Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa pero no podía; la inseguridad comenzaba a hacer estragos en mi quebrada autoestima, esa que me llevó mucho tiempo reconstruir pero que solo bastaba un par de palabras —como saber que alguien tan importante para él vendría—, para hacerla añicos. ¿Pero qué iba a hacer o decir? Kyan no tenía la culpa de que me sintiera a veces, casi siempre, tan poca cosa o que sintiera ese temor de ser dejada o que me engañarán.—He dicho que está bien, ¿seguiremos en contacto? —No sé por qué demonios pregunté eso, pero moría de miedo. Kyan se inclinó un poco buscando mis ojos, pero estos le rehuían, en un intento de ocultar lo que en mi interior se había desatado. Me daba vergüenza, demasiada. —Sé que no lo está... —dijo y a continuación soltó un suspiro cansino. Alcé mis ojos para verlo, lucía cansado y a disgusto—... Debes de confiar en mí, Emily. Yo no voy a fallarte, yo no soy como él..., eso te lo he demostrado, ¿no es así? —Pestañeé confundida—. Y no
El pulso se me disparó y las manos me comenzaron a temblar, pero luego de dar una bocanada de aire, deslicé mis dedos sobre la pantalla y me exigí a mí misma estar en calma. Solo entonces respondí.—Hola…—¿Te desperté? —preguntó. Podía sentir, pese a no estar juntos, esa brecha que se había forjado entre nosotros, por mi culpa. —No, no…, estaba a punto de llamarte —confesé. —¿En serio? —Y creí, por un segundo, el sentirlo feliz con mi anterior declaración. —Sí, te extraño muchísimo —murmuré. No dijo nada en segundos, segundos que se me antojaron demasiado incómodos. Y en ese momento, todos los recuerdos de la reciente tarde se proyectaron en mi cabeza, lo cual me hizo comprender que yo, solamente yo, estaba arruinando nuestra relación. La culpa y el miedo me atravesaron de lado a lado, ya que, si todo se llegaba a terminar, sería la culpable mayor.—Yo también a ti… —Cerré los ojos con fuerza, detestaba ser tan insegura—… ¿estás llorando? —cuestionó culpable. ¿Qué? Y no fue hasta
—Creo que tenemos algo… —dije, dando un paso hacia la zona de romance. Mirando de soslayo en cómo me miraba de pies a cabeza, como quien evalúa un auto que va a comprar. —¡Emily!, ¿dónde estás? —preguntó Ileana, asomando su cabeza por la puerta de su oficina. Me disculpe con Marissa y salí del pasillo para que Ileana pudiera verme—, ven en cuanto puedas, por favor. Asentí con la cabeza, sin embargo, al girarme de nuevo, para ayudarle a esa extraña clienta, ésta ya iba por la puerta. Y, más rápido de lo que me tomó caer en cuenta de lo que ahí pasaba, salió y se alejó sin voltear una sola vez, perdiéndose entre el mar de gente. Mi ceño se frunció, todo había sido muy extraño. Pero no le di mayor importancia, no era la primera vez que me dejaban así de colgada. Cuando mi turno por fin terminó, me introduje en el pequeño baño de la librería y cambié mi uniforme, por una sencilla falda color vino que me quedaba justo arriba de las rodillas, una blusa blanca
Llegamos hasta Campbell pasadas las diez de la noche. Había sido una tarde y noche maravillosa; no recordaba cuándo había sido la última vez que me había divertido así, que había perdido la noción del tiempo. Mi boca llevaba un buen rato formada en una sonrisa permanente, mi estómago dolía debido a las risas que cada segundo salían. Y aunque estaba cansada, pues tantas emociones que se agolpaban en mi pecho, sumado a todo el movimiento que habíamos tenido…, a la efusividad de todo, mi energía había sido drenada como nunca. Y no me importaba, nada importaba en ese momento. Mi vida era magnifica, era alegre, ya no había monotonía, las regularidades se habían convertido en sorpresas, mi aburrimiento en una constante diversión. Mi triste realidad había sido salpicada de colores, mi vida había cobrado sentido cuando Kyan apareció, sin la menor intención de desatar ese sinfín de emociones, sin percatarse o imaginar siquiera que, la colisión de nuestros mundos, volcarían todo, ca
