Desde muy tempranas horas de la mañana Angelina vio al joven Caden ir hacía las caballerizas. El joven iba acompañado de Gustavo, uno de los mozos de cuadra, al notar su cercanía se escondió entre los arbustos, no era su deseo traerle problemas a su madre, así que esperó a que entraran en los establos para luego continuar su camino. Le habían encomendado buscar a Jorge el jardinero y por desgracia para llegar al jardín debía ir por el camino cerca de las caballerizas. Cuando entraban en las caballerizas, Angelina decidió seguir su camino lo más rápido posible, pero por desgracia el deseo de volverse invisible no sucedió, Gustavo la sorprendió.
—Hola, Angelina —Angelina contestó su saludo entre dientes sin levantar el rostro.
—¿Qué pasa contigo hoy? ¿Te han cortado la lengua en la cocina? ¡No pareces la niña que conozco!
—Estoy apurada debo buscar a Jorge.
—No hace falta que camines mucho, ese viejo testarudo está aquí —le indicó, y en acto seguido le gritó a Jorge: —¡Jorge, viejo testarudo te necesitan en la mansión! —Dicho aquello, Jorge salió rezongando, Gustavo y Caden comenzaron a reírse, de igual manera Angelina.
—No te quedes ahí, acércate —Angelina dudo, pero accedió. Ya cerca, Gustavo paso la mano por el cabello de la joven.
—¿Qué te pasa Angelina? ¿Por qué no querías venir?
—Ya te dije, buscaba a Jorge.
—¿Y por eso andas cabizbajas? Seguro esa expresión de avestruz es porque Clara te regañó, o mi madre no te quiso dar chocolate —Angelina trató de contestar, pero temía enormemente verle el rostro a Caden.
—¿Marie hizo chocolate? —preguntó Caden introduciéndose en la conversación.
—Es muy probable que sí, el ama de llaves siempre da instrucciones que prepare postres —le respondió Gustavo. Caden suspiró y dijo: —mi madre es muy estricta y hasta insoportable en ese aspecto, siempre me prohíbe comerlos; bueno… únicamente lo permite luego de algunas comidas —dijo el chico, luego se dirigió a Angelina.
—¿Te llamas Angelina?
—Si —respondió ella casi en un susurro y sin levantar el rostro.
—Mi nombre es Caden —, en acto seguido le extendió la mano, pero Angelina no lo notó, puesto que aún parecía un avestruz.
—Angelina, el señorito Caden te está extendiendo la mano, no seas mal educada —solamente así la niña levantó la cara y pudo ver de cerca el rostro del joven Caden.
Sus ojos eran de un verde profundo, los más verdes que ella había visto en su vida. Caden Greenwood le pareció un joven dulce luego de regalarle aquella sonrisa de complicidad.
—Dime Angelina, ¿quieres que te ayude a robar chocolate? —los ojos de la niña se iluminaron.
—¡Será un placer!
—Oigan chicos no creo que haga falta, mi madre se los daría si se lo piden.
—¿Entonces dónde estaría la gracia? —dijo Angelina apelando a la travesura, Caden volvió a sonreír.
—Exacto donde estarían la travesura.
—¡Dios los hace y ellos se juntan! Pero me temo jovencitos que sus aventuras serán para después, le recuerdo joven Caden que ya su caballo está listo —.
—Angelina, ¿sabes montar?
—Un poco, gracias a Gustavo que me ha enseñado.
—¡Entonces ven conmigo! —dijo el chico entusiasmado —Alyssa es tan aburrida y aquí no tengo muchos amigos.
—¿Tu hermana no sabe montar? -
—No, mi madre dice que no es deporte para señoritas.
—¡Angelina! —la voz de Clara rompió la pequeña plática.
—Es mi madre debo irme —la muchacha echó a correr, mientras se alejaba Caden le gritó: —¡No olvides lo del chocolate, es un pacto!
—Tampoco lo olvidaré —le respondió ella emocionada y a la vez pensando que aquel chico no era tan malo como su madre le había hecho creer.
Angelina entró a la cocina manifestando una amplia sonrisa, el espacio estaba muy agitado; todos los cocineros de la mansión, entre ellos Marie, estaban amasando y desplumando aves.
