14. La propuesta

Solo pude ver cómo salía proyectado hacia atrás y se daba de lleno contra el suelo. Solté un gritó ahogado, «esto no va a terminar bien», pensé alarmada. Giré mi cabeza, buscando a la persona que me había salvado, entonces mis ojos miraron a Kyan. Y no sabía si sentir alivio o terror, ya que, se miraba fuera de sí. Su quijada estaba tensa y su rostro rojo, sus fosas nasales se movían, estaba hecho una furia. Volvió a verme, sus ojos mostraban cólera, una que se iba diluyendo hasta ser reemplazada por preocupación en un gesto más dulce, me estudió de pies a cabeza y se acercó a mí, tomando mi rostro.

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