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Capítulo 4 “Adele”

El timbre sonó indicando que se habían acabado las clases por hoy.

Corrí hacia el estacionamiento.

Estaba emocionado por ver a la chica tímida. Ella me agradaba.

En el camino me tropecé con Chloe.

— Lo siento — digo sujetándola de los brazos para que no cayera.

— Siempre tan despistado — dijo rodando los ojos.

Ella acomodó su rubio y rizado cabello dejándolo caer sobre su hombro.

¡Qué guapa!

— Es que me vuelvo un loco cuando estoy cerca de ti — dije sonriéndole.

Y ella hizo algo que no me esperaba.

Me devolvió la sonrisa.

— ¿Hasta cuándo dejarás de tratar de conquistarme?

— Hasta que aceptes ser mi novia.

— Eso es un nunca, entonces — dijo.

— Yo nunca me rindo — me encogí de hombros — Hoy estás guapísima.

Besé su mejilla y seguí mi camino hacia mi auto con una tonta sonrisa en el rostro.

Junto a mi auto estaba la chica tímida mirando su celular.

— Creo que es la primera vez que te veo y no estás leyendo — comenté a su espalda haciendo que ella pegara un brinco del susto.

— Te equivocas — comentó y me mostró su celular — Estoy leyendo en W*****d. Actualizaron mi historia favorita.

Ella sonrió enormemente.

Se veía lo feliz que le hacía leer, lo que me hizo sonreír también.

Amo ver a la gente feliz.

Abrí la puerta de mi camioneta y le señalé para que entrara.

— Dama — dije con una sonrisa haciendo una reverencia.

— Gracias, caballero — ella sonrió e hizo también una reverencia antes de entrar.

— Es todo un honor para ti estar en mi camioneta. Es mi bebé — dijo al sentarme en el asiento del conductor.

— ¿Un honor para mí? — preguntó riendo — El honor es todo tuyo, no cualquiera puede lograr que yo diga más de tres palabras sin tartamudear — comentó.

Y ahí me di cuenta que había dejado su timidez de lado.

— Entonces lo admito, el honor es mío — contesté con una sonrisa.

En el camino a mi casa el silencia reinaba, pero no era incómodo.

— ¿Puedo poner música? — preguntó — Es que no puedo estar en un auto sin música, ni en cualquier otro lugar.

— Claro, lo que quieras.

Ella encendió la radio y cambió las emisoras hasta que dejó una donde sonaba Dub Inc - Tout ce qu'ils veulent.

Cerró sus ojos y comenzó a mover la cabeza de un lado al otro al ritmo de la música.

Sonreí mientras cruzaba hacia la entrada de la residencia.

Comencé a cantar sin poder evitarlo. Me gustaba mucho esa canción. Ella sonrió y se me quedó viendo unos segundos. Por un momento sentí que podía ser amigo de esa chica, que era muy diferente a todas las que conocía.

— Bueno, bienvenida a mi humilde morada — dije aparcando mi camioneta.

Ella miró por la ventanilla del auto y abrió mucho los ojos.

— ¿Humilde? — dijo sorprendida — Quisiera tener una casa así de humilde.

Reí.

— Y eso que estás viendo la del vecino, la mía es la de la izquierda.

Ella rió, giró su cabeza y abrió muchísimo más los ojos.

— Eso es como del tamaño del instituto — comentó.

— Un poco.

Salí del auto y lo rodeé para abrirle la puerta, le tendí mi mano para ayudarla a bajar.

— Un caballero, pero esta damisela no está en apuros, puedo bajar sola, gracias.

Dio un brinco para bajarse de la camioneta y cayó al suelo.

Sin poder evitarlo solté unas enormes carcajadas.

— Eso no salió tan cool como esperaba — dijo haciendo un puchero — Y deja de reírte.

— Lo siento — dije aguantando la risa y ayudándola a levantarse — Buena damisela, creo que ahora si estás en apuros— dije ayudándola a que se levantara — ¿Estás bien?

— Si, sólo me duele un poco la dignidad.

Reí.