—Te he estado vigilando, ¡Te dije que no te acercaras a los hijos de los dueños! —la reprendió, Clara apenas la vio entrar, Angelina no prestó atención, su mente estaba en otro lugar, un lugar donde ella se sentía emocionada; veía en aquel joven rubio de ojos verdes un nuevo compañero de aventuras —. Lo hago por tu bien hija —enfatizó Clara sacando a Angelina de su ilusión.
—No volveré a hablar con él, lo prometo —contestó la joven, cruzando sus dedos tras sus espaldas.
Los Greenwood planeaban hacer una fiesta donde asistirían las aristocracias más prominentes de Londres. Angelina veía por la puerta de la cocina como los empleados iban y venían con prisa, moviendo y decorando los interiores de la mansión, mientras los observaba no pudo evitar imaginarse bailando con un vestido elegante en aquel inmaculado piso, el soñar no le estaba prohibido, pensó.
—Angelina, ayúdame a subir la merienda de los señoritos —le pidió Martina (una de las sirvientas de la mansión) rompiendo la burbuja de cristal en donde se había sumido la niña.
Martina y Angelina subieron las grandes escaleras entre risas y anécdotas, Martina antes de llegar a la puerta de la alcoba tomó una de las galletas que llevaba y se la entregó a compañera.
—Será nuestro secreto, guárdala en tu bolsillo —le indico, Angelina obedeció. Ya frente a la puerta de la habitación, Martina tocó.
—Pasé—dijo una voz aguda; al abrir Angelina pudo ver a una joven de su misma edad, era hermosa en todo su esplendor, los rayos de sol que entraban por la ventana chocaban contra los risos perfectos de color oro de su cabello, Alyssa no parecía de este mundo ¡Ella tenía que ser un ángel!, pero Angelina pronto se dio cuenta de su equivocación. El cuarto estaba lleno de hermosas muñecas y cajas musicales; cada objeto se encontraba bien ordenado. Angelina guardó la esperanza de que Alyssa al verla encontraría de inmediato en ella a una cómplice de juegos, tal como le había sucedido con su hermano, no obstante, aquello no sucedió, todo lo contrario; la presencia de Angelina fue como un fantasma para Alyssa que ni siquiera dejo de leer su libro para voltear a verla. Cerca de la cama de Alyssa, reposaba un elegante vestido, era de color rosado con adornos de finos encajes y complicados bordados.
—Es hermoso —pensó Angelina. Las voces en su cabeza se silenciaron, cuando Martina comenzó a colocar en la mesa la merienda de la joven; en ese momento entró Caden.
—¡Llegue a buena hora! —exclamó con una sonrisa mordaz en sus labios.
—Es mi merienda —aclaro Alyssa con desdén.
—Es mucho para ti, no te lo comerás todo —replico su hermano.
—No hay porque pelear, traje suficiente —dijo Martina para calmar los ánimos, Alyssa giró a verla con mirada despectiva, Angelina sintió un frío golpearle el alma, en la mirada de Alyssa ella conocía la maldad.
—¡Nadie le ha pedido que hable! —riñó la joven con sorna.
—¡No seas grosera! La señora merece nuestro respeto; recuerda lo que te ha dicho mi padre —la reprendió Caden.
—No se preocupe, señorito —agradeció Martina por su intervención —, es mejor que nos marchemos —. Caden no había notado que Angelina yacía escondida detrás de Martina, la joven deseó ser invisible, pero aquello una vez más no se le cumplió, Caden la había dejado al descubierto.
—Hola, Angelina —saludó el chico, —¿Aún sigue en marcha lo de nuestro plan? —le recordó con complicidad. Angelina le sonrío, ella sintió que Caden era diferente a su frívola hermana, fue en ese momento que Alyssa se dignó a contemplarla, Angelina deseo que nunca lo fuera hecho, aquella mirada marcaría para siempre el inicio de un camino de humillaciones y heridas por parte de Alyssa.
La rubia contempló a Angelina con altivez y repudio, luego de un breve sondeo manifestó refiriéndose a su hermano: —¿Por qué le hablas a esta niña con tanta familiaridad?
—Es mi amiga y me cae bien, ella no le teme montar a caballos como tú.
