003. SEXY ASESINO

AMALIA

Comienzo de nuevo a correr desesperada a través de la niebla espesa que me rodea.

Solo que esta vez, no podré escapar tan fácil, lo escucho detrás de mí, algo me caza como una presa.

Ni siquiera giro la cabeza, siento que caeré en pedazos en cualquier instante, no doy más, cuando veo una vieja cripta y huyo hacia allí.

“Por favor que esté abierta, que esté abierta, te lo suplico” 

Pero sorpresa, sorpresa, está la puerta cerrada a cal y canto.

¡BAM, BAM!

Manipulo con fuerza el picaporte, la madera carcomida retumba, sin embargo, no se abre.

Moriré, aquí y ahora, así que me giro a enfrentar mi destino.

No veo claro que es, la luna se ha ocultado entre las nubes, pero parece un perro rabioso en cuatro patas, sus ojos rojos son los que más resaltan.

Me pego de espaldas a la puerta, temblando, sollozando, esperando el final y cuando se abalanza sobre mi cuerpo, cierro los ojos para no ver mi propia muerte.

De un momento a otro, el soporte en mi espalda cede, caigo de espaldas al suelo y oigo como la puerta se vuelve a cerrar.

¡BOOM!

El cuerpo de la criatura se estrella contra la cripta, sin embargo, alguien ha cerrado de nuevo rápido la puerta, una mujer, la misma que me ha salvado dejándome entrar a último momento.

¡BOOM! ¡BOOM! ¡BOOM!

Pasan los minutos y lo sigue intentando, escucho sus gruñidos y arañazos.

Sigo sentada en el suelo, estupefacta, adolorida y con temor.

¿El mundo de noche era tan aterrador?

Luego de un tiempo indefinido, cesan los golpes y el intento de entrar de esa cosa, la mujer pegada a la entrada no ha dicho palabra.

— Ho…hola… muchas gra… ¡Ah! 

Tengo que abalanzarme a atraparla porque ha caído desmayada.

La agarro lo mejor que puedo y la acuesto en el suelo, escasamente veo algo en este oscuro agujero.

Solo un pequeño tragaluz en el techo de la cripta deja pasar la luz de luna.

— Señora… señora…— no reacciona.

Veo que es una anciana y está herida.

En su estómago hay una gran mancha de sangre, así que no me lo pienso más y rasgo el bajo de mi falda para comprimir la herida e intentar vendarla.

— Aguante, abuelita, aguante, tiene que vivir, tengo que agradecerle por salvarme, por favor no se muera – le suplico y mis lágrimas caen sobre su herida.

Cuando le levanté la blusa casi me desmayo de la impresión.

Creo que si hubiese más iluminación le hubiera visto los órganos internos a través de rasgaduras en el estómago, como cortes de garras de un animal salvaje.

Me sequé el sudor con la mano, mientras recordaba todos mis conocimientos de la Cruz Roja, donde trabajaba cada vez que podía por ayudar y por el plato de comida y medicina gratis que daban.

Hice lo que humanamente pude, mis manos ensangrentadas la arrastraron con cuidado hacia una pared donde me senté y coloqué su cabeza sobre mis piernas.

Me limpié en la camiseta hecha un desastre y le acomodé los cabellos, dándole ánimos para que viviera, contándole mi desastre de vida y como seguía de pie, total, ella no me escuchaba o al menos, eso pensaba yo.

Siempre con miedo, aguzando el oído y de vez en cuando se escuchaban gruñidos cerca y la hierba crujiendo.

Lo sabía, esa cosa estaba allá afuera, esperándonos.

La madrugada pasó y en algún momento me quedé dormida cabeceando.

Un ruido me despertó repentinamente, bajé mi mano por reflejo para proteger a la señora, pero entré en pánico al no verla acostada donde la dejé.

— Tranquila, todavía me quedan muchas lunas por vivir – una voz cansada me dice.

Levanto la vista para verla apoyada al ataúd de piedra que está en el medio de la cripta, la luz del techo me dice que ya es de mañana.

