♤ CAPÍTULO 5 ♤

 Desde una distancia prudente, Angelina contemplaba la cabaña que estaba ubicada cerca de las caballerizas; a tempranas horas de la mañana, por órdenes de los señores, Larry y Gustavo la arreglaban, pronto sería habitada por el nuevo domador de caballos. Angelina no pudo evitar sentir alegría y agradecimiento hacia Lord Greenwood por no haber cumplido el deseo macabro de Caden.

   —Angelina, entra, ya está comenzando a llover —la llamó Clara desde la puerta de la cocina. La joven llegó corriendo y dando brincos de un lado para otro, como toda muchacha de su edad; Dimitri la miró de arriba abajo con gestos de negación, Angelina no hizo caso a las presunciones de aquel déspota engreído, se limitó a entrar y ponerse a la orden de Marie.

   —Clara, usted es una mujer con suerte, ¿lo sabía? —manifestó Dimitri luego de haber observado el comportamiento de la niña. —Muchas familias distinguidas como los Greenwood no admitirían una empleada con hijos-

   —Eso lo sé, y creo que soy una buena trabajadora; jamás han existido quejas de los dueños hacia mí —contestó Clara defendiéndose de aquella indirecta.

   —Entonces, estará de acuerdo conmigo que deberá de esforzarse aún más en cuidar su trabajo, porque otro mejor no tendrá. Quizás sea una excelente criada, pero nadie es indispensable en esta vida y si quiere alargar su estadía en esta casa enséñale más educación a su hija —enfatizó. 

  Clara sintió su sangre encenderse, aun así, se quedó callada, era mejor evitar, aquel trabajo le hacía falta. Los demás presentes contemplaron a Dimitri de reojo dejando ver en sus rostros la molestia hacía sus comentarios, la tensión bajó cuando Caden irrumpió en la cocina. Angelina al verlo se puso tensa, en cambio, el rostro del adolescente manifestaba alegría.

   —Angelina —dijo el chico con un poco de timidez, ella no quería mirarlo, aquel gesto de rechazo logró que Caden frunciera el ceño, entonces una vez más Dimitri se introdujo en la escena.

   —¡Acaso está sorda! El señorito le ha hablado —Angelina subió el rostro; Clara la vigilaba muy de cerca, la joven giró a ver a su madre como pidiéndole permiso, Clara asintió.

   —Que se le ofrece, joven Caden —dijo de la manera más respetuosa, si algo había estado aprendiendo estos días era sobre los límites.

   —Te dije que me llamaras por mi nombre de pila —seguidamente le extendió una rosa que llevaba oculta en su chaqueta, Angelina quedó confundida ante aquel gesto; un día era un ser malvado, y al otro un joven amable, eran como si dos personas convivieran en un solo cuerpo. Clara al ver el gesto de Caden se sintió perturbada, aquello podía costarle su trabajo como se lo había advertido Dimitri. La mujer contempló a Caden frente a su hija y sintió una opresión fuerte en el pecho, el miedo invadió su mente. En ese pequeño trance ella advirtió una especie de premonición que le atravesó el alma como un fuerte relámpago. Su instinto de madre le pedía a gritos que protegiera a su hija de aquel joven que apenas tenía catorce años, pero que tarde o temprano la lastimaría, dejando su huella en ella al igual que un animal cuando es marcado con hierro ardiente. Angelina se acercó y tomó la rosa, una crítica efusiva por parte de Dimitri no se hizo esperar.

   —Joven Caden ¡Acaso ha perdido el juicio! ¿Por qué usted le regala una rosa a la hija de la sirvienta? —la respuesta de Caden fue inmediata: 

   —Me temo que eso no es de su incumbencia, le recuerdo que mi padre le paga, es para que cocine, no para que opine —el hombre quedó inmóvil de la impresión, y varias risitas se hicieron sentir en la cocina, menos por parte de Clara, su seriedad era inmutable al igual que su preocupación; por otro lado, el gesto del joven Greenwood logró que Angelina le diera una oportunidad. 

   Caden tomó a Angelina de la mano y se la llevó de la cocina, Clara quedó en silencio y un fuerte dolor de cabeza la tomó por sorpresa, entonces Dimitri se le acercó.

