24. En sus manos

A la mañana siguiente les conté a mis padres que Keith me había invitado a cenar con ellos, me dieron permiso, dándome consejos, como era de esperar, que lleváramos todo con calma. Y estuve de acuerdo con ellos. Pero algo dentro de mí me dijo que eso no estaba en mis manos.

Pasé un tanto nerviosa todo el día en el trabajo, pues la noche anterior, cuando Kyan me llamó, intenté saber el motivo de esa cena. Pero se limitó a decir que no había nada especial de por medio, solamente una cena a la cual su madre quería que estuviera presente. No le creí ni un poquito, pero siempre cambiaba ágilmente el tema de conversación cuando trataba de inquirir más. Y me arrepentí enormemente en no haberlo cuestionado cuando me lo dijo en persona, pero estaba tan sumida en las sensaciones que me hacía sentir que, simplemente, no pensé en nada. Ese chico me tenía en sus manos.

Kyan llegó puntual a la hora de mi salida. Y mientras nos dirigíamos a casa aproveché para intentar sacarle un
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