Solo pude ver cómo salía proyectado hacia atrás y se daba de lleno contra el suelo. Solté un gritó ahogado, «esto no va a terminar bien», pensé alarmada. Giré mi cabeza, buscando a la persona que me había salvado, entonces mis ojos miraron a Kyan. Y no sabía si sentir alivio o terror, ya que, se miraba fuera de sí. Su quijada estaba tensa y su rostro rojo, sus fosas nasales se movían, estaba hecho una furia. Volvió a verme, sus ojos mostraban cólera, una que se iba diluyendo hasta ser reemplazada por preocupación en un gesto más dulce, me estudió de pies a cabeza y se acercó a mí, tomando mi rostro.
Di un paso atrás buscando, inútilmente, poner distancia, pero la conexión, de la que comenzábamos a ser participes ambos por medio de nuestras manos, no ayudó en nada. Sacudí la cabeza, tratando de despejar un poco mi mente y comprender, aunque sea un poco, el trasfondo de sus palabras, no conseguí ni lo primero ni lo segundo.—No sé qué quieres de mí… —murmuré, teniendo una idea clara. Sin embargo, lo que estaba a punto de decir y decidir era algo que me dolía, porque iba en contra de mis más desesperados deseos. Porque yo lo quería a él—…, pero yo no puedo darte nada a medias y mucho menos estar con alguien que no me es sincero por completo. Lo siento, quizás no era la respuesta que esperabas, pero es lo que siento como correcto. El frío comenzó a hacerse más pesado y aunque llevaba puesta la chaqueta de Kyan y también envuelta en sus brazos, él no tenía con qué protegerse. Nos subimos a la camioneta y yo estaba presa en una especie de sueño, cerraba los ojos y recordaba lo recién pasado y parecía que era irreal, pero no, ya que, al abrirlos, Kyan estaba a mi lado, sonriendo y agradeciendo el que le hubiese dado una oportunidad. Y la verdad era que ambos nos estábamos dando una oportunidad, ambos nos estábamos abriendo al amor.Él; dejando a un lado las exigencias de los demás. Y yo; dejando a un lado mi aberración por sentir más. —¿Te gustaría ir a cenar? —preguntó, sonriéndome de una forma que erizaba mi piel. Ladeé la cabeza, no tenía nada de hambre…, pero no quería separarme de él—, o podemos hacer algo más. Si quieres o puedes, claro. —Sonreí, hasta ese día pude notar que Kyan tenía cierta inseguridad con respecto a mí, pero no entendía por qué, porque él sabía, muy bien, que me gustaba, aun así, buscaba16. Déjate llevar
Lunes temprano con enormes y pronunciadas ojeras. Me maquillé un poco para tratar de ocultarlas y después me fui a mi trabajo y pase todo el día mirando cada dos segundos el reloj y como éste avanzaba con parsimonia. Habíamos estado texteando un poco y se sentía raro pasar pendiente del celular, yo no era muy dada a eso. Pero, en ese momento, eso cambió. Claro, por lo mismo, hablaba más con mis amigos, quienes me señalaron ese cambio, pero decidí no darle tantas vueltas al asunto, era normal que pasara eso, ¿no?Por la tarde estuve haciendo llamadas, confirmando la asistencia del escritor para la firma de libros, la reservación en el hotel, el servicio de buffet para ese día y el sábado, todo estaba ya listo. Y la gente estaba tan ansiosa, pues llegaban a la tienda a preguntar y en redes sociales no era diferente. Y, por lo mismo, el encargo de los libros estaba a punto de sobrepasar a las existencias que teníamos. Mi jefa tomó manos en el asunto y comenzó a pedir otro enví
