¿Cómo pude alguna vez querer convertirla en mi luna?—Sal de aquí, Marta —digo con voz baja y tensa, sin apartar la mirada de la suya—. Antes de que alguien te descubra. Regresa a la cama de tu marido.Una vez dichas esas palabras el olor inconfundible de aquella mujer llega a mí. Lo que sea que le echaron a estas paredes hace que no sepa que tan cerca está o en que dirección, pero en definitiva debe estar muy cerca para poderla captar.—No puedes desechar todo lo que hemos vivido. Me extrañas y pronto te darás cuenta de que mi propuesta es la mejor forma de sacarle provecho a esta situación —dice casi suplicante.Abrir la puerta de la habitación fue suficiente para ahora sí saber con claridad que está al lado derecho del pasillo.—Regresa con tu marido —añado para que Marta salga de mi habitación. No me he decidido aún a atormentar a mi "hermanito", pero en definitiva aprovecharé cualquier oportunidad posible para hostigar a la madre.— ¿Qué es exactamente eso que han vivido? —exclam
«Solo serán unos cuantos días», es lo que me dije cuando bajé del carruaje en este pueblo alejado de la civilización. Me presenté a mi puesto temporal, una misión que no me encanta, pero es lo mínimo que puedo hacer por uno de los pocos amigos que tengo, reemplazarlo un par de semanas para que tenga tiempo libre tras su boda.Iván Felipe es una de las pocas personas que conozco que no están intimidados por el poder de mi familia ni se pasa el tiempo adulándome. Es una pena, pero no pude llegar a tiempo para su boda, pero buscaré el tiempo para poder visitarlo y presentarle mis buenos deseos. Tengo curiosidad por la famosa Marta, la mujer que describió con tanto cariño en sus cartas y capturó su corazón.Gracias a su fortuna él también fue un hombre muy buscado por las damas en el extranjero, pero al igual que yo, su cabeza no estaba enfocada en eso, sino en el trabajo y sobrevivir al duro entrenamiento. La central de entrenamiento de los cazadores está en Inglaterra, ahí fuimos reclut
Es frustrante, tan malditamente frustrante que ya no sé que hacer con esta ira que llena mi pecho. ¿Gritar? ¿Llorar? Ja, no, llorar no, eso es tan poco productivo, no lloraré delante de él, parecería una débil humana. Puedo llorar, pero nunca delante de otra persona, tengo orgullo.Tomo mi ropa del suelo y corro como loca por algunos metros antes de decidirme a liberar mi parte lobuna. ¡Raquel, muchacha impulsiva! ¡Ya verás como te calmas cuando crezcas! ¡Cuando tengas pareja! Eso es lo que todos dicen. Sandeces, todos dicen sandeces, hasta mi Alfa.Una lágrima, traidora y silenciosa, se desliza entre mi pelaje miel. No la detengo. Corro hasta que las fuerzas me abandonan, hasta que el cansancio es un alivio y el cielo estrellado me ofrece su consuelo. Esta noche descansaré bajo las estrellas, como en los viejos tiempos, antes de acostumbrarme a las comodidades del caserío. El canto de los grillos y sapos arrulla mi noche, mientras el ulular de un búho me recuerda lo lejos que estoy d
Levanto la cabeza, dejando que la luz de la luna bañe mi rostro mientras trazo mi plan.—Tal vez no pueda cazarla esta noche, pero al menos localizaré su habitación. Luego volveré por ti —murmuro, con la mirada fija en el imponente portón de hierro, flanqueado por muros de piedra que ella acaba de cruzar. Esta es una construcción normal, aquí su olor no se diluye con facilidad.El pueblo parece increíblemente seguro para un lycán en la noche. No hay casi iluminación, así que puedo ver y moverme mejor que cualquier humano, aunque son pocos los que están por fuera. Solo las personas que ellos llaman de dudosa reputación lo están, así que despreocupadamente corro a la máxima velocidad que me ofrecen mis patas y regreso a aquella hacienda.Hace mucho que no me sentía tan viva, tan impulsada por algo. Tal vez esa emoción me hizo bajar la guardia. Superé a los guardias con sigilo y amedrenté a un perro para que no ladrara, todo parecía ir según lo planeado. Pero, a medida que me acerco a la
