Cristian suspiró y se pasó una mano por su cabello, claramente incómodo.
—No, Emily. No es cierto. Para mí eras una niña, muy guapa, pero nada más. Pero mi hermano siempre me molestaba porque creía que tú me gustabas, pero solo es eso. En aquel momento, sentí una profunda tristeza. En el pasando, yo estaba realmente enamorada de él, pero era un amor inalcanzable. La diferencia de edad y la insistencia de mi madre en que Luke era la mejor opción, ya que solo podía salir con alguien de nuestra misma situación económica, y Cristian era la oveja negra de la familia. Era tan ingenua que, por agradar a mi madre, le hice caso. Con el tiempo, empecé a querer a Luke, pero creo que jamás estuve verdaderamente enamorada de él. O tal vez sí, la verdad es que estaba hecha un lío. Cambié de tema, no quería seguir pensando en el pasado. —Vamos vístete, nos vamos —le ordené. —¿A dónde vamos? —Después te lo digo, tengo una idea. Vamos, mueve ese culo precioso. —Quiero dormir —protestó. —De eso nada. Cristian, ¡mueve ese culo ya! Se levantó fingiendo estar agotado, puede que fuese verdad, pero si era así me daba igual, quería que me acompañara, no quería hacerlo sola. Faltaba muy pocos días para que se marchase y tendría que disfrutar cada momento con él. Tomó mi rostro entre sus manos y me plantó un beso en los labios. Llegamos al lugar que tanto deseaba visitar. Los nervios me invadían, y mis piernas temblaban ligeramente. ¿Tendría el valor de entrar? Con un suspiro profundo, levanté la mirada hacia el rótulo luminoso que brillaba en la pared. Siempre había deseado hacerlo, pero nunca me había atrevido hasta aquel momento. No era por falta de valor, sino porque mi madre me repetía una y otra vez que era cosa de delincuentes. Una vez más, cedí a sus órdenes. Al entrar al estudio de tatuajes, pude ver que era pequeño pero acogedor, con paredes cubiertas de diseños coloridos. El sonido de la máquina de tatuajes se escuchaba suavemente en el fondo. Nos recibió un hombre con el pelo negro y una cicatriz cerca del ojo, tendría unos treinta años, con una barba bien cuidada y tatuajes que cubrían sus brazos. —Hola, ¿en qué puedo ayudarles? —preguntó el hombre, dejando a un lado una carpeta. Di un paso adelante, un poco nerviosa pero decidida. —Me gustaría hacerme un tatuaje —dije, tratando de sonar segura—. ¿Sería posible hacerlo ahora? El hombre asintió con una sonrisa. —Claro que sí, podemos hacerlo ahora mismo. ¿Tienes algún diseño en mente? Saqué un pequeño dibujo de mi cartera y se lo mostré. El hombre lo examinó con atención y luego me miró con aprobación. —Es un diseño cojonudo. Vamos a prepararnos. Me sentí feliz mientras el hombre comenzaba a preparar el equipo. —¿Preparada? Cristian se acercó a mi y posó su mano en mi espalda. —Si has cambiado de opinión todavía estás a tiempo. —Quiero hacerlo. Le di mi consentimiento al hombre y le señalé el lugar exacto donde quería el tatuaje. Había decidido hacerme una mariposa en la nuca. Mientras el hombre comenzaba a tatuarme, los tres permanecimos en silencio. Intentaba distraerme para olvidar un poco el dolor que estaba sintiendo. Al principio dije que no me dolía, pero en ese momento tenía las manos apretadas y tenía que admitir que sí dolía. Necesitaba distraerme, así que empecé a hacerle preguntas al tatuador: —¿Cómo te llamas? —Connor. —¿Edad? —Treinta. —¿Novia? —Emily, deja de molestar al hombre, que está trabajando —dijo Cristian, visiblemente molesto. —Tranquilo, hombre. Si esta belleza quiere saber más de mí, yo estoy encantado de responderle a todas las preguntas. Y tú, preciosa, ¿tienes novio? —Peor todavía, tengo marido —respondí, riendo. —Ahhh, ya entiendo por qué tu marido tiene esa cara. No quiere que toque tu preciosa piel —replicó, guiñándome un ojo. —Qué va, este hombre de aquí es mi cuñado. Mi marido me está engañando con otras. —Qué suerte la mía, entonces. ¿Qué te parece si quedamos y nos tomamos algo? —propuso, acercándose un poco más. —Tal vez… —respondí, dejando la puerta abierta a la posibilidad. Cristian salió a la calle, y me quedé preguntándome qué le habría pasado. Una vez