— ¿Un poco de helado ayudaría? — pregunté mientras la ayudaba a ir hacia la entrada de mi casa.

— Sólo si es de chocolate.

Sonreí.

Saqué las llaves de la puerta de entrada, pero antes de abrir me detuve.

— Mi abuela siempre me dijo que no dejará entrar a extraños en mi casa y bueno, creo que hay un detalle — dije y ella me miró confundida — ¿Cómo te llamas?

Frunció el ceño y luego rodó los ojos, parecía un poco molesta.

— ¿En serio no sabes cómo me llamo?

Negué con la cabeza.

— Ustedes los populares son todos iguales. Sólo les importan ustedes mismos y no miran a su alrededor.

— Oye, yo no...

— No importa, esto es una tontería. Tenía que haberlo sabido, voy a mi casa.

— Oye, ¿qué? No, no entiendo nada — dije muy confundido — Olvídalo, entra y hagamos el trabajo.

Ella me miró con los ojos entrecerrados durante varios segundos y luego giró la cabeza.

— Bien.

Abrí la puerta dándole paso para que entrara a mi casa, o bueno, la casa de mi padrastro.

Su expresión cambió por completo y volvió a su cara de sorprendida mirando a todos lados.

En serio esta chica es muy extraña.

— Ponte cómoda, si quieres.

Al fondo se escuchaba una voz cantando una linda melodía en español.

— ¿Quién canta? — preguntó la chica.

— Mi mamá — sonreí y casi corrí a la cocina donde mamá cantaba al mismo tiempo que hacía galletas, Gregory, su esposo la veía desde el mesón de la cocina con una sonrisa.

— Bendición — hablé en español. Le di un beso en la mejilla a mi mamá.

— Dios te bendiga.

— Hola, Greg.

— Hola, pequeño.

— Vine con una chica.

Mi mamá que estaba sonriendo - como siempre - hace unos segundos, giró a verme con una expresión enojada.

— No me digas que es otra de tus chicas de una noche, porque déjame decirte Adam Martínez García que no me gusta para nada eso y que ya deberías empezar a buscar una novia de verd...

— B-buenas t-tardes — hablaron a mis espaldas.

Y volvió el tartamudeo.

Esta chica era realmente tímida.

— Ella es la chica, vamos a hacer un trabajo de inglés.

— Historia — me corrigió ella rodando los ojos.

Mi madre me dio una mala cara y luego sonrió hacia mi invitada.

— Hola, cariño, ¿cómo te llamas?

Lo mismo me preguntaba yo.

Esperaba que esta vez la chica tímida no se volviera loca con mi madre.

— Yo-yo soy... Adele C-ca-astle.

Adele.

— Un gusto conocerte, Adele. Yo soy María, la madre de Adam y él es Gregory, mi querido esposo.

— El-el gusto es t-todo mío, se-señora.

— Bueno, nosotros vamos a hacer el trabajo — dije — Ven conmigo, Adele.

Ella me siguió con mala cara y cojeando un poco así que la ayudé a subir las escaleras para llegar a mi habitación.

— Bueno, tienes que saber algo. Mi habitación está en el tercer piso.

Ella abrió mucho los ojos.

  ¿Por qué tu habitación está en el tercer piso? ¿No te cansa? — dijo haciendo una mueca de dolor y apenas estábamos en el sexto escalón.

— De hecho no, pero veo que tú estás sufriendo, creo que puedo ayudarte con eso.

Sin dudarlo la tomé en mis brazos como un príncipe cargaría a su princesa.

— Pero, ¿qué rayos se supone que haces?

— Te estoy cargando.

Llegamos a la puerta de mi habitación y la dejé ahí para poder abrirla.

— Jamás vuelvas a hacer eso.

— ¿Por qué? — dije divertido al verla fruncir el ceño molesta. Se veía muy tierna con sus mejillas regordetas y su baja estatura.

— Porque no me gusta y punto.

— Vamos, Ady. Es normal.

— No me llames Ady.

— ¿Y ahora por qué?

