002. CEMENTERIO NOCTURNO

AMALIA

— Bueno, que sean 70, pero ya te callas y de rodillas para que ocupes mejor la boca – me dice lascivamente y saca unos billetes que me arroja.

Una ira va creciendo en mí como nunca antes y lo intento empujar para escapar, pero obvio no soy su rival.

— ¡Que me suelte! ¡Aux…!

Pero estampa su boca a la fuerza con la mía y me impide gritar, agarrando mi barbilla al punto de sacarme lágrimas de dolor.

Forcejeo entre sus brazos que me aprietan como grillete, su asqueroso cuerpo se restriega contra el mío.

Su espesa saliva inunda mi boca cuando mete su enorme lengua.

Quiero morderlo, sin embargo, el control en mi mandíbula me impide cerrar la boca.

Las ganas de vomitar regresan, un mareo me invade. Estoy débil y mi resistencia cada vez es menos.

No puede ser Dios mío, no puede ser que sea violada en esta casa y a nadie le importaría.

Aunque gritara, ¿quién me iba a salvar? 

TOC, TOC, TOC

Se escuchan unos golpes en la puerta.

— Sr. Bishop disculpe que lo moleste, señor, pero su celular sigue sonando con insistencia, creo, que es la Sra. Bishop – la voz de Felicia se escucha y el hombre al fin me libera.

Me paso la mano asqueada por la boca, las lágrimas saliendo de mis ojos y me abrazo protectoramente intentando alejarme.

— Como cuentes algo, adiós a la ayuda que necesita Esteban, le diré que el trato no se cerró por tu culpa – me vuelve a agarrar por la barbilla y me amenaza en un susurro vicioso.

Palmea mi mejilla con chantaje y sale al fin, poniéndose la camisa mojada por encima.

Miro hacia abajo, acomodándome la ropa con vergüenza.

No puedo evitar los sollozos que salen de entre mis labios temblorosos, pero cuando subo la cabeza, más allá de la puerta del baño, solo encuentro la mirada reprobatoria de Felicia.

— No sirves para nada – chasquea la lengua y se va.

Ella sabía, sabía muy bien que estaba siendo abusada en el baño, sin embargo, solo deseaban complacer al jefe de “papá”.

Y si me quedaba alguna duda, en la noche, antes de dormir, fui llamada al despacho.

*****

— Creo que no tengo que decirte lo importante que es este ascenso para mí – me miró fríamente con sus ojos oscuros 

— Vas a ir mañana a esta dirección y por tu bien y la de tu hermano, más te vale complacer al Sr. Bishop.

— Señor, qué… ¿qué quiere decir? – retrocedo un paso.

— Lo mismo que estás entiendo, ya eres mayor de edad, desde que murió mi hermano los adoptamos. Les he dado ese tamaño, un techo y comida, he pagado para que el delincuente de tu hermano esté mejor en prisión. Creo que es hora de devolverme algo de amabilidad, ¿no te parece, Amalia?

No, no lo creo, he trabajado como burra en esta casa, siendo más que una esclava.

Mi hermano se arriesgó a trabajar desde joven y meterse en problemas, solo para reunir dinero y que pudiésemos escapar de esta prisión.

Vivíamos felices cuando nos adoptó un buen matrimonio que luego murió en un accidente, el hermano de este hombre.

No sé por qué nos adoptó luego él, haciéndose el gentil al inicio, si iba a hacernos esto, a niños inocentes.

— No lo haré – le dije enfrentándome a él – no dormiré con ese hombre asqueroso… yo… tengo novio…

Le respondí, pero enseguida lo vi que se levantó de su asiento como una fiera.

Todo mi cuerpo temblado instintivamente.

— ¿Cómo? Creo que no entendiste. No te estoy pidiendo tu opinión, ¿acaso te di esa impresión?

Comienza a quitarse el cinturón y el temblor aumenta, las lágrimas salen sin detenerse.

Viene otra paliza y esta no va a ser de las suaves.

— ¡De rodillas! – me ladra y a pesar de que quiero correr y escapar, mi cobarde cuerpo sometido durante años, solo obedece al temor.

