79. PRISIONERA

He sido una tonta. ¿Qué tanto me costaba tomar el celular y llamar a Alexander para corroborarlo? Nada.

Aquella mujer simplemente me dijo que había habido un atentado en una de las fábricas y que Alexander, para evitar problemas, me quería en un lugar más seguro, uno en el cual estuviera menos expuesta, con menos gente. Todo sonó tan lógico cuando ella lo dijo que, aunque aparentemente todos eran empleados, era muy difícil identificar a un infiltrado a simple vista.

La mujer se veía profesional y seria, así que nunca dudé de su palabra, ni siquiera cuando me direccionó a otro sótano diferente del parqueo que normalmente usamos con Alexander.

—Llamaré a mi escolta —dije en ese momento.

—No será necesario. El señor no quiere que ellas estén ahí; no conf&

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