—¡Yo no les temo a los caballos! —riño lanzando el libro contra el piso, Martina abrió la puerta para marcharse llevándose a Angelina para salvarla de aquella rabieta, pero Alyssa la detuvo.
—¡No les he dado permiso para que se retiren! —Martina quedó lívida con el genio que se gastaba aquella mocosa de doce años, deseo ferozmente darle una buena tunda, era más que evidente que le hacía falta, ¡si así era de pequeña no querría verla ya de mujer!
—¡No puedes juntarte con esta niña, es una sirvienta! —gritó casi arrancándole la cabeza a una de las muñecas para lanzársela a Caden. Angelina sintió pavor de aquella joven que hace poco había comparado con un ángel, entonces comprendió que las apariencias solían engañar, la dulzura no siempre venía encerrada en un estuche de belleza física.
—¿Y qué con eso? —, la reto su Caden con una gran sonrisa que logró molestar más a su hermana —, deberías de jugar con nosotros a ver si de una vez por toda se te quita ese genio de los mil demonios que te acompaña.
—¡Jamás jugaré con esa sirvienta fea y mal oliente! —las palabras malvadas e hirientes de Alyssa rompieron el corazón de Angelina que salió corriendo de la alcoba envuelta en lágrimas; entonces entendió a su madre y odio a Caden por haberle dicho a su diabólica hermana que era su amigo cuando no era cierto ¡Solamente se habían dirigido un par de palabras!
Angelina corrió escalera abajo, los ojos llenos de lágrimas no la dejaban ver bien, con el dorso de su mano los limpios bruscamente, debía haberle hecho caso a su madre. Martina venía tras sus pasos, la alcanzó y la detuvo.
—¡Angelina, óyeme! —le pidió, pero la niña no quería subir el rostro.
—No debes llorar por los insultos de esa señorita ¡Debes ser fuerte!
—Ella tiene razón, somos diferentes, yo soy fea y ella no lo es… no hay muñecas que se parezcan a mí-
—Qué mal estás Angelina ¡No repitas eso nunca más! No sabes lo que dices —seguidamente le limpio las lágrimas con el delantal —vamos a la cocina, quiero mostrarte algo—.
La cocina por alguna extraña razón estaba desierta, Angelina agradeció que así fuera. Ya en la cocina Martina le acercó dos tomates, uno era grande, rojo y muy brillante; el otro pequeño y rojo, pero no muy atractivo, aunque estaba en buen estado.
—Dime Angelina ¿Cuál de estos dos tomates escogerías? —la interrogó extendiéndoselos, al principio no entendía, sin embargo, se decidió por el más bonito.
—Ahora pruébalo —la insto, Angelina lo hizo.
—¿Qué tal su sabor?
—No está mal.
—Bien, ahora prueba al tomate que rechazaste —. Angelina lo tomó e hizo lo que Martina le pedía, cuando lo probó y saboreo el rostro le cambio, notó que su sabor era mejor, más jugoso y dulce, comprobó que el primero era desabrido, entonces entendió por qué Marie siempre escogía estos tomates para sus famosas salsas ¡El secreto eran ellos!
—¿Cuál te ha gustado más?
—¡El segundo! —respondió rápidamente, Martina sonrío.
—¿Notaste que el que rechazaste por la apariencia sabe mejor?
—Si —dijo la niña en un hilo de voz.
—Angelina, así es la señorita Alyssa, ella es como el primer tomate que escogiste por ser más grande y brillante, pero que al probarlo es desabrido y sin gracia, en cambio, tú eres como el segundo tomate; quizás no uses esos vestidos fastuosos como ella, ni tu cabello sea rubio como el sol; sin embargo, tu alma es más hermosa y por si no lo has notado al señorito Caden le caíste en gracia —Angelina no pudo evitar sonrojarse. Martina lo notó y la abrazó sonriendo.
