Solté un suspiro, tenía mis ojos bien cerrados y sentía como mi corazón latía casi desquiciado. ¿Qué estaba haciendo? «Tú ya sabes qué está haciendo», refutó mi consciencia. Pero, ¡Dios!, no podía hacer nada, estaba sumergida en una especie de trance. —Te voy a extrañar tanto… —Mis ojos se abrieron de golpe, la realidad volvió a chocar contra mí, igual que una bola de hierro. Giré, quedando de frente, sus ojos delataban tristeza, miedo lo cual me estrujó el corazón—…, no sé cómo voy a soportar no verte. —Solo será un par de semanas… —dije, aludiendo a esos días que tendría que quedarme en Santa Clara en lo que conseguía un auto. Pero a quién engañaba, a mí también me desgarraba la idea, nuestra relación iba a ser amenazada, con el pasar de los días, por el escaso tiempo que tendríamos para vernos. —Lo sé, pero eso no ayuda a que sea más fácil de sobrellevar. —Pero encontraremos la forma, tú lo dijiste. —Asintió con la cabeza y a continuación me regaló una sonrisa que carecía de fe
No sabía si era lo correcto. Pero lo único que sí sabía era que no había podido negarme. Kyan me pidió que me quedara a dormir con él, prometiéndome que no haríamos nada de lo que nos pudiéramos arrepentir luego, que no haríamos nada que no quisiera. Pero en ese momento, mientras lo observaba caminar en su habitación, mientras solo vestía un pantalón de chándal y una delgada camiseta blanca, comencé a cuestionarme que quizá no había sido una buena idea. Pues claramente se miraba su definido abdomen, en cómo los músculos de sus brazos se flexionaban cuando él hacía algún movimiento. No, definitivamente no había sido una buena idea, ¿pero cómo me iba sin parecer una miedosa? No le tenía miedo a él, eso ni de loca, tenía miedo de lo que yo podría hacer y mis mejillas coloradas eran una clara afirmación a que mi cuerpo no me obedecería, eso y que fácilmente perdía el control sobre él. Estaba sentada en la orilla de la cama con mis piernas flexionadas, Kyan me había prestado una camiseta
—Seguimos al pie de la letra sus indicaciones. El trabajo está hecho, nadie se dio cuenta de nada. —Asentí con la cabeza, esperaba que así fuera. Y si todo salía como tenía planeado… solo era cuestión de tiempo y por fin todo volvería a ser como antes, a como debió de ser siempre. —Ten por seguro que si todo sale como tanto profesas, tu cuenta bancaria será gratamente beneficiada —respondí serena—, pero si cometieron un tan solo error que eche a perder todo… te juro que las pagaran con creces —amenacé sin titubeos. El hombre que trabajaba para mi asintió con la cabeza sin mostrarse perturbado por mi amenaza, supuse que la costumbre de tratar con personas peligrosas, tanto como lo podía ser yo, ya no le infundía temor. —Me ofende señorita, nosotros cumplimos con nuestro trabajo… —Nos levantamos de nuestros asientos, deposité un billete sobre la mesa, pago suficiente para saldar el escaso consumo que habíamos tenido. —Está bien, mañana a primera hora recibirá el último pago. Y a part
Las semanas pasaban, los exámenes llegaban y yo estaba de lo más aturdida, estudiando como loca, pero qué podía decir, debía hacerlo, era mi futuro del cual hablábamos. Sin embargo, todo mejoró cuando me entregaron mi auto, ya podía ir y venir cuando yo quisiera, iba a mi casa dos veces entre semana y los fines de semana que podía, sin embargo, cuando los periodos de evaluaciones llegaban no salía del departamento a menos que tuviera clases. Estudiaba mucho, el año que había tenido sin hacerlo me estaba pasando factura, supongo que mi cerebro se había tomado ese año de descanso muy en serio. Pero diablos, cuando el fin de semana llegaba y lograba pasar con Kyan casi todo el tiempo, todo parecía volver a cobrar sentido y vida. Mi cuerpo reaccionaba ante su presencia, todo era mágico, cada momento a su lado, sin mencionar que nuestros encuentros amorosos cada vez eran más imprevistos, arrebatados. Cada uno en lugar de aplacar el deseo lo avivaba como gasolina vertiéndose en una llamarad
