005. ¿QUÉ HACE AQUÍ MI EX?

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Llegamos a buscar a Elsa para pedirle su ayuda con algunas cosas y no sé ni siquiera qué rayos hago aquí acompañando al zopenco de Kane.

Solo sé que nada más subir la colina, ese delicioso aroma a mar y espuma cosquilleó en mi nariz.

¿Podría ser el olor de su piel?

No debe ser, los humanos no desprenden feromonas, pero el hecho es que Conall me tiene desesperado, empujándome a subir esta colina todos los días y hoy, no he podido resistirme más.

“Fiu, fiu”

El idiota de mi Beta chifla lascivo en cuanto entramos por la puerta de la consulta y pasando a la oficina de Elsa, nos encontramos a esa humana en posición de apareamiento, debajo de la mesa y mostrando su trasero en un short corto.

Sus muslos blancos sobresalían dando una vista que no dejaba mucho a la imaginación.

Se asusta y se pega hasta un fuerte golpe en la cabeza.

Apreté los dientes con ganas de cerrarle la boca y los ojos al resbaloso de Kane.

— Pero qué buena recepción hay en esta consulta – dice sin dejar de mirarla y eso tiene a mi lobo a punto de saltarle al suyo a la yugular.

— ¡Compórtate Kane! – le gruño y se calla, pero sigue con esa sonrisita lujuriosa que le conozco muy bien.

Ella se levanta enseguida, nerviosa, se le vuelven a caer los papeles que lleva en la mano y la veo en un puro temblor.

Sus manos van a bajarse ese short ridículamente corto.

“Tengo ganas de arrancárselo con los dientes y montarla bien rico, pero sin audiencia, solo ella y nosotros dos”

Ignoro las palabras calenturientas de mi lobo.

Se descontrola cada vez que ve a esta humana, no sé qué carajos le pasa.

— Yo… yo… lo lamento… no sabía que venían personas – tartamudea.

— ¿Estás sola? ¿Dónde está Elsa? – le pregunto bruscamente.

— Ella salió… una clase que tenía que dar… — me responde, pero no me mira mucho a los ojos.

Sus hermosos iris avellanas vagan por todos lados o baja la cabeza.

— Bien, vámonos entonces…

— ¿Puedo… puedo ayudarlos en algo? – pregunta su vocecita de repente.

— No…

—Sí, mira preciosa, el alcalde se hizo una herida y necesita ser atendido, lo dejo en tus buenas manos. Bye linda, nos vemos otro día.

“¡¿Qué crees que estás haciendo Kane?!”, lo veo salir y venderme, así como si nada.

“Solo dándote la tonta excusa que querías para quedarte a solas con la humanita. De nada Alfa, menéate suave que está menudita, no la vayas a desarmar”

“¡¡Kane, estas me las pagas!!”

— ¿Me… me puede enseñar la herida?

— ¿Qué?… Ah, la herida…

¿De dónde rayos me saco yo una herida ahora si en menos de un día se cura todo?

Ni siquiera sé para qué mantenemos aquí un consultorio que nadie utiliza, si los hombres lobos sanamos rápido, a menos que sea algo demasiado grave.

Entonces recuerdo un rasguño que tengo de anoche una cacería y está en mi pecho.

— Bien, pero en realidad no es grave – le digo y camino para sentarme en la camilla.

Comienzo a abrirme la camisa, mientras la observo como se mueve por las estanterías buscando la medicina, que ni siquiera necesito.

Mi vista recorre su delgado cuerpo, recuerdo las marcas que tiene en la espalda y anoto ese punto pendiente de hacerle la visita a ese buen padre.

Vago por la silueta de su cuello, hombros y estrecha cintura más abajo, hasta llegar a sus nalgas.

Ni siquiera es mi tipo, de las voluminosas, una mujer experimentada, hecha y derecha, para follármela salvaje y duro, como me encanta.

Esta chica no aguantaría ni una ronda en mi cama y, aun así, aquí estoy, disimulando no comérmela con la vista.