Junio llegó con rapidez y la carta de la universidad pronto llegaría, no dudaba que en cualquier momento. Mis amigos ya estaban disfrutando de sus vacaciones de verano y para esas fechas lo ocurrido con el mensaje de texto ya había desaparecido por completo de mi cabeza, ya era solo un recuerdo que se había evaporado de mi mente. Martes, al regresar de mi trabajo me sorprendió ver a mis padres sentados sobre el sofá de la sala de estar, me miraban expectantes y extraños, tanto que me alarmé. Les sonreí tratando de mostrarme tranquila. —¿Cómo estuvo tu día, cielo? —preguntó mi papá, mientras palmeaba el lugar junto a él, obedecí esa petición silenciosa y dejando mi boldo sobre mis pies me senté. —Bastante bien, ¿sucede algo? —cuestioné sin titubeos. Ambos se dedicaron una mirada rápida. Mi madre soltó un suspiro.—Tu padre y yo…, queremos proponerte algo como regalo de cumpleaños… —Fruncí el ceño demasiado extrañada, faltaba algo para que eso sucediera.—¿En serio? Pero si aun falta…
Sus manos viajaron con maestría por toda la extensión de mi espalda, pronto lo sentí entre mis piernas, acorralándome contra el sofá y sus brazos sosteniéndose a los lados de mi cadera, creando una especie de prisión entre sus brazos y su cuerpo. Su beso era exigente, demandaba todo de mí, invadiendo mi boca, invadiendo mi mente, mi corazón, colándose sin problema en mis sentidos, en mi ser entero. Y ante aquello, yo me deje fluir sin problema, solo tratando de corresponder lo más que podía a sus roces duros y firmes, tratando de seguirle el paso a sus labios que comprimían y succionaban, que relamían mi boca, que me robaban el aire. Y poco a poco, u a de sus manos se fue deslizando sobre mis piernas, dejando una estela caliente que inyectó lava a mi torrente sanguíneo, incendiando todo a su paso, convirtiéndome en dinamita a punto de detonar. Y justo cuando sus labios viajaron hasta hacer contacto con la piel hipersensible de mi cuello… todo por fin estalló, y podía jurar que desde q
Descubrir que lo amaba solo provocó que todos mis otros sentimientos se intensificasen, la verdad de las cosas era que lo amaba como a nadie, aunque el mismo sentimiento me traía cierto miedo y recelo, me obligué a mandar a lo más profundo de mí ser esos sentimientos oscuros. Porque en ese momento más que nunca debía de disfrutar lo que ese amor me regalaba. Íbamos ya a finales de Junio, por lo que en un mes yo…, comenzaría la universidad, emprendería por fin mi sueño, estaba feliz, la Universidad de Santa Clara estaba cerca de Campbell, por lo que ir y venir no sería problema hasta que consiguiera un auto. Pero mientras lo hiciera, pues algo me habían comentado ya mis padres y no quería ilusionarme, me quedaría con Laura. Y aunque mis amigos me habían dejado claro que podía quedarme con ellos, me negué. Contando ya con auto me sería más fácil transportarme y a menos que fuera necesario me quedaría con ellos, pero de lo contrario no le veía caso generar un gasto extra… eso y que así p
Llegamos casi entrada la noche y luego de dejar mi maleta en mi habitación, sin importarme sentirme cansada, sin importarme que no había dormido para nada bien… solo sintiendo como la necesidad me embargaba y me apretaba el corazón, salí de mi casa, sin hacer ruido pues mis padres se habían ido a su habitación a descansar. Su camioneta estaba parqueada en la entrada del garaje, así que dejándome llevar por el magnetismo que tiraba siempre de mí hacia él, llamé a la puerta. Varios minutos pasaron hasta que escuché pasos al otro lado, enlacé las manos frente a mi vientre, en una forma de controlar la ansiedad que me asediaba, mi corazón comenzó a bombear sangre de una forma exorbitante, las mariposas que en mi residían cómo si una alarma las hubiera despertado, revivieron. Kyan abrió la puerta y sus ojos se abrieron con sorpresa al verme, al tiempo que mi corazón sentía un tirón fuerte. Y sin darle más vueltas al asunto me lancé a sus brazos, siendo recibida gustosamente y solo entonce