Querid@s lector@s, En este capítulo, las emociones están a flor de piel. La noticia de que Cristian debe regresar a Londres el martes deja a Emily devastada. Me encantaría conocer vuestras opiniones. ¿Cómo creen que debería reaccionar Emily ante la partida de Cristian? ¿Debería pedirle que se quede? ¿Qué esperan que suceda en el próximo capítulo? ¡Gracias por leer! Su apoyo y opiniones son muy importantes para mí. Besitos.
Después de una hora de juegos salvajes, caímos rendidos en un sueño reparador. Abrí los ojos lentamente, sintiendo la calidez del sol filtrarse a través de las cortinas y bañar la habitación de color dorado. Los brazos de Cristian me rodeaban haciéndome sentir más enamorada. Giré muy despacio en la cama, deseando verlo de frente. Nunca me acostumbraría a su belleza; sus largas pestañas descansaban sobre su rostro sereno, y su respiración tranquila me llenaba de paz. Sentí la necesidad de acercarme más a él, de fundirme en su calor, pero me contuve para no despertarlo. Fue en ese momento, mientras lo observaba dormir, cuando la realidad me golpeó con fuerza, estaba viviendo un cuento de hadas, pero lo que existía entre nosotros dos tenía que acabar. No podía seguir en sus brazos, no podía alargar aquello que inevitablemente llegaría a su fin. Pronto se marcharía, y yo debía prepararme para dejarlo ir. Me levanté de la cama muy despacio, sintiendo cada músculo protestar por el esfuer
—¿Qué haces aquí todavía? —grité, rompiendo el silencio mientras le daba un tortazo en la pierna a Luke. De un salto, se levantó frotándose los párpados. —¡Cariño, has vuelto! —Sí, he regresado, pero tú te vas ahora mismo. Tragué saliva forzadamente al notar una punzada en el estómago, cuando se acercó peligrosamente a mi cuerpo. Después, se arrodilló a mis pies, suplicándome. —Por favor, mi amor, perdóname, dame otra oportunidad, te quiero. —Lo siento, pero esto se acabó. Te lo dije el otro día, ya puedes marcharte de mi casa. Te doy diez minutos para que recojas tus cosas, estaré esperándote en el salón. Salí de la habitación hecha una furia, con el corazón latiendo a mil por hora y las manos temblando de rabia. No entendía cómo seguía en mi casa después de todo lo que había pasado. Ya le había advertido que lo quería fuera, que no podía seguir soportando su presencia. Me dejé caer en el sofá, intentando tranquilizarme. Cada dos segundos miraba el reloj, pero el tiempo pare
—¡Ayuda! ¡Qué alguien me ayude por favor! —chillé desesperadamente mientras mi voz se me quebraba. Luke manoseaba mi cuerpo mientras yo estaba gritando. El miedo me había paralizado y no podía mover mi cuerpo. Jamás pensé que Luke llegaría a esto. Estaba indefensa. En ese momento escuché un gran estruendo y la puerta se abrió de golpe. Mi corazón se aceleró y un escalofrío recorrió mi espalda. Levanté la vista hacía la puerta y pude ver cómo entraba Cristian cómo un rayo de luz que me iluminó, agarró a su hermano y lo lanzó a la otra punta del salón. Al mirarme se le desencajó el rostro y no pudo controlarse. Se lanzó encima de su hermano y comenzó a golpearlo. Los golpes cada vez eran más fuertes, y aunque yo estaba destrozada emocionalmente tenía que intervenir, porque sabía que aquella situación acabaría muy mal. Así que, con piernas temblorosas, conseguí llegar hasta Cristian, puse mi mano sobre su rostro y murmuré: —Cristian para —giró su rostro para mirarme, y vi su mirada qu
El doctor seguía mirándome con una expresión de estreñimiento que no podía ignorar. Cada vez que nuestros ojos se encontraban, sentía un escalofrío recorrer mi espalda. ¿Qué había encontrado en mi cuerpo? pensaba, cada vez más asustada. El maldito médico no dejaba de mirarme con esos ojos retorcidos. —Doctor, ¿pasa algo? —pregunté finalmente, incapaz de soportar más la tensión. —Sí, pasa. —Pero dímelo ya, ¿qué sucede? El doctor tomó aire antes de responder. —Los disgustos que le estás dando a tu madre. Parpadeé, incrédula. —¿Cómo dijo? —Lo que has escuchado. Traté de procesar lo que acababa de escuchar. Sentí una oleada de ira mezclada con confusión. —Mira, no sé quién eres, pero tú no puedes meterte en mi vida. ¿Estamos locos o qué? Dime si me has dado el alta. El doctor asintió lentamente. —Sí, te he dado el alta. Me extendió los papeles, los tomé con manos temblorosas, y me dirigí al baño y me vestí rápidamente. Cuando estaba a punto de salir de la habitación, el do