que el tatuaje estaba terminado, Connor me entregó su tarjeta con su número, y me indicó como me tenía que cuidar el tatuaje. Después pagué y cuando me dirigí hacia la puerta, escuché: —Cuando quieras, llámame y nos tomamos unas cervezas. —Gracias, me ha encantado el tatuaje —dije, despidiéndome con la mano mientras salía a buscar a Cristian. Busqué a Cristian con la mirada y lo encontré sentado en la terraza del bar, justo al lado del estudio de tatuajes. Me acerqué y me senté en una silla frente a él. —Será mejor que te lleve a tu casa. —¿Se puede saber qué te pasa? —pregunté, sorprendida por su actitud. —¿Vas a estar tonteando con todos los tíos que te encuentres? —respondió, visiblemente molesto. —¿Y a ti qué más te da? No me digas que piense en tu hermano porque no lo haré. En ese momento, la camarera llegó para tomar nuestra orden. Decidí pedir un mojito, ya que con el calor que hacía esos días, necesitaba algo bien fresquito. —Un mojito, por favor —dije, sonriendo a la camarera. —Un whisky —pidió Cristian, sin apartar la vista de mí. La camarera se marchó después de mirar a Cristian y dedicarle una sonrisa. —Mira, Cristian, no entiendo por qué estás enfadado. Tú y yo no somos nada, y tampoco busco nada más. Solo quiero disfrutar de estos días contigo, como lo hacíamos antes, cuando vivías en este pueblo. —Solo quiero que tengas cuidado. No puedes confiar en cualquiera. —Eso ya lo sé. Y si decido coquetear con algún hombre, es asunto mío. Nunca lo hice antes, sabes cómo era. Quiero experimentar cosas nuevas. Soy joven y tengo derecho a coquetear con quien quiera. —Ese tipo no me gusta. —Me da igual. No voy a acostarme con él. Solo era una charla, nada más. Poco después, la camarera dejó nuestras bebidas sobre la mesa de madera desgastada del pequeño café en el que nos encontrábamos. No tardé en probar mi bebida y, segundos después, levanté la mirada al cielo. —¡Dios mío, esto está buenísimo! —exclamé, disfrutando del sabor. —¿Qué vas a hacer con mi hermano? —Cuando esté preparada, hablaré con él —respondí, tratando de mantener la calma. —¿Vas a darle otra oportunidad? —Lo nuestro se acabó, y lo tengo clarísimo. Jamás volveré con él. Cristian asintió, y su expresión se suavizó un poco. —Me parece bien, él no te merece. Lo miré a los ojos, esos ojos verdes que conocía tan bien. Había algo en su mirada que me decía que me estaba ocultando algo. —Cristian, ¿me estás ocultando algo, verdad? Él desvió la mirada por un momento antes de volver a mirarme. —Lo único que te puedo decir es que no le des ninguna oportunidad a mi hermano. No se ha portado bien contigo y tú vales mucho. —Cristian, tenemos que dejar de hablar sobre Luke. Tú y yo tenemos una conversación pendiente. Cristian me miró con curiosidad. —¿Sobre qué? —Sobre lo que pasó anoche —respondí, bajando la mirada por un momento antes de volver a encontrarme con sus ojos—. Anoche estaba mal, estaba muy dolida por lo que hizo tu hermano. Lo único que quería era vengarme. Cristian frunció el ceño, pero no dijo nada, esperando a que continuara. —¿Me estás diciendo que estás arrepentida? —No, no estoy arrepentida. Tengo que admitir que anoche fue increíble, estaría dispuesta a repetir. —¿Si? —Cristian, no te hagas el tonto, sabes perfectamente que anoche disfruté muchísimo. —Lo sé, lo de anoche fue increíble. —Por eso, quiero proponerte algo. ¿Qué te parece si seguimos juntos hasta que te marches? Cristian me miró, sorprendido por mi propuesta. La verdad, que me moría de ganas de que Cristian me hiciera lo mismo una y otra vez. Tan sólo de recordarlo, sentí un hormigueo por todo mi cuerpo. —¿Estás segura? —preguntó, queriendo asegurarse de que realmente lo deseaba. —Sí, estoy segura. Quiero aprovechar el tiempo que nos queda juntos. No sé qué pasará después, pero por ahora, quiero que me lleves a tu cama. Cristian sonrió. —Entonces, hagámoslo —dijo, tomando mi mano con suavidad—. Estaremos juntos hasta que me marche. —Cristian, tu y yo vamos a hacer un pacto. Nadie se puede enterar de lo nuestro. Nuestra relación tiene fecha de caducidad. Lo nuestro acabará el día que te vayas a