   —Usted no sabe el problema que esto le traerá, si desea evitarse futuras emboscadas, hable con su hija.

   —Son, solo niños —se introdujo Martina.

   —A las cosas que van por mal cause se les busca remedio rápido —replicó el hombre, seguidamente giró hacia Clara y dijo: —Arránquelo de raíz por su propio bien; cada cosa tiene su lugar, y usted sabe que su hija no encaja con el joven Caden —una vez más Clara se mantuvo en silencio, aunque lo que deseaba era gritarle a Dimitri y llevarse a su hija lejos de aquella mansión.

  

  Por otro lado…                                                                          

                                                                   

   Caden había llevado a Angelina rumbo a los jardines de la mansión, muchas mariposas y flores multicolores adornaban el maravilloso espacio.

   —Te debo una disculpa —dijo el chico —, sé que no debí comportarme de esa manera, mucho menos decir lo que dije, pero a veces me es difícil controlarme-

   —No me gustó que dijeras que mandarías a matar a Zeus-

   —Ya veo que sabes su nombre-

   —Sí, ya me lo han dicho —Angelina bajó el rostro, y la imagen de Zeus escapando de Caden reapareció en su mente, aquella imagen no la olvidaría jamás —. El caballo no tiene la culpa, simplemente estaba asustado, ¡ponte en su sitio! Imagínate que te saquen de tú habitad y te metan en un mundo extraño donde te coloquen amarres para poderte domar ¿No lucharías para escapar?

   —Es un simple animal —dijo de mala gana.

   —Los animales también sufren —replicó Angelina.

   —No volveré a hacerlo —le prometió y seguidamente le extendió la mano, para cambiar de tema —Amigos —le propuso nuevamente, Angelina lo miró y luego sonrío.

   —Amigos —convino y le tomó la mano. 

   Los dos jóvenes iniciaron una carrera por el extenso terreno que los rodeaba, era un jardín panorámico de 6.000 acres, con colinas que les proporcionaba libertad para correr y dejar volar la imaginación. Angelina y Caden en aquel momento, sin sugerírselo, comenzaban a desarrollar actitudes típicamente adolescentes que se combinaban con las de la niñez que todavía no dejaban por completo. Su felicidad momentánea, producto de la libertad sin límites, los llevaba a bordear el lago cruzando puentes, llegando a los inmensos árboles que crecían en todo su esplendor sin ser talados, dejando atrás la mansión que ya no se divisaba por ningún lado.   

   Luego de haber corrido por largo rato, los jóvenes se sentaron en la orilla del lago artificial para contemplar a la familia de cisnes, Caden giró a ver a su compañera, el choque del sol contra su cara causó que el color ambarino de sus ojos fueran más brillante, volviéndolos dorados como los de un lobo; el muchacho no pudo reprimir su estupefacción ante aquella visión. Caden nunca había conocido a un individuo con esta pigmentación, mucho menos que luciera tan hermoso junto al color cobrizo de su cabello. Nuevamente, Caden experimentó esa extraña sensación de susto en la boca de su estómago, y sintió la necesidad de pasar su mano por la cabellera de Angelina, pero lo reprimió.

  

   El tiempo había pasado rápido, Angelina se sentía emocionada por el momento que le había regalado Caden, el correr y trepar árboles había drenado su tristeza. De regreso a la mansión Angelina prestó atención a los detalles de la hermosa morada de los Greenwood, la casa era un rectángulo, con cuatro fachadas de columnas construidas para hacer un efecto teatral desde la lejanía, con pequeños templos que se veían en grandes perspectivas; la observación de Angelina se vio interrumpida cuando Caden le informó que habían llegado personas.

   —¡Vayamos a las caballerizas! Creo que ha llegado el experto en doma de caballos —propuso Caden emocionado, la muchacha acepto encantada.

