Acomodé una de mis manos sobre su torso; deslizándola un poco para sentir sus músculos tensos bajo mi palma, sus ojos me observaron atentos, disfrutando de ese momento de osadía por mi parte. Y la mano con que tenía envuelta mi cintura intensificó su agarre y algo raro se sentía en el aire, tan denso. Pronto acunó mi rostro, mirando mis ojos y mis labios de hito en hito, entreabrí los labios en una forma de invitación, dejando que él tomara el mando de aquella situación. Y tan pronto como sus labios se unieron a los míos; ya no fui consciente de nada, solamente de un líquido caliente recorriendo todo mi cuerpo, vivificando cada parte de mi ser, despertando todos esos sentidos adormecidos. Mi piel, poco a poco, fue respondiendo conforme él iba dispersando caricias dulces, elevándose e impregnándose de su esencia. Besó cada uno de mis labios con lentitud, como si quisiera memorizar su forma, su textura, alargando de forma decadente lo que ahí estaba empezando. Abrí un poco más mi boca,
—No fue mi intención, saliste de la nada y chocamos… —dijo, la que, al parecer, se había proyectado contra mí, con toda la maldita intención. Sentí la ira burbujear en mi cuerpo, di un paso hacia ellas, pero las manos de mi novio me aferraron de la cintura. —Sí, Emily, no fue culpa de Carmen. Saliste de la nada —dijo Laila, excusando a uno de sus títeres. Casi enseguida, Laura apareció en escena y las miró fulminante.—¿Qué esperan? ¡Lárguense a buscar un hombre donde restregarse! —gritó, echándolas con las manos y fulminándolas con la mirada. Y ellas, mientras soltaban risas de burla y miradas discriminatorias, se fueron. Pero, antes que se perdieran entre el mar de gente, una mirada de soslayo de Laila sobre mi novio y luego sobre mí, me dejó un mal sabor de boca e inmediatamente algo dentro de mí se activó y comenzó a mandar señales de alerta. Eso no iba a quedar ahí, ella iba detrás de Kyan. —¿Estás bien? —Kyan acunó con ambas manos mi rostro. Y lo que mis ojos delataron no pare
Me levanté a eso de las nueve de la mañana, deseaba dormir más y con toda la razón del mundo había llegado a mi casa un poco después de las dos de la madrugada. Pero, Kyan había quedado de pasar por mí y no sabía a qué hora. Tomé mi celular, antes de meterme al baño, para chequear si tenía un mensaje, llamada o algo, pero mi móvil estaba apagado, lo conecté y deje cargando, luego me fui a bañar, solo esperaba que eso ayudara a disminuir mi dolor de cabeza, no había tomado mucho alcohol pero sentía un malestar espantoso. Estando ya cambiada, encendí el artefacto y este comenzó a vibrar con mensajes. Lo tomé ansiosa y comencé a buscar un nombre en particular. Hasta que lo encontré, abrí el mensaje y de inmediato mis ánimos se elevaron para luego caer en picada. Todo con él siempre eran: subidas y bajadas. Kyan: Preciosa, espero hayas dormido muy bien. Yo soñé contigo, por cierto… En fin, luego te cuento. Solo quería avisarte que me surgió un asunto de la empresa. Te veo más tarde, beso
Abrí la boca para decir algo, cualquier cosa pero no podía; la inseguridad comenzaba a hacer estragos en mi quebrada autoestima, esa que me llevó mucho tiempo reconstruir pero que solo bastaba un par de palabras —como saber que alguien tan importante para él vendría—, para hacerla añicos. ¿Pero qué iba a hacer o decir? Kyan no tenía la culpa de que me sintiera a veces, casi siempre, tan poca cosa o que sintiera ese temor de ser dejada o que me engañarán.—He dicho que está bien, ¿seguiremos en contacto? —No sé por qué demonios pregunté eso, pero moría de miedo. Kyan se inclinó un poco buscando mis ojos, pero estos le rehuían, en un intento de ocultar lo que en mi interior se había desatado. Me daba vergüenza, demasiada. —Sé que no lo está... —dijo y a continuación soltó un suspiro cansino. Alcé mis ojos para verlo, lucía cansado y a disgusto—... Debes de confiar en mí, Emily. Yo no voy a fallarte, yo no soy como él..., eso te lo he demostrado, ¿no es así? —Pestañeé confundida—. Y no
