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Adam y Adele
Adam y Adele
Por: Yohannie Romero
Capítulo 1 “Adam”

El instituto.

Es una de las etapas más importantes de la vida. Donde pasamos por cosas buenas y por otras no tan buenas. Donde descubrimos el amor y la verdadera amistad, donde reímos y también lloramos, donde blah, blah, blah y blah.

— Esto es aburrido, mamá. — me quejé entregándole el libro de autoayuda y motivación que me había prestado.

— Es... inspirador, hijo — dijo con una sonrisa.

— Me inspira a dormir. Tengo que irme, se me hace tarde.

— Adiós, bebé.

Besé su mejilla y corrí a mi camioneta.

Una de las cosas que más amaba en mi vida.

Era un Jeep, Cherokee Liberty, plateado con unos rines y neumáticos nuevos que había mandado a cambiar la semana pasada.

Una belleza.

Entré y conduje hacia el instituto.

Lo que me hizo recordar el libro de mi madre. Siempre me leía una de las frases de sus aburridos libros y aunque nunca lo admitiría, siempre me servían. Pero había una de ellas que siempre recordaría.

Ésta me la había dicho mi abuelo antes de irme y mi madre me la recordaba: "Disfruta la vida".

Oh, sin duda lo haría.

Oh, por cierto, me llamo Adam y estaré contando la historia de cómo disfruto mi vida.

(***)

— Podemos cambiar a Davis de la defensa y colocarlo como mediocampista, es bueno con los pases largos — dije.

— No, mi fuerte es la defensa. — respondió Richard Davis.

— Necesitamos fortalecer el equipo — dijo Nathan antes de que cubrieran sus ojos por detrás.

— ¿Quién soy? — dijo su novia haciendo que todos rodáramos los ojos.

Mucha cursilería.

Hablaron y se besaron.

— Hey, tórtolos, todavía estamos aquí — dije.

Amélie, la novia de mi mejor amigo, Nathan y mi mejor amiga también rió mientras se sonrojaba y nos saluda.

Pero yo sólo veía a la chica de melena rizada y rubia que se acercaba a nosotros.

— Hola, Chloe — la saludé.

— Hola, Nathan — me ignoró y comenzó a hablar con Amélie.

Sonreí.

— Te ves guapísima — le dije.

— Lo sé — batió sus pestañas.

Les explico.

En este instituto hay cuatro chicos populares. El primero, Nathanael Petit, mejor conocido como Nathan y llamado mejor amigo por mí; es el capitán del equipo de fútbol. Segunda, Amélie Jussieu, mi mejor amiga desde que llegué a Francia y capitana del equipo de porristas, novia de Nathan. Tercera, Chloe Allard, mejor amiga de Amélie y la chica más odiosa y guapa que conozco. Y por último y por eso el más importante, mi persona, Adam Martínez, guapo, gracioso, extrovertido, guapo, positivo, guapo y latino, señoras y señores soy muy guapo y humilde.

Mi vida básicamente es de partido en partido, de fiesta en fiesta y de chica en chica. Y no me quejo, sólo siento que me falta algo más.

Nos dirigimos a nuestra primera clase, historia.

Me senté junto a Chloe.

— Hey, Chloe, ¿quieres salir a comer algo hoy?

— ¿Yo? ¿Contigo? — me miró con desagrado — Paso.

— Sabes que no me podrás rechazar siempre. Un día admitirás que te encanto.

— Pues te estaría mintiendo — ella se encogió de hombros.

— Eres cruel.

— Gracias, Adam — sonrió.

Conocía a Chloe desde hace muchos años y era la única chica que me rechazaba, por eso tengo una meta personal y es lograr que Chloe Allard admita que yo le gusto.

No podía aceptar ser rechazado.

— Hey, Lily — llamé a una morena que estaba sentada frente a mí — ¿Quieres cenar en mi casa conmigo está noche?

Ella abrió mucho los ojos sorprendida, pero después me guiñó un ojo y sonrió.

— Por supuesto.

Así sí.

Una chica de unos veintitrés tal vez un poco más entró al aula y se colocó frente a toda la clase.

Era guapa.

— Buenos días, chicos, mi nombre es Lauren Lassarre y soy su nueva profesora de historia.

Blah, blah, blah...cambiarlos de compañero.

¿Qué?

No, no, no, tengo que estar sentado junto a Chloe o mi plan para conquistarla no funcionará.

— Pero eso no tiene nada que ver con historia — dije tratando de convencer a la profesora.

— Lo sé, pero quiero que se conozcan más y que convivan más entre ustedes.

Rodé los ojos.

Absurdo.

Amélie también protestó pero la guapa profesora dijo que no.

Después la profesora comenzó a asignar los nuevos puestos.

A Chloe la sentó junto a una chica gótica.

— No me extrañes — le guiñé un ojo antes de que ella rodara los suyos y me ignorara.

Seguí sin prestar atención hasta que dijeron mi nombre.

Giré hacia mi alrededor y vi cómo una chica se levantaba y se sentaba en una esquina.

Supuse que ella era mi nueva compañera así que me levanté y me senté junto a ella.

Nos había tocado justo al final, junto a la ventana.

La chica estaba leyendo un libro de ciencia que ocultaba por completo su rostro. Además de que usaba un suéter negro con unos pantalones grises que ocultaban su cuerpo.

— Hola — le sonreí aunque no me veía — Me llamo Adam.

Se encogió más en el libro y no respondió.

— Veo que no hablas mucho — dije.

Tampoco respondió.

— ¿Eres tímida? Porque déjame decirte que no muerdo, bueno, si muerdo pero sólo la comida. Como la pizza, o la hamburguesa, o el pollo frito. Ya me dio hambre — hablé más conmigo mismo.

Sus hombros se movieron haciéndome ver que se reía silenciosamente.

Pero no respondió.

Genial, mi compañera es muda.

La clase continuó como cualquier clase, aburrida.

Yo estuve jugando Subway Surfers en mi celular durante toda la clase.

Y mi habladora compañera escribía en su cuaderno, cubriendo su rostro con su cabello.

Cuando la campana sonó ella fue la primera en levantarse y casi salir corriendo del salón.

Reí y me levanté también.

No recogí mis cosas ya que no había sacado ninguna. Y al tomar mi bolso noté que ella había dejado su iPod en su asiento.

¿Cenicienta?

Lo tomé y salí rápidamente.

La busqué con la mirada hasta que encontré a una pequeña chica vestida de negro y gris que metía unos libros en su casillero.

— ¡Hey... — no sabía su nombre — tú!

Ella giró y al verme se cubrió más con sus libros.

— Esto estaba en tu asiento, supongo que es tuyo.

Le tendí el iPod y ella lo tomó rápidamente.

Asintió o eso creo dándome las gracias, o eso creo.

— De nada — le sonreí.

Me di la vuelta dispuesto a irme, pero luego giré para agregar una cosa más.

— Por cierto, no seas tan tímida. Recuerda que no muerdo, a no ser que seas una hamburguesa — bromeé.

Escuché una leve risa y sus libros se resbalaron un poco dejando ver sus ojos.

Unos hermosos ojos cafés.

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