Horas más tarde.
Los invitados fueron llegando a la mansión de los Greenwood, todo estaba hermosamente decorado.
—Hija, no vayas a hacer ninguna travesura que comprometa mi trabajo —le pidió Clara amarrando el lazo del único vestido decente que tenía, luego le cepillo el abundante cabello y lo recogió en una coleta sencilla.
—Eres la niña más bella —susurró a su oído, luego le dio la vuelta y la besó en la frente —nunca lo olvides —agregó estrujando su nariz con la de Angelina.
Ya en la cocina Clara le pidió a su hija que se quedara en un rincón sin estorbar, aquello estaría movido; la mansión estaba llena de aristócratas y un solo error causaría que cabezas rodaran, así que la presión era fuerte; Marie revisó minuciosamente los servicios, el orden y el tipo de comida con que iniciarían el banquete siguiendo las órdenes de los señores Greenwood. El primero se dedicaba a la fruta y otros platos de temporada, luego se serviría el potaje, y tras este venían los «platos fuertes», que correspondían principalmente a las carnes, sazonadas con especias de origen exótico (el jengibre blanco, el azafrán, el comino o la pimienta) era otro elemento de distinción social. La escogida por Liza Greenwood para aquella velada era la carne de caza (ciervo, jabalí, perdices…), reservada justamente para los festines, dado que no se consumía a diario; luego venía la volatería de corral —capones, ocas, gallinas, incluso cisnes— y en tercer lugar las carnes rojas y consistentes (ternera, carnero). Los platos se sazonaban con salsas hechas de especias y zumos de frutas ácidas. En cuanto a la bebida, se servía vino, champaña, sidra o hidromiel.
Todos los empleados usaban el uniforme de gala que era de color negro y delantal blanco inmaculado, Angelina pensó que, aunque su madre llevaba aquel uniforme tan frío y nada atractivo, no lograba opacar lo hermosa que era, y, a decir verdad, Clara era una mujer atractiva a sus 26 años de edad; era alta y esbelta, sus ojos eran de un color miel claro. Angelina reflexionaba, mientras la veía, que su madre nunca le habló de la muerte de su padre. La joven dejó sus pensamientos de lado al oír la hermosa melodía que se colaba en la cocina, se alejó del rincón donde su madre la había confinado y a hurtadillas se coló por la puerta. La muchacha quedó hipnotizada bajo aquella luz escarchada que emitían las hermosas lámparas de arañas que pendían de los techos sobre el inmaculado salón; no pudo evitar volver a soñar, su imaginación volaba como un cisne y al ver su vestido ella con el poder de su imaginación lo iba transformando en uno más hermoso que el de Alyssa. Su mirada se posaba en cada una de las damas invitadas, y de cómo aquellos trajes de amplias faldas giraban al son de la música.
—¡Yo seré el patito feo que se convierte en un cisne! Ser diferente me hace única —se dijo a sí misma, para superar el ataque que había sufrido por parte de Alyssa Greenwood.
Angelina continuaba bebiendo de la magia que le ofrecía aquel gran baile, pudo analizar que el mundo se dividía en demasiadas piezas, pero los fragmentos de aquella noche le parecían hermosos, como hermoso era su corazón roto por los misterios de la belleza; su mente era como grifo que seguía goteando lleno de preguntas, era como el perro que arañaba la puerta suplicando que lo dejasen entrar y Alyssa era el ruido de la ventana cuándo es azotado por la lluvia más infernal; el trueno que no la dejaba dormir por el temor que le causaba. Aquella joven de cabellos color oro, se había vuelto para ella en el frío que no se puede sacudir. Angelina trató de mitigar aquellos recuerdos y dio gracias a Dios y a su padre que la cuidaba desde el cielo que Alyssa y Caden no la habían visto, aquella noche su deseo de ser invisible se había cumplido.
El sol mañanero había inundado con su luz todos los rincones de la mansión. Los dueños aún no se levantaban, pero la servidumbre ya había comenzado su faena desde temprano, los pisos ya volvían a ser limpios e inmaculados, el pan ya estaba en el horno y las maderas chasqueaban en las chimeneas dando calor a la gran casa.
—¡Huele a gloria! —Dijo Gustavo al entrar a la cocina y oler la leche recién batida con miel que Marie, su madre, le ofrecía.
—El patrón me ha pedido que saque al joven Caden para sus clases de equitación —le informó a Marie mientras tomaba un sorbo de su leche-
—Madre, ¿no queda más pan de centeno?