—Jamás dejes que alguien rompa tus alas, la belleza es relativa, cada persona tiene su propio concepto de lo que es atractivo y de lo que no lo es, así que seca esas lágrimas, eres muy joven para estar sufriendo por esa vanidad humana —Angelina abrazó con fuerza a Martina
Horas más tarde. Los invitados fueron llegando a la mansión de los Greenwood, todo estaba hermosamente decorado. —Hija, no vayas a hacer ninguna travesura que comprometa mi trabajo —le pidió Clara amarrando el lazo del único vestido decente que tenía, luego le cepillo el abundante cabello y lo recogió en una coleta sencilla. —Eres la niña más bella —susurró a su oído, luego le dio la vuelta y la besó en la frente —nunca lo olvides —agregó estrujando su nariz con la de Angelina. Ya en la cocina Clara le pidió a su hija que se quedara en un rincón sin estorbar, aquello estaría movido; la mansión estaba llena de aristócratas y un solo error causaría que cabezas rodaran, así que la presión era fuerte; Marie revisó minuciosamente los servicios, el orden y el tipo de comida con que iniciarían el banquete siguiendo las órdenes de los señores Greenwood. El primero se dedicaba a la fruta y otros platos de temporada, luego se serviría el potaje, y tras este venían los «platos fue
—Gracias —le dijo Angelina a Caden por haberla sacado de la cocina- —Te lo debía —le respondió el chico, luego suspiro —Angelina, te debo una disculpa en nombre de mi hermana. —No es necesario joven Caden- —Por favor no me digas “Joven Caden”, solamente dime Caden, no quiero formalidades, quiero olvidarme de ellas y ser libre —aquel comentario había hecho sonreír a Angelina —. Te traje algo —dijo luego, Angelina lo miró con sorpresa. —¿A mí? —Inquirió con dudas- —Sí, a ti —Caden metió su mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó varios bombones. —¡Son para mí! —la emoción de Angelina se desbordó. —Estos bombones se los robé a mi madre. Los compró en uno de sus tantos viajes, son costosos y quiero que los pruebes- —Puedes meterte en problema —Angelina, a pesar de estar emocionada por el gesto, sintió que el presente de Caden podría traerle problemas. —Caden, no puedo aceptar- —No acepto un “No” como respuesta, es más, si tu temor es que te re
Desde una distancia prudente, Angelina contemplaba la cabaña que estaba ubicada cerca de las caballerizas; a tempranas horas de la mañana, por órdenes de los señores, Larry y Gustavo la arreglaban, pronto sería habitada por el nuevo domador de caballos. Angelina no pudo evitar sentir alegría y agradecimiento hacia Lord Greenwood por no haber cumplido el deseo macabro de Caden. —Angelina, entra, ya está comenzando a llover —la llamó Clara desde la puerta de la cocina. La joven llegó corriendo y dando brincos de un lado para otro, como toda muchacha de su edad; Dimitri la miró de arriba abajo con gestos de negación, Angelina no hizo caso a las presunciones de aquel déspota engreído, se limitó a entrar y ponerse a la orden de Marie. —Clara, usted es una mujer con suerte, ¿lo sabía? —manifestó Dimitri luego de haber observado el comportamiento de la niña. —Muchas familias distinguidas como los Greenwood no admitirían una empleada con hijos- —Eso lo sé, y creo que soy una buen
La joven no podía quitar la mirada del muchacho, las comparaciones no se hacían esperar. Michael era de la misma estatura que Caden, aunque aparentaba tener más edad. Era fuerte, de cabello semi ondulado y castaño que le daba un aire salvaje, Caden parecía un niño frágil ante él. Angelina parpadeo, y por un instante quiso huir por no poder entender lo que estaba sintiendo. Un revoloteo en la boca de su estómago comenzó a surgir, ella pensó que era hambre, luego echó por tierra aquella deducción, ella sabía lo que era tener hambre y el hambre jamás le ocasionaba temblor en las piernas. Cuando quiso escapar la mirada de Michael la volvió a dejar inmóvil.—¿Entonces este es el joven que domara mi caballo? —La voz de Caden sonó despectiva.—Mi hijo tiene el don de entender a los animales, y analiza mejor que nadie el comportamiento animal en su interacción con el entorno.—Vaya, eso me gustaría verlo —dijo Lord Greenwood con ferviente curiosidad.—Yo también quisiera verlo, es más, quier
