amm... No me acuerdo, hola—. Sonríe nuevamente.

El desconocido:

—Hola—.

Le tiende una mano y ella se la estrecha.

—Mi nombre es Alexander ¿Y el tuyo?—.

Ella le responde aun embobada.

—El mío es Audra—.

—Audra, no lo había escuchado nunca ¿Tiene algún significado?

—Más que un nombre, es una palabra para referirse a un mal tiempo en mi país, significa tormenta en Lituania—.

Ella se da cuenta que aún tienen las manos estrechadas y la recupera, sin querer hacerlo en realidad.

—No tiene que ser un mal tiempo, sacudes violentamente a quien te ve, preciosa y eso no es malo—.

Audra piensa que la sacudida en todo caso es ella, se muerde el labio inferior, le arde el cuerpo, siente que él ve a través de sus ojos y eso la ponía nerviosa.

—¿Qué estás comprando?—.

Él se pasa una mano por el pelo.

—Vine a comprarle un regalo a mi padre, su cumpleaños está cerca, no sé aún qué voy a regalarle—.

—¿Qué le gusta?—.

—Mmm los perfumes, las corbatas, parece fácil, pero da la impresión de que le regalas lo mismo todos los años, las opciones son limitadas—.

Audra se ríe de sus ocurrencias.

—¿Por qué no me ayudas? Si no es molestia—.

—No es molestia, vamos—. Ella sabía que su cara tenía que estar toda roja, le ardían las mejillas.

Él había estado fastidiado, entró a comprarle un regalo a su padre por su cumpleaños y no sabía ni por dónde empezar, los últimos 5 años no había pasado más que unos cuantos días con su familia, cuando la mujer a la que le propuso matrimonio lo dejo por otro, aceptaba cuantas misiones aparecían en el extranjero. El otro hombre con quien ella lo engaño es hermano de su padre, hijo fuera del matrimonio de su abuelo, tiene su edad, un empresario. Solo vino por más tiempo en esta ocasión porque su madre se lo pidió, qué es la que más siente sus ausencias.

Había pensado que era mejor pasar en otro momento «cuando el fastidió se largara, esta mañana he visto a esos dos, se habían casado y vivían cerca de la casa de mis padres» no estaba de humor, cuando decido ir hacía la salida, vio entrar a una preciosa pelirroja, con un cabello tan largo que le acariciaba el tr4sero.

«La ropa que llevaba la hacía ver muy sexy y deliciosa, no parecía estar acompañada, los hombres que pasan a su alrededor se quedan mirándola, embobados con ella, algo que me resultó molesto, por curiosidad la sigo. La veo buscar algo a su alrededor, como si pudiera sentir que alguien la miraba y luego sonríe, definitivamente es muy bonita» pensó Alexander.

No pudo evitar acercarse y hablarle, notó que su nombre era apropiado para ella, se dio cuenta de lo cristalina que era, se le notaba todo, cuando le estrechó la mano se ruborizó toda y encima se mordía el labio inferior que a él le gustaría saborear. «Tenía unos ojos verde esmeralda que hechizarían a cualquiera y hacen un contraste delicioso con su pelo».

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