Caigo de rodillas y me encorvo protegiendo mi cabeza.

— ¡¡Mañana vas, le abres las piernas al Sr. Bishop y lo complaces bien o no regreses jamás a esta casa y olvídate de que voy a seguir apoyando a tu hermano!!

— ¡¡Moveré todos mis contactos para que lo pasen a la peor parte de la prisión, donde están los violadores y asesinos como él!!

Me grita, me insulta, me patea y el cinturón baja una y otra vez sobre mi espalda, sin cesar, con odio y solo lloro y grito como demente en mi interior, aguantando y aguantando, hasta que ya no puedo más y caigo por completo desmayada.

*****

Cuando me despierto, siento que todo me duele, pero más mi alma sometida a puros golpes

Me han dejado tirada en la puerta del sótano. Me levanto a duras penas y casi a rastras bajo las viejas escaleras.

Mi espalda resume sangre por encima de la tela raída de la camiseta.

Esta será la última paliza que soporto. 

No puedo más, he resistido dos años después de mi mayoría de edad. 

Necesito ayuda y solo puedo pedírsela a una persona. 

Es cierto que tengo novio, no me lo inventé.

Agarro mis tres trapos en un bultico hecho de la sábana y escarbo en secreto en una esquina del sótano donde tengo mis ahorros.

Era más dinero, pero Mikaela lo encontró una vez y me lo robó todo, para pagarse un día en un Spa.

Cambio la camiseta con gran esfuerzo y me levanto la vieja falda para fijar la tela con algunos billetes y monedas al fajín, esto es todo mi capital.

— Lo lamento, hermano, trabajaré como mula para ayudarte, pero aquí, no aguanto más – murmuro a la nada, cerrando mis ojos con pesar.

Ni siquiera estoy segura de que la supuesta ayuda de “papá” sea cierta.

No se le permiten visitas a mi hermano, solo de su abogado, así que igual, imposible comprobarlo.

Salgo por la pequeña ventana del sótano, siseando de dolor, el mareo me invade a cada rato y mirando a todos lados como fugitiva, agarro mi bicicleta y pedaleo como loca perdiéndome en el bosque detrás de la casa.

Tengo que detenerme varias veces, sofocada y extenuada, pero al fin llego al centro de la ciudad, donde trabaja mi novio de botones en un hotel.

Un día que pasamos me lo enseñó, pero siempre me había dado vergüenza venirlo a buscar.

Me armo de valor, dejo la bici cerca y traspaso las puertas del lujoso hotel hasta la recepción.

— Aquí no hay ningún empleado con ese nombre ¿Cuántas veces quiere que se lo repita?

— Él… es de pelo oscuro y tiene los ojos cafés… quizás, no lleva mucho tiempo…

— A ver, “señorita” – me interrumpe exasperada 

—Trabajo aquí desde hace años y le digo que no hay ningún Edgar Brooke, de botones, ni de nada y ya por favor retírese, que está obstruyendo a las personas que sí se van a hospedar.

Me dice en voz alta y veo que le hace una seña a dos hombres serios e intimidantes, que cuidan la puerta.

Bajo la cabeza queriéndome desaparecer en el aire y me imagino que estaré roja como un tomate, debo parecer una mendiga en este sitio tan elegante.

Camino deprisa, queriendo escapar, pero en eso, se arma una conmoción.

Me veo siendo apartada a un lado para darle acceso a personas importantes.

Entra más seguridad y otros hombres con cámaras toman fotos sin cesar.

Detrás de una palmera del lobby, me medio escondo para esperar y salir, cuando veo a los invitados famosos que el flash no deja de capturar.

Siento como caigo en una caverna congelada y mi corazón se hace añicos.

— El heredero de la mayor corporación metalúrgica con la princesita de los Hansen, comprometidos para matrimonio ¿Cuándo será la boda? – le pregunta un hombre con un micrófono.

— Alessandra y yo nos pensamos casar en diciembre, como todos saben mi tío…

Da la entrevista justamente el hombre joven, de cabello oscuro y ojos cafés, que yo pensaba se llamaba Edgar Brooke.