—Si hay, ya te lo alcanzó —afirmó la mujer, seguidamente giró para picar otro trozo de pan, luego opino: —El joven Caden se ve más llevadero que su hermana-
—No puedo comparar madre, aún no he tratado a la señorita Alyssa.
—Espero que no lo hagas —se introdujo Martina —¡Esa niña es una majadera!
—El joven Caden es diferente —apoyó Angelina a Marie.
—Aun así, no quiero que te acerques a él —intervino rápidamente Clara. Gustavo se tomó todo el contenido del plato y contempló a Angelina, luego a Clara.
—Querida Clara, me temo que no será tan fácil, el joven Caden me ha pedido que Angelina esté presente en las clases-
—¡Eso no puede ser!, los patrones se molestarán-
—Se lo he prometido al chico y ni modo que rompa mis promesas-
—Clara tiene razón —le apoyó Marie —Lord Greenwood no le parecerá que su primogénito se mezcle con la hija de la servidumbre.
—Son, solamente niños. ¡Ustedes son unas exageradas!, es más para que se calmen, el chico me ha dicho que su padre le ha dado su consentimiento-
—Quizás el padre sí, pero Lady Liza no lo creo, ella casi ni nos ve a la cara-
—Hija, lo siento, pero tu lugar es aquí en la cocina… mi respuesta es no —Angelina sintió odiar a su madre por aquella negativa, luego se sintió culpable por experimentar aquel sentimiento tan pernicioso, suspiró y dejó que sus malos sentimientos se ahogaran en el mar negro de su egoísmo.
Minutos más tarde.
Angelina en silencio ayudaba a su madre a lavar las verduras para la sopa. Lady Greenwood había contratado a un experto de cocina para que la complaciera en sus gustos culinarios más exigentes; el hombre estirado únicamente permitía que Marie, Martina y Clara cortara los ingredientes. La cocina, que había sido su refugio, ahora se volvía otro salón más donde debían tragarse sus opiniones personales por miedo a que Dimitri (el nuevo jefe de cocina) les fuera con el chisme a los patrones.
—¡Niña, las verduras deben quedar impecables! —riñó el hombre regordete, mostrándole a Angelina una papa que ella había limpiado.
—Disculpe señor Dimitri —la excusó Clara —Yo la corregiré-
—Hágalo, porque no se puede perder tiempo, enséñela que este siempre será su lugar y por ende debe hacer sus labores bien. —Aquel recordatorio hirió a Clara, ella quería para su hija algo mejor que una cocina para limpiar, pero de nada servía lamentarse, el remedio a aquella desidia era continuar trabajando y ahorrar, así algún día podría abrir su taller de costura, talento oculto que muchos ignoraban en aquella casa y que se le daba muy bien. Clara, había nacido con ese don y sin que Angelina lo supiera, había comprado muchas telas con bordados bastante aceptables, soñaba con hacerle un guardarropa decente, muy dentro de ella sabía que su hija alcanzaría algo mejor de lo que la vida le había ofrecido a ella. Sus pensamientos se diluyeron cuando la voz jadeante de Caden irrumpió las labores de la cocina.
—¡Angelina! —Exclamó —¿Qué haces en la cocina? ¡Te he estado esperando en los establos! —Angelina sonrío, entretanto Dimitri ya elevaba su rostro para investigar-
—Joven Caden —dijo Clara en voz pausada —, mi hija ayuda en los quehaceres de la casa, sus padres se pueden molestar si la dejo ir con usted, es mejor que busque a su hermana para que sea su compañera de montar-
—¡Tonterías! Mi padre está al tanto, y Alyssa es un ser insoportable que por toda llora —Clara quiso insistir en que no estaba bien, pero Dimitri se introdujo en la conversación—.
—Clara, ¿piensa contradecir al hijo del dueño? Si Lord Greenwood lo ha aprobado, entonces su deber es obedecer y no refutar —Clara no dijo nada ante el comentario del hombre, y con su negatividad oculta no le quedó de otra que aceptar. Angelina se lavó rápido las manos mientras sus labios se curvaron en una gran sonrisa, antes de salir de la cocina su madre la llevó hacía ella, secó sus manos y le pidió que se comportara, seguidamente le acarició el rostro y se contempló en los ojos de su hija; no pudo reprimir el hecho de experimentar preocupación al ver cómo el joven Caden se había obsesionado con ella, suspiró y con pesar dejo a Angelina salir de la cocina.
