Cristian había tirado de mí…
Mis ojos no tardaron en posarse sobre él. En un momento, pasé de estar en los brazos de un desconocido a estar en los brazos de Cristian. Poco a poco, fue acortando la distancia hasta que nuestros labios se unieron. Sus manos masajeaban mi espalda y yo rodeé su cuello con mis brazos. Y nuestros labios se unieron. ¡No podía creer lo que estaba pasando! ¡Me estaba liando con mi cuñado! ¡Maldición! No podía separar mis labios de los suyos. Todo parecía indicar que la venganza estaba comenzando. Necesitaba sentirme deseada, y Cristian me hizo sentir así. Me apreté contra él. Su mirada se volvió oscura y su voz ronca cuando me dijo que besaba demasiado bien. Pude saborear sus labios mientras bailábamos. Hacía tanto tiempo que no lo veía. Ya no era aquel chico canijo y tímido que recordaba. Se había transformado en un hombre apuesto y sexy, con una confianza que irradiaba en cada movimiento. —Imbécil, ella estaba conmigo —espetó el muchacho, que minutos antes me había tenido en sus brazos. Cristian me soltó suavemente y se colocó delante de mí, para protegerme. —No quiero problemas —dijo Cristian, levantando las manos en un gesto pacificador, aunque sus ojos no dejaban de vigilar al otro chico con intensidad. —La chica estaba conmigo, búscate a otra, gilipollas. —Lo siento, pero ella no es tuya —Cristian, dio un paso hacia delante intentando intimidarlo. Observé cómo ambos hombres apretaban los puños, la tensión se sentía en el aire. Sabía que en cuestión de segundos estallaría una pelea, así que decidí intervenir. Emergí de mi escondite y me interpuse entre los dos. Coloqué una mano firmemente en el pecho de Cristian y la otra en el pecho del otro chico, intentando mantenerlos separados. El chico rodeó mi cintura con su brazo y me atrajo hacia él. Miré nerviosamente a nuestro alrededor, pero nadie parecía estar prestándonos atención. Con un movimiento rápido, Cristian me alejó de ellos. Sin previo aviso, mi cuñado lanzó un golpe directo al rostro del chico, haciéndolo caer al suelo. La gente se apartó de inmediato, ahora sí, todos nos estaban mirando. El chico estaba aturdido, luchaba por levantarse del suelo, pero no podía. Tratando de evitar más problemas, tomé la mano de Cristian y corrimos desenfrenados por el largo pasillo de la discoteca hasta llegar a la salida. Decidimos marcharnos; quedarnos allí no era una opción. Podíamos continuar la fiesta en un lugar más íntimo. Además, tenía otros planes en mente y así completaría mi venganza. Después de la boda de nuestro amigo Matt, él se marcharía y no tendría que verlo más. Me regalaría una noche de pasión, y una vez divorciada, no tendría ningún trato ni con mi marido ni con su hermano. Aquel plan era perfecto, vengarme de mi marido con su propio hermano. Aunque Luke ya no me quisiera, sabía perfectamente que esa traición le dolería profundamente. La idea de su sufrimiento me daba una extraña sensación de justicia. Salimos de la discoteca, y me quedé parada un momento, observando la larga fila de personas que esperaban ansiosamente para entrar. Tuve suerte de haber llegado temprano; por lo visto, era la discoteca más famosa del pueblo. A altas horas de la madrugada, era prácticamente imposible acceder a ella a menos que conocieras a alguien que trabajara allí. —Vamos, Emily, tomemos un taxi —me susurró al oído. —Pero mi coche está cerca —protesté. —No podemos conducir en este estado, apenas nos mantenemos en pie. —Lo que tú digas, Cristian —respondí con tono burlón. Cristian intentó pasar su brazo sobre mis hombros, pero no se lo permití. En cambio, salté sobre su espalda, aferrándome como un mono. —Llévame al fin del mundo —dije entre risas. —¡Agárrate fuerte! —gritó mientras comenzaba a trotar detrás de un taxi. —¡Uau! —exclamé. No sé cómo lo hizo, pero al