capítulo 5

—Este huele muy rico—.

Él había estado vagando por sus pensamientos hasta que ella le habló, le acercó un frasco y él solo se la quedó mirando a ella.

—Si, huele muy bien, me lo llevo. Por qué no voy, pago y me acompañas a la cafetería—.

Ella siente que se sonroja por enésima vez.

—Sí, está bien—.

Audra se dijo que definitivamente estaba loca, él es un extraño, pero le gustaría ser arriesgada por primera vez en su vida, se lo quedó mirando mientras pagaba el perfume, su pantalón se abrazaba a su trasero y a sus poderosas piernas, las mujeres lo miran descaradamente y la cajera ni hablar, estaba que se derretía, ella no la culpaba, era complicado tener semejante hombre enfrente. Fueron a la cafetería y se sentaron en una mesa apartada, hablaron de diferentes comidas, de la familia de él, le dijo que era militar, no profundizó mucho en eso. Hablaron bastante y en un impulso Audra lo invitó a cenar al día siguiente en su casa, ya que le dijo que partiría pronto a otra misión, ella no podía saber cuándo lo iba a ver de nuevo, le dio su dirección y cuando se estaba por despedir, él se ofreció a llevarla a casa.

Audra no pudo dormir en toda la noche, solo se preguntaba qué estaría haciendo él, trató de concentrarse en el trabajo. Al día siguiente vio a Ethan a la hora del almuerzo.

—Buenos días, mi pequeña—.

—Hola—.

—Que saludo más frío—.

Como no estaban solos, baja la voz un poco.

—¿No estarás dándole vueltas a lo que pasó en el club? Te dije que eso no significa...—.

—No quiero hablar de eso y tampoco tienes que darme ningún tipo de explicaciones—.

—No quiero nada serio con ella, lo tiene claro. Ella no tiene nada que ver con nosotros—.

—No hay un nosotros Ethan, es mejor que sigamos siendo amigos, tengo que entregar un trabajo más tarde, nos vemos después—. Ella trata de apartarse pero él la sujeta del brazo y le impide hacerlo.

—Quiero ser más que eso y no voy a dejar que una mμjerzuel4 me cagu£ eso—. Tenía una mirada que ella no le había visto antes.

—Suéltame, no quiero llamar la atención aquí.

Audra se aleja, a la hora de salir del trabajo e irse a sus clases, él estaba afuera esperándola.

—Ven, súbete—. Abre la puerta de su vehículo. —Tenemos que hablar—.

—Prefiero irme por mi cuenta, gracias—.

—Audra, por favor ¿Quieres que hablemos aquí? Solo quiero que me escuches un momento y de paso no te retraso para tus clases—.

Ella se sube molesta por su insistencia, él se pone frente al volante y arranca de forma violenta.

—¿Podrías bajar la velocidad?—.

—Está bien... Escucha, no tenemos algo más formal porque no quieres—.

—Vas detrás de todas las faldas que ves—. Dice en tono calmado.

—¿Crees que todos los hombres son fieles? Jajaja, seré fiel en darle a mi futura esposa lo que quiera económicamente hablando, una vida estable, hijos y te aseguro que también responderle si quiere f0ll#r todo el m#ldit0 día—.

A ella le pasan las escenas por la cabeza, pero el hombre que está en ellas es Alexander.

—Puedo tener paciencia, lo único que no quiero es que estés con otra persona—.

—No te pertenezco Ethan—.

—Solo puedo estar yo en tu vida ¿Entiendes?—.

Lo dice con una vehemencia que en serio es como si ella le perteneciera.

—¿De qué hablas?—. Lo mira con incredulidad. —No acepte nada de ti, ni tengo intenciones de hacerlo, no eres mi dueño— Como se parquea fuera de la universidad, Audra sale sin esperar su reacción.

—Audra, espera... Audra—.

A ella le pareció una eternidad el tiempo en clase, salió corriendo a la hora de siempre, tomó el metro y llegó a tiempo para darse un baño y arreglarse, se puso un vestido corto que había comprado de impulso hace unos días, era blanco y corto, con delgados tirantes.

Se dejó el cabello suelto y terminando de arreglarlo un poco, suena el timbre. Ella abre la puerta sintiendo que le temblaban las piernas.

—Buenas noches—. Desliza la mirada por el cuerpo de la chica, se aclara la garganta y cuando habla su voz es más fuerte y ronca. —Estás hermosa—. La mira a los ojos. —Extremadamente—.

Ella tiene el corazón desbocado, la impresionaba verlo.

—Buenas noches... gracias, pasa, puedes dejar tu abrigo—. Le indica dónde puede colgarlo.

—Como quedé, traje comida italiana—.

En ese momento ella repara en que trae unas bolsas en las manos, ni siquiera cuando se quitó el abrigo se dio cuenta.

—Estupendo, pasemos al comedor—.

—Es un lugar muy bonito—.

Él Iba mirando a su alrededor.

—¿Quieres algo de tomar?—

—Sí. No tomo alcohol—.

—Bien, tampoco yo—.

Mientras comían, Alex le preguntó sobre sus estudios, cuando quedaron para verse ya habían hablado de que trabajaba y luego iba a la universidad, tenían que ser como las 11 y algo de la noche, Audra le dijo que estudiaba derecho y él le comentó que su padre es un excelente abogado.

Le ayudó a recoger los platos y fueron a sentarse a la sala, al acomodarse en el sofá las piernas de Audra quedaron expuestas a los ojos de Alexander.

—Entonces, te vas pronto—.

Alex levanta la vista y ella sintió fuego en su interior.

—La verdad es que no tenía planes de quedarme por más tiempo, puede que ahora las cosas cambien—.

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