NARRA ADELE
¿Por qué? ¿Por qué?
Tengo años tratando de ser invisible en este instituto y no quiero llamar la atención justo en el último año.
Y para ayudarme a no llamar la atención me pusieron a Adam Martínez, uno de los chicos más populares como compañero.
Prefiero a mi antiguo compañero Lucas que casi ni hablaba y parecía que odiara a todo el resto del universo.
Y justo por Chloe, esa rubia hueca no me caía nada bien.
Recuerdo la única vez que habíamos cruzado palabras.
Estaba de camino a mi clase apresurada ya que iba tarde y accidentalmente tropecé con ella.
— ¡Oye, fíjate por dónde caminas, inútil! — me había dicho ella.
— Y-yo lo-lo siento — dije arrepentida.
Ella me observó de arriba abajo y dio una sonrisa burlona.
— Tú aspecto es lamentable.
— ¡Chloe! — la llamó Nathan, el capitán del equipo de fútbol.
— ¡Ya voy! — respondió ella — Me voy, sería una vergüenza que me vieran contigo.
Desde pequeña había sido una chica muy tímida, pero desde ese día me daba miedo llamar la atención.
Siempre los que llaman la atención son los más propensos en ser humillados.
Y yo no quería eso, no de nuevo.
Y justo ahora volvía a ser humillada y por culpa de ese chico que no dejaba de insistir para que yo hablase.
Adam Martínez no me caía bien. Ninguno de los populares lo hacía. Lo único que les importa son ellos y nadie más.
Amélie es superficial.
Nathan un arrogante.
Chloe trata mal a todo el mundo.
Y Adam es un mujeriego.
Todo lo que he querido lejos de mi vida desde que nací. Y ahora, en el último año tenía que sentarme junto a Adam. El chico que se había acostado con todas las chicas del instituto (excluyéndome) e incluso con algunas profesoras.
No entendía cual era su insistencia en que yo hablara y mostrara mi rostro o hasta en hacerme reír, pero era sospechoso y simplemente no quiero ser una más en su lista o peor, una apuesta u otra de esas cosas terribles que les pasa a las chicas de las historias que leo en internet.
En el único momento dónde no me pareció tan terrible fue cuando dijo lo de la noche. Me imaginé que pensaba diferente.
Caminé hacia cualquier otro sitio sin rumbo y lo vi pasar en el pasillo frente a éste. Tenía un balón de fútbol en su mano y en la otra su teléfono celular por el cual estaba hablando.
Tenía que hacer un trabajo con él y Adam ni siquiera lo sabía.
Tal vez lo hiciera todo yo sola y lo metiera como siempre hacía con todos los trabajos en pareja, pero ya estaba cansada de hacerlo todo yo.
Caminé hacia él y toqué su hombro. Él giró, me vio, sonrió y moduló que esperara.
Estaba hablando en español a la otra persona en la línea.
Entendí casi todo lo que decía ya que iba muy bien en esa clase.
— No, abuela, tienes que escribir tu nombre y apellido. No, no te van a secuestrar. No tienes que poner uno falso. Abuela, ¿Josefina? Está bien, pon el nombre que quieras. Después hablamos. — dijo a través del celular, antes de colgar — Disculpa, mi abuela está tratando de abrir un F******k para ella y mis queridísimos primos le dijeron que yo le explicaría cómo hacerlo. Los odio.
Reí.
— M-mi abuela es-s famosa en I*******m — dije tratando de hablar normal, pero aunque lo intentara mi tartamudeo siempre ganaba — Te-tenemos que hacer un ensayo.
— ¿Ensayo? ¿Tarea? — preguntó — Agh, odio estudiar — habló revolviéndose el cabello. Odiaba que los populares siempre se vieran perfectos y sexys — Creo que hoy puedo después de clase. Te confirmo en un rato.
Asentí y me alejé.
No lo veía muy interesado. Seguro al final terminaré haciendo todo yo sola.
***
NARRA ADAM
— Supéralo — dijo Chloe rodando los ojos.