final consiguió detener un taxi. Con pasos tambaleantes, logré sentarme en el asiento de cuero negro. Cuando Cristian se acomodó a mi lado, apoyé mi cabeza en su hombro, sintiéndome un poco mareada. De repente, escuché que decía mi dirección y di un salto en mi asiento. —¡No, no, no, no! —dije enfadada, cruzándome de brazos como una niña pequeña. Cristian me miró con ojos divertidos, y vi una sonrisa traviesa en sus labios. —¿Qué te pasa ahora? —preguntó mientras me empujaba suavemente hacia él, como si fuera un juego. —No pienso dormir en mi casa. ¡Tú estás loco! —comenté, tratando de mantener mi tono serio, aunque una risa nerviosa se escapaba. —¿Se puede saber dónde vas a dormir entonces? —Arqueó una ceja, claramente disfrutando de la situación. —Contigo. —De eso nada. —Vale, entonces me bajo aquí y volveré a la discoteca —dije, fingiendo abrir la puerta del coche en movimiento. —¿Te has vuelto loca? —bufó, agarrándome del brazo para evitar que me moviera. —Puede —murmuré, encogiéndome de hombros con una sonrisa pícara. Cristian suspiró, rindiéndose a la situación. —Está bien, pero solo esta noche. Tú dormirás en la cama y yo en el sofá —me ordenó, aunque su tono dejaba claro que no estaba tan molesto como quería aparentar. —¡Trato hecho! —dije, dándole un beso rápido en la mejilla antes de que pudiera cambiar de opinión. Mientras el conductor conducía con precaución, decidí aprovechar el momento para disculparme con él. —Lamento lo sucedido, no pensé en las consecuencias —dije, sintiéndome un poco culpable. —Tranquila, no ha sido nada —respondió él, con una sonrisa tranquilizadora. —¿Te duele? —le pregunté mientras acariciaba su mano, intentando asegurarme de que estaba bien. —Mi mano está perfecta —respondió, levantándola para que la viera. Por suerte, el tráfico estaba disminuyendo y tan solo tardamos diez minutos en llegar al hotel. Apenas Cristian abrió la puerta de la habitación, salí corriendo hasta la cama. Me subí y empecé a saltar encima, sintiéndome libre y despreocupada. Solté varias carcajadas, disfrutando de esos pequeños momentos tontos que me hacían desconectar. Cristian se apoyó en el marco de la puerta, con una pose divertida mientras me observaba. —¿Te estás divirtiendo? —¡Muchísimo! —respondí, dando un salto especialmente alto y aterrizando de espaldas en la cama, riendo a carcajadas—. ¡Ven, salta conmigo! —le invité, extendiendo una mano hacia él. —Ni loco —respondió, pero sus ojos brillaban con diversión. —¡Vamos, cobarde! —lo desafié, riendo. Finalmente, Cristian se rindió y se unió a mí en la cama, saltando y riendo como si no hubiera un mañana. Por un momento, olvidamos todas nuestras preocupaciones y simplemente disfrutamos del momento, riendo y jugando como niños. De pronto, lo miré a los ojos. Poco a poco comencé a desnudarme lentamente. —Emily esto no es una buena idea. —¿No te gusto? —Sabes que sí —acarició mi mejilla con su dedo—. Cuando se nos pase la borrachera te arrepentirás. —Es mejor actuar y luego arrepentirse. —Pienso que estamos cometiendo un error. Estamos jugando con fuego. Esto es peligroso. Le quité la camisa, ¡madre mía! Su cuerpo era perfecto, no me pude resistir, acaricié su torso desnudo lleno de tatuajes, era realmente hermoso. —Cristian te deseo. —Se me están acaban las excusas. —Ya era hora —suspiré —pensé que me tendría que buscar a otro para que me diera placer. Y esas fueron las palabras mágicas para despertar a la bestia. —Cristian... Y así, sin más, empezó mi venganza.Los rayos del sol entraban por la ventana iluminando toda la estancia, abrí los ojos poco a poco, y miré a Cristian, que estaba abrazándome mientras dormía profundamente. Al mirar a Cristian, pensé que la noche anterior había sido una locura. Sabía que contarle a mi marido, que había pasado la noche con su hermano