—Creo que tenemos algo… —dije, dando un paso hacia la zona de romance. Mirando de soslayo en cómo me miraba de pies a cabeza, como quien evalúa un auto que va a comprar.
—¡Emily!, ¿dónde estás? —preguntó Ileana, asomando su cabeza por la puerta de su oficina. Me disculpe con Marissa y salí del pasillo para que Ileana pudiera verme—, ven en cuanto puedas, por favor.Asentí con la cabeza, sin embargo, al girarme de nuevo, para ayudarle a esa extraña clienta, ésta ya iba por la puerta. Y, más rápido de lo que me tomó caer en cuenta de lo que ahí pasaba, salió y se alejó sin voltear una sola vez, perdiéndose entre el mar de gente. Mi ceño se frunció, todo había sido muy extraño. Pero no le di mayor importancia, no era la primera vez que me dejaban así de colgada.Cuando mi turno por fin terminó, me introduje en el pequeño baño de la librería y cambié mi uniforme, por una sencilla falda color vino que me quedaba justo arriba de las rodillas, una blusa blancaLlegamos hasta Campbell pasadas las diez de la noche. Había sido una tarde y noche maravillosa; no recordaba cuándo había sido la última vez que me había divertido así, que había perdido la noción del tiempo. Mi boca llevaba un buen rato formada en una sonrisa permanente, mi estómago dolía debido a las risas que cada segundo salían. Y aunque estaba cansada, pues tantas emociones que se agolpaban en mi pecho, sumado a todo el movimiento que habíamos tenido…, a la efusividad de todo, mi energía había sido drenada como nunca. Y no me importaba, nada importaba en ese momento. Mi vida era magnifica, era alegre, ya no había monotonía, las regularidades se habían convertido en sorpresas, mi aburrimiento en una constante diversión. Mi triste realidad había sido salpicada de colores, mi vida había cobrado sentido cuando Kyan apareció, sin la menor intención de desatar ese sinfín de emociones, sin percatarse o imaginar siquiera que, la colisión de nuestros mundos, volcarían todo, ca
Junio llegó con rapidez y la carta de la universidad pronto llegaría, no dudaba que en cualquier momento. Mis amigos ya estaban disfrutando de sus vacaciones de verano y para esas fechas lo ocurrido con el mensaje de texto ya había desaparecido por completo de mi cabeza, ya era solo un recuerdo que se había evaporado de mi mente. Martes, al regresar de mi trabajo me sorprendió ver a mis padres sentados sobre el sofá de la sala de estar, me miraban expectantes y extraños, tanto que me alarmé. Les sonreí tratando de mostrarme tranquila. —¿Cómo estuvo tu día, cielo? —preguntó mi papá, mientras palmeaba el lugar junto a él, obedecí esa petición silenciosa y dejando mi boldo sobre mis pies me senté. —Bastante bien, ¿sucede algo? —cuestioné sin titubeos. Ambos se dedicaron una mirada rápida. Mi madre soltó un suspiro.—Tu padre y yo…, queremos proponerte algo como regalo de cumpleaños… —Fruncí el ceño demasiado extrañada, faltaba algo para que eso sucediera.—¿En serio? Pero si aun falta…
Sus manos viajaron con maestría por toda la extensión de mi espalda, pronto lo sentí entre mis piernas, acorralándome contra el sofá y sus brazos sosteniéndose a los lados de mi cadera, creando una especie de prisión entre sus brazos y su cuerpo. Su beso era exigente, demandaba todo de mí, invadiendo mi boca, invadiendo mi mente, mi corazón, colándose sin problema en mis sentidos, en mi ser entero. Y ante aquello, yo me deje fluir sin problema, solo tratando de corresponder lo más que podía a sus roces duros y firmes, tratando de seguirle el paso a sus labios que comprimían y succionaban, que relamían mi boca, que me robaban el aire. Y poco a poco, u a de sus manos se fue deslizando sobre mis piernas, dejando una estela caliente que inyectó lava a mi torrente sanguíneo, incendiando todo a su paso, convirtiéndome en dinamita a punto de detonar. Y justo cuando sus labios viajaron hasta hacer contacto con la piel hipersensible de mi cuello… todo por fin estalló, y podía jurar que desde q
Descubrir que lo amaba solo provocó que todos mis otros sentimientos se intensificasen, la verdad de las cosas era que lo amaba como a nadie, aunque el mismo sentimiento me traía cierto miedo y recelo, me obligué a mandar a lo más profundo de mí ser esos sentimientos oscuros. Porque en ese momento más que nunca debía de disfrutar lo que ese amor me regalaba. Íbamos ya a finales de Junio, por lo que en un mes yo…, comenzaría la universidad, emprendería por fin mi sueño, estaba feliz, la Universidad de Santa Clara estaba cerca de Campbell, por lo que ir y venir no sería problema hasta que consiguiera un auto. Pero mientras lo hiciera, pues algo me habían comentado ya mis padres y no quería ilusionarme, me quedaría con Laura. Y aunque mis amigos me habían dejado claro que podía quedarme con ellos, me negué. Contando ya con auto me sería más fácil transportarme y a menos que fuera necesario me quedaría con ellos, pero de lo contrario no le veía caso generar un gasto extra… eso y que así p