—¡Clara, ya dejé a su hija en paz! Y mejor concéntrese en el postre, ya mande a traer dos cestas de frutas de la estación y dos pirámides de pastelería ligera que irán en los extremos de la mesa, coloque bizcochos, confituras, compotas de fruta, almendras, pasas, higos secos y queso; deseo que los señores queden muy bien ante la visita de la madre de Lord Greenwood; Lady Jazmines tiene un paladar muy exigente y pienso complacerla, así que vaya puliendo también los platos pequeños, cuchara y tenedor de plata —las recomendaciones de Dimitri desaparecían en el aire, no llegaban a tocar los oídos de Clara que miraba a su hija mientras se perdía en los jardines traseros de la mansión.
—Gracias —le dijo Angelina a Caden por haberla sacado de la cocina- —Te lo debía —le respondió el chico, luego suspiro —Angelina, te debo una disculpa en nombre de mi hermana. —No es necesario joven Caden- —Por favor no me digas “Joven Caden”, solamente dime Caden, no quiero formalidades, quiero olvidarme de ellas y ser libre —aquel comentario había hecho sonreír a Angelina —. Te traje algo —dijo luego, Angelina lo miró con sorpresa. —¿A mí? —Inquirió con dudas- —Sí, a ti —Caden metió su mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó varios bombones. —¡Son para mí! —la emoción de Angelina se desbordó. —Estos bombones se los robé a mi madre. Los compró en uno de sus tantos viajes, son costosos y quiero que los pruebes- —Puedes meterte en problema —Angelina, a pesar de estar emocionada por el gesto, sintió que el presente de Caden podría traerle problemas. —Caden, no puedo aceptar- —No acepto un “No” como respuesta, es más, si tu temor es que te re
Desde una distancia prudente, Angelina contemplaba la cabaña que estaba ubicada cerca de las caballerizas; a tempranas horas de la mañana, por órdenes de los señores, Larry y Gustavo la arreglaban, pronto sería habitada por el nuevo domador de caballos. Angelina no pudo evitar sentir alegría y agradecimiento hacia Lord Greenwood por no haber cumplido el deseo macabro de Caden. —Angelina, entra, ya está comenzando a llover —la llamó Clara desde la puerta de la cocina. La joven llegó corriendo y dando brincos de un lado para otro, como toda muchacha de su edad; Dimitri la miró de arriba abajo con gestos de negación, Angelina no hizo caso a las presunciones de aquel déspota engreído, se limitó a entrar y ponerse a la orden de Marie. —Clara, usted es una mujer con suerte, ¿lo sabía? —manifestó Dimitri luego de haber observado el comportamiento de la niña. —Muchas familias distinguidas como los Greenwood no admitirían una empleada con hijos- —Eso lo sé, y creo que soy una buen
La joven no podía quitar la mirada del muchacho, las comparaciones no se hacían esperar. Michael era de la misma estatura que Caden, aunque aparentaba tener más edad. Era fuerte, de cabello semi ondulado y castaño que le daba un aire salvaje, Caden parecía un niño frágil ante él. Angelina parpadeo, y por un instante quiso huir por no poder entender lo que estaba sintiendo. Un revoloteo en la boca de su estómago comenzó a surgir, ella pensó que era hambre, luego echó por tierra aquella deducción, ella sabía lo que era tener hambre y el hambre jamás le ocasionaba temblor en las piernas. Cuando quiso escapar la mirada de Michael la volvió a dejar inmóvil.—¿Entonces este es el joven que domara mi caballo? —La voz de Caden sonó despectiva.—Mi hijo tiene el don de entender a los animales, y analiza mejor que nadie el comportamiento animal en su interacción con el entorno.—Vaya, eso me gustaría verlo —dijo Lord Greenwood con ferviente curiosidad.—Yo también quisiera verlo, es más, quier
Clara había terminado su faena y trataba de cenar calmadamente un poco de sopa, mientras cenaba no podía quitarse de la cabeza al hijo de Lord Greenwood, ese niño que llevaba tatuado en su frente la palabra “Problema” el recordarlo logró que el pan se le atascara en la garganta, Marie corrió hacia ella para socorrerla.—¡Mujer, debes tener más cuidado a la hora de comer!—No comía rápido, es solo que me siento mal por esa fijación que tiene el hijo de los señores con mi niña —le aclaró la mujer.—¡Por Dios Clara, no es para que te ahogues!—Marie, tú no entiendes; llámalo presentimiento de madre, pero yo lo siento en el corazón, Caden va a estigmatizar a mi hija ¡Dios, si tan solo me pudiera marchar!—Créeme mujer, exageras; mejor tomate este té de manzanilla para que te calmes los nervios —en el momento en que Marie servía el té, Gustavo entró a la cocina con Branimir y su hijo Michael.—Madre, Clara, Martina; conozcan a nuestro nuevo integrante y su hijo —Branimir al ver a Clara q