El pulso se me disparó y las manos me comenzaron a temblar, pero luego de dar una bocanada de aire, deslicé mis dedos sobre la pantalla y me exigí a mí misma estar en calma. Solo entonces respondí.—Hola…—¿Te desperté? —preguntó. Podía sentir, pese a no estar juntos, esa brecha que se había forjado entre nosotros, por mi culpa. —No, no…, estaba a punto de llamarte —confesé. —¿En serio? —Y creí, por un segundo, el sentirlo feliz con mi anterior declaración. —Sí, te extraño muchísimo —murmuré. No dijo nada en segundos, segundos que se me antojaron demasiado incómodos. Y en ese momento, todos los recuerdos de la reciente tarde se proyectaron en mi cabeza, lo cual me hizo comprender que yo, solamente yo, estaba arruinando nuestra relación. La culpa y el miedo me atravesaron de lado a lado, ya que, si todo se llegaba a terminar, sería la culpable mayor.—Yo también a ti… —Cerré los ojos con fuerza, detestaba ser tan insegura—… ¿estás llorando? —cuestionó culpable. ¿Qué? Y no fue hasta
—Creo que tenemos algo… —dije, dando un paso hacia la zona de romance. Mirando de soslayo en cómo me miraba de pies a cabeza, como quien evalúa un auto que va a comprar. —¡Emily!, ¿dónde estás? —preguntó Ileana, asomando su cabeza por la puerta de su oficina. Me disculpe con Marissa y salí del pasillo para que Ileana pudiera verme—, ven en cuanto puedas, por favor. Asentí con la cabeza, sin embargo, al girarme de nuevo, para ayudarle a esa extraña clienta, ésta ya iba por la puerta. Y, más rápido de lo que me tomó caer en cuenta de lo que ahí pasaba, salió y se alejó sin voltear una sola vez, perdiéndose entre el mar de gente. Mi ceño se frunció, todo había sido muy extraño. Pero no le di mayor importancia, no era la primera vez que me dejaban así de colgada. Cuando mi turno por fin terminó, me introduje en el pequeño baño de la librería y cambié mi uniforme, por una sencilla falda color vino que me quedaba justo arriba de las rodillas, una blusa blanca
Llegamos hasta Campbell pasadas las diez de la noche. Había sido una tarde y noche maravillosa; no recordaba cuándo había sido la última vez que me había divertido así, que había perdido la noción del tiempo. Mi boca llevaba un buen rato formada en una sonrisa permanente, mi estómago dolía debido a las risas que cada segundo salían. Y aunque estaba cansada, pues tantas emociones que se agolpaban en mi pecho, sumado a todo el movimiento que habíamos tenido…, a la efusividad de todo, mi energía había sido drenada como nunca. Y no me importaba, nada importaba en ese momento. Mi vida era magnifica, era alegre, ya no había monotonía, las regularidades se habían convertido en sorpresas, mi aburrimiento en una constante diversión. Mi triste realidad había sido salpicada de colores, mi vida había cobrado sentido cuando Kyan apareció, sin la menor intención de desatar ese sinfín de emociones, sin percatarse o imaginar siquiera que, la colisión de nuestros mundos, volcarían todo, ca
Junio llegó con rapidez y la carta de la universidad pronto llegaría, no dudaba que en cualquier momento. Mis amigos ya estaban disfrutando de sus vacaciones de verano y para esas fechas lo ocurrido con el mensaje de texto ya había desaparecido por completo de mi cabeza, ya era solo un recuerdo que se había evaporado de mi mente. Martes, al regresar de mi trabajo me sorprendió ver a mis padres sentados sobre el sofá de la sala de estar, me miraban expectantes y extraños, tanto que me alarmé. Les sonreí tratando de mostrarme tranquila. —¿Cómo estuvo tu día, cielo? —preguntó mi papá, mientras palmeaba el lugar junto a él, obedecí esa petición silenciosa y dejando mi boldo sobre mis pies me senté. —Bastante bien, ¿sucede algo? —cuestioné sin titubeos. Ambos se dedicaron una mirada rápida. Mi madre soltó un suspiro.—Tu padre y yo…, queremos proponerte algo como regalo de cumpleaños… —Fruncí el ceño demasiado extrañada, faltaba algo para que eso sucediera.—¿En serio? Pero si aun falta…