    Caden había tenido razón, Lord Greenwood estaba cerca de las caballerizas junto a Joseph y Gustavo que le mostraban al nuevo empleado el lugar, Angelina bajó el ímpetu de su carrera al ver al padre de Caden, aquel hombre le transmitía miedo a pesar de no haber cumplido el capricho de su hijo de sacrificar el corcel. Lord Greenwood giró a ver a su hijo que venía con pasos apresurados hacia él, Angelina no pudo evitar sentir extrañeza de que el mismísimo Lord Greenwood en persona estuviese atendiendo aquel negocio, entonces entendió que su hijo le importaba.

   —Ya veo que has querido conocer al hombre que entrenará a Zeus —dijo Lord Greenwood a Caden apenas lo tuvo al frente.

   —Así es padre, estoy ansioso de que mi caballo sea educado ¡Ya no veo la hora de montarlo! —Respondió el chico emocionado, luego giró a ver a Angelina —¡Acércate! No te quedes ahí parada —Angelina quedó inmóvil ante la petición del joven, Caden entendió el porqué del temor de su amiga, entonces le susurro algo a su padre en el oído; el hombre frío de ojos grises y de barba acomodada giró a verla y con su aristocracia remarcada le dio su autorización de que se acercara. Angelina inicio su caminar aún de manera cautelosa, ya cerca el padre presentó al nuevo integrante a los trabajadores de la mansión Greenwood.

   —Hijo, te presento a Branimir Dragó, un gran domador que estudió el comportamiento y conducta de los caballos-

   —Mucho gusto joven Greenwood —dijo el hombre bajando la cabeza, Angelina quedó impresionada por lo fuerte que se veía el nuevo domador, era mucho más alto que Lord Greenwood que de por sí tenía buena estatura. Branimir Drago era un hombre rubio de ojos castaños. Aquel hombre no tenía imagen de ser un simple domador, su porte y manera de actuar eran muy elegantes.

   —Espero logré controlar el temperamento de mi corcel, ya que nadie aquí ha logrado hacerlo —manifestó Caden lanzando una mirada iracunda hacia Gustavo y Joseph, Branimir sonrío.

   —Espero lograrlo, aunque es mi hijo Michael el que posee el verdadero don-

   —¿Dónde está su hijo? ¿Qué edad tiene? —las preguntas se amontonaban en la boca de Caden.

   —Hijo, por favor, ten calma y deja que Branimir conteste-

   —Michael tiene aproximadamente tu misma edad; catorce años, bueno dentro de unos meses cumplirá los quince.

—¿Tiene catorce? ¡Cree que su hijo podrá domar a este animal! —Replicó Caden con desdén.

—Hijo, contrólate —le pidió Lord Greenwood colocando una mano sobre su hombro.

—¿Dónde está su hijo? —Inquirió con impaciencia, y a la vez incrédulo de lo que le decía el hombre.

—Dejando sus cosas en la cabaña.

—¡Quiero conocerlo inmediatamente! —Exigió el muchacho, dichas aquellas palabras Branimir llamó a su hijo.

Michael salió a atender el llamado de su padre, Angelina al ver al joven sintió un extraño efluvio que en cuestión de segundos logró que algo en su interior cambiara, como si se tratase de un hechizo; un calor diferente y desconocido comenzó a inundar su alma, dándole otros matices a su mundo; entonces se sintió indefensa, el rubor pintó sus mejillas y su timidez causó que desviara su mirada, pero este último deseo no pudo materializarlo cuando vislumbró un detalle en los ojos de aquel nuevo chico que la marcaría para siempre. Los ojos de Michael eran azules y profundos, Angelina no podía dejar de verlos, una fuerza poderosa no la dejaba cumplir su deseo; de repente el chico giró a verla, en ese contacto visual descubrió que su mirada no era como la de otros jóvenes de catorce años, Michael miraba con la sabiduría de una mirada adulta, y no solo descubrió eso; uno de los ojos del muchacho se fue volviendo gris al hacer contacto con ella, mientras que el otro se volvía más azul, hasta llegar a un tono zafiro, el corazón de Angelina parecía detenerse.

—Él es mi hijo —dijo Branimir rompiendo la esfera de cristal que había atrapado a Angelina. Caden lo miró con sorna. 

—Estoy a sus órdenes —manifestó Michael, inclinándose para saludar a Lord Greenwood. 

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