Me llevó a La PanotiQ Pastelería y Café, quedaba cerca del centro, a unos veinte minutos con tráfico, y personalmente me encantaba ese sitio. Servían unos cafés deliciosos. El sitio era de colores cremas y marrones, las mesas eran de un café quemado, daba un estilo sofisticado y cálido. Nos ubicamos en una mesa de uno de los costados y luego llegaron a pedirnos nuestra orden. Yo ordené un croissant y un latte de vainilla, Kyan pidió un mousse de chocolate junto a un café negro. —¿Cuándo regresa tu padre de Nueva York? —preguntó, recién nos habían llevado nuestras bebidas. —La próxima semana, aún no sabemos si viernes o durante el fin de semana —respondí. —¿Son muy frecuentes esos viajes?—Ya no, antes viajaba cada dos meses pero desde hace un año solo lo hace una o dos veces por semestre. —Asintió con la cabeza, dio un sorbo a su café y luego me sonrió de lado. Seguimos comiendo en silencio y no era del todo incómodo; pero, por alguna razón, ese día, en particular, me hallaba muy c
Me levanté tranquila y con la mente en blanco, pero no fue hasta que me terminé de bañar y comencé a vestirme que recordé que Kyan no solo pasaría por mí, sino que, también hablaría con mi madre. Entré en pánico, y ya no sabía si enfocarme en mi apariencia o en buscar la forma para avisarle a mi mamá sobre la visita. Me arreglé lo más rápido que pude y bajé. Mi mamá ya se encontraba cambiada y perfumada, preparando el desayuno. Besé su mejilla y la ayudé a servir los alimentos y de vez en cuando me descubría observándola. —Ya fue suficiente, dime lo qué está pasando —exigió. No estaba molesta, sino que, creí percibirla intrigada hasta divertida. La miré sorprendida—, llevas ya varios días demasiado extraña, sin mencionar que has estado todo el rato mirándome. ¿Qué sucede? —preguntó al grano.—Kyan vendrá a recogerme para llevarme al trabajo, solo que antes desea…, deseamos hablar contigo —balbuceé demasiado rápido que, por un momento, temí que no me hubiese escuch
Dolía.Dolía como nunca pensé que volvería a doler.Escuché como Laila le explicaba cómo poder llegar e intercambiaban números. Y entre todas las posibilidades que había contemplado como un rechazo educado por su parte o un no tajante, eso que estaba pasando, jamás, se me cruzó por la cabeza. Eché el flequillo sobre mi rostro y me dispuse a tomar de mi bebida, tal vez eso me ayudaba a que el nudo que se había instalado en mi garganta desapareciera. Se marcharon varios minutos después, en donde yo pase a segundo plano, comí un tercio de mis papas francesas y la mitad de mi hamburguesa. Miré la hora disimuladamente en mi móvil y faltaban quince minutos para que mi tiempo de comida terminara. Y, en lugar de desear no separarme de él, deseé como nunca antes irme, desaparecer de su presencia. —Debo de irme ya… —dije luego de un largo silencio. Asintió con la cabeza, mostrándose estoico. —Vamos, entonces… —murmuró, haciendo amago de levantarse. Sin embargo, me apresuré a ponerme de pie e
Al día siguiente, como era mi día de descanso, me levanté un poco más tarde, hice toda mi rutina matutina y bajé a desayunar. Asimismo, me sentía decaída, pero con la mente un poco más clara. Saludé a mi madre quien estaba a punto de irse a su trabajo. —Buenos días cariño, ayer tu padre llamó ya tarde… —Su sola mención me sacó una sonrisa—…, viene este domingo. —Saberlo levantó mágicamente mi estado de ánimo y despejó mi mente, pues pase el desayuno planeando cómo lo recibiremos: haríamos su comida y postre favorito. Ya no aguantaba porque se llegara el día de verlo. Mi mamá se fue pocos minutos después, mientras yo me fui a la sala para terminar de desayunar, prendí la televisión y dejé una película animada. Cuando estaba a punto de terminarse, el timbre de la casa sonó. Gruñí frustrada, ¿quién molestaba tan temprano? No le di importancia a mi vestimenta haraposa, y arrastrando los pies fui a abrir la puerta. —¿Qué deseaba? —pregunté con voz molesta. Y, por millonésima vez, me qui