“Te dije que ella era especial. ¿Cuándo será el día que seguirás mis instintos?” Conall gruñe de nuevo.

— Per… permiso – me dice una vez que camina hasta mi frente y observa la herida casi cerrada en mi pectoral izquierdo.

Agarra un guisopo y toma algo de un medicamento para acercarlo a mi pecho.

— Elsa siempre lo hace con los dedos, lo prefiero así – hablo por encima de su cabello rubio que queda a la altura de mi nariz.

Tengo que resistirme para no bajar la cabeza y oler el mar en ella.

— ¿Qué?… ¿con los dedos?

Sube sus ojos avellanas y quedan casi a la altura de los míos, la observo por un segundo con intensidad, pero enseguida esquiva mi mirada.

Parece una cosita esponjosa asustadiza, que activa todos mis instintos de protección.

— Sí, no me gustan los guisopos.

— Voy, por unos guantes…

— Soy alérgico al látex – le suelto lo primero que se me ocurre.

“No sabía que eras tan bueno mintiendo”

“¿Me dejarías de hablar por un momento como un maldit0 Pepit0 Grillo?, mira que eres pesado” le gruño molesto a mi lobo

— Bien… me lavé mis manos – me asegura y la veo como traga.

— No lo dudo – le respondo y mi voz sale más ronca y baja, de lo que pretendo.

Estamos cerca, demasiado cerca, ella parada entre mis piernas abiertas.

Entonces sus dedos se llenan de ese gel viscoso y los lleva a mi pecho.

Soy fuerte, tengo músculos desarrollados del entrenamiento y el gym, además de mis buenos genes de Alfa y sé que a ella le está encantando.

Sus ojos fijos en mi pecho y ese delicioso olor que va en aumento, que sale de entre sus piernas y está haciendo a Conall ponerse nervioso.

A mí también.

Ella se está excitando con mi cercanía y mis feromonas se liberan sin quererlo, aunque sé que no las huele, pero la llaman igual, diciéndole que es agradable para mí, que me gusta como pareja para aparearnos bajo la luna llena.

Siento sus dedos acariciar mi pecho tenso, suave como una pluma temblorosa, miro a sus largas pestañas bajas, concentrada, tan pequeña, su cuello blanco tan frágil.

Me voy acercando a él, a la vena que late frenética, a ese olor, a olas y libertad, ¿qué se sentiría embestir dentro del cuerpo de esta humana, tomarla y hundir mis caninos en esa nuca?

Un gruñido animal se escapa de repente de mi garganta, mis ojos cambian y mis caninos de lobo salen fuera de mis encías.

*****

AMALIA

Doy un brinco cuando escucho cerca de mi oído como si un perro rabioso estuviera gruñendo.

Me separo del Sr. Karlsen e incluso me giro esperando encontrarme con algún animal.

No hay nada, ¿de dónde salió ese sonido? No puede ser que él lo haya hecho.

Cuando volteo a verlo, está con la cabeza baja, abotonándose la camisa con cara de pocos amigos.

¡Ay no!, ¿he hecho algo mal de nuevo?, ¿se habrá dado cuenta de mis pensamientos impuros?

— Todavía falta…

— Así está bien. Gracias por la consulta, toma el pago— me dice bruscamente y saca su billetera para dejarme dinero sobre la mesa.

Voy a decirle que no hace falta, ni siquiera sé si la consulta se cobra y menos tanto dinero, aunque Elsa me dijo que me iba paga un salario.

Pero él sale sin darme una segunda mirada, parece enojado y siento que me he equivocado.

Es dueño de toda esta tierra, el alcalde de este pueblo, Elsa me lo dijo y me convenció en el hospital de que todo lo que vi esa noche en el cementerio, no fue más que mi pánico y mi estrés jugándole una mala pasada a mi mente.

Ella es doctora, así que le hice caso.

Además, el Sr. Karlsen es intimidante, pero de ahí a que sea un asesino serial, es algo loco.

¿Y si me expulsa finalmente del pueblo?

Me paso todo el día arrepintiéndome de cada cosa que hice.