El apuesto botones, que casi me atropella un día en el auto de un cliente y según él, lo llevaba al mecánico.

Aprieto mis puños y hasta mis dientes, llena de rabia y desilusión, ¿qué necesidad tenía de mentirme?

Llevamos casi dos meses saliendo, donde todas y cada una de sus palabras han sido puras mentiras.

¿Qué quería un hombre millonario conmigo?

No supe en qué momento salí corriendo, colándome entre la gente.

Llegué al callejón medio oscuro donde dejé mi vieja bicicleta y la tomé para marcharme, las lágrimas no dejaban de empañar mis ojos.

— ¿Amalia? – de repente escucho pasos apresurados y la voz de Edgar… o sea cual sea su nombre real.

No quiero una explicación, más mentiras, saber por qué se burló de mí tan cruelmente.

Él era mi última esperanza.

Me subo a la bicicleta y salgo a toda la velocidad que me permiten mis débiles piernas.

Vago por la ciudad, salgo a los suburbios, tengo hambre, frío, sed, cansancio extremo y debilidad.

Termino donde siempre que ya no puedo aguantar más, el antiguo y alejado cementerio en el que están enterrados mis padres adoptivos.

— Mamá, papá, aquí estoy… de nuevo…

Me arrodillo frente a sus tumbas que solo yo mantengo y comienzo a llorar a viva voz, en este oscuro y espeluznante sitio, como si solo fuese otra alma en pena. 

— No puedo más, ya no puedo más…

Lloro y me desahogo, ¿a dónde iré?, ¿qué haré con mi vida?

Pienso mientras me quedo dormida en el suelo, acurrucada contra las frías tumbas, por un tiempo indefinido.

Un sonido áspero me despierta, como gruñidos de animales y voces a lo lejos.

Me incorporo estremeciéndome por el frío de la madrugada, algo me impulsa a curiosear, eso es uno de mis grandes defectos.

Camino por entre los sauces llorones, mi delgado cuerpo se escabulle sumido en las sombras, hasta un bosquecito y luego lo veo.

Varios hombres están luchando con lo que parecen ¿animales?

No puedo detallar bien en la oscuridad, pero se escuchan como rugidos y acero cortando.

Hay un olor raro en el aire.

De repente miro a un hombre en particular, cercano y de espaldas a mí.

Es alto, muy alto y se ve poderoso y fuerte.

Lleva un traje oscuro, está moviendo la mano de manera rara, cuando de un momento a otro se gira de lado y tengo que llevarme la mano a la boca para no gritar.

Delante de él, hay lo que parece un hombre decapitado, sin cabeza, y la sangre sale a presión de su cuello.

Todo mi cuerpo tiembla de miedo y ahogo el asco al observar los bultos negros sobre la hierba manchada ¿eso… eso son cadáveres de personas?

De repente, subo la mirada y conecto con los ojos verdes esmeralda más fríos y letales que he visto en mi vida.

Él me está observando fijamente. 

Ese hombre impresionante que ahora se limpia las manos llenas de sangre como un despiadado asesino, me ha visto y viene a por mí.

Sin dudarlo doy la espalda y comienzo a correr como una desquiciada, la adrenalina rugiendo por mis venas.

“Déjala ir, es solo una humana” escucho que una voz dominante dice, pero no me detengo a analizar nada.

Luego de un tiempo indefinido, me detengo respirando agitada, casi echando afuera mis pulmones, pienso que estoy lo suficientemente lejos, sin embargo, la hierba comienza a moverse a mi lado.

Esto es aún el terreno del cementerio, pero la parte más desahuciada y olvidada, llena de árboles y hierbas altas silvestres por todos lados.

Me pongo alerta, alejándome del arbusto, con el corazón palpitándome como loco.

“Por favor que sea solo un conejito, un perrito, cualquier cosa inofensiva” 

Rezo, pero como siempre, no llega a oídos de nadie.

Un gruñido bajo sale de la oscuridad y luego entre las hojas unos ojos rojos me observan, la maldad se desborda de ellos.

Lo que parece una mano, pero con las uñas extremadamente largas como garras, sale de repente a la luz de la luna y no espero a que aparezca el resto del cuerpo.

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