XLIII Expectativas

Los ojos de Sara se abrieron a la claridad de la mañana y lo primero que vio fue a Misael, acostado a su lado, piel con piel.

—¿Estamos en tu cama o en la mía? —preguntó ella.

—En la mía.

—Entonces tal vez sí estaba un poco ebria. No recuerdo haber venido.

—Llegaste de madrugada y prácticamente me violaste. Ni siquiera te importó cuánto me resistiera.

Sara sonrió.

—Quiero que algo quede claro, Misael. No necesito tu permiso para salir a beber con mis compañeros si se me da la gana, ya no eres mi tutor legal. Soy una mujer independiente y no aceptaré tus escenas de crío berrinchudo.

Estaba preparada mentalmente para ver la ira relucir en esos ojos oscuros y seguir firme en su postura. Había cosas que no se transaban ni siquiera por amor y una de ellas era su autonomía.

—Lo lamento. Actué como un tonto, no volverá a pasar.

Definitivamente lo que había ocurrido durante la noche debía haber estado muy bueno, pensó Sara. Misael la miraba como un cachorrito y sus palabras eran suaves y ate
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