La casa estaba en silencio, salvo por el leve tic-tac del reloj en la pared del pasillo. Valeska caminó con pasos suaves, descalza, arrastrando la bata de satén que le cubría hasta los tobillos. La tela se deslizaba como un susurro contra el piso de madera mientras empujaba la puerta del cuarto de Adrián y se deslizaba dentro, guiada más por el instinto que por la costumbre.El aire estaba perfumado con esa mezcla tenue de crema para bebé, loción de lavanda y algo más… el olor de su hijo, de su hogar. El único lugar en el mundo que aún se sentía auténtico.Se acomodó en la cama junto a él, con el cuerpo entumecido por el cansancio, pero con la mente demasiado despierta como para permitirse dormir. Observó a Adrián unos segundos, esa carita redonda y dulce, tan parecida a la de su abuela que dolía. Luego alzó la vista al techo, como si en las sombras pudiera encontrar las respuestas que los días no le habían dado.Tenía papeles, nombres, pistas sueltas que no encajaban.«A.R.» Una empr
El estruendo hizo eco entre los edificios como una detonación, y el caos estalló al instante. El chillido de los frenos, los gritos de los peatones y el sonido seco del impacto rompieron la rutina de la ciudad como un puñal que desgarra el silencio.En cuestión de segundos, todo se convirtió en confusión y carreras desordenadas. Un grupo de personas se arremolinó cerca del cruce, con los rostros contraídos por el pánico mientras se escuchaban las primeras llamadas de auxilio. La voz de alguien gritaba al otro lado del teléfono que enviaran una ambulancia con urgencia. Otro intentaba contener a una mujer que lloraba al ver los cuerpos en el suelo.Valeska yacía tendida en el pavimento, el cabello esparcido como un velo oscuro sobre el asfalto, una de sus piernas doblada en un ángulo extraño, y un leve hilo de sangre dibujándole la sien.Su cuerpo permanecía inmóvil, más allá del leve subir y bajar de su pecho que apenas delataba que seguía con vida. A su lado, unos metros más cerca del
Pasaron días.No muchos, pero suficientes para que el silencio tomara el lugar del dolor agudo, y lo transformara en esa molestia sorda que se instala sin pedir permiso. Valeska estaba mejor físicamente, aunque aún tenía moretones en el costado y una herida que le dolía cuando respiraba muy profundo, pero nada que no pudiera soportar. Lo que sí le costaba más sobrellevar era el peso invisible de la ausencia. La de Lisandro. Porque después del accidente, después de haber cargado a Iskra como si fuese lo único importante entre el caos, él no volvió a aparecer.Ni una visita. Ni una llamada. Ni una nota.Nada.Y tal vez eso dolía más que el golpe en la cabeza o las costillas adoloridas. Porque no había excusa que lo justificara. No esta vez.Adrián dormía en su cunita portátil, acomodada junto a la cama de hospital como si fuera parte del mobiliario. Sus manitas gorditas estaban en alto, su boquita entreabierta, y esa calma absoluta que solo los bebés pueden tener cuando el mundo afuera
El celular de Valeska sonó en medio de la noche, cuando finalmente estaba logrando descansar. Era Theo, para ser exactos, era el hombre con el que firmó un contrato que declaraba su estado civil de casados, pero que, de ninguna manera, llegó a ser un hombre amoroso, no más que el primer año de matrimonio.Deseaba seguir descansando, pues todo el día había estado en el hospital cuidando de su madre, quien estaba terminando su recuperación y, de paso, terminaba de hacerse unos chequeos prenatales. Hace tres meses, un impulso de Theo bajo los efectos del alcohol la dejó embarazada, pero aún no decidía si decírselo o no. El médico le había aconsejado que, desde el aborto espontáneo anterior, quedar embarazada de nuevo ya era un milagro, por lo que debía prestar aún más atención al descanso.Con un poco de lentitud y aturdimiento contestó, su voz apenas podía distinguirse en medio del ruido y música que se escuchaban de fondo. El ajetreo de la gente en el fondo de la llamada, era testigo d