— Es que no puedo creerlo — dije frustrado — ¿Cómo no te gustan mis chistes? Todo el mundo los ama.
Estábamos en la cafetería en la mesa del centro, nuestra mesa. Comiendo y charlando.
— Es cierto — dijo Amélie, mi mejor amiga — Los chistes de Adam son buenísimos.
— Los mejores que he escuchado — dijo Nathan, mi mejor amigo.
— Pero a mí no me gustan — dijo Chloe encogiéndose de hombros — No me dan risa.
— Estoy indignado y dolido — hablé — Lo lamento, pero me retiro. Hasta rima me salió — reí — Traficando rimas.
Me levanté de mi asiento y caminé hacia la chica morena con la que había hablado ayer por la mañana. Creo que se llamaba Lily o Lizzie.
— Hola, preciosa — me senté junto a ella.
— Hola, cariño. Anoche fue increíble— ella me dio un largo beso en los labios que me tomó desprevenido y luego rió con sus amigas — ¿Qué haremos hoy?
— Justo de eso te quería hablar — le di mi sonrisa matadora (como yo la llamaba), con esa sonrisa conquistaba a cualquier chica — No puedo hoy. Tengo que hacer un trabajo con... alguien.
No era que no quería decirle con quien. Sino que no sabía el nombre de la chica tímida.
— ¿Hoy? Pensé que iríamos a mi casa — hizo un puchero.
— Hoy no. Pero, yo te llamo.
Le di una sonrisa y me levanté.
Aquí acababa todo. No la volvería a llamar.
Caminé hacia la mesa de la chica tímida. Estaba sentada sola al rincón, cubriéndose con un libro enorme de medicina.
Me senté junto a ella y sentí como todos en el comedor se me quedaban viendo.
— Hola — le sonreí.
Ella me miró y sonrió levemente.
— Hola.
Giró a ver a su alrededor y al notar que todos nos veían se escondió más en el libro.
— No temas. No te van a comer.
Ella rodó los ojos.
— Todos dicen eso — dijo con un tono de voz tan bajo que tuve que acercarme para escucharla — No comen, pero si que juzgan.
— Entonces, no me temas a mí. Yo no te voy a juzgar, aunque no prometo no comerte.
Ella abrió mucho los ojos sorprendida.
Reí.
— Es broma — dije — ¿Estás libre hoy? Podemos ir a mi casa a hacer el trabajo.
— ¿A tu casa? Lo podemos hacer en la biblioteca.
Negué con la cabeza.
— No puedo ir a la biblioteca en dos semanas — me miró confundida — Estoy suspendido. Subí a una mesa y me puse a bailar, un reto de Chloe.
Su sonrisa se borró al instante.
— Entiendo que le temas a Chloe, pero en el fondo es una gran chica.
— No le tengo miedo. — dijo seria — Está bien, en tu casa.
Le sonreí.
— Entonces, te llevo cuando se acabe la última clase.
Ella asintió.
Y siguió leyendo su libro de medicina.
Una chica peculiar.