— Porque los "apoditos" son para los amigos y tú y yo no lo somos.

— ¿Apoditos? — reí.

Toda esta situación se me hacía divertida.

— Si, ahora sólo hagamos el trabajo.

— Está bien, Ady.

Me encogí de hombros y abrí la puerta de mi habitación.

— Después de ti — dije.

Ella entró y luego de mirar a su alrededor y tratar de fingir que no le impresionaba se sentó sobre mi cama.

— Logré que estuvieras en mi cama más rápido de lo que pensé — bromeé.

Ady me dio una mala mirada.

— ¿En serio? — dijo incrédula y molesta.

— Lo siento, la costumbre — volví a bromear y ella volvió a darme otra mala mirada — Lo sé, no son de mis mejores chistes.

— Supongo que no tienes idea de lo que trata el trabajo, ¿no? — preguntó cambiando el tema.

Me senté junto a ella y noté que tenía muchas pecas sobre la nariz.

— Acá lo importante es — hablé — ¿Adele? ¿Cómo la cantante?

Ella rodó los ojos como por milésima vez en media hora.

— ¿Por qué todo el mundo dice lo mismo? No es como el de la cantante, el mío se escribe con H.

— ¿Qué? ¿En serio?

— Pues claro que no.

Reí aunque ella estaba muy seria.

— ¿Y por qué te pusieron ese nombre? — pregunté curioso.

— ¿Y para qué quieres saberlo?

— Curiosidad.

— La curiosidad mató al gato.

— Pero el gato tiene nueve vidas y le quedaron ocho para seguir aprendiendo.

Adele sonrió.

— Porque significa mujer activa, entusiasta ysoñadora;  algo inocente, pero con mucha fuerza de voluntad

— ¿Y eso será cierto?

— No lo sé, descúbrelo tú mismo.

— Lo haré — le dediqué una sonrisa.

Ella sonrió por menos de un segundo y luego volvió a estar seria.

— Tenemos que empezar el ensayo.

Asentí.

— Voy a buscar mi laptop. Para que Wikipedia nos ayude. No sé qué haría sin ella.

Me levanté de la cama y le di la espalda para buscar mi laptop, cuando la tomé y me di la vuelta vi a Adele con el holgado pantalón que tenía un poco levantado mostrando sólo un poco la piel bastante blanca de su pierna un poco más arriba del tobillo que tenía una raspadura por donde estaba saliendo un algo de sangre.

— Te lastimaste.

— Solo es un rasguño, cuando me caí de la camioneta.

— Voy a buscar el botiquín.

— No es necesario.

Dejé la laptop sobre mi cama y salí de la habitación.

Bajé las escaleras hasta la cocina.

— Mamá, ¿dónde está el botiquín de primeros auxilios? — pregunté interrumpiendo la romántica escena de mi madre y mi padrastro comiendo galletas de la mano del otro.

Agh.

— ¿Qué pasó? — preguntó mi madre preocupada.

— No encontrarás condones ahí — dijo Gregory.

Rodé los ojos.

— Sólo fue una vez. Necesitaba condones y pensé que estaban en el botiquín de primeros auxilios. El botiquín es para emergencias, ¿no? Porque eso era una emergencia. — dije recordando lo que había pasado hace unos cinco días, tal vez seis.

— No hablen de eso frente a mí — mi mamá rodó los ojos — ¿Para quién es el botiquín?

— Para Adele, tiene una raspadura.

— Está en el depósito, primer cajón de la derecha.

— Gracias, mamá.

Dije dispuesto a ir al almacén.

— Hey, Adam — me llamó mi madre — Se ve que esa chica Adele es diferente a las que siempre traes. No la trates como a las demás. Eso la lastimaría.

— Ady no es como la demás, no lo haré.

— Gracias, hijo. Y por cierto, deberías buscarte una novia oficial.

— No te preocupes, mamá, ya tengo una en mente.

Mi madre me miró sorprendida pero con una sonrisa esperanzada en el rostro.

Yo me dirigí al depósito pensando solo en una chica.

Una chica de rubio cabello rizado.

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