Cristian sería la manera más devastadora de destruirlo. La sola idea de ver la expresión de traición en su rostro me producía satisfacción. Sin embargo, en el fondo, sabía que no era capaz de hacerlo. No podía arrastrar a Cristian a ese abismo. Él no merecía pagar por mis errores, y aunque mi relación con Luke estaba rota, no quería destruir la vida de mi cuñado. Cristian siempre había sido un buen hombre, y no podía soportar la idea de verlo sufrir por mi culpa.Tenía que encontrar otra manera. Tal vez podría inventar que estuve con otro hombre, alguien desconocido. Pero jamás revelaría su nombre.Guardaría ese secreto para mí misma y buscaría otra forma de hacer sufrir a
Cristian se levantó y caminó hacia la puerta, me indicó con un gesto que me escondiera en el baño.Con los ojos llenos de lágrimas, recogí rápidamente mis cosas y me dirigí al baño. Cerré la puerta y eché el pestillo, quedándome quieta y conteniendo la respiración. Podía escuchar los latidos de mi corazón resonando en mis oídos mientras intentaba no hacer ningún ruido.Desde mi escondite, escuché cómo Cristian abría la puerta. Los pasos pesados de Luke se escuchaban mientras se adentraba en la habitación.—¡Cabronazo! Anoche me dejaste tirado.—Lo siento, Luke. Anoche conocí a una chica despampanante y no pude rechazarla.Luke bufó, claramente molesto. —Eso no se hace, tío. Era mi despedida.—Bueno, tú estabas acompañado. No creo que me echaras en falta. Te vi muy acaramelado con esa pelirroja. ¿Por qué le haces esto a tu mujer?—¿Y a ti qué te importa? Métete en tus asuntos.—Emily es una buena chica.—Ya lo sé. Pero la pelirroja lo hace muchísimo mejor.Al escuchar a mi marido, sen
Cristian suspiró y se pasó una mano por su cabello, claramente incómodo. —No, Emily. No es cierto. Para mí eras una niña, muy guapa, pero nada más. Pero mi hermano siempre me molestaba porque creía que tú me gustabas, pero solo es eso. En aquel momento, sentí una profunda tristeza. En el pasando, yo estaba realmente enamorada de él, pero era un amor inalcanzable. La diferencia de edad y la insistencia de mi madre en que Luke era la mejor opción, ya que solo podía salir con alguien de nuestra misma situación económica, y Cristian era la oveja negra de la familia. Era tan ingenua que, por agradar a mi madre, le hice caso. Con el tiempo, empecé a querer a Luke, pero creo que jamás estuve verdaderamente enamorada de él. O tal vez sí, la verdad es que estaba hecha un lío. Cambié de tema, no quería seguir pensando en el pasado. —Vamos vístete, nos vamos —le ordené. —¿A dónde vamos? —Después te lo digo, tengo una idea. Vamos, mueve ese culo precioso. —Quiero dormir —protestó. —De
Llegamos al hotel y, sin haber revisado mi móvil, me sentía tranquila. Pero al mirarlo, me llevé las manos a la cabeza. Tenía veinte llamadas perdidas de mi madre y treinta de mi marido, además de una avalancha de mensajes. La gran mayoría eran ofensivos.Dudé por varios segundos antes de abrir los mensajes de Luke, pero la curiosidad pudo más que yo.“¿Dónde estás?”“¿Dónde puñetas estás?”“Emily, te estás pasando. ¿A qué coño estás jugando?”“Tu madre no para de llamarme.”“Tienes que cumplir con tu deber.”El último mensaje fue devastador, era un insulto tras otro. Respiré hondo y escribí un mensaje idéntico tanto a mi marido como a mi madre: “Estoy bien, no me busquéis.”—¿Todo bien? —preguntó Cristian intrigado.—Todo perfecto —respondí, intentando sonar convincente.Cristian se sentó a mi lado y me obligó a mirarlo a los ojos.—Mi hermano es un gilipollas. No sabe la mujer que tiene. Eres dulce, hermosa y muy sexy. Él no te merece y espero que esto no te hunda. Tienes que ser f