Londres, después nos olvidaremos de todo lo que ha sucedido entre nosotros dos. —Entonces nuestra relación o como quieras llamarlo caduca el mismo día que coja el avión para Londres. —Exacto, ¿te parece bien? El día que te vayas, te prohíbo que me llames o me escribas, olvidaremos todo.Llegamos al hotel y, sin haber revisado mi móvil, me sentía tranquila. Pero al mirarlo, me llevé las manos a la cabeza. Tenía veinte llamadas perdidas de mi madre y treinta de mi marido, además de una avalancha de mensajes. La gran mayoría eran ofensivos.Dudé por varios segundos antes de abrir los mensajes de Luke, pero la curiosidad pudo más que yo.“¿Dónde estás?”“¿Dónde puñetas estás?”“Emily, te estás pasando. ¿A qué coño estás jugando?”“Tu madre no para de llamarme.”“Tienes que cumplir con tu deber.”El último mensaje fue devastador, era un insulto tras otro. Respiré hondo y escribí un mensaje idéntico tanto a mi marido como a mi madre: “Estoy bien, no me busquéis.”—¿Todo bien? —preguntó Cristian intrigado.—Todo perfecto —respondí, intentando sonar convincente.Cristian se sentó a mi lado y me obligó a mirarlo a los ojos.—Mi hermano es un gilipollas. No sabe la mujer que tiene. Eres dulce, hermosa y muy sexy. Él no te merece y espero que esto no te hunda. Tienes que ser f
Encontrarme con mi amiga Laura era lo que menos deseaba en ese momento, pero no había escapatoria. —¡Emily! ¡Emily! —exclamó Laura—. ¿Cómo estás? —¿De verdad tienes el valor de preguntarme eso? — me acerqué a ella—. Confié en ti, en todas ustedes. Y me ocultasteis que mi marido tenía una amante. ¿Cómo pudisteis? —Emily, no queríamos hacerte daño. Pensamos que era mejor que lo descubrieras por ti misma. —¿Mejor? ¿Para quién? ¿Para vosotras? —me crucé de brazos, tratando de contenerme y no darle una bofetada—. Pensé que éramos amigas, que podía confiar en vosotras. Pero me equivoqué. —Emily, lo siento mucho. No sabes cuánto. Pero no sabíamos cómo decírtelo. Pensé que no me ibas a creer. —Pues deberíais haber encontrado la manera. Porque ahora no puedo volver a confiar en vosotras. Laura bajó la cabeza avergonzada. —Entiendo que estés enfadada. Y tienes todo el derecho. Solo espero que algún día puedas perdonarnos. —Lo dudo mucho —fui a girarme, pero Laura me agarró del brazo y
De camino al hotel, mi móvil no dejaba de sonar, vibrando insistentemente en el fondo de mi bolso. Con un suspiro de frustración, me aparté de la carretera y detuve el coche en un pequeño arcén. Metí la mano en el bolso, rebuscando entre un caos de objetos: llaves, maquillaje, recibos arrugados. Maldije entre dientes mientras mis dedos tropezaban con todo menos el móvil. Finalmente, lo encontré y, con un suspiro de alivio, respondí:—Dime, Cristian.—Princesa, ¿dónde estás? Nada más escuchar su voz, una sonrisa se dibujó en mi rostro.—Conduciendo.—Recógeme en la puerta del hotel.—Ok, tardo cinco minutos en llegar.Colgué la llamada y volví a incorporarme a la carretera. Tenía muchas ganas de verlo, de escuchar lo que le había dicho su madre. Sabía que todos estarían hablando de mí. Conocía a mi marido perfectamente y sabía que todos estarían en mi contra. Les habría contado que lo había abandonado y que era una infiel, pero, sinceramente, me importaba una mierda todo. Lo único que
Dejé el móvil en el mismo lugar donde lo había dejado Cristian. No podía procesar esa información. ¡Cristian y Laura! ¡Luke y Laura! Esa información me dejó patidifusa. Laura estaba a punto de casarse con mi amigo, y no podía permitir que Matt, mi amigo, se casara con ella. Él era un buen hombre y no podía dejar que viviera lo mismo que yo acababa de vivir.La puerta del baño se abrió y Cristian apareció y me dijo:—Acompáñame a la boda, me gustaría ir contigo.—¿Te has vuelto loco? —bufé, poniendo los ojos en blanco mientras me levantaba de la cama. Ni loca iba yo a esa boda.—¡Qué más da lo que piense la gente! —tomó mi barbilla con suavidad para que lo mirara a los ojos—. Por favor, acompáñame a la boda, no quiero ir solo.—Tu hermano estará allí. ¿Qué crees que dirá cuando nos vea entrar juntos? Y también estará toda tu familia, todo el mundo estará allí.—No deberías preocuparte por esa boda —murmuró, llevándose mi mano a los labios y depositando un beso en mi dedo índice.Mi men