Abrí mis ojos como platos y un grito ahogado salió de mi boca. Eso, eso... era abominable. Las lágrimas comenzaron a salir a borbotones de mis ojos, el miedo se arraigó a mis entrañas. ¿Quién podía odiarme tanto como para intentar matarme? Me levanté del sofá, estaba en la casa de Kyan, esperando por él, no podía simplemente irme y dejar todo botado, pero tenía que hacer algo. «Vamos, Emily. Tranquila, cuando venga Kyan se lo cuentas…, él me ayudará sí, él no va a dejar que nada te pase». El tiempo comenzó a transcurrir, la noche pronto cayó y Kyan estaba por llegar, pasé todo el rato pensando en qué hacer, pues una parte de mi no quería arruinar esa cena pero la otra, la que estaba aterrorizada, quería contárselo de inmediato. Habían atentado contra mi vida, ¡maldición!, ¿cómo demonios alguien puede estar tranquilo después de eso? Los minutos pasaban lentos y ya comenzaba a desesperarme pues temía que en cualquier momento algo sucediera…, que acribillaran la casa a disparos…, que
A pesar de todoYo siempre regresé a ti,Porque tú eres para míY yo para ti.Porque a pesar de todoMi amor por ti no desapareció,Sino pues, se fortaleció y sobre todo luchó,Luché por ti, mi amor.Así que siempre regrese a ti,Aun por encima de nosotros,Aun sobre tus miedos e inseguridades,Regresé por ti, regresé para quedarme.Porque en la causticidad de nuestro amor,Tú siempre fuiste para mí,Y yo, en la eternidad seria para ti,A pesar de todos, mi dulce amor.***Nota: Y con este poema entramos a la última parte de la novela. ¡Agarense de sus sientos!
No podía creerlo, simplemente era imposible que toda esa pesadilla que por tanto tiempo había temido sucediera…, se estaba cumpliendo. Justo en el momento en que la había echado a lo más profundo de mi memoria, justo cuando creía que podía ser feliz, que podía rozar el cielo. Kyan estaba con su rostro escondido entre sus manos, me dolía verlo así, comprender lo que estaba a punto de vivir, no era lo que deseaba, lo que yo anhelaba. —¿Qué pasó exactamente? —cuestioné, necesitaba saber la magnitud del problema. Pasaron varios segundos de silencio sepulcral. Un sollozó se escapó de mi boca sin poder evitarlo, esa situación estaba rebasando la poca paciencia y cordura que aún tenía. Descubrió su rostro y me miró con pesar, con dolor y culpa. —No llores por favor —suplicó, acercándose hasta donde me encontraba de pie—, voy a enmendar esta situación, te lo prometo. Haré todo lo que esté en mis manos para encontrar una solución que no me lleve hasta el punto de tener que casarme por compro
Salimos y recorrimos las calles en silencio, no deseaba ir a mi casa, y tampoco alejarme de la seguridad que él me infundía, pero teníamos que hablar, saber qué era lo que pasaría, qué sería de la empresa, de él y sobre todo de nosotros. —¿No te importa si nos desviamos un poco? —preguntó, tiempo después de habernos puesto en marcha. Sacudí la cabeza en una negativa. —Por supuesto que no —respondí. Pasamos comprando comida, aun a pesar que yo me había negado, alegando que no tenía hambre, puesto que sentía el estómago revuelto, indispuesto y eso me dejaba sin ganas de pasar comida. Pero no le importó. Siguió conduciendo por la ciudad, alejándose del bullicio, adentrándose en zonas más calmadas, entonces reconocí el camino y sin saber porqué, algo dentro de mí me hizo saber que era lo que necesitábamos, un respiro de todo lo que ahí estaba pasando. Me llevó a una rivera que fungía también como parte del parque de Campbell, la misma reserva natural donde tiempo atrás, cuando todo co