Encontrarme con mi amiga Laura era lo que menos deseaba en ese momento, pero no había escapatoria. —¡Emily! ¡Emily! —exclamó Laura—. ¿Cómo estás? —¿De verdad tienes el valor de preguntarme eso? — me acerqué a ella—. Confié en ti, en todas ustedes. Y me ocultasteis que mi marido tenía una amante. ¿Cómo pudisteis? —Emily, no queríamos hacerte daño. Pensamos que era mejor que lo descubrieras por ti misma. —¿Mejor? ¿Para quién? ¿Para vosotras? —me crucé de brazos, tratando de contenerme y no darle una bofetada—. Pensé que éramos amigas, que podía confiar en vosotras. Pero me equivoqué. —Emily, lo siento mucho. No sabes cuánto. Pero no sabíamos cómo decírtelo. Pensé que no me ibas a creer. —Pues deberíais haber encontrado la manera. Porque ahora no puedo volver a confiar en vosotras. Laura bajó la cabeza avergonzada. —Entiendo que estés enfadada. Y tienes todo el derecho. Solo espero que algún día puedas perdonarnos. —Lo dudo mucho —fui a girarme, pero Laura me agarró del brazo y
De camino al hotel, mi móvil no dejaba de sonar, vibrando insistentemente en el fondo de mi bolso. Con un suspiro de frustración, me aparté de la carretera y detuve el coche en un pequeño arcén. Metí la mano en el bolso, rebuscando entre un caos de objetos: llaves, maquillaje, recibos arrugados. Maldije entre dientes mientras mis dedos tropezaban con todo menos el móvil. Finalmente, lo encontré y, con un suspiro de alivio, respondí:—Dime, Cristian.—Princesa, ¿dónde estás? Nada más escuchar su voz, una sonrisa se dibujó en mi rostro.—Conduciendo.—Recógeme en la puerta del hotel.—Ok, tardo cinco minutos en llegar.Colgué la llamada y volví a incorporarme a la carretera. Tenía muchas ganas de verlo, de escuchar lo que le había dicho su madre. Sabía que todos estarían hablando de mí. Conocía a mi marido perfectamente y sabía que todos estarían en mi contra. Les habría contado que lo había abandonado y que era una infiel, pero, sinceramente, me importaba una mierda todo. Lo único que
Dejé el móvil en el mismo lugar donde lo había dejado Cristian. No podía procesar esa información. ¡Cristian y Laura! ¡Luke y Laura! Esa información me dejó patidifusa. Laura estaba a punto de casarse con mi amigo, y no podía permitir que Matt, mi amigo, se casara con ella. Él era un buen hombre y no podía dejar que viviera lo mismo que yo acababa de vivir.La puerta del baño se abrió y Cristian apareció y me dijo:—Acompáñame a la boda, me gustaría ir contigo.—¿Te has vuelto loco? —bufé, poniendo los ojos en blanco mientras me levantaba de la cama. Ni loca iba yo a esa boda.—¡Qué más da lo que piense la gente! —tomó mi barbilla con suavidad para que lo mirara a los ojos—. Por favor, acompáñame a la boda, no quiero ir solo.—Tu hermano estará allí. ¿Qué crees que dirá cuando nos vea entrar juntos? Y también estará toda tu familia, todo el mundo estará allí.—No deberías preocuparte por esa boda —murmuró, llevándose mi mano a los labios y depositando un beso en mi dedo índice.Mi men
Caminé de un lado a otro por la habitación del hotel, sintiendo cómo la ira y la frustración se acumulaban en mi pecho. Mi cabeza latía con fuerza, como si estuviera a punto de explotar. La puerta de la habitación se abrió lentamente, y Cristian entró con una expresión de preocupación en su rostro. Sus ojos recorrieron la estancia hasta encontrarse con los míos.—¿Estás bien? —preguntó inquieto.—Si, estoy bien.Iba a dejar que todo explotara. Había una fuerza dentro de mi que me empujaba a actuar, la parte que necesitaba venganza.—Cristian, ¿sigue en pie la invitación para ser tu acompañante en la boda?—Por supuesto.—Antes de ir, necesito hacerte una pregunta. Por favor, solo quiero que me digas la verdad. Estoy cansada de tantas mentiras.—Puedes estar tranquila —contestó él, mirándome a los ojos con sinceridad—. No te voy a mentir. No lo he hecho antes y menos ahora.Respiré hondo, reuniendo el valor para formular la pregunta que me había estado atormentando.—¿Quieres que yo v