21. Mi debilidad

Al día siguiente, como era mi día de descanso, me levanté un poco más tarde, hice toda mi rutina matutina y bajé a desayunar. Asimismo, me sentía decaída, pero con la mente un poco más clara. Saludé a mi madre quien estaba a punto de irse a su trabajo.

—Buenos días cariño, ayer tu padre llamó ya tarde… —Su sola mención me sacó una sonrisa—…, viene este domingo. —Saberlo levantó mágicamente mi estado de ánimo y despejó mi mente, pues pase el desayuno planeando cómo lo recibiremos: haríamos su comida y postre favorito. Ya no aguantaba porque se llegara el día de verlo.

Mi mamá se fue pocos minutos después, mientras yo me fui a la sala para terminar de desayunar, prendí la televisión y dejé una película animada. Cuando estaba a punto de terminarse, el timbre de la casa sonó. Gruñí frustrada, ¿quién molestaba tan temprano? No le di importancia a mi vestimenta haraposa, y arrastrando los pies fui a abrir la puerta.

—¿Qué deseaba? —pregunté con voz molesta. Y, por millonésima vez, me qui
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