Llegamos casi entrada la noche y luego de dejar mi maleta en mi habitación, sin importarme sentirme cansada, sin importarme que no había dormido para nada bien… solo sintiendo como la necesidad me embargaba y me apretaba el corazón, salí de mi casa, sin hacer ruido pues mis padres se habían ido a su habitación a descansar. Su camioneta estaba parqueada en la entrada del garaje, así que dejándome llevar por el magnetismo que tiraba siempre de mí hacia él, llamé a la puerta. Varios minutos pasaron hasta que escuché pasos al otro lado, enlacé las manos frente a mi vientre, en una forma de controlar la ansiedad que me asediaba, mi corazón comenzó a bombear sangre de una forma exorbitante, las mariposas que en mi residían cómo si una alarma las hubiera despertado, revivieron. Kyan abrió la puerta y sus ojos se abrieron con sorpresa al verme, al tiempo que mi corazón sentía un tirón fuerte. Y sin darle más vueltas al asunto me lancé a sus brazos, siendo recibida gustosamente y solo entonce
El móvil se me cayó de las manos y se estrelló contra la alfombra, ocasionando un ruido estrepitoso. Las manos me comenzaron a temblar y sentí un bajón, mientras el corazón comenzaba a latir como una locomotora y era estrujado. Debía de ser una broma, ese texto no era para mí, no, no podía ser para mí, ¿quién podía ser capaz de amenazarme de esa forma? Varios minutos pasaron y mi posición no había cambiado, tenía los pies clavados al piso, aun no podía creerlo. Pestañeé un par de veces y recogí el móvil y leí varias veces más el mensaje, y conforme lo leía, la seguridad que era para mí se intensificaban.—Tengo que contárselo a alguien… —murmuré. Y lo iba a hacer, se lo contaría a Kyan, a mis amigos…, ellos tenían que creerme y ayudarme, sin embargo, para empeorar la situación, a la mañana siguiente el mensaje ya no estaba, lo cual me obligó a quedarme callada. Y todo el día pase más ansiosa que lo común, mi estado de alerta estaba en rojo, pendiente de todo lo que entraba en mi móvil
Solté un suspiro, tenía mis ojos bien cerrados y sentía como mi corazón latía casi desquiciado. ¿Qué estaba haciendo? «Tú ya sabes qué está haciendo», refutó mi consciencia. Pero, ¡Dios!, no podía hacer nada, estaba sumergida en una especie de trance. —Te voy a extrañar tanto… —Mis ojos se abrieron de golpe, la realidad volvió a chocar contra mí, igual que una bola de hierro. Giré, quedando de frente, sus ojos delataban tristeza, miedo lo cual me estrujó el corazón—…, no sé cómo voy a soportar no verte. —Solo será un par de semanas… —dije, aludiendo a esos días que tendría que quedarme en Santa Clara en lo que conseguía un auto. Pero a quién engañaba, a mí también me desgarraba la idea, nuestra relación iba a ser amenazada, con el pasar de los días, por el escaso tiempo que tendríamos para vernos. —Lo sé, pero eso no ayuda a que sea más fácil de sobrellevar. —Pero encontraremos la forma, tú lo dijiste. —Asintió con la cabeza y a continuación me regaló una sonrisa que carecía de fe
No sabía si era lo correcto. Pero lo único que sí sabía era que no había podido negarme. Kyan me pidió que me quedara a dormir con él, prometiéndome que no haríamos nada de lo que nos pudiéramos arrepentir luego, que no haríamos nada que no quisiera. Pero en ese momento, mientras lo observaba caminar en su habitación, mientras solo vestía un pantalón de chándal y una delgada camiseta blanca, comencé a cuestionarme que quizá no había sido una buena idea. Pues claramente se miraba su definido abdomen, en cómo los músculos de sus brazos se flexionaban cuando él hacía algún movimiento. No, definitivamente no había sido una buena idea, ¿pero cómo me iba sin parecer una miedosa? No le tenía miedo a él, eso ni de loca, tenía miedo de lo que yo podría hacer y mis mejillas coloradas eran una clara afirmación a que mi cuerpo no me obedecería, eso y que fácilmente perdía el control sobre él. Estaba sentada en la orilla de la cama con mis piernas flexionadas, Kyan me había prestado una camiseta