Entre la ropa y mi actitud de zorra, seguro se llevó una pésima impresión de mí.

Cuando llega Elsa, le digo lo que sucedió, obvio omito mis pensamientos sobre lo sexy que se veía sin camisa, lo bien que olía y lo masculino que encuentro a ese hombre.

— ¿Qué tenía una herida? ¿Alérgico al látex?

Elsa está sentada en la isla de la cocina, mientras le sirvo una merienda y lleva un buen rato riéndose.

Estoy avergonzada, ¿qué es tan cómico de mi historia?

— ¿Crees que me echará de la comunidad? – le pregunto poniendo el sándwich de pavo frente a ella.

— ¿Echarte? Pft no lo creo, no te martirices más con eso —responde sin darle importancia al asunto – más bien cámbiate bien bonita, ¡hoy iremos a una cena de la mana… digo, de la comunidad!

Exclama y me empuja escaleras arriba.

Además, no ha querido aceptar el dinero que dejó el alcalde, dice que me lo gané para mí.

Estoy nerviosa, pero feliz, deseo de todo corazón integrarme aquí.

*****

Llegamos a una hermosa mansión enorme, mucho más lujosa e impresionante, que todas las casas que he visto.

Elsa me dijo que era la mansión central, propiedad del alcalde.

Intentaba no parecer una tonta mirando cada adorno, el alto techo, las lámparas de arañas clásicas.

Parecía metida dentro de un castillo, cada vez me asombro más del poder del Sr. Karlsen.

Caminamos por un pasillo y salimos a una terraza en el jardín posterior, llena de farolillos, luces colgantes, mesas con comida y lo peor, mucha gente.

Mi complejo de avestruz queriéndome hacer escapar de las miradas de todo tipo que me lanzaban.

— Oh, ella debe ser Amalia, tu protegida, qué linda niña, soy la Sra. Parker.

Una señora mayor gordita pelirroja se acercó a nosotros y me saludó con calidez.

Parecía amiga de Elsa, así que le devolví el saludo con una sonrisa.

Me dejaron sola con un vaso de cóctel en la mano y Elsa se fue con ella a ver algo de una mujer embarazada, juraría que escuché la palabra Omega.

Sin Elsa, intenté pasar por invisible, me metí en un rincón, observando a las mujeres elegantes, hablar con seguridad con hombres altos y fuertes.

¿Hacían un casting para escoger a los habitantes de este pueblo? Todos se veían bien, demasiado… perfectos.

De repente, el más guapo de todos salió por la puerta trasera, atrayendo todas las miradas, con un traje negro ceñido a su musculoso y sexy cuerpo.

La camisa blanca, entreabierta arriba, dejaba ver los tatuajes de su amplio pecho que casi subían a su cuello.

Mi corazón, por alguna razón desconocida, comenzó a latir desesperado, ¿qué me sucede?

Jamás me sentí de esa manera, ni siquiera con Edgar, que había sido mi único novio, aunque nunca me entregué a él por mucho que insistió.

— Cálmate Amalia, ese hombre está un millón de veces fuera de tu liga. Es que ni siquiera tienes una liga.

Murmuré bajo tocándome el pecho, por encima del vestido sencillo negro que llevaba, pero en un segundo, a través del espacio y las personas, él me miró.

Sus dominantes ojos verdes se fijaron en los míos, haciéndome estremecer.

Desvió enseguida la mirada a las personas que se le acercaron a hablarle, andaba con más gente a su espalda.

Di un sorbo del cóctel con poco alcohol y siento mis mejillas arder por solo una mirada, no se puede ser más patética.

O sí, y lo descubro al mirar a las personas detrás del Sr. Karlsen y por segunda vez en la noche, mis ojos conectan con otra persona, la más inesperada de todas, mi exnovio Edgar, que me está mirando igual asombrado.

El vaso se resbala de mis manos y cae a la hierba.

¿Qué hace este hombre aquí? ¡Tengo que irme, pero ya!

****

— Amalia, ¡espera un momento!, ¿hasta cuando piensas rehuirme?

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