El timbre sonó indicando que se habían acabado las clases por hoy.Corrí hacia el estacionamiento.Estaba emocionado por ver a la chica tímida. Ella me agradaba.En el camino me tropecé con Chloe.— Lo siento — digo sujetándola de los brazos para que no cayera.— Siempre tan despistado — dijo rodando los ojos.Ella acomodó su rubio y rizado cabello dejándolo caer sobre su hombro.¡Qué guapa!<
Fui al depósito que era una habitación grande donde guardábamos desde comida hasta herramientas.Tomé el botiquín de primeros auxilios y me dirigí a mi habitación, pero a mitad de camino regresé a la cocina, tomé un bote grande de helado de chocolate y subí.Cuando estaba llegando a mi habitación escuché una dulce y baja voz cantando una canción de Fall Out Boy.Su voz era hermosísima, como la de un ángel. Nunca antes había escuchado una voz como la de ella.— Hey.Di un respingo y vi a Christopher, mi primo hermano, caminar hasta ponerse frente a mí.— ¿Quién es? — me preguntó señalando a la puerta de mi habitación.&nbs
— ¡Yo quiero estar contigo, vivir contigo, bailar contigo, tener contigo una noche loca! ¡Y besar tu boca! — canté en español a todo pulmón por los pasillos del instituto de camino a la cafetería.— ¡Martínez! ¡Silencio! — me reprendió el director que pasaba por el pasillo también.El director es un anciano de unos 50 años, lo suficientemente viejo para llamarlo fósil. Tan amargado que su rostro está completamente lleno de arrugas por siempre tener el ceño fruncido. Pero a pesar de todo era un buen hombre, lo conocía muy bien por tantas veces que había ido a su oficina de dirección y por todas las reuniones familiares. El director es mi tío, o mi tiastro o como se le diga al hermano mayor de mi padrastro. Tal vez esa era la razón por la cual no me habían expulsado
— ¿No vamos, Ady? — pregunté apareciendo detrás de ella haciendo que pegara un gritito del susto.— Deja de asustarme — dijo molesta — Y no me llames Ady.Le abrí la puerta del copiloto para que entrara a la camioneta y yo entré después de ella.— ¿Por qué? Deberíamos ser amigos, ¿no? Ya que serás mi novia — dije tranquilo encendiendo mi auto.Adele que estaba tomando un té frío comenzó a toser de la impresión.Comencé a conducir a su casa.— ¿Qué? ¿Tu novia? ¿Qué te fumaste?— Cocaína, pero eso no tiene nada que ver — bromeé — Mi madre dice que quiere que seas mi novia y mi mamá no aprueba a cualquiera. Si t
- Y-yo... E... B-bueno... Tenemos que terminar de acomodar todo ésto - dijo Adele tomando un libro titulado "Dame un beso", lo soltó de inmediato.Reí.- Claro.Terminamos de acomodar su biblioteca sin decir una palabra y me senté en un pequeño sofá azul. Adele se sentó en su cama lo más lejos de mí.Sonreí.- No haz dado tu primer beso - comenté.- ¿Yo? Claro que si - dijo moviendo inquieta su pierna derecha.- Claro que no.- Claro que si.- Te has puesto demasiado nerviosa o nunca has dado un beso o yo te pongo nerviosa - comenté - O tal vez son las dos.Adele se quedó callada.- Yo... sólo no he conseguido a la persona correcta - dijo
¿Qué es la felicidad?¿Es lo que siente un niño cuando recibe su obsequio de navidad?¿O cuándo la persona que te gusta dice que también le gustas?¿O es cuándo estás con tus amigos disfrutando de la vida?¿O cuándo estás en soledad, comiendo, viendo una película o escuchando música?Tal vez es cuando obtienes tu primera paga en tu primer buen trabajo.O sólo cuando obtienes una buena calificación en aquel examen por el que tanto estudiaste
NARRA ADELE¿Por qué escribí su nombre?— ¿Y bien? — preguntó Adam divertido.— ¿Tienes borrador? — ignoré su pregunta.— Si, pero eso es marcador.Miré mi cuaderno y rodé los ojos sintiéndome estúpida.Bien, Adele, ya cometiste el ridículo del día.Arranqué la hoja y seguí viendo la clase procurando no seguir pensando en Adam.Cuando terminó la clase me levanté rápidamente y me dirigí a la siguiente que quedaba hacia la otra punta del instituto.Mientras caminaba por el pasillo ví como un Adam un poco sudado y cansado se detenía frente a mí.— ¡ADY! — gritó. 
— ¡ADAM! — escuché que alguien me llamaba.— ¡¿Quién me aclama?!Ví a Lucas, el compañero de asiento de Amélie correr hacia mí.Lucas rió.— No te aclamo, pero si necesito tu ayuda.— ¿Mi ayuda?— Bueno, es un consejo.— Oh, viniste con el mejor. Soy el psicólogo de mis amigos. Disculpa si no te llevo a mi consultorio pero tenías que haber programado una cita antes.Lucas rió.— Pues, discutí con Amélie.— Oh, ¿por qué?— Porque me enojé porque perdió su... florecita con el estúpido de Nathan.