Una mujer, que a pesar de sus años, se nota fue muy hermosa, de cabello gris y ojos mieles.

— ¿Te molesta si fumo? Al menos esto pude conservarlo.

Niego con la cabeza como tonta y la veo que saca del bolsillo de su pantalón un cigarrillo estrujado y unas cerillas.

¿De verdad se pondrá a fumar en su condición? ¡Espera!

¿Cómo puede siquiera estar de pie, cuando ayer se estaba muriendo?

— Eres como un espejo de transparente – sonríe, pero hace luego una mueca de dolor

— Aún no estoy bien y perdí mi celular, creo que voy a tener que seguir necesitando tu ayuda, Amalia.

¿Cómo sabe mi nombre? Ah, ayer creo que en mi desesperación se lo dije. ¡¿Escuchó todo?!

— Mi nombre es Elsa, gracias por salvarme.

— No, gracias a usted por salvarme de… esa cosa… — recuerdos espeluznantes de la noche llegan a mi cabeza.

— ¿Cosa? Más bien un perro salvaje con rabia. Bajan de la montaña cerca del cementerio.

Me responde bufando, pero no lo creo, no pude haberme imaginado todo eso y no hablo solo del supuesto perro salvaje.

El hombre asesinando a personas, los cadáveres, la persecución…

Al final, salimos de la cripta mirando a todos lados, aunque ella me aseguró que de día no había peligro.

No sé de dónde sacaba tanta seguridad.

La apoyé, porque a penas podía caminar y me indicó una carretera apartada donde había dejado un auto todoterreno negro.

Pensé en ya irme por mi lado, pero al final, terminó llevándome con ella hasta el hospital más próximo.

Me olvidé hasta de recoger mi pobre bici, vieja y abandonada.

*****

— ¡Un médico, por favor, un médico! – entro gritando al hospital, hasta donde la Sra. Elsa ha manejado.

Eso de que casi no llega viva no era broma, estuvo a punto de desmayarse varias veces y provocarnos un accidente.

Salen los sanitarios y se la llevan a emergencia, la sigo con el alma en vilo, ni siquiera la conozco, pero esta anciana, por alguna razón, me cae muy bien.

*****

Regreso de la cafetería a donde bajé un segundo para comer algo o la fallecida por inanición sería yo.

La han ubicado en un cuarto VIP después de atenderla y el doctor ha tomado todas las decisiones sin preguntarme nada.

Tengo temor, ay Dios, este hospital debe costar un ojo de la cara, ¿será que Elsa lo puede pagar, porque es obvio que yo no?

Entro a su habitación, que da primero a una pequeña salita de espera y luego a su cuarto de hospital.

Atravieso la salita y pongo la mano en la puerta de corredera, pero antes de accionar la apertura, alguien la abre desde adentro del cuarto de Elsa.

Tropiezo por inercia y mi frente se estrella con lo que parece un fuerte pecho en un traje ejecutivo.

El delicioso aroma como a bosque salvaje de cedros asalta mi nariz y subo la cabeza para quedarme como una estaca en el sitio.

Si no muero por las heridas y los ataques, moriré infartada en cualquier instante.

Unos ojos verdes, intensos y mortales me están observando desde arriba y hacen temblar todo mi cuerpo.

Da un paso hacia mí y yo doy otro en retroceso.

Lo recuerdo de anoche, con algo en la mano que resplandecía, como un arma afilada, la sangre de los cuerpos, estoy delante de un asesino despiadado.

No espero más y corro a la salida, pero cuando abro la puerta dos enormes guardaespaldas la bloquean impidiéndome salir.

¡BAM!

La puerta es cerrada por ese hombre y lo siento a mi espalda, tiemblo de miedo y lo escucho acercarse, pero no me toca, solo… juraría que está oliéndome, olisqueando mi cabello.

Debo oler a rayos, así que ahora tengo miedo y además… vergüenza.

— ¿Piensas quedarte para siempre como avestruz mirando a la puerta? – una voz ronca y dominante, dice a mi espalda 

— Gírate.

Pero vacilo pensando en mis opciones, ¿y si grito por auxilio?