Es ya muy tarde cuando regreso al convento. La campana de la entrada suena con un eco pesado, como si reprochara mi tardanza. La monja que abre el portón me observa con una mirada severa, pero no dice nada. Con un leve saludo, avanzo directamente hacia mi habitación, ansioso por el refugio de la soledad. Allí espero encontrar el espacio necesario para calmarme y meditar.Jamás había librado una batalla tan feroz contra mis propios deseos.Aflojo mis ropas con manos temblorosas y saco del bolsillo la camándula que me acompaña desde la niñez. Me arrodillo frente al Cristo de madera que cuelga sobre la pared, la única figura que parece mirar más allá de mis pecados. Cierro los ojos y oro. Oro con un fervor que desgarra mi alma, buscando una guía, una luz que deshaga el nudo que atenaza mis pensamientos y emociones. No dudo de mi fe, jamás, pero mi vocación... esa es otra historia. Tras recitar las plegarias habituales, me entrego a una conversación sincera con Dios.—Ayúdame, señor. Est
Lleva un par de horas durmiendo. Lo observo en silencio, analizando cada línea de su rostro. Por primera vez en mi vida no estoy segura de cómo proceder. No es porque sea humano, sino por el tipo de humano que es. Hay algo en él que desafía mi instinto, algo que lo hace único y desconcertante.Mientras tanto, mi habilidad de recuperación trabaja incansable. La herida, que antes era notable, ahora parece un simple arañazo, algo insignificante. Pero lo verdaderamente importante no está en mi cuerpo; Está en cómo convencer a este hombre de que me pertenece. De que no hay cabida en su mente, ni en su vida, para esa tal Rebeca. Sin embargo, sé que en mi forma de lobo no lo lograré. Así que inicio mi transformación, lenta, cuidadosa, dejando atrás mi pelaje y adaptándome a mi piel humana.Su piel, clara y cálida, contrasta con la mía. Su cabello castaño, lacio y corto, junto a esa barba meticulosamente cuidada, refuerza la imagen de un hombre íntegro, estable. Eso dicen todos en la manada:
—¿Por qué soy presa del demonio? —pregunta minutos después, su voz cargada de una mezcla de culpa y desconcierto, mientras intenta detener los pensamientos que parecen consumirlo.Se ve tan adorable, tan indefenso, que me resulta imposible no sonreír. Su fragilidad despierta en mí algo inesperado, un deseo feroz de protegerlo, de reclamarlo. Soy una omega; ser fuerte, líder y protector no es lo mío. Pero con este hombre, no tengo opción. Su vulnerabilidad me exige algo más profundo. De un solo movimiento, los botones de su camisa vuelan, dejando al descubierto su pecho.—Ya te dije que no soy un demonio —murmuro mientras me inclino sobre él, mis labios rozando la piel cálida y firme de su pecho. La tensión en sus músculos se intensifica bajo mi toque, como si mi presencia le desafiara y le tentara a la vez—. Seré tu compañera, tu mujer, por el tiempo que nos queda en este mundo.—Eres un demonio o he enloquecido... no hay más opciones —responde, sin apartar los ojos de mis movimientos
Espanto de mi mente los rostros de Rebeca y de la propia señora Enola, obligándome a concentrarme en lo urgente.El cielo está despejado, una noche fresca y aparentemente tranquila, pero mi inquietud persiste. He recorrido la casa entera, sin hallar en el exterior rastro alguno del aroma de Raquel. El problema es que, aunque este lugar es mucho más pequeño que mis propios terrenos, sigue siendo amplio y lleno de recovecos. Podría aparecer desde cualquier dirección. Conozco su impulsividad, pero dudo que sea tan imprudente como para cruzar la verja principal, llegar a la casa y tocar la puerta.Decido arriesgarme y buscar su olor desde más lejos, y efectivamente lo encuentro, bueno, algo así, encuentro sus ropas. Están bien escondidas, así que las dejo ahí por si ella está cerca y las necesita. El aroma es leve, eso me indica que pasó por aquí hace unas cuantas horas. Por lo menos no está actuando completamente por impulso. Está tratando de encontrar la mejor oportunidad de caza, a