Clara había terminado su faena y trataba de cenar calmadamente un poco de sopa, mientras cenaba no podía quitarse de la cabeza al hijo de Lord Greenwood, ese niño que llevaba tatuado en su frente la palabra “Problema” el recordarlo logró que el pan se le atascara en la garganta, Marie corrió hacia ella para socorrerla.—¡Mujer, debes tener más cuidado a la hora de comer!—No comía rápido, es solo que me siento mal por esa fijación que tiene el hijo de los señores con mi niña —le aclaró la mujer.—¡Por Dios Clara, no es para que te ahogues!—Marie, tú no entiendes; llámalo presentimiento de madre, pero yo lo siento en el corazón, Caden va a estigmatizar a mi hija ¡Dios, si tan solo me pudiera marchar!—Créeme mujer, exageras; mejor tomate este té de manzanilla para que te calmes los nervios —en el momento en que Marie servía el té, Gustavo entró a la cocina con Branimir y su hijo Michael.—Madre, Clara, Martina; conozcan a nuestro nuevo integrante y su hijo —Branimir al ver a Clara q
La mañana había llegado con los primeros rayos del sol, aun así, el día era frío. Desde la ventana de la cocina, Angelina podía ver cómo Michael junto a su padre y los demás trabajadores caminaban hacia los establos.—¡Ni creas que vas a ir de fisgona a ver que hacen los caballeros! Hay mucho trabajo, vienen visitas —le dijo su madre.—Yo lo sé mamá, solamente miraba-—Eso espero —Clara suspiró y pasó la mano por la cabeza de la niña —. Pronto te mostraré algo que he estado haciendo para ti, sé que te gustara mucho; ahora ven a ayudarme, no quiero que Dimitri te vuelva a llamar la atención —. Angelina se situó al lado de su madre y comenzó a ayudarla en todo lo que podía, a los pocos minutos entró Dimitri a inspeccionar.—Martina, por favor agarré la bandeja y sirva el desayuno del joven Caden y la señorita Alyssa, hoy lo harán en el salón de música. Coloque también dos platos extras, Lady Jazmines y el profesor de piano de la señorita Alyssa desayunarán junto a ellos; que la ayude
La noche había llegado, Angelina no podía sacar de su cabeza la ira de Alyssa; tampoco las palabras de Lady Jazmines, aquella dama elegante le había dicho que Alyssa le tenía envidia, algo que ella no podía creer, sus pensamientos se diluyeron cuando Clara llegó al cuarto.—¿Cómo te sientes?—Bien mamá —dijo sonriendo.—Esa sonrisa te salió muy falsa, pero yo sé cómo volverla una sonrisa real —y sin decir nada más se levantó y de un baúl que tenía escondido sacó un hermoso vestido azul turquesa. Clara extendió el vestido sobre la cama, Angelina quedó sin habla al verlo, su mano temblorosa era incapaz de tocar el vestido tan solo para no dañarlo.—¡Es el vestido más hermoso que haya visto en mi vida! —expresó la muchacha abrazando a su madre.—Coses hermoso —agregó—Hija, me encanta que te guste, pero más me gustaría que tu felicidad no sea únicamente por cosas materiales, porque esa felicidad no es duradera. Ahora vamos a probártelo, quiero ver si te queda bien—¡Sí! —exclamó Angeli
—Es mi libro favorito —manifestó Michael que se acercó de repente dejando atrás a su padre y a Clara.—Es hermoso.—Me lo regalo mi madre —le aclaró el muchacho.—Me encantaría saber leer para entender qué dice en las páginas.—Puedo leerte unas páginas mientras aprendes —se ofreció Michael.—Sería bueno —combino ella, entonces el chico tomó el libro y le pidió a Angelina que se acercara a la chimenea.—El cuento se llama: “La bruja Alice y la orquídea escondida”—¿Tu madre te regalo un cuento de brujas? —dijo Angelina sorprendida, logrando que Michael sonriera.—No todo es lo que parece Angelina, y lo que importa es la enseñanza de la historia.—¿Puedes leer la dedicatoria del libro? —Michael, quedo en silencio, la petición de la muchacha no había sido fácil, aquellas palabras le recordaban una etapa trágica de su vida que aún dolía; aun así, tomó fuerzas y leyó: “Para mi valiente príncipe. Hijo, quiero que siempre recuerdes que las palabras son ecos lejanos que no muestran verdades