Ocho días, o quizás menos, antes de que empecemos a sentir las represalias de los Williams. Retrocedo y me inclino hacia un lado, esquivando el golpe que mi compañero de prácticas intenta asestarme. Un golpe suyo debe ser muy doloroso a juzgar por su corpulencia, pero, para mi buena fortuna, no es muy hábil. Así que me da tiempo suficiente para golpear su costado, haciendo que se doble, e inmediatamente le tiro un golpe de gancho.No me interesa realmente lastimarlo, solo necesitaba quemar energía y empezar a retomar viejos hábitos. Esta es una actividad que no puedo compartir con Isabella; se escandalizaría si supiera de esto y tendríamos una discusión sobre la gravedad de mis lesiones. Ya estoy bien, lo suficientemente bien, no necesito que un médico me lo diga.—Estás motivado —dice mi entrenador—. ¿Un día pesado en la oficina?Me quito el protector bucal y los guantes.—Algo así, pero independien
—Ya he hablado con el abuelo para que venga. Richard ha puesto nuevamente a disposición su jet para traerlo. Mañana desconectarán a Mía.Esa noticia la estábamos esperando desde hacía dos días y, aunque es un alivio saber que el abuelo estará lejos del alcance de los Williams, no me agrada el mensaje de fondo que me está dando con esto Sebastián.—¿Eso quiere decir que aceptaste el trato con Richard?—¿Qué otra opción tenía? Debemos reconocer que el trato es bueno para nuestra familia. Además, si los planes que tiene Richard se concretan, no tendremos de qué preocuparnos mientras él esté en el poder. Tengo su palabra.En el fondo sé que eso es verdad, pero no me agrada saber que Sebastián vuelve a sacrificarse por todos. Dos años s
He sido una tonta. ¿Qué tanto me costaba tomar el celular y llamar a Alexander para corroborarlo? Nada.Aquella mujer simplemente me dijo que había habido un atentado en una de las fábricas y que Alexander, para evitar problemas, me quería en un lugar más seguro, uno en el cual estuviera menos expuesta, con menos gente. Todo sonó tan lógico cuando ella lo dijo que, aunque aparentemente todos eran empleados, era muy difícil identificar a un infiltrado a simple vista.La mujer se veía profesional y seria, así que nunca dudé de su palabra, ni siquiera cuando me direccionó a otro sótano diferente del parqueo que normalmente usamos con Alexander.—Llamaré a mi escolta —dije en ese momento.—No será necesario. El señor no quiere que ellas estén ahí; no conf&
Ante la mirada atónita de todos los que me observan, tomo a la pequeña rubia firmemente por los hombros mientras la increpo con fuerza.—¿Hace cuánto?La chica está asustada, lo veo en su rostro, pero no tengo tiempo de calmarla. Sé que no es su culpa, pero en este momento ella no puede importarme menos.—Por favor, Cloe. Necesito una respuesta —exijo, tratando de modular mi voz, aunque sin éxito.—Quince minutos, quizás un poco más —responde por fin.La suelto inmediatamente y busco mi celular para marcar desesperadamente una y otra vez el número de Isabella, pero está apagado. Paso una mano por mi cabello repetidamente, como si eso me ayudara a pensar. "Quince o veinte minutos, eso es mucho tiempo, ya debieron haberla sacado del edificio", grita mi mente.
El vehículo se detiene tras pasar una reconocida zona industrial y llegar a un área de bodegas gigantes, en cuyas calles nadie quisiera transitar de día, y mucho menos de noche.La bodega es la misma en la que estuve hace unos días con Sebastián para finiquitar el tema de Roberto. A pesar de que tiene la misma estructura de espacios amplios, polvo por doquier e iluminación deficiente por tramos, el lugar está repleto de vida. No tengo idea de cómo reunió Richard a tantos hombres, pero aquí están. Mientras atravieso el lugar en búsqueda de su líder, me observan sin dejar de revisar su armamento. Eso hacen: revisan sus armas, la munición e incluso sacan filo a sus cuchillos.Observo muchos tipos de armas: revólveres, pistolas, pero unas cuantas metralletas llaman mi atención de manera especial. El hombre realmente llegó dispuesto a la guerra; no se va a ir con medias tintas.Me siento como dentro de una película de mafia. De esas películas en las que hay guerra entre pandillas, llenas de
—No puedo negar que tienes ingenio —dice Richard, tras colgar la última llamada recibida—. Ese rumor que hiciste correr realmente nos está facilitando el trabajo. Todos están desesperados por encontrar las malditas caletas de los Williams.—No las van a encontrar, yo inventé eso.El hombre me mira con rostro escéptico y luego se ríe.—Yo no estaría tan seguro. Prefiero apostar que eres una especie de vidente y no sabes usar tus poderes.Miro con extrañeza al hombre, quien intercambia miradas con Michael, su hombre de confianza, que por fin nos está acompañando.—Varios informantes nos han confirmado que, por primera vez en su vida, los Williams les pagaron sus nóminas en efectivo y eso, amigo mío, es lo que le dio peso a tu rumor.Las palabr
—Garantízame que seré yo quien le ponga las manos encima a ese tipo —digo, poniendo mi brazo sobre el hombro de Richard y frenando su avance.—No podría ser de otra forma. Me habrías decepcionado si no lo hubieras pedido.Retira mi brazo y habla en tono de advertencia.—Antony es tuyo siempre y cuando respetes su vida. En mis nuevos planes, ese chiquillo será mi moneda de cambio. Así tendré a papá Williams en mi bolsillo para lo que necesito.Nuevamente tengo la sensación de que todo esto es demasiado conveniente para Richard, casi como si yo fuera quien le estuviera haciendo el favor. Estoy a punto de refutar y aclararle que no pienso devolverlo en buenas condiciones cuando vuelve a hablar, casi como si hubiera leído mi mente.—No te preocupes, te garantizo protección y que en la misión de hoy quedarás sin este enemigo, y así será. Lo que sea que le hagas a este muchacho, no habrá mucha diferencia entre que quede vivo o muerto.Me ha dejado muy claro en repetidas ocasiones que hay mu
Lo único que se escucha es el sonido de los sapos y, quizás, de grillos, junto con el de otros animales pequeños que no sé identificar. Richard tiene una mano levantada, pero cuando la baje, ingresaremos a esa casa tratando de tomarlos a todos desprevenidos. El viento helado golpea mi rostro, pero estoy muy lejos de sentirme fresco. El momento decisivo está tan cerca que lo único en que puedo pensar es en llegar hasta esa puerta metálica y liberar a mi mujer.—Calvin —alguien llama desde dentro de la casa, a quien supongo es el muerto que quedó sobre la hierba.La puerta se abre y sale otro muchacho, igual de joven que el anterior, pero con la cara llena de piercings y vaya a saber uno dónde más. Un pequeño sonido de sorpresa escapa de sus labios al encontrarse cara a cara con Richard, quien, sin demora, lo golpea en el vientre, haciéndolo doblarse y expulsar todo el aire, evitando que grite y alerte a los demás. Al segundo siguiente, un gancho en el rostro lo tumba al suelo.—Aún no