— Que te gires, no me hagas repetirme – me estremezco al sentir su susurro autoritario en mi oído, al inclinarse sobre mí.

Al final obedezco, soy como una prisionera, sofocada, entre la madera y su enorme cuerpo de más de 1.95 cm.

Bajo la mirada, a sus zapatos caros de cuero, este hombre destila poder y dinero por todos lados.

— Lo que sea que creas, que viste o escuchaste, es solo tu imaginación hiperactiva, estábamos en una cacería nocturna de animales salvajes cuando nos espiaste en el cementerio – me explica.

¿Cacería nocturna en un cementerio? ¿Quién se va a creer ese cuento?

— ¿Dime qué más viste o escuchaste?

— Na… nada señor —respondo algo intimidada.

Veo su mano levantarse, me tenso en respuesta al miedo, cierro mis ojos esperando el golpe y me encorvo como protección.

Sin embargo, las yemas de sus dedos solo acarician mi rostro, la zona de la herida en mi sien y pómulo, que laten dolorosamente.

— No voy a golpearte, ni agredirte, no tengas miedo. Nunca te haría un daño injustificado. Mírame. No me hagas repetirme, mírame.

Y levanto de nuevo la cabeza ante su orden, para observarlo de cerca.

Su nariz recta, ojos verdes esmeraldas intensos y profundos, ceño fruncido, unos labios finos contraídos en una expresión fría.

Lleva una corta barba oscura como su cabello, su tez es blanca, pero se nota bronceada y tosca, en general, es un hombre intimidante.

Nunca he visto alguien que poseyera una belleza tan… salvaje.

— Lo que viste anoche, olvídalo por tu bien, no le hables a nadie de tus confusiones, solo fue una cacería. Obedece y tu vida mejorará ¿entiendes?

Y asiento como hipnotizada, aunque por dentro estoy pensando en que no existe la manera de que mi vida vaya a bien, si solo poseo dinero para dos sándwiches más.

Nos quedamos mirando durante unos segundos, por alguna razón veo curiosidad en su expresión indiferente, me estoy ahogando en sus ojos cuando de repente…

¡BAM!

Alguien abre la puerta de golpe, golpeando mi espalda magullada y haciéndome caer en sus brazos, gimiendo de dolor sin poderlo evitar.

— Oh, no sabía que estaba pegada a la puerta, lo lamen… ¡por todos los cielos, señorita, estaba herida, tenías que habernos dicho!

Es la voz de la enfermera y supongo que habla de mi espalda, que ha pasado de dolerme horrores a simplemente ni sentírmela.

Unos brazos me sostienen y ese aroma a cedro me nubla los sentidos.

Me siento tan protegida, como si nada ni nadie en el mundo pudiese dañarme entre esos brazos y contra ese poderoso pecho.

*****

AJAX

La humana que salvó a Elsa se ha terminado por desmayar contra mi cuerpo, la siento gemir dolorosamente.

— ¡Examínela enseguida! – la cargo y sigo a la enfermera hasta otra habitación.

— Acuéstela boca abajo en la camilla, por favor.

Sigo sus indicaciones y me quedo parado a un lado.

Debería haber salido en lo que la desviste, pero como todo en esta humana, desde que la conocí, hay algo en ella que me causa curiosidad.

“Porque ella es especial”

Conall, mi lobo interior me dice, pero lo ignoro, porque cada día está más dominante e insoportable.

¿Qué puede tener de especial una pobre humana?

Sin embargo, Conall es la mitad de ser, porque eso soy, un hombre lobo.

Ajax Karlsen, el Alfa de la manada Shadow Hunters y CEO de la mayor Industria Metalúrgica del país.

Mi territorio se asienta sobre ricas y extensas tierras llenas de minerales que los humanos valoran mucho, comercio con ellos como otro millonario empresario más y me mezclo en su sociedad.

Esa es la razón también de la envidia y los ojos de las otras manadas siempre puestos en mis tierras.

— ¡¿Qué demonios es eso?! – gruño encolerizado, asustando a la enfermera.

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