La mañana había llegado con los primeros rayos del sol, aun así, el día era frío. Desde la ventana de la cocina, Angelina podía ver cómo Michael junto a su padre y los demás trabajadores caminaban hacia los establos.—¡Ni creas que vas a ir de fisgona a ver que hacen los caballeros! Hay mucho trabajo, vienen visitas —le dijo su madre.—Yo lo sé mamá, solamente miraba-—Eso espero —Clara suspiró y pasó la mano por la cabeza de la niña —. Pronto te mostraré algo que he estado haciendo para ti, sé que te gustara mucho; ahora ven a ayudarme, no quiero que Dimitri te vuelva a llamar la atención —. Angelina se situó al lado de su madre y comenzó a ayudarla en todo lo que podía, a los pocos minutos entró Dimitri a inspeccionar.—Martina, por favor agarré la bandeja y sirva el desayuno del joven Caden y la señorita Alyssa, hoy lo harán en el salón de música. Coloque también dos platos extras, Lady Jazmines y el profesor de piano de la señorita Alyssa desayunarán junto a ellos; que la ayude
La noche había llegado, Angelina no podía sacar de su cabeza la ira de Alyssa; tampoco las palabras de Lady Jazmines, aquella dama elegante le había dicho que Alyssa le tenía envidia, algo que ella no podía creer, sus pensamientos se diluyeron cuando Clara llegó al cuarto.—¿Cómo te sientes?—Bien mamá —dijo sonriendo.—Esa sonrisa te salió muy falsa, pero yo sé cómo volverla una sonrisa real —y sin decir nada más se levantó y de un baúl que tenía escondido sacó un hermoso vestido azul turquesa. Clara extendió el vestido sobre la cama, Angelina quedó sin habla al verlo, su mano temblorosa era incapaz de tocar el vestido tan solo para no dañarlo.—¡Es el vestido más hermoso que haya visto en mi vida! —expresó la muchacha abrazando a su madre.—Coses hermoso —agregó—Hija, me encanta que te guste, pero más me gustaría que tu felicidad no sea únicamente por cosas materiales, porque esa felicidad no es duradera. Ahora vamos a probártelo, quiero ver si te queda bien—¡Sí! —exclamó Angeli
—Es mi libro favorito —manifestó Michael que se acercó de repente dejando atrás a su padre y a Clara.—Es hermoso.—Me lo regalo mi madre —le aclaró el muchacho.—Me encantaría saber leer para entender qué dice en las páginas.—Puedo leerte unas páginas mientras aprendes —se ofreció Michael.—Sería bueno —combino ella, entonces el chico tomó el libro y le pidió a Angelina que se acercara a la chimenea.—El cuento se llama: “La bruja Alice y la orquídea escondida”—¿Tu madre te regalo un cuento de brujas? —dijo Angelina sorprendida, logrando que Michael sonriera.—No todo es lo que parece Angelina, y lo que importa es la enseñanza de la historia.—¿Puedes leer la dedicatoria del libro? —Michael, quedo en silencio, la petición de la muchacha no había sido fácil, aquellas palabras le recordaban una etapa trágica de su vida que aún dolía; aun así, tomó fuerzas y leyó: “Para mi valiente príncipe. Hijo, quiero que siempre recuerdes que las palabras son ecos lejanos que no muestran verdades
Las damas de la casa junto a Lord Greenwood se habían acomodado en el balcón para degustar una taza de té, crema de leche y sándwiches de pepino en rodajas finas con jamón; también habían mandado a colocar una bandeja de pisos con algunas galletas junto a panecillos con mantequilla y mermelada. Lady Jazmines tomó un sorbo de su té mientras contemplaba a su nuera, notó que la dama estaba incómoda, incluso molesta, Lady Jazmines sabía el porqué de aquella actitud de Liza. —Querida nuera, te siento muy callada esta tarde ¿Sucede algo? —inquirió lady Jazmines con una sonrisa en sus labios. Gerald dejó de leer los papeles que sostenía y contempló a las dos mujeres, sabía que aquello era una antesala a un enfrentamiento, su madre era una mujer muy inteligente y sumamente perspicaz, y su esposa no se quedaba atrás, era dominante y de temperamento volátil. —Querida suegra, como siempre usted tan observadora —respondió Liza colocando su taza de té sobre la mesa y tomó una bocanada de aire par