—Emily, necesitamos hablar —comentó el doctor, guardando el teléfono en el bolsillo de su pantalón vaquero. Crucé los brazos sobre mi pecho malhumorada. La verdad que no entendía que hacía ese hombre en la puerta de la casa de mi madre —¿Hablar? ¿Sobre qué? Ya me diste el alta, no tienes nada más que decirme. El doctor dio un paso hacia mí. —Es sobre tu madre. Está muy preocupada por ti. Tienes que hacerle caso a sus consejos, es por tu bien. —¿Mi madre te envió aquí? —No exactamente. Vine por mi cuenta porque creo que hay cosas que necesitas saber. Lo miré fijamente, tratando de decidir si debía escucharle o simplemente marcharme. Finalmente, la curiosidad me ganó. —Está bien, habla. —Tu madre está preocupada porque cree que no estás cuidando de ti misma. Ha notado que estás más delgada, que pareces más cansada. Y, francamente, estoy de acuerdo con ella. Como tu médico, tengo la responsabilidad de asegurarme de que estás bien. —No es asunto tuyo. —Tal vez no lo sea, pero me
Cristian, con una sonrisa traviesa, me lanzó al agua. Sentí la frescura del mar envolverme antes de salir a la superficie, riendo. Le salpiqué agua en represalia. Él se rió y nadó hacia mí, esquivando mis ataques juguetones. Ambos tomamos una gran bocanada de aire y nos sumergimos, observamos los peces nadar a nuestro alrededor. Salí a la superficie primero, riendo y jadeando por aire. Cristian emergió poco después, sacudiendo el agua de su cabello. Continuamos jugando, persiguiéndonos y haciendo carreras. En un momento, Cristian me atrapó por detrás, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Me giró para mirarlo, sin decir una palabra, Cristian se inclinó y me besó suavemente. Deslizó su mano por debajo de la parte inferior de mis braguitas. Aquello estaba muy mal, pero no podía detenerlo, no tenía suficiente fuerza de voluntad. En ese momento, agradecí que no hubiera mucha gente en la playa, pero aún así nos podían ver, aunque el agua me llegaba por el cuello. Me entregué
—Irás al infierno por lo que has hecho —gritó Anne, con los ojos llenos de furia. No me iba a quedar en aquel estacionamiento para escuchar como me insultaba mi querida suegra, cuando me disponía a caminar, me detuve al escucharla otra vez. —Si quieres que volvamos a aceptar a mi hijo y lo perdonemos, tienes que alejarte de él. Has ensuciado nuestra familia, ¡maldita la hora en que te casaste con mi hijo! Eres una desvergonzada. Y no tenías bastante con Luke que ahora te revuelcas con mi otro hijo. —No te preocupes, que tu hijo mañana se va a Londres y no me verá más. —Eso espero, que jamás volvamos a verte. Comencé a caminar, dejando atrás sus palabras llenas de veneno, pero de pronto, me detuve. Algo dentro de mí no podía dejarlo así. Me giré lentamente y la enfrenté. —Anne, vergüenza te tiene que dar a ti haber criado a un hombre capaz de intentar abusar de una mujer. Si no me crees, pregúntale a Luke —Levanté mi rostro y caminé dejándola en el parking sin mirar atrás. Aquel
Cristian no tardó ni dos segundos en sentarse en la silla con una gran sonrisa. Jamás había bailado para un hombre, y si no fuera porque estaba bajo los efectos del alcohol, creo que jamás se me habría pasado por la cabeza hacer semejante numerito. Con la música de fondo, comencé a bailar provocativamente, o eso pensaba yo. Todo iba bien hasta que se me ocurrió subirme encima de él. La silla de plástico crujió y, en un instante, caímos al suelo chocando nuestras cabezas. Comenzamos a reír sin parar; lo que se suponía iba a ser un baile sexy acabó bastante mal. —¿Estás bien? —Sí, estoy bien, pero no te rías más. Los ojos de Cristian estaban llenos de lágrimas y su abdomen se contraía de la risa. Lo golpeé en el hombro. —Para de reír, que he bebido mucho alcohol y me voy a hacer pis encima, por favor ayúdame a levantarme —supliqué. Intenté levantarme, pero no tenía fuerza. Cada segundo que pasaba, la situación se volvía más desesperada. —Cristian, por favor, ayúdame a levantarme