Ha sido difícil para mi tío Ronald entretener al abuelo, pero afortunadamente, al entrar la videollamada de mi tío Liam, el papá de Noah, por fin puedo quedar solo. Ya es hora de partir para la reunión, así que le he recomendado especialmente a Isabella que cuide del abuelo, pues no podré retornar con ellos a casa.La cita fue acordada en el Club A Steakhouse. Llego de primeras pero con poco tiempo de antelación. El chico llegó tarde, muy tarde a la reunión, y no ofreció justificación alguna, dejándome eso un mensaje muy claro: no me debe consideración alguna, él se cree el jefe. De ninguna forma eso puede ser un buen inicio, pero aún así, sigo adelante con lo que tengo en mente.Antony Williams es un chico de veintitrés años, delgado y con ademanes muy cuidados. Lo mire por donde lo mire, es evidente que pertenece a la élite de la ciudad, lo delata su ropa fina, pero sobre todo la mirada de suficiencia ante la cual todos parecemos seres inferiores.—Supongo que tienes algo que ver co
Despierto con el pulso algo acelerado y el cuerpo caliente. Aún tengo somnolencia, y eso me dificulta comprender el motivo por el cual he dejado escapar un jadeo y me siento tan bien de repente.—Isabella.Su nombre escapa de mis labios a la vez que levanto la sábana para descubrirla atendiéndome de manera muy diligente. Yo acabo de despertar, pero, por lo que puedo apreciar, mi amigo ahí abajo lleva un rato ya bien despierto y dispuesto.—Alexander —contesta ella, poniendo cara de inocente y retirando su camisón.¿Dónde quedó la mujer inocente a quien yo sorprendía? ¿Ahora me hace asaltos sexuales a la madrugada? Sonrío ante ese pensamiento y me encanta. Gatea sobre mí y me besa de forma tan sensual que me deja con ganas de más cuando se aleja. Se acomoda sobre mí y, sin dejarme ingresar, inicia un vaivén lento que genera una deliciosa fricción entre nuestros sexos, casi hasta el punto de ser tortura.Tomo con firmeza su cadera y la obligo a quedarse quieta por un momento para control
Ocho días, o quizás menos, antes de que empecemos a sentir las represalias de los Williams. Retrocedo y me inclino hacia un lado, esquivando el golpe que mi compañero de prácticas intenta asestarme. Un golpe suyo debe ser muy doloroso a juzgar por su corpulencia, pero, para mi buena fortuna, no es muy hábil. Así que me da tiempo suficiente para golpear su costado, haciendo que se doble, e inmediatamente le tiro un golpe de gancho.No me interesa realmente lastimarlo, solo necesitaba quemar energía y empezar a retomar viejos hábitos. Esta es una actividad que no puedo compartir con Isabella; se escandalizaría si supiera de esto y tendríamos una discusión sobre la gravedad de mis lesiones. Ya estoy bien, lo suficientemente bien, no necesito que un médico me lo diga.—Estás motivado —dice mi entrenador—. ¿Un día pesado en la oficina?Me quito el protector bucal y los guantes.—Algo así, pero independien
—Ya he hablado con el abuelo para que venga. Richard ha puesto nuevamente a disposición su jet para traerlo. Mañana desconectarán a Mía.Esa noticia la estábamos esperando desde hacía dos días y, aunque es un alivio saber que el abuelo estará lejos del alcance de los Williams, no me agrada el mensaje de fondo que me está dando con esto Sebastián.—¿Eso quiere decir que aceptaste el trato con Richard?—¿Qué otra opción tenía? Debemos reconocer que el trato es bueno para nuestra familia. Además, si los planes que tiene Richard se concretan, no tendremos de qué preocuparnos mientras él esté en el poder. Tengo su palabra.En el fondo sé que eso es verdad, pero no me agrada saber que Sebastián vuelve a sacrificarse por todos. Dos años s
He sido una tonta. ¿Qué tanto me costaba tomar el celular y llamar a Alexander para corroborarlo? Nada.Aquella mujer simplemente me dijo que había habido un atentado en una de las fábricas y que Alexander, para evitar problemas, me quería en un lugar más seguro, uno en el cual estuviera menos expuesta, con menos gente. Todo sonó tan lógico cuando ella lo dijo que, aunque aparentemente todos eran empleados, era muy difícil identificar a un infiltrado a simple vista.La mujer se veía profesional y seria, así que nunca dudé de su palabra, ni siquiera cuando me direccionó a otro sótano diferente del parqueo que normalmente usamos con Alexander.—Llamaré a mi escolta —dije en ese momento.—No será necesario. El señor no quiere que ellas estén ahí; no conf&
Ante la mirada atónita de todos los que me observan, tomo a la pequeña rubia firmemente por los hombros mientras la increpo con fuerza.—¿Hace cuánto?La chica está asustada, lo veo en su rostro, pero no tengo tiempo de calmarla. Sé que no es su culpa, pero en este momento ella no puede importarme menos.—Por favor, Cloe. Necesito una respuesta —exijo, tratando de modular mi voz, aunque sin éxito.—Quince minutos, quizás un poco más —responde por fin.La suelto inmediatamente y busco mi celular para marcar desesperadamente una y otra vez el número de Isabella, pero está apagado. Paso una mano por mi cabello repetidamente, como si eso me ayudara a pensar. "Quince o veinte minutos, eso es mucho tiempo, ya debieron haberla sacado del edificio", grita mi mente.
El vehículo se detiene tras pasar una reconocida zona industrial y llegar a un área de bodegas gigantes, en cuyas calles nadie quisiera transitar de día, y mucho menos de noche.La bodega es la misma en la que estuve hace unos días con Sebastián para finiquitar el tema de Roberto. A pesar de que tiene la misma estructura de espacios amplios, polvo por doquier e iluminación deficiente por tramos, el lugar está repleto de vida. No tengo idea de cómo reunió Richard a tantos hombres, pero aquí están. Mientras atravieso el lugar en búsqueda de su líder, me observan sin dejar de revisar su armamento. Eso hacen: revisan sus armas, la munición e incluso sacan filo a sus cuchillos.Observo muchos tipos de armas: revólveres, pistolas, pero unas cuantas metralletas llaman mi atención de manera especial. El hombre realmente llegó dispuesto a la guerra; no se va a ir con medias tintas.Me siento como dentro de una película de mafia. De esas películas en las que hay guerra entre pandillas, llenas de
—No puedo negar que tienes ingenio —dice Richard, tras colgar la última llamada recibida—. Ese rumor que hiciste correr realmente nos está facilitando el trabajo. Todos están desesperados por encontrar las malditas caletas de los Williams.—No las van a encontrar, yo inventé eso.El hombre me mira con rostro escéptico y luego se ríe.—Yo no estaría tan seguro. Prefiero apostar que eres una especie de vidente y no sabes usar tus poderes.Miro con extrañeza al hombre, quien intercambia miradas con Michael, su hombre de confianza, que por fin nos está acompañando.—Varios informantes nos han confirmado que, por primera vez en su vida, los Williams les pagaron sus nóminas en efectivo y eso, amigo mío, es lo que le dio peso a tu rumor.Las palabr