Mientras Valeska repetía sus mantras para mantener la calma y resistir un poco más, sentía las miradas de todos alrededor. Algunos la observaban con lástima y otros, con desprecio.¿Quién esperaría que le aplaudieran por ser una mujer que se dejaba pisotear por la amante de su marido en público? Solo ella conocía la razón detrás de su tolerancia, de su resiliencia: su madre era lo más importante en ese momento. Y siempre.—Gracias por la ropa. Estaba bebiendo y, sin querer, derramé algo en la mía. Te prometo que la lavaré y te la devolveré —dijo la mujer con una voz tan dulce y falsa que le daba náuseas.En ese momento, Valeska estaba mordiendo la parte interior de sus mejillas, intentando refrenar las palabras que luchaban por salir finalmente. Pero, ¿valdría realmente la pena? Tomó aire y decidió hacerle caso a sus impulsos.—No hace falta, quédate con ella. Al fin y al cabo, siempre se te ha dado bien apropiarte de cosas que no te pertenecen, ¿no? —replicó con frialdad, disfrutando
Valeska condujo de regreso a casa mientras el cielo comenzaba a aclararse. Su mente seguía trabajando a toda velocidad, pensando en cada cosa que estaba sucediendo en su vida.No tenía ánimo para volver a dormir, así que sacó la maleta que había guardado en un rincón. Dentro de ella ya había algo de ropa doblada, la cual había ido guardando poco a poco en los últimos días.Su armario estaba quedando casi vacío; sin embargo, Theo no se había percatado de ello. Al final de cuentas, él pasaba más tiempo en casa de Celine que en la suya propia.Celine había aparecido en el momento más feliz de la relación entre Theo y Valeska, en su primer aniversario de bodas. Theo acababa de superar el dolor de perder a su exesposa, Celeste, y ver una sonrisa en su rostro alegraba más a Valeska que a nadie. Entonces, le pidió con insistencia que fueran a cenar a un restaurante para conmemorar el nuevo comienzo de sus vidas juntos.En ese momento, Valeska realmente imaginaba su futuro. Tal vez tendrían t
Hoy es el último día. Desde la última confrontación en el club, Valeska no había vuelto a ver a Theo. Pensó que, al menos, deberían terminar ese matrimonio de una manera decente, así que lo llamó.—¿Qué quieres? —soltó él, con evidente mal humor.—¿Regresarás a casa hoy? Hay algo importante que quiero decirte, Theo —expuso ella con una voz tranquila, a pesar de que caminaba de un lado a otro—. Necesito hacerlo en persona, no por teléfono —añadió.No le parecía correcto decirle que tendrían un hijo por medio de una llamada; no se sentía bien. Aunque, ¿cómo reaccionaría Theo si le decía que iban a tener un hijo?¿Y si no lo quería?Valeska se rehusaba a la idea de que su hijo creciera sin una figura paterna, pero si ponía las posibilidades en una balanza, lo más probable era que Theo no estuviera feliz con la llegada de un niño al caótico remanente de su familia.Prestaba atención a lo que fuera que saliera de la boca de Theo; sin embargo, lo que escuchó fue la voz de Celine, al fondo,
En cuanto a Theo, el mismo día en que Valeska decidió irse de casa, se encontraba pensativo, lo rodeaba una extraña sensación de inquietud. Theo no pudo evitar recordar lo ocurrido esa noche. Lisandro, en medio de la fiesta, de repente preguntó por su esposa, y aprovechó la oportunidad para llamar a Valeska. ¿Por qué Lisandro estaría interesado en Valeska? Él es el CEO de un imperio comercial en ascenso, con solo un proyecto de colaboración podría salvar su empresa. Y Valeska, ¿qué es ella? Una ama de casa tonta y celosa, obsesionada consigo misma y reacia a divorciarse. ¿Cómo podría alguien como ella llamar la atención de Lisandro?Mientras pensaba en esa noche, su esposa lo llamó. ¡Valeska le dijo que quería divorciarse! La primera reacción de Theo fue pensar que esa mujer, para alejarlo de Celine, había ideado una nueva estrategia; siempre le gustaba tanto sentir celos de Celine. Pero Celine solo era una chica bondadosa e inocente, que había perdido a su hermana. Sin embargo, el t