Caminé de un lado a otro por la habitación del hotel, sintiendo cómo la ira y la frustración se acumulaban en mi pecho. Mi cabeza latía con fuerza, como si estuviera a punto de explotar. La puerta de la habitación se abrió lentamente, y Cristian entró con una expresión de preocupación en su rostro. Sus ojos recorrieron la estancia hasta encontrarse con los míos.—¿Estás bien? —preguntó inquieto.—Si, estoy bien.Iba a dejar que todo explotara. Había una fuerza dentro de mi que me empujaba a actuar, la parte que necesitaba venganza.—Cristian, ¿sigue en pie la invitación para ser tu acompañante en la boda?—Por supuesto.—Antes de ir, necesito hacerte una pregunta. Por favor, solo quiero que me digas la verdad. Estoy cansada de tantas mentiras.—Puedes estar tranquila —contestó él, mirándome a los ojos con sinceridad—. No te voy a mentir. No lo he hecho antes y menos ahora.Respiré hondo, reuniendo el valor para formular la pregunta que me había estado atormentando.—¿Quieres que yo v
Prácticamente fui arrastrada hasta el coche, mis piernas pesaban como plomo debido al miedo que me invadía. Me iba a enfrentar a todos y no tenía idea de cómo acabaría la noche.Cuando llegamos al coche, me di cuenta que no tenía fuerzas ni ganas de conducir.—No creo que pueda conducir, estoy bastante nerviosa.—¿Quieres que conduzca yo?—¿No te importa? Me harías un gran favor —respondí, entregándole las llaves con manos temblorosas. Media hora más tarde, estábamos frente a la imponente puerta de la finca, donde se celebraría tanto la ceremonia como el convite. —¿Preparada? —preguntó Cristian, mirándome con esos ojos que parecían ver a través de mi alma.—La verdad es que no —admití, sintiendo un nudo en el estómago.—Vamos, princesa, demuestra que nadie puede contigo. Estoy orgulloso de ti.Lo miré a los ojos, preguntándome cómo podía existir alguien tan perfecto. Respiré hondo, miré al frente y comenzamos a caminar. Al entrar, todas las miradas se dirigieron hacia nosotros, susu
Matt se deshizo del agarre de Laura y salió corriendo en busca de Luke, quien sonreía ajeno a lo que estaba sucediendo. Sin pensarlo dos veces, Matt se lanzó sobre Luke y los golpes comenzaron a resonar. La gente gritaba mientras algunas copas caían al suelo, rompiéndose en mil pedazos. —¡Maldita zorra! —me chilló Laura, acercándose a mí furiosa. No me iba a pillar desprevenida esta vez. Me preparé para el impacto. Laura me agarró del pelo y tiró con fuerza, pero en cuanto pude, la empujé para apartarla de mí y, sin pensarlo, le di una bofetada. —¡Joder! —grité, sintiendo un dolor agudo en mi mano—. ¡No vuelvas a tocarme, porque si lo haces, no me voy a quedar quieta! —¡Te has cargado mi boda, te odio! —¿Y tú no has hecho nada, verdad? Los invitados nos miraban con la boca abierta, incapaces de procesar el caos que se desataba ante sus ojos. Mis ojos buscaron desesperadamente a Cristian, que estaba luchando por separar a Matt y Luke, quienes seguían dándose puñetazos sin cesar.
—No quería decírtelo antes por no estropear esta velada, pero el martes me marcho a Londres —murmuró Cristian. Aquellas palabras me pillaron desprevenida, sabía que tenía que regresar a Londres, pero no tan pronto. Estábamos a sábado, y el tiempo parecía escaparse entre mis dedos como arena. No quería que llegara ese día, y ahora faltaba tan poco. Un dolor agudo atravesó mi pequeño corazón, como si una mano invisible lo apretara con fuerza. No estaba preparada para la despedida. —Me imagino que tendrás ganas de volver a tu casa —dije, esforzándome por mantener una sonrisa. Él asintió lentamente, y sus labios se curvaron en una mueca que intentaba ser una sonrisa. —Ahora es tu turno, que me querías decir. Todavía estaba en shock con su noticia y de nada servía a decirle lo que sentía. —Lo mío no era nada importante —respondí, sintiendo un nudo en la garganta—. Te quería dar las gracias. Has conseguido que olvidara todo y he podido disfrutar de una noche maravillosa. —No me tien